Sent to you by Salamandra (Phillip) via Google Reader:
No todos los inventos voladores de los humanos son una burda copia de nuestra forma de volar, mis chorlitos. Algunos de ellos son una burda copia de la forma de nadar de los peces. El agua, como el aire, es un fluido, y se le pueden aplicar, por tanto (y salvando las distancias), las mismas reglas y fórmulas. Los humanos descubrieron hace mucho tiempo la propiedad que tienen algunos cuerpos de flotar en el agua (principio de Arquímedes: «todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del volumen de fluido desalojado»), gracias a lo cual pudieron inventar los barcos y los parques acuáticos. Fue cuestión de tiempo que se les ocurriera probarlo en el aire, donde el fenómeno es mucho menos aparente, pero aun así ocurre.
Al invento lo llamaron aerostato o globo aerostático, y vuela (flota) porque es más ligero que el volumen de aire que ocupa, aunque sólo la fuerza producida de acuerdo con el principio de Arquímedes no es suficiente para controlar la trayectoria. Jugando sólo con el peso y el volumen del globo puede conseguirse que éste suba o baje, pero no se puede elegir la dirección horizontal de la trayectoria, y normalmente flota a la deriva arrastrado por el viento. Para solucionar este problema desarrollaron otro invento: el dirigible.
Los dirigibles son, esencialmente, globos fuselados de forma aerodinámica con un sistema de propulsión y guiado. A partir de su desarrollo, en el siglo XIX, fue cuando los humanos por fin comenzaron a ser dueños de sus movimientos en el aire (ya que ocurrió antes de que consiguieran hacer que los aviones volaran). Gracias a hélices propulsoras aplicaban empuje en la dirección deseada, y distintas superficies de control (timones de dirección y profundidad) hacían que la nave fuera totalmente gobernable.
Según mi experiencia, el comportamiento de los humanos está sujeto a determinados ciclos, de alternancia bastante caprichosa, que ellos denominan «modas». Pues bien, durante unos años, lo que se ha dado en llamar la época dorada de los dirigibles, este tipo de aeronaves estuvo muy de moda. Todo comenzó con la empresa alemana Zeppelin y el bautismo del Luftschiff (los dirigibles eran tratados esencialmente como barcos voladores, a diferencia de los aviones actuales, que en la mentalidad humana no tienen nada que ver con un barco). Los dirigibles Zeppelin se caracterizaban por tener una estructura rígida de aluminio recubierta de lona, en cuyo interior se alojaban celdas de gas (hidrógeno, ya que el helio aún era muy escaso) aisladas unas de otras, y fueron el gran referente mundial a la hora de diseñar y construir estos artefactos.
Sin embargo, el verdadero boom para los dirigibles llegó, como es habitual cuando se trata de humanos, con la guerra. H. G. Wells había sugerido que cualquier dirigible haría un estupendo papel de bombardero, así que sus semejantes emprendieron con ilusión la tarea de diseñar dirigibles para la guerra. Sin embargo, los resultados finales fueron más bien mediocres, porque estos artefactos eran un blanco fácil, lento, y poco preciso.
Como naves de transporte comercial, sin embargo, los dirigibles demostraron ser un medio fiable y seguro, considerando las precauciones que se tomaban en la época (que eran más bien pocas: han tenido que morir muchos humanos a lo largo de los años para que se tomen la seguridad en serio). Había varias líneas que atravesaban el Atlántico. El Graf Zeppelin circunnavegó el planeta y voló millones de kilómetros sin un solo accidente.
Sin embargo, esta confianza en la infalibilidad de los dirigibles terminó llevándolos a un estrepitoso fracaso (fue algo parecido a lo que ocurrió con el Titanic). Los humanos comenzaron a cometer imprudencias flagrantes, como no llevar balsas ni chalecos salvavidas suficientes en una travesía marina, hacer viajes largos sin asegurarse de que el dirigible funcionaba bien o no hacer una correcta planificación del vuelo. La prensa se cebó en todos estos desastres, empeorando la mala opinión pública acerca de los dirigibles. Y luego se estrelló el Hindenburg.
El Hindenburg ostenta el «honor» de ser, junto con su gemelo el Graf Zeppelin II, la aeronave más grande jamás construida (245 m de largo). En un principio se pensó en llenarlo con helio (gas inerte y, por tanto, no inflamable). Pero EEUU declaró que todo el helio del mundo era propiedad suya y los alemanes tuvieron que conformarse con llenarlo de hidrógeno. Aquello y una chispa de electricidad estática bastaron para destruir el Hindenburg en menos de 40 segundos. Por suerte para los que iban a bordo, fue durante la maniobra de atraque y hubo quien pudo escapar.
Las imágenes de la destrucción del Hindenburg el 6 de mayo de 1937 dieron la vuelta al mundo, haciendo que la carrera de los dirigibles se frenara en seco y que pocos humanos volvieran a confiar en ellos. Desde entonces, los dirigibles se han utilizado principalmente con fines publicitarios y de reconocimiento, pero no han resurgido realmente hasta muy recientemente. Su buena eficiencia energética y los altos precios de los combustibles los han vuelto a hacer competitivos, y la empresa alemana Zeppelin Luftschifftechnik GmbH, sucesora de la vieja Zeppelin, ha vuelto a lanzar al mercado un dirigible que fabrica en serie y lleva en servicio desde los años 90 con relativo éxito: el Zeppelin NT (que, eso sí, esta vez va lleno de helio).
Hay también proyectos mucho más ambiciosos de gigantescos dirigibles cargueros que son francamente atractivos. Para empezar, un dirigible no necesita apenas infraestructura para operar, al contrario que los aviones. Además, podría elevar cargas muy grandes si tuviera un diseño lo suficientemente bueno. Y su consumo es muy bajo. El SkyFreighter de Millenium Airship Inc., por ejemplo, podría ser el futuro del transporte comercial de mercancías, con su estructura semirrígida, su gran capacidad de carga, su versatilidad y su alta maniobrabiblidad. Las nuevas tecnologías, como el fly-by-wire y los turbofanes de muy alta eficiencia (por ejemplo el ITAMMS del SkyFreighter), permiten que los dirigibles modernos estén bastante lejos de los de las primeras décadas del siglo XX.
Disclaimer: Millenium Airship Inc. no tiene nada que ver con la redacción de este artículo. Juan de la Cuerva nunca, JAMÁS, aceptaría un soborno de ninguna empresa humana con fines publicitarios o de cualquier otra índole. La aparente publicidad sobre el SkyFreighter es pura coincidencia, que quede claro.
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