uan Carlos Díaz Lorenzo
Las Manchas
Desde la apertura de la fisura del Llano del Banco, el 8 de julio de 1949, la lava del volcán de San Juan se vio favorecida en su descenso por el desnivel del terreno, y amenazó desde el primer momento a la histórica ermita de San Nicolás de Bari, en Las Manchas. Cuando lo inevitable parecía que iba a cumplirse, el párroco de la época, Blas Santos Pérez, hizo en público una promesa de levantar un monumento a Nuestra Señora de Fátima, por la que sentía una especial devoción, y la lava desvió su curso y pasó a unos cien metros de la iglesia.
Desde las últimas horas del día anterior, la ermita había sido desmantelada ante la previsión de que la lava pudiera caer sobre el barrio de Las Manchas. Las imágenes religiosas y los útiles litúrgicos fueron trasladados a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane, y todo lo que se pudo rescatar (maderas, puertas, ventanas, retablo, campana, bancos, etcétera) también fue puesto a salvo.
En unos años de penurias económicas, agravados por los daños que causó la erupción, los vecinos de Las Manchas, y aun los habitantes de otros pueblos cercanos, se preocuparon de que se construyera el monumento prometido, que puede contemplarse en majestuosa presencia en lo alto del pueblo de Las Manchas.
La imagen, tallada en granito puro y de un color terroso pálido, mide unos dos metros de altura, pesa tonelada y media y fue realizada en los talleres escultóricos del constructor Raimundo Vázquez Fernández, en 1951, como así lo atestigua una placa conmemorativa adosada en un lateral.
El boceto fue diseñado por el director de Regiones Devastadas, Gonzalo Cárdenas, buen amigo del ministro Blas Pérez González. El marco, coronado por una cruz que soportan hojas de acanto, llama poderosamente la atención y está construido en cemento y piedra volcánica. Delante tiene una plaza y un altar sobre adoquines de lava, con dos accesos independientes.
La imagen de Nuestra Señora de Fátima fue bendecida el 28 de abril de 1952 en un solemne acto religioso celebrado en el instituto femenino "Rosalía de Castro", en Santiago de Compostela, y estuvo presidido por el arzobispo de Compostela, cardenal Quiroga Palacios, quien pronunció "una elocuente plática de elevados tonos patrióticos destacando la hermandad canario-galaica", según destaca la crónica de DIARIO DE AVISOS.
En la ceremonia estuvieron presentes el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González y su esposa, Otilia Martín Bencomo, quienes ostentaban, asimismo, la representación oficial del jefe del Estado y la esposa de éste, Carmen Polo, que habían apadrinado la réplica de la imagen destinada a Las Manchas, monumento "que perpetuará el hecho extraordinario" de que la lava del volcán de San Juan no arrasara la ermita.
El ministro pasó revista a una compañía militar que le rindió honores y a la puerta del instituto "Rosalía de Castro", donde se apiñaba un numeroso público para tributarle una cariñosa acogida, fue saludado por el arzobispo de Compostela y todas las primeras autoridades y representaciones, entre las que se encontraba el sacerdote palmero Blas Santos Pérez, conocido como el "párroco del volcán". En la saleta del instituto se preparó un artístico altar. Al lado de la epístola estaba la imagen de la Virgen de Fátima y en sus proximidades los asientos del ministro y su esposa. En el lado del Evangelio se colocó el arzobispo y en otros asientos preferentes las primeras autoridades y las numerosas comisiones. En la misa que siguió a continuación, la Schola Cantorum del Seminario interpretó diversas composiciones religiosas. Terminada la liturgia, el arzobispo, revestido de pontifical, procedió a la bendición de la imagen y pronunció unas palabras que fueron contestadas por el representante del Gobierno nacional.
El ministro pronunció un discurso en el que dijo, entre otras cosas, que "porque Dios ha querido, tuve la suerte de haber nacido en una de las Islas Afortunadas, la Isla de La Palma, que en el año 1949 nos transmitió la triste noticia de la erupción de uno de sus volcanes. De S.E. el Generalísimo Franco, atento siempre a dar consuelo y fuerzas económicas a todos los españoles, surgió entonces la idea de que fuera a aquel lugar una representación del Gobierno, y fui elegido yo, por estar vinculado a aquellas islas por lazos de sangre y de cariño. Se formó enseguida un cuerpo técnico, en el que figuraba un buen amigo, un gallego de corazón, don José Fariña, y entramos en el puerto de Santa Cruz de La Palma a bordo del Vasco Núñez de Balboa. La isla tiene 70.000 habitantes y, sin hipérbole, puedo decir que todo el pueblo estaba en el muelle esperándonos, con un silencio sepulcral. La escena representaba la llegada del hijo ausente que iba con la representación del Caudillo. La tierra temblaba todavía bajo nuestras plantas. Eran momentos de gran emoción".
El ministro se refirió, a continuación, a la salvación de la ermita de San Nicolás de la corriente de la lava: "Su pobre párroco nos decía: Yo se lo pedía a la Virgen de Fátima, y la Virgen salvó la ermita. Quiero que me ayuden a levantarle aquí un monumento".
"José Fariña -agregó el ministro- quiso ayudarle y encargó al artesanado gallego esta bella obra. El arzobispo atendió paternalmente este deseo. Y aquí estamos, en un acto en el que se vinculan dos españolísimas regiones: Canarias y Galicia. Quiero dar las gracias a todas las autoridades por su asistencia a la ceremonia".
Por último, Blas Pérez González, fijando sus ojos en la imagen de la Virgen de Fátima, imploró, visiblemente emocionado:
"¡Madre mía, te pido que lleves a mi tierra canaria todo mi corazón, mi afecto y les digas a mis paisanos que toda mi emoción está puesta en ella. Porque yo quiero a Canarias y a Galicia y, al querer a estas dos regiones, quiero a España por encima de todos mis quereres. Cuando mis paisanos la reverencien, le pedirán por España y por Galicia, tierra privilegiada, que tiene la gloria de ser el sepulcro del Apóstol Santiago".
A la ceremonia asistieron representaciones y comisiones de las provincias gallegas y de Canarias, "testimoniándose en este acto de piedad evocadora, la fraternidad entre aquella región y el Archipiélago Canario". Al finalizar el acto, el ministro recibió a una comisión de estudiantes canarios residentes en Santiago, "con los que sostuvo un amplio cambio de impresiones, sobre las lucidas ceremonias, que acababan de celebrarse".
La prensa gallega y la canaria destacaron ampliamente la bendición de la imagen, con amplias crónicas y fotografías alusivas al acto. El final de la jornada tuvo un carácter apoteósico, al concentrarse numerosos grupos de gaiteros, que llegaron a Santiago de Compostela desde todos los rincones de Galicia. El presidente de Compañía Trasmediterránea, Ernesto Anastasio Pascual, ofreció el traslado gratuito de la imagen hasta Santa Cruz de Tenerife a bordo del "liner" Satrústegui y luego, hasta la capital palmera, en el vapor Ciudad de Melilla.
La recepción oficial de la imagen se celebró el 18 de mayo siguiente en la parroquia de San José, en la capital tinerfeña, en un acto que estuvo presidido por el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Carlos Arias Navarro, en unión de otras autoridades, jerarquías y representaciones. Esa misma noche fue embarcada en el puerto tinerfeño y al día siguiente, con el barco empavesado, fue recibida en Santa Cruz de La Palma por una gran muchedumbre y con todos los honores.
De la crónica del acto religioso celebrado en la iglesia de San José, firmada por el periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz, testigo presencial de la erupción del volcán de San Juan, entresacamos los dos párrafos siguientes:
"Nuestra capital, que con tanta emoción y reverencia recibió la sagrada imagen de Nuestra Señora de Fátima, donada por Galicia a la Isla de La Palma, con el fin de que sea emplazada en la misma linde donde se detuviera, a su conjuro milagroso, a su celestial intercesión, la arrolladora lava del volcán que un día arrancara a la bella isla de su plácido remanso de belleza para sumirla en la angustiosa zarabanda de los terremotos devastadores, se dispone hoy, domingo, a despedirla en el marco de un acto apoteósico que, por otra parte, será algo así como el preludio de los actos que se preparan en La Palma a su llegada, y en los que de seguro el católico corazón de aquellas gentes latirá con renovado ritmo, con más vivo compás, con más entrañable isocronia".
"Galicia y Canarias, estrechamente unidas bajo una tutela común, bajo un mismo signo, se estrechan la mano conmovedoramente en estas jornadas grandiosas de fe católica y de piedad española. La sagrada imagen, erigida al pie de la lava negra del volcán de Las Manchas, pregonará en La Palma la maravillosa unidad entre gallegos y canarios, que es símbolo a la vez de la gran unidad española. Y allí recibirá, en las fervorosas preces palmeras, el común deseo de que aparte el mal de las dos bellas regiones españolas, presidiendo e inaugurando una era de próspera felicidad, que bajo su milagrosa tutela es posible; apartando de la isla la desventura, lo mismo que en otro tiempo apartara el curso impetuoso de la lava volcánica que descendía desde la cumbre para anegar el risueño valle en su oleaje de fuego".
La construcción del monumento, por diversas causas, se retrasó unos ocho años y sufrió algunas modificaciones respecto de su diseño original. El 24 de junio de 1960, día de mucho calor, se procedió a su bendición en presencia del gobernador civil de la provincia, Manuel Ballesteros Gaibrois y el alcalde de El Paso, Santiago García Castro, quienes pronunciaron emotivos discursos. La ermita de Las Manchas, que tiene el título de San Nicolás, fue fundada por Nicolás Massieu y Vandala, según consta en el testamento otorgado ante el escribano público Antonio Roque Casanova, registrado en el protocolo de Antonio Vásquez el 14 de septiembre de 1696 y que dispone, entre otras cosas, que había de ponerse en el altar una imagen de Nuestra Señora de Bonanza, "por ser aquel distrito muy ventoso", así como una imagen de san Nicolás, otra de san José y en lo alto del espaldar del retablo un Santo Cristo de bulto que tenía en su casa solariega del Llano de Argual.
Nicolás Massieu, súbdito de origen francés, adquirió la ciudadanía española en 1638 y fue el mayor terrateniente del valle de Aridane, al poseer la propiedad y explotación de los ingenios azucareros de Argual y Tazacorte. La construcción de la ermita fue iniciada por su hijo Pedro Massieu y Monteverde, tiempo después del fallecimiento de su padre y continuada por sus herederos, tanto en el remate final como en la dotación de imágenes, mobiliario y aderezamiento.
Desde su fundación, la ermita de San Nicolás permaneció anexa a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane. Sin embargo, mediante R.O. de 18 de mayo de 1885, que declaró la independencia entre ambas parroquias, la citada ermita fue anexada a la parroquia de El Paso.
El 18 de noviembre de 1929, siendo obispo de Tenerife fray Albino González y Menéndez-Reigada, y con motivo de la demarcación parroquial de la diócesis, sobre la base de la antigua ermita fue creada la parroquia de Las Manchas, dependiente del arciprestazgo de Los Llanos de Aridane y con categoría de rural de primera.
Su dotación inicial fue de 2.650 pesetas anuales, de las cuales 1.500 pesetas eran para los gastos del párroco y otras 500 para el culto. La nueva parroquia no poseía propiedades y su primera modificación patrimonial se produjo a partir de 1952, cuando recibió la imagen de Nuestra Señora de Fátima, que sería colocada al aire libre en un monumento homenaje a la divina devoción. Su primer párroco titular fue José Pons y Comallonga, nombrado el 28 de mayo de 1931, quien ejerció el cargo durante 13 años. En recuerdo de su fecundo magisterio sacerdotal, la plaza de la ermita lleva su nombre.
Aunque en varias ocasiones llegó a plantearse su demolición, por no tener capacidad suficiente para el culto, así como derribar uno de los muros y construir un anexo, al final se impuso la cordura y ha logrado conservar su factura original de una sola nave, dividida en dos tramos de distinto nivel. La parte más antigua corresponde al altar y mide 8,50 metros de largo y 5,70 metros de ancho. Dos escalones de cantería acceden al altar mayor, separado por un arco toral de medio punto labrado en piedra.
El artesonado es de par y nudillos, con estructura de almizate y faldones laterales, reforzado por tirantes simples apoyados en sencillas ménsulas. Las losetas del suelo eran de dos tipos: en color el primer tramo, más antiguo y en blanco y negro el segundo, más moderno. Tiene un coro y dos sacristías, a izquierda y derecha del altar mayor. La primera, edificada en el siglo XIX, sufrió el derrumbamiento del techo y sólo conservaba los muros hasta que llegó la restauración. La segunda fue hecha por un maestro de obras en los años treinta, época en la que también se rehizo el púlpito. En 1945 fue restaurado el balcón del coro, desde el que se toca la campana.
En el verano de 1993 la techumbre de la iglesia sufrió un desplome. Ante el peligro inminente de un derrumbe, la celebración del culto se trasladó a un local próximo y comenzó el proceso para su restauración, que se prolongó por espacio de casi cinco años. En 1996, a instancias del Cabildo Insular de La Palma, en expediente que promovió el consejero Vicente Capote Cabrera, la ermita de Las Manchas fue declarada Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias, con categoría de monumento. En junio de 1998 concluyeron las obras de restauración, así como la rehabilitación del retablo y las imágenes, de acuerdo con un convenio suscrito entre el Cabildo Insular de La Palma y el Obispado de la Diócesis Nivariense. El 10 de enero de 1999 fue reabierta al culto, en solemne ceremonia que presidió el obispo Felipe Fernández García.
Recopilación de artículos interesantes sobre ciencia, transporte y tecnología.
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domingo, 29 de julio de 2007
domingo, 15 de julio de 2007
El volcán se vuelve espectáculo
Juan Carlos Díaz Lorenzo
Las Manchas
El 10 de julio de 1949, dos días después del comienzo de la salida de la lava del volcán de San Juan desde la fractura situada en Llano del Banco, el primer brazo ardiente alcanzó la orilla del mar. La corriente que se había adelantado por Las Hoyas hizo que desapareciera la amenaza que se cernía sobre el barrio de Todoque y, después de sepultar un empaquetado de plátanos, a las siete y media de la tarde se produjo el esperado encuentro, bajo la atenta mirada de miles de personas.
Con un frente de unos 500 metros y mientras caía por el acantilado en forma de cascada, dio origen, en la prosa del profesor palmero Manuel Martel San Gil, "a un violento y sorprendente choque, francamente indescriptible, entre el elemento ígneo y la masa líquida que como gigantescos titanes luchan por imponer su dominio, y al fin, mientras una yace petrificada atestiguando la lucha consumada, el otro se levanta en forma de densas columnas blancas, pregonando cómo entre el hervir de las aguas del mar y la consolidación de un fluido magma, se acrecienta la superficie de una de las islas, a cuya acción deben su existencia".
En la tarde del 11 de julio y en el Teatro Circo de Marte, en Santa Cruz de La Palma, el geólogo Simón Benítez Padilla pronunció una conferencia titulada El volcán de las Manchas y otros de La Palma. La presentación estuvo a cargo del abogado y consejero del Cabildo Insular, Acenk Galván González, quien destacó la personalidad científica del autor y agradeció en nombre de La Palma los constantes desvelos por tranquilizar a la población insular sobre la naturaleza del volcán.
Benítez Padilla hizo una interesante aportación de observaciones personales y datos sobre la erupción, relacionándolos con otros volcanes históricos. El público llenó por completo el aforo del teatro y aplaudió con entusiasmo la intervención del conferenciante, que envió un claro mensaje de tranquilidad al pueblo de La Palma.
Durante la madrugada y en la mañana del 12 de julio se percibieron en El Paso y Los Llanos una serie de fuertes ruidos subterráneos. Poco después de las 16 horas apareció un nuevo cráter con tres bocas en el sitio llamado Hoyo Negro, próximo a El Duraznero, del que dista unos 300 metros y que expulsa una gran cantidad de gases, piedras incandescentes y partículas sólidas hasta una altura de unos 700 metros, lo que ha originado nuevos incendios en el pinar.
Los técnicos estiman que, en el caso de que el volcán arroje lava por este cráter, se prevé que pueda correr próxima a la que vierte la fisura de Llano del Banco, pasando por la finca de San Nicolás y desemboque en el mar por Puerto Naos. Sobre Los Llanos de Aridane cayó una lluvia de cenizas y en el ambiente se percibía un fuerte olor a azufre.
Uno de los brazos de lava mantenía su amenaza sobre el caserío de Cuatro Caminos, mientras en el de Puerto de Naos parece que se detuvo, aunque los ramales aumentaron su anchura y continuó la caída al mar después de atravesar Las Hoyas, en el que se adentró en grandes cantidades, con lo que ensanchó su frente de avance en una longitud considerable.
Hasta el momento, según el recuento oficial, la lava había arrasado unas 70 casas en los barrios de Las Manchas y Jedey, y otras 50 casas se habían caído o sufrido daños de importancia a consecuencia de los temblores de tierra.
Pese a la aparición del nuevo cráter de Hoyo Negro, la ausencia de movimientos sísmicos durante la jornada ha conferido una mayor tranquilidad al desarrollo de la erupción, aunque el personal de Montes informó que en la Caldera de Taburiente se produjeron algunos derrumbes.
El 13 de julio llegó a la capital insular el capitán de fragata Manuel Montojo Fernández, segundo comandante de Marina de la provincia tinerfeña, acompañado del segundo-jefe del Tercio de la Guardia Civil, Carlos Simarro, trasladándose a continuación a la zona del volcán.
A bordo de la falúa Quisisana llegaron a Tazacorte el subjefe provincial del Movimiento, Ricardo Hogdson Lecuona; el jefe insular del Frente de Juventudes, Andrés de las Casas; el secretario particular del gobernador civil, José Duque Alonso y el periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz. Esa noche, y después de permanecer varios días en la Isla estudiando el fenómeno volcánico, regresó a Las Palmas el geólogo Simón Benítez Padilla.
Al día siguiente se recibió un nuevo donativo de 100.000 pesetas del ministro de la Gobernación para atender a los evacuados y se informó que había solicitado del Ministerio de Marina el envío inmediato de varios buques rápidos para mantener el servicio de transporte marítimo entre Tazacorte y Santa Cruz de La Palma.
A instancias del ministro, una comisión de técnicos del Instituto Nacional de Colonización emprendió viaje a La Palma, con la finalidad de ver la posibilidad de adquirir una o dos fincas de grandes dimensiones que podían ser parceladas y donadas a los agricultores que habían perdido sus propiedades al quedar sepultadas por la lava.
Otra comisión de la Dirección General de Regiones Devastadas vino con la misión de atender la reconstrucción de todas las viviendas que habían resultado destruidas o con graves daños por la lava o los temblores de tierra.
Ese mismo día llegó a La Palma el ingeniero-jefe provincial de Obras Públicas, Manuel Belda Soriano, para inspeccionar las carreteras que habían resultado interceptadas por los brazos de lava, así como los daños causados en su recorrido por los movimientos sísmicos y el derribo de paredes. El ingeniero-jefe manifestó que tenía todo dispuesto para que, desde el momento en que dejara de correr la lava, comenzaron los trabajos para restablecer la circulación en la carretera general del Sur.
En el mismo barco llegó el presidente del Cabildo Insular de Tenerife y de la Mancomunidad Provincial Interinsular, Antonio Lecuona Hardisson, que ofreció a las autoridades la ayuda económica o de cualquier otro tipo que pudieran prestar las corporaciones que presidía y entregó un donativo de 25.000 pesetas en nombre de la primera y otro de 10.000 pesetas, de la segunda, así como un donativo personal para atender a los evacuados.
Antonio Lecuona destacó el interés con el que las autoridades nacionales seguían el desarrollo del volcán y, en especial, el ministro Blas Pérez González, de quien dijo que su despacho en el Ministerio de la Gobernación se había convertido casi en un centro de estudios volcanológicos, siguiendo las incidencias diarias sobre un gran mapa de la Isla.
Ese mismo día llegó a La Palma el inspector provincial de Sanidad, Ángel Vinuesa, para inspeccionar el funcionamiento de los servicios sanitarios insulares. En Los Llanos se utilizaron todas las habitaciones libres en el nuevo hospital, para atender a los evacuados que necesitaban cuidados especiales, así como el edificio construido para posibles afectados de epidemias graves. Las dependencias se habilitaron con camas y ropas del Hospital de Dolores de Santa Cruz de La Palma, que fueron trasladadas por vía marítima en cumplimiento de lo dispuesto por el Gobierno Civil.
De las personas evacuadas, niños, adolescentes y muchos adultos, una parte fueron a Santa Cruz de La Palma y se alojaron en casas particulares ofrecidas por sus habitantes. Los que necesitaron cuidados médicos fueron ingresados en el Hospital de Dolores, donde recibieron las atenciones que requerían. El médico cirujano Amílcar Morera Bravo, jefe del citado servicio, realizó más de cuarenta intervenciones.
Los médicos de la isla, tanto de medicina general como especialistas, en servicios oficiales o consultas privadas, atendieron cuantas solicitudes les fueron formuladas para atender a los evacuados. El inspector provincial de Sanidad expresó su satisfacción por el funcionamiento de todos los servicios sanitarios, así como la ausencia de elementos que pudieran provocar alguna epidemia.
Asimismo llegó a la Isla el secretario técnico de la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes, Ricardo Armas Baker, quien inspeccionó los servicios de las dos zonas de la Isla y proponer a la Comisaría General de Abastecimientos las soluciones que creyera oportunas para el avituallamiento urgente de las familias damnificadas.
El 15 de julio, el Consejo de Ministros, reunido en el Palacio de El Pardo bajo la presidencia del Jefe del Estado, general Franco, escuchó los informes del ministro de la Gobernación referidos a la erupción del volcán de La Palma y acordó prestar la máxima ayuda al pueblo palmero y delegó en el ministro Blas Pérez González para que dispusiera lo necesario para hacer llegar a los damnificados, lo antes posible, los medios que permitieran resolver la situación creada por la erupción volcánica.
En la conferencia que el ministro sostuvo con el delegado del Gobierno, éste le informó que había dispuesto que el buque-escuela Galatea, que se encontraba en alta mar, se dirigiera a Santa Cruz de La Palma, así como el minador Marte, que estaba de apostadero en Las Palmas, para que sus dotaciones colaboraran en lo que fuera necesario.
En este día se informó que el Cabildo Insular, que también presidía Fernando del Castillo-Olivares y Van de Walle, había concedido un primer donativo de 50.000 pesetas para atender las necesidades de los damnificados y adoptó el acuerdo de conceder otras ayudas.
El 18 de julio, el Ayuntamiento de El Paso celebró un pleno extraordinario en el que acordó por unanimidad conceder un voto de gracia a los alcaldes de Tazacorte, Pedro Gómez Acosta y de Fuencaliente, Emilio Quintana Sánchez, por sus personales y valiosas intervenciones en las evacuaciones y las atenciones prestadas a los vecinos afectados.
Acordó, asimismo, expresar el reconocimiento del municipio a Victoriano Sánchez Acosta, quien, el 24 de junio, día en que comenzó la erupción, se ofreció voluntariamente para localizar el lugar donde se abrió el primer cráter; así como un premio en metálico al guarda-jurado de la Asociación de Cazadores, Antonio González Rodríguez, por los servicios prestados, al visitar dos veces cada día la zona de los cráteres, con el fin de seguir en lo posible su evolución.
Por los micrófonos de Radio Club Tenerife, entonces la emisora más importante de Canarias, pasaron durante los días de la erupción del volcán las principales autoridades provinciales e insulares, así como algunas destacadas figuras de las ciencias y las letras, con la finalidad de informar a la audiencia de los acontecimientos del volcán. En la noche del 18 de julio, el abogado palmero Luis Cobiella Zaera, pronunció un discurso titulado "La llamada de La Palma", que fue reproducido en la prensa local.
La noticia del volcán atraía todos los días la presencia de muchos visitantes. "Lo que sí ha ido en aumento -dice la crónica de DIARIO DE AVISOS- es la curiosidad del archipiélago, pues en los últimos correos son muchas las familias que se han desplazado a esta isla con objeto de observar el discurrir de la lava, poniendo una nota de turismo en esta Ciudad y a lo largo de la carretera del Sur".
El periódico tinerfeño La Tarde se hizo eco de la desaparición de un vecino de Breña Alta que "fue a ver el volcán y no ha vuelto".
"El día 11 del corriente salió de su domicilio con dirección al monte, el vecino Ismael Pérez Bravo, sin que hasta la fecha se haya vuelto a saber de él. Grupos de vecinos han recorrido los sitios por donde fue visto por última vez el mismo día, a las 12,30 de la tarde, resultando infructuosas las pesquisas realizadas para encontrarlo. Era un sujeto extravagante y sencillo, muy popular en este pueblo, pues estaba constantemente cantando y riéndose.
Todos los vecinos lo apreciaban. Salió con intenciones de traer leña, pero por el camino dijo a alguien que pensaba ir a ver el volcán, a partir de cuyo instante, como se ha dicho, no se ha vuelto a tener noticias suyas".
Las Manchas
Con un frente de unos 500 metros y mientras caía por el acantilado en forma de cascada, dio origen, en la prosa del profesor palmero Manuel Martel San Gil, "a un violento y sorprendente choque, francamente indescriptible, entre el elemento ígneo y la masa líquida que como gigantescos titanes luchan por imponer su dominio, y al fin, mientras una yace petrificada atestiguando la lucha consumada, el otro se levanta en forma de densas columnas blancas, pregonando cómo entre el hervir de las aguas del mar y la consolidación de un fluido magma, se acrecienta la superficie de una de las islas, a cuya acción deben su existencia".
En la tarde del 11 de julio y en el Teatro Circo de Marte, en Santa Cruz de La Palma, el geólogo Simón Benítez Padilla pronunció una conferencia titulada El volcán de las Manchas y otros de La Palma. La presentación estuvo a cargo del abogado y consejero del Cabildo Insular, Acenk Galván González, quien destacó la personalidad científica del autor y agradeció en nombre de La Palma los constantes desvelos por tranquilizar a la población insular sobre la naturaleza del volcán.
Benítez Padilla hizo una interesante aportación de observaciones personales y datos sobre la erupción, relacionándolos con otros volcanes históricos. El público llenó por completo el aforo del teatro y aplaudió con entusiasmo la intervención del conferenciante, que envió un claro mensaje de tranquilidad al pueblo de La Palma.
Durante la madrugada y en la mañana del 12 de julio se percibieron en El Paso y Los Llanos una serie de fuertes ruidos subterráneos. Poco después de las 16 horas apareció un nuevo cráter con tres bocas en el sitio llamado Hoyo Negro, próximo a El Duraznero, del que dista unos 300 metros y que expulsa una gran cantidad de gases, piedras incandescentes y partículas sólidas hasta una altura de unos 700 metros, lo que ha originado nuevos incendios en el pinar.
Los técnicos estiman que, en el caso de que el volcán arroje lava por este cráter, se prevé que pueda correr próxima a la que vierte la fisura de Llano del Banco, pasando por la finca de San Nicolás y desemboque en el mar por Puerto Naos. Sobre Los Llanos de Aridane cayó una lluvia de cenizas y en el ambiente se percibía un fuerte olor a azufre.
Uno de los brazos de lava mantenía su amenaza sobre el caserío de Cuatro Caminos, mientras en el de Puerto de Naos parece que se detuvo, aunque los ramales aumentaron su anchura y continuó la caída al mar después de atravesar Las Hoyas, en el que se adentró en grandes cantidades, con lo que ensanchó su frente de avance en una longitud considerable.
Hasta el momento, según el recuento oficial, la lava había arrasado unas 70 casas en los barrios de Las Manchas y Jedey, y otras 50 casas se habían caído o sufrido daños de importancia a consecuencia de los temblores de tierra.
Pese a la aparición del nuevo cráter de Hoyo Negro, la ausencia de movimientos sísmicos durante la jornada ha conferido una mayor tranquilidad al desarrollo de la erupción, aunque el personal de Montes informó que en la Caldera de Taburiente se produjeron algunos derrumbes.
El 13 de julio llegó a la capital insular el capitán de fragata Manuel Montojo Fernández, segundo comandante de Marina de la provincia tinerfeña, acompañado del segundo-jefe del Tercio de la Guardia Civil, Carlos Simarro, trasladándose a continuación a la zona del volcán.
A bordo de la falúa Quisisana llegaron a Tazacorte el subjefe provincial del Movimiento, Ricardo Hogdson Lecuona; el jefe insular del Frente de Juventudes, Andrés de las Casas; el secretario particular del gobernador civil, José Duque Alonso y el periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz. Esa noche, y después de permanecer varios días en la Isla estudiando el fenómeno volcánico, regresó a Las Palmas el geólogo Simón Benítez Padilla.
Al día siguiente se recibió un nuevo donativo de 100.000 pesetas del ministro de la Gobernación para atender a los evacuados y se informó que había solicitado del Ministerio de Marina el envío inmediato de varios buques rápidos para mantener el servicio de transporte marítimo entre Tazacorte y Santa Cruz de La Palma.
A instancias del ministro, una comisión de técnicos del Instituto Nacional de Colonización emprendió viaje a La Palma, con la finalidad de ver la posibilidad de adquirir una o dos fincas de grandes dimensiones que podían ser parceladas y donadas a los agricultores que habían perdido sus propiedades al quedar sepultadas por la lava.
Otra comisión de la Dirección General de Regiones Devastadas vino con la misión de atender la reconstrucción de todas las viviendas que habían resultado destruidas o con graves daños por la lava o los temblores de tierra.
Ese mismo día llegó a La Palma el ingeniero-jefe provincial de Obras Públicas, Manuel Belda Soriano, para inspeccionar las carreteras que habían resultado interceptadas por los brazos de lava, así como los daños causados en su recorrido por los movimientos sísmicos y el derribo de paredes. El ingeniero-jefe manifestó que tenía todo dispuesto para que, desde el momento en que dejara de correr la lava, comenzaron los trabajos para restablecer la circulación en la carretera general del Sur.
En el mismo barco llegó el presidente del Cabildo Insular de Tenerife y de la Mancomunidad Provincial Interinsular, Antonio Lecuona Hardisson, que ofreció a las autoridades la ayuda económica o de cualquier otro tipo que pudieran prestar las corporaciones que presidía y entregó un donativo de 25.000 pesetas en nombre de la primera y otro de 10.000 pesetas, de la segunda, así como un donativo personal para atender a los evacuados.
Antonio Lecuona destacó el interés con el que las autoridades nacionales seguían el desarrollo del volcán y, en especial, el ministro Blas Pérez González, de quien dijo que su despacho en el Ministerio de la Gobernación se había convertido casi en un centro de estudios volcanológicos, siguiendo las incidencias diarias sobre un gran mapa de la Isla.
Ese mismo día llegó a La Palma el inspector provincial de Sanidad, Ángel Vinuesa, para inspeccionar el funcionamiento de los servicios sanitarios insulares. En Los Llanos se utilizaron todas las habitaciones libres en el nuevo hospital, para atender a los evacuados que necesitaban cuidados especiales, así como el edificio construido para posibles afectados de epidemias graves. Las dependencias se habilitaron con camas y ropas del Hospital de Dolores de Santa Cruz de La Palma, que fueron trasladadas por vía marítima en cumplimiento de lo dispuesto por el Gobierno Civil.
De las personas evacuadas, niños, adolescentes y muchos adultos, una parte fueron a Santa Cruz de La Palma y se alojaron en casas particulares ofrecidas por sus habitantes. Los que necesitaron cuidados médicos fueron ingresados en el Hospital de Dolores, donde recibieron las atenciones que requerían. El médico cirujano Amílcar Morera Bravo, jefe del citado servicio, realizó más de cuarenta intervenciones.
Los médicos de la isla, tanto de medicina general como especialistas, en servicios oficiales o consultas privadas, atendieron cuantas solicitudes les fueron formuladas para atender a los evacuados. El inspector provincial de Sanidad expresó su satisfacción por el funcionamiento de todos los servicios sanitarios, así como la ausencia de elementos que pudieran provocar alguna epidemia.
Asimismo llegó a la Isla el secretario técnico de la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes, Ricardo Armas Baker, quien inspeccionó los servicios de las dos zonas de la Isla y proponer a la Comisaría General de Abastecimientos las soluciones que creyera oportunas para el avituallamiento urgente de las familias damnificadas.
El 15 de julio, el Consejo de Ministros, reunido en el Palacio de El Pardo bajo la presidencia del Jefe del Estado, general Franco, escuchó los informes del ministro de la Gobernación referidos a la erupción del volcán de La Palma y acordó prestar la máxima ayuda al pueblo palmero y delegó en el ministro Blas Pérez González para que dispusiera lo necesario para hacer llegar a los damnificados, lo antes posible, los medios que permitieran resolver la situación creada por la erupción volcánica.
En la conferencia que el ministro sostuvo con el delegado del Gobierno, éste le informó que había dispuesto que el buque-escuela Galatea, que se encontraba en alta mar, se dirigiera a Santa Cruz de La Palma, así como el minador Marte, que estaba de apostadero en Las Palmas, para que sus dotaciones colaboraran en lo que fuera necesario.
En este día se informó que el Cabildo Insular, que también presidía Fernando del Castillo-Olivares y Van de Walle, había concedido un primer donativo de 50.000 pesetas para atender las necesidades de los damnificados y adoptó el acuerdo de conceder otras ayudas.
El 18 de julio, el Ayuntamiento de El Paso celebró un pleno extraordinario en el que acordó por unanimidad conceder un voto de gracia a los alcaldes de Tazacorte, Pedro Gómez Acosta y de Fuencaliente, Emilio Quintana Sánchez, por sus personales y valiosas intervenciones en las evacuaciones y las atenciones prestadas a los vecinos afectados.
Acordó, asimismo, expresar el reconocimiento del municipio a Victoriano Sánchez Acosta, quien, el 24 de junio, día en que comenzó la erupción, se ofreció voluntariamente para localizar el lugar donde se abrió el primer cráter; así como un premio en metálico al guarda-jurado de la Asociación de Cazadores, Antonio González Rodríguez, por los servicios prestados, al visitar dos veces cada día la zona de los cráteres, con el fin de seguir en lo posible su evolución.
Por los micrófonos de Radio Club Tenerife, entonces la emisora más importante de Canarias, pasaron durante los días de la erupción del volcán las principales autoridades provinciales e insulares, así como algunas destacadas figuras de las ciencias y las letras, con la finalidad de informar a la audiencia de los acontecimientos del volcán. En la noche del 18 de julio, el abogado palmero Luis Cobiella Zaera, pronunció un discurso titulado "La llamada de La Palma", que fue reproducido en la prensa local.
La noticia del volcán atraía todos los días la presencia de muchos visitantes. "Lo que sí ha ido en aumento -dice la crónica de DIARIO DE AVISOS- es la curiosidad del archipiélago, pues en los últimos correos son muchas las familias que se han desplazado a esta isla con objeto de observar el discurrir de la lava, poniendo una nota de turismo en esta Ciudad y a lo largo de la carretera del Sur".
El periódico tinerfeño La Tarde se hizo eco de la desaparición de un vecino de Breña Alta que "fue a ver el volcán y no ha vuelto".
"El día 11 del corriente salió de su domicilio con dirección al monte, el vecino Ismael Pérez Bravo, sin que hasta la fecha se haya vuelto a saber de él. Grupos de vecinos han recorrido los sitios por donde fue visto por última vez el mismo día, a las 12,30 de la tarde, resultando infructuosas las pesquisas realizadas para encontrarlo. Era un sujeto extravagante y sencillo, muy popular en este pueblo, pues estaba constantemente cantando y riéndose.
Todos los vecinos lo apreciaban. Salió con intenciones de traer leña, pero por el camino dijo a alguien que pensaba ir a ver el volcán, a partir de cuyo instante, como se ha dicho, no se ha vuelto a tener noticias suyas".
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domingo, 1 de julio de 2007
De excursión para ver el volcán
JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
LAS MANCHAS
A doña Araceli Guimerá de Lugo, una de las excursionistas del volcán
esde el comienzo de la erupción del volcán de San Juan, numerosos grupos de vecinos de El Paso, Los Llanos de Aridane, Mazo y otros pueblos de la Isla fueron de excursión a la Cumbre Vieja, para tratar de ver lo más cerca posible la actividad eruptiva, desafiando, en algunos casos, el límite de lo razonable y haciendo caso omiso a las severas advertencias de las autoridades.
"Estas jiras -dice la crónica del periódico tinerfeño La Tarde- tienen por objeto presenciar de cerca este fenómeno geológico, y son prueba de la tranquilidad que reina en la Isla, ya que en algunas de ellas toman parte incluso animadas parrandas. Por la noche puede apreciarse desde gran distancia el resplandor de las explosiones, lo que constituye un extraño y atrayente espectáculo, siendo perfectamente visible anoche desde la parte alta de El Paso, adonde acudieron numerosos vecinos".
En El Paso, las fiestas del Sagrado Corazón y en Los Llanos, las de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona del valle de Aridane, se vieron adornadas por la luminaria pirotecnia del volcán y el suceso acaparó la máxima atención del pueblo palmero. Unos, en vehículos particulares y la mayoría en camiones, se desplazaron hasta Las Manchas y El Time para presenciar un espectáculo tan singular como inolvidable.
El Paso, decía DIARIO DE AVISOS, "encendió durante todo el día las fumarolas de su devoción en honor y amor del Sagrado Corazón de Jesús, su Patrono, llenando las calles de bellísimas alfombras florales, cánticos y versos, músicas y luces como si quisiera demostrar rotundamente que los fuegos de la tierra no pueden jamás con la llamarada de la fe, que llega al Cielo".
Los jóvenes y veteranos artistas de las tradicionales alfombras de El Paso se aprestaron a toda una noche de trabajo en las calles de su ciudad natal para la confección de los motivos alegóricos, en un recorrido de unos tres kilómetros, sobre los que luego pasaría la procesión.
En la ciudad de Los Llanos de Aridane comenzaron las fiestas con un amplio programa de actos populares y religiosos, sin que la erupción del volcán provocara alteraciones en el desarrollo del programa, que era, como es lógico, tema obligado de observación y conversación.
En la tarde del 27 de junio de 1949, el delegado del Gobierno volvió de nuevo a El Paso y, acompañado por el alcalde de la ciudad, se trasladó a la zona afectada por el volcán, recorriéndola con detenimiento y atravesando lugares cuarteados por los movimientos sísmicos que desprendían emanaciones gaseosas y se acercaron lo más que pudieron hasta el cráter de El Duraznero, en una actuación francamente temeraria.
A su regreso se adoptaron varios acuerdos para que, en caso necesario, fuera prestada toda la ayuda necesaria a los vecinos de Jedey y Las Manchas, poblaciones sobre las que se presumía se produciría el vertido de lava, por lo que se ordenó a la Guardia Civil que redoblara sus esfuerzos de vigilancia ante lo que parecía un hecho inminente.
Al pasar por Jedey se detuvo para saludar a los vecinos afectados y, entre ellos, al propietario de un pajero al que un temblor de tierra había derribado una pared. El vecino, Hermógenes Armas Pérez, a pesar de su problema, invitó a un vaso de vino al delegado del Gobierno, al alcalde de El Paso y a otras personas que le acompañaban. Esa noche, Fernando del Castillo habló por teléfono con el ministro Pérez González, transmitiéndole sus apreciaciones acerca de los acontecimientos que se producían en la Isla.
El trabajo del delegado y el subdelegado del Gobierno, así como de los alcaldes de El Paso, Los Llanos de Aridane, Tazacorte, Fuencaliente y Villa de Mazo y de sus respectivos grupos de colaboradores, fue de una especial importancia, lo que se traducía en una relativa tranquilidad para los vecinos, que estaban ansiosos y temerosos al mismo tiempo de que se produjera la salida de la lava, para así conocer qué sería de sus casas y propiedades.
El interés del ministro de la Gobernación, cuyas manifestaciones de protección y ayuda divulgaban insistentemente las autoridades y las emisoras de radio, fueron recogidas con verdadero agrado por los habitantes de La Palma.
Ese mismo día se corrió la noticia, recogida en la prensa, de que la erupción del volcán de San Juan era de tipo peleano, al conocerse el taponamiento del cráter de la base de la montaña de El Duraznero. Al parecer, aficionados a la vulcanología o personas de poco conocimiento se atrevieron a divulgar dicho comentario.
Los técnicos se aprestaron rápidamente a desmentir la noticia y el delegado del Gobierno publicó una nota en la que anunciaba reprimir con las sanciones correspondientes a aquellas personas que contribuyeran a aumentar sin fundamento la intranquilidad y el nerviosismo de los vecinos.
La nota de la Delegación del Gobierno decía lo siguiente:
"La insensatez derrotista en los comentarios acerca del natural como reciente fenómeno volcánico, deformando el hecho y desorbitando sus verdaderas consecuencias en la sugestión colectiva, han obligado a este Organismo, inquebrantable en su decisión de evitar alteraciones en el orden y tranquilidad públicos, a imponer sanciones a determinados individuos especuladores del ridículo fantasma del miedo, en la conciencia de gentes sencillas.
Obvio es repetir, que por mi Autoridad, en nexo íntimo con las de otro orden de la isla y capital de la provincia, se han tomado, sin incurrir en exageraciones perniciosas, las medidas preventivas que la naturaleza del fenómeno reclama; y se está en constante alerta para dictar sobre la marcha del acontecimiento aquellas otras que necesario fueren.
Afortunadamente, el agente geológico interno se desarrolla en sus distintas fases con perfecta normalidad.
No existe, por consiguiente, motivo próximo de inquietud y esta Delegación del Gobierno espera de la serena reflexión de los palmeros que destierren de sus conversaciones conjeturas sin fundamento, que manejadas tendenciosamente por un reducido sector de escándalo, explota su sensacionalismo en falsas alarmas, contra el que actuaré con el máximo rigor, habiendo cursado en tal sentido órdenes a los agentes de mi Autoridad".
Al respecto, DIARIO DE AVISOS comenta lo siguiente:
"También el vecindario sigue en su puesto de virilidad. Esta es la palabra -virilidad-, pues ante las elucubraciones de los derrotistas en su afán de exteriorización científica, cuando no las de otros menos avisados o peor intencionados, les vuelven la espalda con un gesto magnífico de serenidad y civismo, que parece ser la característica de todos los vecinos de los pueblos inmediatos al volcán, siguiendo con ello no sólo las orientaciones de las autoridades, que para un caso de urgencia lo tienen todo previsto y dispuesto, sino respondiendo también a la propia personalidad, que es todo nobleza y comprensión. Lo demás, escoria, que diría Esquinazo".
El 28 de junio, a primera hora, el delegado del Gobierno recorrió de nuevo la zona de la Cumbre Vieja, hasta llegar a las inmediaciones del cráter de El Duraznero. El regreso se hizo especialmente dificultoso por las grietas del terreno y los gases que se desprendían por estas fisuras de grandes dimensiones, complicado, además, por los hundimientos y el espeso manto de cenizas que cubría el suelo. Poco después de mediodía pudo llegar a El Paso y partió hacia la capital insular para ultimar los detalles de la visita de las autoridades provinciales prevista para el día siguiente.
El 29 de junio, al amanecer, atracó en el puerto de Santa Cruz de La Palma el cañonero de la Marina de Guerra Martín Alonso Pinzón, en el que enarbolaba su insignia el capitán general de Canarias, Francisco García Escámez, acompañado del general Vicat, jefe del Arma de Artillería; coronel Luciano García Machiñena, jefe del Estado Mayor de Capitanía General; comandante Rojí, ayudante del capitán general, teniente coronel Pallero y otros jefes y oficiales.
Poco después atracó el vapor Ciudad de Alcira, en el que viajaba el gobernador civil de la provincia, Emilio de Aspe Vaamonde, acompañado de su secretario particular, José Duque Alonso; Isidoro Luz Cárpenter, vicepresidente del Cabildo Insular de Tenerife; Leoncio Oramas y Díaz-Llanos, ingeniero-jefe de los Servicios Forestales; señor Font, jefe de los Servicios Meteorológicos y el periodista Luis Álvarez Cruz, enviado especial de los periódicos El Día y La Tarde.
A pie de muelle fueron recibidos por el delegado del Gobierno, las primeras autoridades insulares y varias representaciones locales. Los recién llegados manifestaron que desde la cubierta del barco se divisaba durante la noche el resplandor del incendio del bosque y las luminarias del volcán. Todos ellos, así como el comandante del cañonero y varios de sus oficiales, a los que también se unió Félix Poggio Lorenzo, director de DIARIO DE AVISOS, emprendieron viaje por la carretera general del Sur hacia el refugio forestal de El Paso, continuando unos a pie y las autoridades a lomo de caballería, por los senderos del pinar hasta alcanzar, después de un largo recorrido, el borde del cráter de El Duraznero, donde pudieron apreciar un panorama realmente impresionante.
De vuelta a El Paso se celebró una reunión en presencia del capitán general y el gobernador civil, en la que se estudiaron las medidas necesarias para prever cualquier contingencia y acudir de inmediato en auxilio de las poblaciones afectadas.
El gobernador civil, en el largo recorrido que hizo durante el día, habló con los habitantes de Las Manchas y Jedey prometiéndoles, en nombre del ministro de la Gobernación y del propio gobierno de Franco, los medios necesarios para reparar las destrucciones ocasionadas por la erupción.
Dos observadores ocasionales, el periodista Juan del Río Ayala, enviado especial del periódico Falange de Las Palmas y el delegado insular de la Falange Juvenil, Andrés de las Casas Herrera, hicieron una arriesgada incursión y llegaron hasta el mismo borde del volcán, utilizando gruesas sogas y medios auxiliares de respiración, para resguardarse del fuerte olor sulfuroso existente en la zona. Sus informaciones sirvieron a los técnicos para comprobar la veracidad de las observaciones hechas con anterioridad y a una distancia más próxima.
Por la noche, y a bordo del Ciudad de Alcira, el gobernador civil y sus acompañantes emprendieron el viaje de regreso a Santa Cruz de Tenerife, mientras el capitán general embarcó en el cañonero Martín Alonso Pinzón y zarpó de madrugada hacia las islas de La Gomera y El Hierro, con la finalidad de visitar las guarniciones de ambas islas y después regresó a la capital tinerfeña.
Ese mismo día, un avión militar Junkers 52 (T2-80), pilotado por el teniente coronel Serrano, despegó desde el aeropuerto de Gando y realizó un vuelo sobre la zona del volcán. Al día siguiente, el mismo aparato, esta vez pilotado por el comandante Suárez Ochoa, realizó un vuelo de algo más de tres horas de duración con técnicos del servicio fotográfico militar.
El 1 de julio, el delegado del Gobierno ordenó la instalación de varias tiendas de campaña facilitadas por el Frente de Juventudes para aliviar en lo posible las enormes molestias que sufrían los vecinos de Las Manchas y Jedey, que vivían desde hacía días al aire libre al no querer abandonar sus casas, resquebrajadas por los movimientos sísmicos.
A mediodía llegó a El Paso el rector de la Universidad de La Laguna, José Ignacio Alcorta Echevarría; el comandante militar de la Isla, Carmelo Llarena y Bravo de Laguna y el teniente coronel de la Guardia Civil, Carlos Simarro. Acompañados por las autoridades locales y el guarda-jurado de la Asociación de Cazadores, marcharon a la zona del volcán, donde observaron las fuertes detonaciones y los daños originados en el pinar colindante. Antes de su regreso a la capital insular visitaron a los vecinos de Jedey y Los Charcos, comprobando su preocupación y el cansancio de los varios días que llevaban a la intemperie.
Esa noche, del delegado del Gobierno embarcó hacia la capital tinerfeña a bordo del correillo. Al día siguiente amaneció en Santa Cruz, con la finalidad de resolver cuestiones urgentes relacionadas con la erupción. Desde los micrófonos de Radio Club Tenerife pronunció una conferencia, que fue también emitida por onda corta para la audiencia hispana de América, en la que explicó el fenómeno geológico desde sus comienzos y la situación en que se encontraba, con la finalidad de aclarar todas las dudas existentes ante las noticias exageradas difundidas por algunos medios, sobre todo en Venezuela, y las emisoras de radio de diferentes países.
En este día, el general Manzaneque, jefe de la Zona Aérea de Canarias y África Occidental Española, al mando de un avión Junkers Ju-52, despegó del aeropuerto de Los Rodeos y sobrevoló la zona del volcán de San Juan, regresando después de dos horas de vuelo.
LAS MANCHAS
A doña Araceli Guimerá de Lugo, una de las excursionistas del volcán
esde el comienzo de la erupción del volcán de San Juan, numerosos grupos de vecinos de El Paso, Los Llanos de Aridane, Mazo y otros pueblos de la Isla fueron de excursión a la Cumbre Vieja, para tratar de ver lo más cerca posible la actividad eruptiva, desafiando, en algunos casos, el límite de lo razonable y haciendo caso omiso a las severas advertencias de las autoridades.
"Estas jiras -dice la crónica del periódico tinerfeño La Tarde- tienen por objeto presenciar de cerca este fenómeno geológico, y son prueba de la tranquilidad que reina en la Isla, ya que en algunas de ellas toman parte incluso animadas parrandas. Por la noche puede apreciarse desde gran distancia el resplandor de las explosiones, lo que constituye un extraño y atrayente espectáculo, siendo perfectamente visible anoche desde la parte alta de El Paso, adonde acudieron numerosos vecinos".
En El Paso, las fiestas del Sagrado Corazón y en Los Llanos, las de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona del valle de Aridane, se vieron adornadas por la luminaria pirotecnia del volcán y el suceso acaparó la máxima atención del pueblo palmero. Unos, en vehículos particulares y la mayoría en camiones, se desplazaron hasta Las Manchas y El Time para presenciar un espectáculo tan singular como inolvidable.
El Paso, decía DIARIO DE AVISOS, "encendió durante todo el día las fumarolas de su devoción en honor y amor del Sagrado Corazón de Jesús, su Patrono, llenando las calles de bellísimas alfombras florales, cánticos y versos, músicas y luces como si quisiera demostrar rotundamente que los fuegos de la tierra no pueden jamás con la llamarada de la fe, que llega al Cielo".
Los jóvenes y veteranos artistas de las tradicionales alfombras de El Paso se aprestaron a toda una noche de trabajo en las calles de su ciudad natal para la confección de los motivos alegóricos, en un recorrido de unos tres kilómetros, sobre los que luego pasaría la procesión.
En la ciudad de Los Llanos de Aridane comenzaron las fiestas con un amplio programa de actos populares y religiosos, sin que la erupción del volcán provocara alteraciones en el desarrollo del programa, que era, como es lógico, tema obligado de observación y conversación.
En la tarde del 27 de junio de 1949, el delegado del Gobierno volvió de nuevo a El Paso y, acompañado por el alcalde de la ciudad, se trasladó a la zona afectada por el volcán, recorriéndola con detenimiento y atravesando lugares cuarteados por los movimientos sísmicos que desprendían emanaciones gaseosas y se acercaron lo más que pudieron hasta el cráter de El Duraznero, en una actuación francamente temeraria.
A su regreso se adoptaron varios acuerdos para que, en caso necesario, fuera prestada toda la ayuda necesaria a los vecinos de Jedey y Las Manchas, poblaciones sobre las que se presumía se produciría el vertido de lava, por lo que se ordenó a la Guardia Civil que redoblara sus esfuerzos de vigilancia ante lo que parecía un hecho inminente.
Al pasar por Jedey se detuvo para saludar a los vecinos afectados y, entre ellos, al propietario de un pajero al que un temblor de tierra había derribado una pared. El vecino, Hermógenes Armas Pérez, a pesar de su problema, invitó a un vaso de vino al delegado del Gobierno, al alcalde de El Paso y a otras personas que le acompañaban. Esa noche, Fernando del Castillo habló por teléfono con el ministro Pérez González, transmitiéndole sus apreciaciones acerca de los acontecimientos que se producían en la Isla.
El trabajo del delegado y el subdelegado del Gobierno, así como de los alcaldes de El Paso, Los Llanos de Aridane, Tazacorte, Fuencaliente y Villa de Mazo y de sus respectivos grupos de colaboradores, fue de una especial importancia, lo que se traducía en una relativa tranquilidad para los vecinos, que estaban ansiosos y temerosos al mismo tiempo de que se produjera la salida de la lava, para así conocer qué sería de sus casas y propiedades.
El interés del ministro de la Gobernación, cuyas manifestaciones de protección y ayuda divulgaban insistentemente las autoridades y las emisoras de radio, fueron recogidas con verdadero agrado por los habitantes de La Palma.
Ese mismo día se corrió la noticia, recogida en la prensa, de que la erupción del volcán de San Juan era de tipo peleano, al conocerse el taponamiento del cráter de la base de la montaña de El Duraznero. Al parecer, aficionados a la vulcanología o personas de poco conocimiento se atrevieron a divulgar dicho comentario.
Los técnicos se aprestaron rápidamente a desmentir la noticia y el delegado del Gobierno publicó una nota en la que anunciaba reprimir con las sanciones correspondientes a aquellas personas que contribuyeran a aumentar sin fundamento la intranquilidad y el nerviosismo de los vecinos.
La nota de la Delegación del Gobierno decía lo siguiente:
"La insensatez derrotista en los comentarios acerca del natural como reciente fenómeno volcánico, deformando el hecho y desorbitando sus verdaderas consecuencias en la sugestión colectiva, han obligado a este Organismo, inquebrantable en su decisión de evitar alteraciones en el orden y tranquilidad públicos, a imponer sanciones a determinados individuos especuladores del ridículo fantasma del miedo, en la conciencia de gentes sencillas.
Obvio es repetir, que por mi Autoridad, en nexo íntimo con las de otro orden de la isla y capital de la provincia, se han tomado, sin incurrir en exageraciones perniciosas, las medidas preventivas que la naturaleza del fenómeno reclama; y se está en constante alerta para dictar sobre la marcha del acontecimiento aquellas otras que necesario fueren.
Afortunadamente, el agente geológico interno se desarrolla en sus distintas fases con perfecta normalidad.
No existe, por consiguiente, motivo próximo de inquietud y esta Delegación del Gobierno espera de la serena reflexión de los palmeros que destierren de sus conversaciones conjeturas sin fundamento, que manejadas tendenciosamente por un reducido sector de escándalo, explota su sensacionalismo en falsas alarmas, contra el que actuaré con el máximo rigor, habiendo cursado en tal sentido órdenes a los agentes de mi Autoridad".
Al respecto, DIARIO DE AVISOS comenta lo siguiente:
"También el vecindario sigue en su puesto de virilidad. Esta es la palabra -virilidad-, pues ante las elucubraciones de los derrotistas en su afán de exteriorización científica, cuando no las de otros menos avisados o peor intencionados, les vuelven la espalda con un gesto magnífico de serenidad y civismo, que parece ser la característica de todos los vecinos de los pueblos inmediatos al volcán, siguiendo con ello no sólo las orientaciones de las autoridades, que para un caso de urgencia lo tienen todo previsto y dispuesto, sino respondiendo también a la propia personalidad, que es todo nobleza y comprensión. Lo demás, escoria, que diría Esquinazo".
El 28 de junio, a primera hora, el delegado del Gobierno recorrió de nuevo la zona de la Cumbre Vieja, hasta llegar a las inmediaciones del cráter de El Duraznero. El regreso se hizo especialmente dificultoso por las grietas del terreno y los gases que se desprendían por estas fisuras de grandes dimensiones, complicado, además, por los hundimientos y el espeso manto de cenizas que cubría el suelo. Poco después de mediodía pudo llegar a El Paso y partió hacia la capital insular para ultimar los detalles de la visita de las autoridades provinciales prevista para el día siguiente.
El 29 de junio, al amanecer, atracó en el puerto de Santa Cruz de La Palma el cañonero de la Marina de Guerra Martín Alonso Pinzón, en el que enarbolaba su insignia el capitán general de Canarias, Francisco García Escámez, acompañado del general Vicat, jefe del Arma de Artillería; coronel Luciano García Machiñena, jefe del Estado Mayor de Capitanía General; comandante Rojí, ayudante del capitán general, teniente coronel Pallero y otros jefes y oficiales.
Poco después atracó el vapor Ciudad de Alcira, en el que viajaba el gobernador civil de la provincia, Emilio de Aspe Vaamonde, acompañado de su secretario particular, José Duque Alonso; Isidoro Luz Cárpenter, vicepresidente del Cabildo Insular de Tenerife; Leoncio Oramas y Díaz-Llanos, ingeniero-jefe de los Servicios Forestales; señor Font, jefe de los Servicios Meteorológicos y el periodista Luis Álvarez Cruz, enviado especial de los periódicos El Día y La Tarde.
A pie de muelle fueron recibidos por el delegado del Gobierno, las primeras autoridades insulares y varias representaciones locales. Los recién llegados manifestaron que desde la cubierta del barco se divisaba durante la noche el resplandor del incendio del bosque y las luminarias del volcán. Todos ellos, así como el comandante del cañonero y varios de sus oficiales, a los que también se unió Félix Poggio Lorenzo, director de DIARIO DE AVISOS, emprendieron viaje por la carretera general del Sur hacia el refugio forestal de El Paso, continuando unos a pie y las autoridades a lomo de caballería, por los senderos del pinar hasta alcanzar, después de un largo recorrido, el borde del cráter de El Duraznero, donde pudieron apreciar un panorama realmente impresionante.
De vuelta a El Paso se celebró una reunión en presencia del capitán general y el gobernador civil, en la que se estudiaron las medidas necesarias para prever cualquier contingencia y acudir de inmediato en auxilio de las poblaciones afectadas.
El gobernador civil, en el largo recorrido que hizo durante el día, habló con los habitantes de Las Manchas y Jedey prometiéndoles, en nombre del ministro de la Gobernación y del propio gobierno de Franco, los medios necesarios para reparar las destrucciones ocasionadas por la erupción.
Dos observadores ocasionales, el periodista Juan del Río Ayala, enviado especial del periódico Falange de Las Palmas y el delegado insular de la Falange Juvenil, Andrés de las Casas Herrera, hicieron una arriesgada incursión y llegaron hasta el mismo borde del volcán, utilizando gruesas sogas y medios auxiliares de respiración, para resguardarse del fuerte olor sulfuroso existente en la zona. Sus informaciones sirvieron a los técnicos para comprobar la veracidad de las observaciones hechas con anterioridad y a una distancia más próxima.
Por la noche, y a bordo del Ciudad de Alcira, el gobernador civil y sus acompañantes emprendieron el viaje de regreso a Santa Cruz de Tenerife, mientras el capitán general embarcó en el cañonero Martín Alonso Pinzón y zarpó de madrugada hacia las islas de La Gomera y El Hierro, con la finalidad de visitar las guarniciones de ambas islas y después regresó a la capital tinerfeña.
Ese mismo día, un avión militar Junkers 52 (T2-80), pilotado por el teniente coronel Serrano, despegó desde el aeropuerto de Gando y realizó un vuelo sobre la zona del volcán. Al día siguiente, el mismo aparato, esta vez pilotado por el comandante Suárez Ochoa, realizó un vuelo de algo más de tres horas de duración con técnicos del servicio fotográfico militar.
El 1 de julio, el delegado del Gobierno ordenó la instalación de varias tiendas de campaña facilitadas por el Frente de Juventudes para aliviar en lo posible las enormes molestias que sufrían los vecinos de Las Manchas y Jedey, que vivían desde hacía días al aire libre al no querer abandonar sus casas, resquebrajadas por los movimientos sísmicos.
A mediodía llegó a El Paso el rector de la Universidad de La Laguna, José Ignacio Alcorta Echevarría; el comandante militar de la Isla, Carmelo Llarena y Bravo de Laguna y el teniente coronel de la Guardia Civil, Carlos Simarro. Acompañados por las autoridades locales y el guarda-jurado de la Asociación de Cazadores, marcharon a la zona del volcán, donde observaron las fuertes detonaciones y los daños originados en el pinar colindante. Antes de su regreso a la capital insular visitaron a los vecinos de Jedey y Los Charcos, comprobando su preocupación y el cansancio de los varios días que llevaban a la intemperie.
Esa noche, del delegado del Gobierno embarcó hacia la capital tinerfeña a bordo del correillo. Al día siguiente amaneció en Santa Cruz, con la finalidad de resolver cuestiones urgentes relacionadas con la erupción. Desde los micrófonos de Radio Club Tenerife pronunció una conferencia, que fue también emitida por onda corta para la audiencia hispana de América, en la que explicó el fenómeno geológico desde sus comienzos y la situación en que se encontraba, con la finalidad de aclarar todas las dudas existentes ante las noticias exageradas difundidas por algunos medios, sobre todo en Venezuela, y las emisoras de radio de diferentes países.
En este día, el general Manzaneque, jefe de la Zona Aérea de Canarias y África Occidental Española, al mando de un avión Junkers Ju-52, despegó del aeropuerto de Los Rodeos y sobrevoló la zona del volcán de San Juan, regresando después de dos horas de vuelo.
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domingo, 24 de junio de 2007
Un volcán al amanecer
JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
LAS MANCHAS
Al pueblo de Las Manchas, que sufrió la furia del volcán
esde octubre de 1712, en que se produjo la erupción del volcán de El Charco y hasta junio de 1949, transcurrieron 237 años de tranquilidad en la historia volcánica de La Palma. Fue un largo período de tiempo en comparación con los intermedios de las cuatro anteriores erupciones, en las que mediaron 61 años entre los volcanes de Tihuya y Tigalate; 31 años entre éste y el de San Antonio; y otros 35 años con el de El Charco, respectivamente.
Los primeros indicios de una cierta inestabilidad datan de 1936 y 1939, época a partir de la cual se fueron repitiendo movimientos sísmicos con un período variable a lo largo de casi 13 años, para que la población pensara en serio en la posibilidad de un nuevo volcán, sobre todo después de las visitas de algunos geólogos y las noticias aparecidas en la prensa, lo que hacía confirmar las apreciaciones que se tenían de que algo estaba sucediendo en las profundidades de la Isla, pese a que entonces no existía ni un modesto observatorio sismográfico.
En julio de 1936, el ingeniero Luis Cadarso, director del Observatorio Sismológico de Málaga, hizo un registro macrosísmico y detectó en La Palma dos temblores de cierta intensidad, que fueron sentidos por la mayoría de los habitantes de la Isla, lo cual, a partir de entonces, fue considerado como el punto de partida de los fenómenos precursores más inmediatos de la erupción de 1949.
Un año después se produjeron también fuertes sacudidas, que fueron especialmente intensas durante la noche, despertando con frecuencia a los habitantes de Mazo, Fuencaliente y los pueblos del valle de Aridane.
En 1938 se repitieron con períodos de relativa tranquilidad hasta el 22 de febrero de 1939, en que fueron sentidos en toda la Isla, aunque se localizaron con más fuerza en el Sur, sobre todo en Fuencaliente, donde se produjeron pequeñas grietas. Del 23 de febrero al 4 de marzo continuaron los movimientos, aunque de poca intensidad.
El 7 de marzo se sintió uno muy fuerte, de tres segundos de duración, que causó daños materiales, agrietándose algunas casas y las paredes del faro de Fuencaliente, lo que provocó el desplome posterior de algunos trozos del edificio. El torreón tenía uno de los hierros de la armadura bastante oxidado, lo que favoreció su desplome, produciéndose, además, desprendimientos de riscos costeros y en las medianías, hasta el punto de que desde Los Quemados los vecinos vieron una nube baja de color ocre formada por el polvo de los desprendimientos. Los habitantes de Los Canarios y partes altas de Las Indias y Los Quemados dijeron que los temblores se percibían con mayor intensidad en los terrenos altos que en la costa.
El 11 de marzo, poco después de la una de la tarde, se sintió un temblor muy fuerte, de cuatro segundos, que provocó el hundimiento de cuevas, así como el derrumbe de algunas bodegas y paredes mal construidas y al oeste del cráter del volcán de San Antonio se abrió una grieta. El eje de transmisión del faro se dobló y quedó inutilizado, por lo que el personal técnico procedió a desmontar la óptica e instaló en su lugar un fanal fijo. A partir de entonces, los movimientos sísmicos se fueron intensificando hasta el 23 de junio de 1949, unas horas antes del inicio de la nueva erupción.
"Cuando el volcán -relata Manuel Gorgonio Martín Pérez-, la tierra venía moviéndose desde hacía días y nadie sabía por donde iba a reventar. Yo estaba en la cumbre en una remate de madera, cerca de donde reventó, con Olivo y Luis de Sotero y a media mañana del 24 de junio, que era el día de San Juan, empezaron las piedras a volar en la cumbre y a caer por la ladera, que dejamos allí mismo la madera, y salimos corriendo con una yunta, entre estampidos que daban miedo".
Había comenzado la historia de un nuevo volcán en La Palma. El día amaneció despejado y luminoso. Durante la madrugada había continuado la actividad sísmica y al amanecer fueron aún más intensos, siendo percibidos en El Paso y Los Llanos de Aridane y en las localidades de Las Manchas y Jedey, así como en Fuencaliente y en Mazo y las Breñas, en la vertiente oriental.
Testigos presenciales que se encontraban en la cumbre manifestaron que coincidiendo con la intensidad de los temblores de tierra se abrían grandes grietas que se alargaban y ensanchaban en las proximidades de la montaña de El Duraznero, con deslizamientos y corrimientos de tierras y emanaciones gaseosas con olores de azufre y gases sulfhídricos, mientras en las inmediaciones de montaña Pelada (1.853 m.) se escuchaban intensos ruidos subterráneos.
Precedida por fuertes convulsiones en el suelo y ruidos que parecían desgarrarse desde el fondo, hacia las ocho y media de la mañana del día de San Juan, la tierra abrió sus entrañas en la Cumbre Vieja después de una pequeña explosión en el terreno, entre las montañas de El Duraznero, Los Lajiones, Montaña Pelada y Nambroque.
Los primeros testigos en advertir el nacimiento del nuevo volcán fueron dos jóvenes y un guarda-jurado de la Asociación de Cazadores. Los dos primeros se encontraban recogiendo pinocha a unos 200 metros de la montaña de El Duraznero, cuando oyeron en el suelo un profundo, intenso y prolongado ruido de la tierra del que quedaron sorprendidos y dudaron creer, por lo que trataron de averiguar en los alrededores la causa de su curiosidad y su sorpresa fue tremenda cuando vieron salir una columna de humo negro entre los restos de las neblinas matinales, por lo que salieron corriendo hacia sus casas para contar a los suyos lo que habían visto.
El tercer testigo fue Antonio González Rodríguez, guarda-jurado de la Asociación de Cazadores en la zona Sur de la Isla. Este hombre advirtió a la misma hora, de que se había producido una pequeña explosión, seguida de una salida de humo que, según creía, parecía "como si fuera del incendio de algún tronco de pino", por lo que en un principio no le dio gran importancia.
Hacia las diez y media de la mañana, encontrándose el testigo en la montaña de Enrique, observó que en el lugar donde se había producido la explosión se elevaba una columna de humo mayor y más densa, lo cual, según sus palabras, le hizo sospechar que pudiera tratarse "de algo así como un volcán", por lo que acudió al Ayuntamiento de El Paso para informar al alcalde, Antonio Pino Pérez, de lo que había visto.
A las 11 de la mañana, la columna de humo negro se había vuelto inmensa y ofrecía un majestuoso espectáculo, que fue apreciado por mucha gente de la comarca de Aridane, y aun de otras partes de la Isla. A esa hora los fieles salían de la iglesia de El Paso después de la celebración de la función religiosa, por lo que contemplaron desde la plaza el nacimiento del nuevo volcán. Los cálculos iniciales cifraban en "unos dos mil metros" la altura de la espesa columna de humo que brotaba desde las montañas de la crestería insular.
Desde mediodía, grupos de personas en camiones, guaguas y algunos coches se dirigieron hasta El Refugio y desde allí, a pie, y después de hora y media de camino, los más atrevidos llegaron hasta las proximidades del primer cráter, por lo cual fueron varios los testigos presenciales de las primeras horas.
La densa columna de humo negro brotaba impulsada por explosiones sucesivas y arrastraba polvo fino, cenizas, arenas calcinadas, lapilli y lava fragmentada, acompañada de grandes ruidos subterráneos, en una boca a la que inicialmente se le calculó unos 20 metros de diámetro y que arrojaba una gran cantidad de piedras y cenizas, apreciándose grandes grietas en los terrenos colindantes. El personal técnico detectó a primeras horas de la tarde la existencia de otras dos bocas de fuego, próximas a las primeras, que vomitaban piedras incandescentes.
La noticia corrió rápidamente por toda la Isla y el telégrafo se ocupó de transmitirla al resto del mundo. Había nacido un nuevo volcán en una fecha muy señalada, festividad de San Juan, de ahí el hagiónimo designado para su bautizo, aunque también se emplearon los nombres de Nambroque, Hoyo Negro, Las Manchas y El Duraznero.
En la mañana del día 24, después de que se comprobó la situación detectada en la cumbre de la Isla, el alcalde de El Paso, Antonio Pino Pérez, llamó por teléfono al delegado del Gobierno, Fernando del Castillo Olivares, para informarle de los hechos y le trasladó la impresión, confirmada sobre las 11 de la mañana, de que se trataba de un volcán.
Los alcaldes y algunos concejales de los municipios del valle se trasladaron rápidamente a los poblados de Las Manchas, Jedey y Los Charcos, al entender que eran las poblaciones que corrían peligro por su situación geográfica en relación con la localización del foco inicial, comprobando a su paso por la carretera general del Sur la caída de cenizas, por lo que, pese al desconocimiento de los momentos iniciales, tranquilizaron como mejor pudieron a la población acerca de la magnitud del fenómeno.
El delegado del Gobierno y presidente del Cabildo, Fernando del Castillo Olivares y Van de Walle, en unión de otras autoridades y los alcaldes de los municipios afectados, se trasladó al valle de Aridane y dispuso la adopción inicial de todas las medidas posibles para que, en caso de urgencia, se pudiera prestar la ayuda necesaria a los vecinos de la zona amenazada.
Desde el primer momento de la erupción, el delegado del Gobierno designó a un grupo de observadores para que siguieran cuidadosamente la evolución de los acontecimientos que se sucedían en la Cumbre Vieja. Las cuadrillas las formaron miembros de la Guardia Civil, Guardia Forestal y grupos de vecinos voluntarios conocedores del terreno, lo que facilitó mucho el trabajo de los diferentes equipos, de los que eran responsables directos cada uno de los alcaldes.
Fernando del Castillo informó de los hechos por teléfono al gobernador civil de la provincia, Emilio de Aspe Vaamonde, quien, al mismo tiempo, se puso en contacto con el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González y le detalló los acontecimientos que se estaban produciendo en su Isla natal, haciéndolo así todos los días hasta que el político llegó a la Isla.
La noticia de la erupción del volcán adquirió tintes alarmistas en las informaciones de algunos medios extranjeros, entre ellos el periódico venezolano Últimas Noticias, que deformó la realidad de los hechos en los siguientes términos: "Huyen aterrorizados de las Islas Canarias millares de personas por erupción de volcanes y temblores.
"Santa Cruz de Tenerife, junio 25. UP. Los temblores y las erupciones volcánicas estremecieron hoy a la diminuta isla de La Palma, mientras que los aldeanos aterrorizados preparábanse a huir por la vía marítima. Dos pequeños cráteres vomitaron cenizas y piedras candentes destruyendo los árboles. Simultáneamente los temblores abrían en la tierra largas hendiduras de donde salían gases sulfúricos, mientras que se escuchaban estruendos subterráneos. Las ambulancias de la Cruz Roja y guardias civiles se mantienen vigilantes para ayudar a los aldeanos en caso de que la lava caliente se aproxime a las poblaciones. Los cráteres activos están ubicados en las aldeas de El Paso y Fuego Caliente".
El periódico tinerfeño El Día, que reprodujo la información, apostillaba lo siguiente en una nota de la Redacción:
"Es de lamentar la divulgación de estas noticias que, sobre bases totalmente falsas y por un afán sensacionalista, pueden llevar al ánimo de millares de compatriotas nuestros en tierras americanas, la más viva incertidumbre".
En la tarde del 26 de junio, el capitán general de Canarias, Francisco García Escámez, sobrevoló la zona del volcán a bordo de un avión militar Junkers 52 (T2-80), pilotado por el comandante Rafael López Sáez. El avión despegó del aeropuerto de Los Rodeos y evolucionó varias veces sobre la zona del volcán a una altura de unos 2.500 metros. Las malas condiciones atmosféricas, debido a la neblina y la lluvia existente, así como a la inmensa columna de humo que salía del cráter de El Duraznero, imposibilitaron la visibilidad necesaria para una buena observación.
En las declaraciones que hizo a los periodistas a la vuelta del viaje, el general dijo que la columna de humo envolvió casi siempre al avión y estimaba que alcanzaba una altura de unos 4.000 metros y que se extendía en dirección Sur, con una longitud superior a los 100 kilómetros, mostrando un color terroso.
En El Paso, las fiestas del Sagrado Corazón y en Los Llanos, las de Nuestra Señora de los Remedios, que comenzaban en estos días, se vieron adornadas por la luminaria pirotecnia del volcán y el suceso acaparó la máxima atención del pueblo palmero. Unos, en vehículos particulares y la mayoría en camiones, se desplazaron hasta Las Manchas y El Time para presenciar un espectáculo tan singular como inolvidable.
LAS MANCHAS
Al pueblo de Las Manchas, que sufrió la furia del volcán
esde octubre de 1712, en que se produjo la erupción del volcán de El Charco y hasta junio de 1949, transcurrieron 237 años de tranquilidad en la historia volcánica de La Palma. Fue un largo período de tiempo en comparación con los intermedios de las cuatro anteriores erupciones, en las que mediaron 61 años entre los volcanes de Tihuya y Tigalate; 31 años entre éste y el de San Antonio; y otros 35 años con el de El Charco, respectivamente.
Los primeros indicios de una cierta inestabilidad datan de 1936 y 1939, época a partir de la cual se fueron repitiendo movimientos sísmicos con un período variable a lo largo de casi 13 años, para que la población pensara en serio en la posibilidad de un nuevo volcán, sobre todo después de las visitas de algunos geólogos y las noticias aparecidas en la prensa, lo que hacía confirmar las apreciaciones que se tenían de que algo estaba sucediendo en las profundidades de la Isla, pese a que entonces no existía ni un modesto observatorio sismográfico.
En julio de 1936, el ingeniero Luis Cadarso, director del Observatorio Sismológico de Málaga, hizo un registro macrosísmico y detectó en La Palma dos temblores de cierta intensidad, que fueron sentidos por la mayoría de los habitantes de la Isla, lo cual, a partir de entonces, fue considerado como el punto de partida de los fenómenos precursores más inmediatos de la erupción de 1949.
Un año después se produjeron también fuertes sacudidas, que fueron especialmente intensas durante la noche, despertando con frecuencia a los habitantes de Mazo, Fuencaliente y los pueblos del valle de Aridane.
En 1938 se repitieron con períodos de relativa tranquilidad hasta el 22 de febrero de 1939, en que fueron sentidos en toda la Isla, aunque se localizaron con más fuerza en el Sur, sobre todo en Fuencaliente, donde se produjeron pequeñas grietas. Del 23 de febrero al 4 de marzo continuaron los movimientos, aunque de poca intensidad.
El 7 de marzo se sintió uno muy fuerte, de tres segundos de duración, que causó daños materiales, agrietándose algunas casas y las paredes del faro de Fuencaliente, lo que provocó el desplome posterior de algunos trozos del edificio. El torreón tenía uno de los hierros de la armadura bastante oxidado, lo que favoreció su desplome, produciéndose, además, desprendimientos de riscos costeros y en las medianías, hasta el punto de que desde Los Quemados los vecinos vieron una nube baja de color ocre formada por el polvo de los desprendimientos. Los habitantes de Los Canarios y partes altas de Las Indias y Los Quemados dijeron que los temblores se percibían con mayor intensidad en los terrenos altos que en la costa.
El 11 de marzo, poco después de la una de la tarde, se sintió un temblor muy fuerte, de cuatro segundos, que provocó el hundimiento de cuevas, así como el derrumbe de algunas bodegas y paredes mal construidas y al oeste del cráter del volcán de San Antonio se abrió una grieta. El eje de transmisión del faro se dobló y quedó inutilizado, por lo que el personal técnico procedió a desmontar la óptica e instaló en su lugar un fanal fijo. A partir de entonces, los movimientos sísmicos se fueron intensificando hasta el 23 de junio de 1949, unas horas antes del inicio de la nueva erupción.
"Cuando el volcán -relata Manuel Gorgonio Martín Pérez-, la tierra venía moviéndose desde hacía días y nadie sabía por donde iba a reventar. Yo estaba en la cumbre en una remate de madera, cerca de donde reventó, con Olivo y Luis de Sotero y a media mañana del 24 de junio, que era el día de San Juan, empezaron las piedras a volar en la cumbre y a caer por la ladera, que dejamos allí mismo la madera, y salimos corriendo con una yunta, entre estampidos que daban miedo".
Había comenzado la historia de un nuevo volcán en La Palma. El día amaneció despejado y luminoso. Durante la madrugada había continuado la actividad sísmica y al amanecer fueron aún más intensos, siendo percibidos en El Paso y Los Llanos de Aridane y en las localidades de Las Manchas y Jedey, así como en Fuencaliente y en Mazo y las Breñas, en la vertiente oriental.
Testigos presenciales que se encontraban en la cumbre manifestaron que coincidiendo con la intensidad de los temblores de tierra se abrían grandes grietas que se alargaban y ensanchaban en las proximidades de la montaña de El Duraznero, con deslizamientos y corrimientos de tierras y emanaciones gaseosas con olores de azufre y gases sulfhídricos, mientras en las inmediaciones de montaña Pelada (1.853 m.) se escuchaban intensos ruidos subterráneos.
Precedida por fuertes convulsiones en el suelo y ruidos que parecían desgarrarse desde el fondo, hacia las ocho y media de la mañana del día de San Juan, la tierra abrió sus entrañas en la Cumbre Vieja después de una pequeña explosión en el terreno, entre las montañas de El Duraznero, Los Lajiones, Montaña Pelada y Nambroque.
Los primeros testigos en advertir el nacimiento del nuevo volcán fueron dos jóvenes y un guarda-jurado de la Asociación de Cazadores. Los dos primeros se encontraban recogiendo pinocha a unos 200 metros de la montaña de El Duraznero, cuando oyeron en el suelo un profundo, intenso y prolongado ruido de la tierra del que quedaron sorprendidos y dudaron creer, por lo que trataron de averiguar en los alrededores la causa de su curiosidad y su sorpresa fue tremenda cuando vieron salir una columna de humo negro entre los restos de las neblinas matinales, por lo que salieron corriendo hacia sus casas para contar a los suyos lo que habían visto.
El tercer testigo fue Antonio González Rodríguez, guarda-jurado de la Asociación de Cazadores en la zona Sur de la Isla. Este hombre advirtió a la misma hora, de que se había producido una pequeña explosión, seguida de una salida de humo que, según creía, parecía "como si fuera del incendio de algún tronco de pino", por lo que en un principio no le dio gran importancia.
Hacia las diez y media de la mañana, encontrándose el testigo en la montaña de Enrique, observó que en el lugar donde se había producido la explosión se elevaba una columna de humo mayor y más densa, lo cual, según sus palabras, le hizo sospechar que pudiera tratarse "de algo así como un volcán", por lo que acudió al Ayuntamiento de El Paso para informar al alcalde, Antonio Pino Pérez, de lo que había visto.
A las 11 de la mañana, la columna de humo negro se había vuelto inmensa y ofrecía un majestuoso espectáculo, que fue apreciado por mucha gente de la comarca de Aridane, y aun de otras partes de la Isla. A esa hora los fieles salían de la iglesia de El Paso después de la celebración de la función religiosa, por lo que contemplaron desde la plaza el nacimiento del nuevo volcán. Los cálculos iniciales cifraban en "unos dos mil metros" la altura de la espesa columna de humo que brotaba desde las montañas de la crestería insular.
Desde mediodía, grupos de personas en camiones, guaguas y algunos coches se dirigieron hasta El Refugio y desde allí, a pie, y después de hora y media de camino, los más atrevidos llegaron hasta las proximidades del primer cráter, por lo cual fueron varios los testigos presenciales de las primeras horas.
La densa columna de humo negro brotaba impulsada por explosiones sucesivas y arrastraba polvo fino, cenizas, arenas calcinadas, lapilli y lava fragmentada, acompañada de grandes ruidos subterráneos, en una boca a la que inicialmente se le calculó unos 20 metros de diámetro y que arrojaba una gran cantidad de piedras y cenizas, apreciándose grandes grietas en los terrenos colindantes. El personal técnico detectó a primeras horas de la tarde la existencia de otras dos bocas de fuego, próximas a las primeras, que vomitaban piedras incandescentes.
La noticia corrió rápidamente por toda la Isla y el telégrafo se ocupó de transmitirla al resto del mundo. Había nacido un nuevo volcán en una fecha muy señalada, festividad de San Juan, de ahí el hagiónimo designado para su bautizo, aunque también se emplearon los nombres de Nambroque, Hoyo Negro, Las Manchas y El Duraznero.
En la mañana del día 24, después de que se comprobó la situación detectada en la cumbre de la Isla, el alcalde de El Paso, Antonio Pino Pérez, llamó por teléfono al delegado del Gobierno, Fernando del Castillo Olivares, para informarle de los hechos y le trasladó la impresión, confirmada sobre las 11 de la mañana, de que se trataba de un volcán.
Los alcaldes y algunos concejales de los municipios del valle se trasladaron rápidamente a los poblados de Las Manchas, Jedey y Los Charcos, al entender que eran las poblaciones que corrían peligro por su situación geográfica en relación con la localización del foco inicial, comprobando a su paso por la carretera general del Sur la caída de cenizas, por lo que, pese al desconocimiento de los momentos iniciales, tranquilizaron como mejor pudieron a la población acerca de la magnitud del fenómeno.
El delegado del Gobierno y presidente del Cabildo, Fernando del Castillo Olivares y Van de Walle, en unión de otras autoridades y los alcaldes de los municipios afectados, se trasladó al valle de Aridane y dispuso la adopción inicial de todas las medidas posibles para que, en caso de urgencia, se pudiera prestar la ayuda necesaria a los vecinos de la zona amenazada.
Desde el primer momento de la erupción, el delegado del Gobierno designó a un grupo de observadores para que siguieran cuidadosamente la evolución de los acontecimientos que se sucedían en la Cumbre Vieja. Las cuadrillas las formaron miembros de la Guardia Civil, Guardia Forestal y grupos de vecinos voluntarios conocedores del terreno, lo que facilitó mucho el trabajo de los diferentes equipos, de los que eran responsables directos cada uno de los alcaldes.
Fernando del Castillo informó de los hechos por teléfono al gobernador civil de la provincia, Emilio de Aspe Vaamonde, quien, al mismo tiempo, se puso en contacto con el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González y le detalló los acontecimientos que se estaban produciendo en su Isla natal, haciéndolo así todos los días hasta que el político llegó a la Isla.
La noticia de la erupción del volcán adquirió tintes alarmistas en las informaciones de algunos medios extranjeros, entre ellos el periódico venezolano Últimas Noticias, que deformó la realidad de los hechos en los siguientes términos: "Huyen aterrorizados de las Islas Canarias millares de personas por erupción de volcanes y temblores.
"Santa Cruz de Tenerife, junio 25. UP. Los temblores y las erupciones volcánicas estremecieron hoy a la diminuta isla de La Palma, mientras que los aldeanos aterrorizados preparábanse a huir por la vía marítima. Dos pequeños cráteres vomitaron cenizas y piedras candentes destruyendo los árboles. Simultáneamente los temblores abrían en la tierra largas hendiduras de donde salían gases sulfúricos, mientras que se escuchaban estruendos subterráneos. Las ambulancias de la Cruz Roja y guardias civiles se mantienen vigilantes para ayudar a los aldeanos en caso de que la lava caliente se aproxime a las poblaciones. Los cráteres activos están ubicados en las aldeas de El Paso y Fuego Caliente".
El periódico tinerfeño El Día, que reprodujo la información, apostillaba lo siguiente en una nota de la Redacción:
"Es de lamentar la divulgación de estas noticias que, sobre bases totalmente falsas y por un afán sensacionalista, pueden llevar al ánimo de millares de compatriotas nuestros en tierras americanas, la más viva incertidumbre".
En la tarde del 26 de junio, el capitán general de Canarias, Francisco García Escámez, sobrevoló la zona del volcán a bordo de un avión militar Junkers 52 (T2-80), pilotado por el comandante Rafael López Sáez. El avión despegó del aeropuerto de Los Rodeos y evolucionó varias veces sobre la zona del volcán a una altura de unos 2.500 metros. Las malas condiciones atmosféricas, debido a la neblina y la lluvia existente, así como a la inmensa columna de humo que salía del cráter de El Duraznero, imposibilitaron la visibilidad necesaria para una buena observación.
En las declaraciones que hizo a los periodistas a la vuelta del viaje, el general dijo que la columna de humo envolvió casi siempre al avión y estimaba que alcanzaba una altura de unos 4.000 metros y que se extendía en dirección Sur, con una longitud superior a los 100 kilómetros, mostrando un color terroso.
En El Paso, las fiestas del Sagrado Corazón y en Los Llanos, las de Nuestra Señora de los Remedios, que comenzaban en estos días, se vieron adornadas por la luminaria pirotecnia del volcán y el suceso acaparó la máxima atención del pueblo palmero. Unos, en vehículos particulares y la mayoría en camiones, se desplazaron hasta Las Manchas y El Time para presenciar un espectáculo tan singular como inolvidable.
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domingo, 3 de junio de 2007
La erupción del volcán de El Charco
JUAN CARLOS DíAZ LORENZO *
FUENCALIENTE
A Enrique Luis Larroque del Castillo Olivares
Habían transcurrido casi 35 años desde el final de la erupción del volcán de San Antonio, ocurrida en 1677, cuando se produjo la nueva erupción de 1712, una de las menos conocidas de cuantas se han registrado en la historia de la isla de La Palma. Conocido como el volcán de El Charco, ha de incluirse entre los menos documentados, pues no aparece registrada en ninguna de las obras de historiadores, literatos, viajeros y naturalistas del siglo XVIII.
De ahí que la falta de referencias concretas a esa erupción impidiera que su constatación histórica no se conociese hasta avanzado el siglo XX, en que algunos autores la citan de forma imprecisa, sin aportar fechas concretas y sin mencionar las fuentes de dónde obtuvieron los datos que les hicieron pensar que podría tratarse de una erupción del siglo XVIII.
Pero, sobre todo, la carencia de fuentes documentales contemporáneas a la misma, dificultaron sobremanera el establecimiento de una fecha concreta para esta erupción, señalándose al principio, como años más probables, los de 1705, 1712 y 1725, respectivamente.
En 1919, el geólogo Lucas Fernández Navarro, en su trabajo Las erupciones de fecha histórica en Canarias, alude brevemente a este suceso y comenta: "En cuanto a la del Charco, de fecha dudosa (1705-1725)... produjo una importante corriente lávica de dos brazos, que parte de una altitud próxima del volcán de Martín (1646), pero en la vertiente occidental de la isla, y llega hasta cerca del mar".
Como señala la profesora Carmen Romero Ruiz, en su magnífica tesis doctoral titulada Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario (tomo I, 1991), corresponde a este autor la ubicación cronológica del volcán de El Charco en el primer tercio del siglo XVIII y, aunque inicialmente se inclinó por el año de 1705, posteriormente lo haría por la segunda fecha, correspondiente a 1725, aunque con reservas.
En 1949, año de la erupción del volcán de San Juan, el geólogo Simón Benítez Padilla -que fue uno de los protagonistas científicos de la misma-, cambió la fecha propuesta por Fernández Navarro a 1712: "Por inexplicable azar, esta penúltima erupción es la menos conocida. Hasta la fecha hay dudas. No la tiene en cuanto al nombre: todos (?) la designan con la de El Charco, punto final en la costa de la corriente de lava cumbrera".
Otro destacado geólogo, Bonelli Rubio, en 1950, mantiene la fecha propuesta por Benítez Padilla. En 1951 quedó definitivamente establecido el año 1712, al ser publicado en la obra de Romero Ortiz y Bonelli Rubio un breve manuscrito de Juan Agustín de Sotomayor, testigo de la erupción y cedido a los citados autores por Antonio Pino, alcalde entonces de la ciudad de El Paso.
El ilustre profesor Manuel Martel San Gil, en 1960, transcribe la misma descripción, pero dice haber obtenido la crónica en la persona de los hermanos Cayetano y Antonio Gómez Felipe. Sería, sin embargo, el historiador Miguel Santiago, en el citado año, quien mayor aporte de datos haría sobre este volcán.
La erupción del volcán de El Charco abarcó un período activo de 56 días, desarrollándose entre el 9 de octubre y el 3 de diciembre de 1712. Los primeros síntomas se produjeron el 4 de octubre y un día antes de la apertura de la fractura eruptiva estuvo acompañado por emisión de gases:
"El día miércoles de este año de 1712, que fue 4 de octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra...".
La lava comenzó a brotar en la madrugada del día 9 de octubre:
"... a horas de la una del día, reventaron dos bocas... ambas arrojaron cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente comenzó a vomitar Malpaís... y el día 15 de octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal... y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas... abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido...".
Los focos de emisión están localizados en la Cumbre Vieja, a 1.700 metros de altitud y a unos 2,5 kilómetros del Noroeste del volcán de Martín (1646), derramando sus coladas hacia la vertiente occidental, atravesadas en la actualidad por la carretera general del Sur, haciéndose especialmente notable en las proximidades de la aldea de El Charco y el paraje conocido por Los Pinos Altos, en el que han arraigado centenares de altivos ejemplares de pino canarios.
El documento de Juan Agustín de Sotomayor y Massieu, que relata esta erupción, se expresa en los siguientes términos:
"Jesús, María y José. Año de 1712. El día miércoles, de este año de 1712, que fue 4 de Octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... produciéndose ocho temblores, hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y, sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra en la Hacienda del Charco, de doña Ana Teresa Massieu, mí tía, y fue donde llaman La Fuente, por haber allí una de agua dulce muy delgada. El domingo, 9 de dicho mes, a horas de la una del día, reventaron dos bocas, una en un lomito que estaba sobre dicha fuente, y la otra luego inmediato debajo; ambas arrojaron gran cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente (10 de octubre), comenzó a vomitar ’malpaís’, que vino corriendo muy...; (luego) varió, (yendo) a dar a las casas del ’malpaís’ viejo, y por un lado de ellas corrió al Lomo de Jinaldo, y de allí al mar; y la boca más alta continuó arrojando gran cantidad de piedras, de suerte que, estando en un lomito de un barranco, hizo una montaña tan grande que igualó a la cumbre; pero de ... nada que arrojaba sería más que hasta el pie de la montaña; y el día 15 de Octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal, hasta inmediato a una montañita que estaba sobre las casas de María Antonia de Sotomayor, y en donde llaman la Jindana, y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas de dicha mi tía María Antonia, a un tiro de escopeta, abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido, que de noche parecía cobre derretido, y de día negro, y se veía correr precipitadamente, aunque por último iban encima grandes piedras caminando con flema.
Haría, en las tierras de mi dicha tía doña Ana, de daño 40 fanegas de sembradura, muchos baldíos y barrancos que tupió, en donde de destetaba mucho ganado en medio; y fue milagro del glorioso patriarca mi.... San José escapase lo demás y no quemase casa alguna, ni otra cosa que dos estanques. En la de María Antonia se llevaría 60 fanegas de sembradura de lo mejor y más apreciable de la tierra, que era lo mejor de la Isla, y le quemó dos casas, pajeros y graneros, y un estanque.
Y el volcán cesó el día 3 de di(ciembre), antes de que amaneciera".
De esta crónica, como apunta la profesora Romero Ruiz, se pueden establecer tres fases eruptivas diferentes. Una inicial, de carácter explosivo, desarrollada en los primeros momentos, a la que siguió una segunda fase "caracterizada por un comportamiento diferenciado de los centros emisores, que podríamos considerar como mixta y, por último, una etapa de apertura de nuevos focos eruptivos de comportamiento fundamentalmente efusivo, que, con probabilidad se prolongaría hasta el cese definitivo de la actividad volcánica".
A mediados del siglo XX, en terrenos de su propiedad ocupados por las coladas lávicas de 1712, el hacendado José Miguel de Sotomayor, construyó a su cargo la ermita de Santa Cecilia, situada en las proximidades del lindero entre Fuencaliente, El Paso y Los Llanos de Aridane. Se trata de un templo de planta circular y de arquitectura funcional, construido a lo largo de 1948 y 1949, cuya solemne bendición se celebró el 22 de noviembre del citado año. En las proximidades también se edificó una escuela para los niños de El Charco, que actualmente está en estado de abandono.
No así la ermita, que permanece cerrada la mayor parte del año y en cuyo interior existe un sencillo retablo que acoge en su calle central a la venerada imagen de la patrona de la música. El paraje se completa con una sencilla plaza que, a modo de magnífico mirador situado por el curso de la carretera general, permite contemplar, desde la pendiente, el camino seguido por uno de los brazos de lava del citado volcán.
*Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente
FUENCALIENTE
A Enrique Luis Larroque del Castillo Olivares
Habían transcurrido casi 35 años desde el final de la erupción del volcán de San Antonio, ocurrida en 1677, cuando se produjo la nueva erupción de 1712, una de las menos conocidas de cuantas se han registrado en la historia de la isla de La Palma. Conocido como el volcán de El Charco, ha de incluirse entre los menos documentados, pues no aparece registrada en ninguna de las obras de historiadores, literatos, viajeros y naturalistas del siglo XVIII.
De ahí que la falta de referencias concretas a esa erupción impidiera que su constatación histórica no se conociese hasta avanzado el siglo XX, en que algunos autores la citan de forma imprecisa, sin aportar fechas concretas y sin mencionar las fuentes de dónde obtuvieron los datos que les hicieron pensar que podría tratarse de una erupción del siglo XVIII.
Pero, sobre todo, la carencia de fuentes documentales contemporáneas a la misma, dificultaron sobremanera el establecimiento de una fecha concreta para esta erupción, señalándose al principio, como años más probables, los de 1705, 1712 y 1725, respectivamente.
En 1919, el geólogo Lucas Fernández Navarro, en su trabajo Las erupciones de fecha histórica en Canarias, alude brevemente a este suceso y comenta: "En cuanto a la del Charco, de fecha dudosa (1705-1725)... produjo una importante corriente lávica de dos brazos, que parte de una altitud próxima del volcán de Martín (1646), pero en la vertiente occidental de la isla, y llega hasta cerca del mar".
Como señala la profesora Carmen Romero Ruiz, en su magnífica tesis doctoral titulada Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario (tomo I, 1991), corresponde a este autor la ubicación cronológica del volcán de El Charco en el primer tercio del siglo XVIII y, aunque inicialmente se inclinó por el año de 1705, posteriormente lo haría por la segunda fecha, correspondiente a 1725, aunque con reservas.
En 1949, año de la erupción del volcán de San Juan, el geólogo Simón Benítez Padilla -que fue uno de los protagonistas científicos de la misma-, cambió la fecha propuesta por Fernández Navarro a 1712: "Por inexplicable azar, esta penúltima erupción es la menos conocida. Hasta la fecha hay dudas. No la tiene en cuanto al nombre: todos (?) la designan con la de El Charco, punto final en la costa de la corriente de lava cumbrera".
Otro destacado geólogo, Bonelli Rubio, en 1950, mantiene la fecha propuesta por Benítez Padilla. En 1951 quedó definitivamente establecido el año 1712, al ser publicado en la obra de Romero Ortiz y Bonelli Rubio un breve manuscrito de Juan Agustín de Sotomayor, testigo de la erupción y cedido a los citados autores por Antonio Pino, alcalde entonces de la ciudad de El Paso.
El ilustre profesor Manuel Martel San Gil, en 1960, transcribe la misma descripción, pero dice haber obtenido la crónica en la persona de los hermanos Cayetano y Antonio Gómez Felipe. Sería, sin embargo, el historiador Miguel Santiago, en el citado año, quien mayor aporte de datos haría sobre este volcán.
La erupción del volcán de El Charco abarcó un período activo de 56 días, desarrollándose entre el 9 de octubre y el 3 de diciembre de 1712. Los primeros síntomas se produjeron el 4 de octubre y un día antes de la apertura de la fractura eruptiva estuvo acompañado por emisión de gases:
"El día miércoles de este año de 1712, que fue 4 de octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra...".
La lava comenzó a brotar en la madrugada del día 9 de octubre:
"... a horas de la una del día, reventaron dos bocas... ambas arrojaron cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente comenzó a vomitar Malpaís... y el día 15 de octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal... y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas... abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido...".
Los focos de emisión están localizados en la Cumbre Vieja, a 1.700 metros de altitud y a unos 2,5 kilómetros del Noroeste del volcán de Martín (1646), derramando sus coladas hacia la vertiente occidental, atravesadas en la actualidad por la carretera general del Sur, haciéndose especialmente notable en las proximidades de la aldea de El Charco y el paraje conocido por Los Pinos Altos, en el que han arraigado centenares de altivos ejemplares de pino canarios.
El documento de Juan Agustín de Sotomayor y Massieu, que relata esta erupción, se expresa en los siguientes términos:
"Jesús, María y José. Año de 1712. El día miércoles, de este año de 1712, que fue 4 de Octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... produciéndose ocho temblores, hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y, sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra en la Hacienda del Charco, de doña Ana Teresa Massieu, mí tía, y fue donde llaman La Fuente, por haber allí una de agua dulce muy delgada. El domingo, 9 de dicho mes, a horas de la una del día, reventaron dos bocas, una en un lomito que estaba sobre dicha fuente, y la otra luego inmediato debajo; ambas arrojaron gran cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente (10 de octubre), comenzó a vomitar ’malpaís’, que vino corriendo muy...; (luego) varió, (yendo) a dar a las casas del ’malpaís’ viejo, y por un lado de ellas corrió al Lomo de Jinaldo, y de allí al mar; y la boca más alta continuó arrojando gran cantidad de piedras, de suerte que, estando en un lomito de un barranco, hizo una montaña tan grande que igualó a la cumbre; pero de ... nada que arrojaba sería más que hasta el pie de la montaña; y el día 15 de Octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal, hasta inmediato a una montañita que estaba sobre las casas de María Antonia de Sotomayor, y en donde llaman la Jindana, y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas de dicha mi tía María Antonia, a un tiro de escopeta, abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido, que de noche parecía cobre derretido, y de día negro, y se veía correr precipitadamente, aunque por último iban encima grandes piedras caminando con flema.
Haría, en las tierras de mi dicha tía doña Ana, de daño 40 fanegas de sembradura, muchos baldíos y barrancos que tupió, en donde de destetaba mucho ganado en medio; y fue milagro del glorioso patriarca mi.... San José escapase lo demás y no quemase casa alguna, ni otra cosa que dos estanques. En la de María Antonia se llevaría 60 fanegas de sembradura de lo mejor y más apreciable de la tierra, que era lo mejor de la Isla, y le quemó dos casas, pajeros y graneros, y un estanque.
Y el volcán cesó el día 3 de di(ciembre), antes de que amaneciera".
De esta crónica, como apunta la profesora Romero Ruiz, se pueden establecer tres fases eruptivas diferentes. Una inicial, de carácter explosivo, desarrollada en los primeros momentos, a la que siguió una segunda fase "caracterizada por un comportamiento diferenciado de los centros emisores, que podríamos considerar como mixta y, por último, una etapa de apertura de nuevos focos eruptivos de comportamiento fundamentalmente efusivo, que, con probabilidad se prolongaría hasta el cese definitivo de la actividad volcánica".
A mediados del siglo XX, en terrenos de su propiedad ocupados por las coladas lávicas de 1712, el hacendado José Miguel de Sotomayor, construyó a su cargo la ermita de Santa Cecilia, situada en las proximidades del lindero entre Fuencaliente, El Paso y Los Llanos de Aridane. Se trata de un templo de planta circular y de arquitectura funcional, construido a lo largo de 1948 y 1949, cuya solemne bendición se celebró el 22 de noviembre del citado año. En las proximidades también se edificó una escuela para los niños de El Charco, que actualmente está en estado de abandono.
No así la ermita, que permanece cerrada la mayor parte del año y en cuyo interior existe un sencillo retablo que acoge en su calle central a la venerada imagen de la patrona de la música. El paraje se completa con una sencilla plaza que, a modo de magnífico mirador situado por el curso de la carretera general, permite contemplar, desde la pendiente, el camino seguido por uno de los brazos de lava del citado volcán.
*Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente
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domingo, 20 de mayo de 2007
El volcán de 1585
Juan Carlos Díaz Lorenzo
El Paso
A Gilberto y Pedro
Durante mucho tiempo se creyó que el primer volcán histórico de La Palma había sido el volcán de Tacande y se había fijado la fecha de la erupción en 1585. Los investigadores que han tratado este tema han discutido mucho apoyándose en la interpretación de las distintas fuentes documentales. Sin embargo, desde hace 25 años, el dilema está aclarado y se puede precisar que han sido siete, y no seis, como se creía hasta entonces, las erupciones históricas registradas en la isla en poco más de cinco siglos.
En el edificio volcánico de la Cumbre Vieja, llamado así en la voz popular aunque desde el punto de vista geológico es mucho más reciente que la Cumbre Nueva, se localizan los cráteres y las coladas lávicas de las erupciones correspondientes a los volcanes de Tacande (1470/1492), Tihuya (1585), Martín (1646), San Antonio (1677), El Charco (1712), San Juan (1949) y Teneguía (1971). Cuatro de ellos han ocurrido en el territorio que en la actualidad corresponde al municipio de Fuencaliente.
En 1949, la profesora tinerfeña María Rosa Alonso, después de realizar un estudio sobre el estilo de las endechas a la muerte de Guillén Peraza, dijo que pertenecían al siglo XV y que el volcán al que se refería el historiador Abreu Galindo no podía ser del siglo XVI, sino anterior, con lo que habría habido otra erupción volcánica que no había sido oportunamente datada.
La hipótesis de la escritora tinerfeña fue motivo de una fuerte controversia entre la comunidad científica de la época, que rechazó tales argumentos, aduciendo que no podía establecerse, por este método, la existencia de una erupción anterior a la conquista. Sin embargo, el interés de María Rosa Alonso por desvelar este tema le llevó a comparar las descripciones existentes de los dos volcanes más antiguos, para lo que utilizó datos morfológicos y topográficos, aportando así nueva información para apoyar su tesis, de modo que permitiera aclarar la fecha de la supuesta erupción.
El ingeniero Leonardo Torriani, en 1592, cuando describe la erupción de 1585, hace una breve alusión a otra anterior. Núñez de la Peña, en 1676, sólo se refiere a los volcanes de 1585 y 1646. En 1632, Abreu Galindo escribe que "... en el término de Tixuya está una montaña que llaman Tacande, en la cual en tiempo antiguo parece hubo minero de azufre (...) y que desde el pie de esta montaña corre por un valle hasta media legua de la mar, cantidad de piedra que parece haber sido quemada y derretida, así en su color como en la forma que tiene; a la cual piedra llamaban los palmeros tacande".
Viera y Clavijo, sin embargo, cita que en el cantón de Tihuya, que se extendía hasta la montaña de Tamanca, "había acontecido aquella desgracia, tan memorable para los palmenses, de haberse disuelto, por efecto de la erupción de un volcán, parte de la famosa montaña Tacande, que era el más fértil y delicioso terreno de la isla".
En 1982 se hicieron pruebas con Carbono 14 y el resultado fue una edad de 1.530 años, con una variación de sesenta años, situándose la fecha de la erupción entre 1470 y 1492, lo que dio la razón a María Rosa Alonso y, al mismo tiempo, puso de manifiesto que hasta entonces había existido una confusión importante en la fecha y ubicación de los dos primeros volcanes históricos de La Palma.
En cuanto a las fechas probables de la erupción, María Rosa Alonso estima que debió producirse en 1443 ó 1447. Otro destacado investigador, Miguel Santiago, aunque mantiene sus dudas, piensa que pudo ser entre 1430 y 1440. Los resultados de las pruebas del Carbono 14 la sitúan entre 1470 y 1492, de ahí, en opinión de la profesora Romero Ruiz, "dado el alto valor documental que parecen haber demostrado las fuentes históricas, pensamos que es precisamente la fecha señalada por ellas la que ha de tomarse como válida", es decir, entre 1430 y 1440, estableciendo así que la primera erupción histórica ocurrida en La Palma debe situarse a mediados del siglo XV.
De modo que el denominado volcán de Tacande, identificado con el cráter de Montaña Quemada, era anterior a la conquista de la Isla y había sido sistemáticamente confundido con la erupción de 1585, denominado volcán de Tihuya y hasta entonces asociado a la poco conocida erupción de 1712, con lo que, a partir de este momento, son siete y no seis, las erupciones históricas habidas en la isla de La Palma.
La colada lávica del volcán de Tacande no alcanzó el mar, deteniéndose en tierras del valle de Aridane, como se puede apreciar en la actualidad, en su recorrido desde el cráter de Montaña Quemada por tierras de El Paso hasta las proximidades del barrio de Triana.
De la erupción de 1585 existen las versiones de algunos testigos presenciales. Fray Alonso de Espinosa, testigo ocular de los hechos, escribió lo siguiente: "... junto a una fuentecilla, en un llano, fue creciendo la tierra visiblemente en forma de volcán, y se levantó en gran altura, como una gran montaña, y habiendo precedido muchos terremotos y temblores de tierra, vino a abrir una boca grande, echando por ella fuego espantoso y peñascos encendidos. Y al cabo de algunos días (con gran estruendo que se oyó en las otras islas) reventó y echó de sí dos o tres ríos de fuego, tan anchos como un tiro de escopeta, y corrieron más de legua por tierra, hasta llegar a la mar; y fue tanta la furia que el fuego llevaba, que media legua dentro en el mar calentó el agua y se cocieron los peces que en ella había. A los barcos se les derretía la brea".
Torriani, en su escrito titulado "Del nuevo volcán de La Palma, o Monte Teguseo nacido", dice que la erupción "empezó a levantarse visiblemente en su centro, con un gran hoyo que, tragándose algunos de aquellos árboles y levantando otros consigo, mandaba fuera un gran ruido acompañado por un terrible terremoto. Y, estas cosas aumentando con la tierra, en el espacio de dos días la llanura se hizo monte, de piedras grandes y pequeñas con tierra, como si fuese hecho por oficiales; y algunos que lo vieron en aquel tiempo, lo juzgaron alto de cincuenta pasos".
Otros autores, posteriores en el tiempo, también se refieren a la erupción de 1585, entre ellos Núñez de la Peña, que dice que el volcán reventó a las dos de la tarde del 15 de abril del citado año. Pedro del Castillo, en 1737 y Viera y Clavijo, en 1776 citan las referencias de este volcán.
En 1804, Bory de St. Vincent menciona por primera vez la existencia de un pitón volcánico para referirse al volcán de 1585, "lo que llama poderosamente la atención -señala la profesora Romero Ruiz- si se tiene en cuenta que, según lo que puede deducirse de las descripciones previas, el comportamiento eruptivo de este volcán fue de tipo estromboliano".
En 1836, el científico alemán Leopold von Buch, fue el primero en localizar su ubicación en la parte superior de El Paso, aunque de manera incorrecta, como se demostraría posteriormente y por la causa antes referida, hasta su completa aclaración en 1982, otros autores -caso de Webb y Berthelot (1839), Fernández Navarro (1911), Bonelli Rubio (1950), Romero Ortiz (1951), Manuel Martel San Gil (1960), etc.- también incurrieron en el mismo error histórico.
La fecha de la erupción fue discutida por Casas Pestana (1898) y Benítez Padilla (1949), basándose en la información de las actas del Cabildo de La Palma, y de la que el primero dice que reventó el 15 de mayo y estuvo en activo hasta el 10 de agosto, mientras que el segundo corrige la fecha y la sitúa en el 19 de mayo, con una duración de 84 días.
La polémica respecto a la fecha y características de la erupción de 1585 se aclaró en la década de los años sesenta, después del hallazgo de nuevos documentos de testigos presenciales, encontrados entre 1940 y 1950. La profesora Carmen Romero Ruiz señala, en concreto, un manuscrito de 14 folios escrito por las autoridades cabildicias de La Palma y depositado en la Biblioteca Nacional de Madrid, en el que se recogen las declaraciones de algunos testigos presenciales; y el siguiente es la descripción que hizo el ingeniero Leonardo Torriani.
La erupción comenzó el 19 de mayo de 1585 y el foco de actividad está situado a unos 800 metros sobre el nivel del mar. Las coladas lávicas se derramaron por la ladera occidental de la dorsal de la Cumbre Vieja, entre el poblado de Jedey y el Charco de Las Palmas y dieron origen a cambios importantes en el litoral insular, en la zona comprendida entre Puerto Naos y El Remo.
Sin embargo, el rasgo más sobresaliente es la formación de varios pitones, conocidos como Los Campanarios, desde los que se domina el paisaje de la comarca. Corresponden, según lo explicado por la profesora Romero Ruiz, "a sendas agujas de protusión", según recoge la descripción de Torriani, cuando dice que "se veían dos grandísimas piedras, en medio del monte, delgadas en su parte superior, a modo de pirámides". Estos pitones sufrieron un importante derrumbe durante la erupción del volcán de San Juan (1949) y en sus inmediaciones es posible apreciar cómo han sido colonizados por pinos canarios, algunos de ellos posicionados en los accesos más inverosímiles.
En la autorizada opinión de la profesora Romero Ruiz -cuya magnífica tesis doctoral bien merece ser reeditada-, durante la erupción del volcán de 1585 se sucedieron seis fases diferentes, siendo su rasgo más significativo "la extrusión de varios monolitos de morfología semejante al pitón de Mont Pelé, aunque no en sus dimensiones".
Bibliografía
- Alonso, María Rosa. El volcán de Tacande. Revista de Historia. Nº 98-99. Abril/septiembre 1952. Tomo XVIII. Año XXV. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna.
- Alonso, María Rosa. Las endechas a la muerte de Guillén Peraza. Anuario de Estudios Atlánticos. Nº 2. 1956.
- Abreu Galindo, fr. Juan. Historia de la conquista de las Siete Islas de Canarias. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.
- Espinosa, Juan fr. Milagros de Nuestra Señora de Candelaria. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1952.
- Romero Ortiz, Carmen. Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario. Tomo I. Madrid, 1991.
- Santiago, Miguel. Los volcanes de La Palma (Islas Canarias). Separata de la revista "El Museo canario". Nº 75/76. Las Palmas de Gran Canaria, 1960.
- Torriani, Leonardo. Descripción e historia del Reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones (1592). Traducción de A. Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1978.
- Viera y Clavijo, J. Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Tomo I. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1982.
El Paso
A Gilberto y Pedro
Durante mucho tiempo se creyó que el primer volcán histórico de La Palma había sido el volcán de Tacande y se había fijado la fecha de la erupción en 1585. Los investigadores que han tratado este tema han discutido mucho apoyándose en la interpretación de las distintas fuentes documentales. Sin embargo, desde hace 25 años, el dilema está aclarado y se puede precisar que han sido siete, y no seis, como se creía hasta entonces, las erupciones históricas registradas en la isla en poco más de cinco siglos.
En el edificio volcánico de la Cumbre Vieja, llamado así en la voz popular aunque desde el punto de vista geológico es mucho más reciente que la Cumbre Nueva, se localizan los cráteres y las coladas lávicas de las erupciones correspondientes a los volcanes de Tacande (1470/1492), Tihuya (1585), Martín (1646), San Antonio (1677), El Charco (1712), San Juan (1949) y Teneguía (1971). Cuatro de ellos han ocurrido en el territorio que en la actualidad corresponde al municipio de Fuencaliente.
En 1949, la profesora tinerfeña María Rosa Alonso, después de realizar un estudio sobre el estilo de las endechas a la muerte de Guillén Peraza, dijo que pertenecían al siglo XV y que el volcán al que se refería el historiador Abreu Galindo no podía ser del siglo XVI, sino anterior, con lo que habría habido otra erupción volcánica que no había sido oportunamente datada.
La hipótesis de la escritora tinerfeña fue motivo de una fuerte controversia entre la comunidad científica de la época, que rechazó tales argumentos, aduciendo que no podía establecerse, por este método, la existencia de una erupción anterior a la conquista. Sin embargo, el interés de María Rosa Alonso por desvelar este tema le llevó a comparar las descripciones existentes de los dos volcanes más antiguos, para lo que utilizó datos morfológicos y topográficos, aportando así nueva información para apoyar su tesis, de modo que permitiera aclarar la fecha de la supuesta erupción.
El ingeniero Leonardo Torriani, en 1592, cuando describe la erupción de 1585, hace una breve alusión a otra anterior. Núñez de la Peña, en 1676, sólo se refiere a los volcanes de 1585 y 1646. En 1632, Abreu Galindo escribe que "... en el término de Tixuya está una montaña que llaman Tacande, en la cual en tiempo antiguo parece hubo minero de azufre (...) y que desde el pie de esta montaña corre por un valle hasta media legua de la mar, cantidad de piedra que parece haber sido quemada y derretida, así en su color como en la forma que tiene; a la cual piedra llamaban los palmeros tacande".
Viera y Clavijo, sin embargo, cita que en el cantón de Tihuya, que se extendía hasta la montaña de Tamanca, "había acontecido aquella desgracia, tan memorable para los palmenses, de haberse disuelto, por efecto de la erupción de un volcán, parte de la famosa montaña Tacande, que era el más fértil y delicioso terreno de la isla".
En 1982 se hicieron pruebas con Carbono 14 y el resultado fue una edad de 1.530 años, con una variación de sesenta años, situándose la fecha de la erupción entre 1470 y 1492, lo que dio la razón a María Rosa Alonso y, al mismo tiempo, puso de manifiesto que hasta entonces había existido una confusión importante en la fecha y ubicación de los dos primeros volcanes históricos de La Palma.
En cuanto a las fechas probables de la erupción, María Rosa Alonso estima que debió producirse en 1443 ó 1447. Otro destacado investigador, Miguel Santiago, aunque mantiene sus dudas, piensa que pudo ser entre 1430 y 1440. Los resultados de las pruebas del Carbono 14 la sitúan entre 1470 y 1492, de ahí, en opinión de la profesora Romero Ruiz, "dado el alto valor documental que parecen haber demostrado las fuentes históricas, pensamos que es precisamente la fecha señalada por ellas la que ha de tomarse como válida", es decir, entre 1430 y 1440, estableciendo así que la primera erupción histórica ocurrida en La Palma debe situarse a mediados del siglo XV.
De modo que el denominado volcán de Tacande, identificado con el cráter de Montaña Quemada, era anterior a la conquista de la Isla y había sido sistemáticamente confundido con la erupción de 1585, denominado volcán de Tihuya y hasta entonces asociado a la poco conocida erupción de 1712, con lo que, a partir de este momento, son siete y no seis, las erupciones históricas habidas en la isla de La Palma.
La colada lávica del volcán de Tacande no alcanzó el mar, deteniéndose en tierras del valle de Aridane, como se puede apreciar en la actualidad, en su recorrido desde el cráter de Montaña Quemada por tierras de El Paso hasta las proximidades del barrio de Triana.
De la erupción de 1585 existen las versiones de algunos testigos presenciales. Fray Alonso de Espinosa, testigo ocular de los hechos, escribió lo siguiente: "... junto a una fuentecilla, en un llano, fue creciendo la tierra visiblemente en forma de volcán, y se levantó en gran altura, como una gran montaña, y habiendo precedido muchos terremotos y temblores de tierra, vino a abrir una boca grande, echando por ella fuego espantoso y peñascos encendidos. Y al cabo de algunos días (con gran estruendo que se oyó en las otras islas) reventó y echó de sí dos o tres ríos de fuego, tan anchos como un tiro de escopeta, y corrieron más de legua por tierra, hasta llegar a la mar; y fue tanta la furia que el fuego llevaba, que media legua dentro en el mar calentó el agua y se cocieron los peces que en ella había. A los barcos se les derretía la brea".
Torriani, en su escrito titulado "Del nuevo volcán de La Palma, o Monte Teguseo nacido", dice que la erupción "empezó a levantarse visiblemente en su centro, con un gran hoyo que, tragándose algunos de aquellos árboles y levantando otros consigo, mandaba fuera un gran ruido acompañado por un terrible terremoto. Y, estas cosas aumentando con la tierra, en el espacio de dos días la llanura se hizo monte, de piedras grandes y pequeñas con tierra, como si fuese hecho por oficiales; y algunos que lo vieron en aquel tiempo, lo juzgaron alto de cincuenta pasos".
Otros autores, posteriores en el tiempo, también se refieren a la erupción de 1585, entre ellos Núñez de la Peña, que dice que el volcán reventó a las dos de la tarde del 15 de abril del citado año. Pedro del Castillo, en 1737 y Viera y Clavijo, en 1776 citan las referencias de este volcán.
En 1804, Bory de St. Vincent menciona por primera vez la existencia de un pitón volcánico para referirse al volcán de 1585, "lo que llama poderosamente la atención -señala la profesora Romero Ruiz- si se tiene en cuenta que, según lo que puede deducirse de las descripciones previas, el comportamiento eruptivo de este volcán fue de tipo estromboliano".
En 1836, el científico alemán Leopold von Buch, fue el primero en localizar su ubicación en la parte superior de El Paso, aunque de manera incorrecta, como se demostraría posteriormente y por la causa antes referida, hasta su completa aclaración en 1982, otros autores -caso de Webb y Berthelot (1839), Fernández Navarro (1911), Bonelli Rubio (1950), Romero Ortiz (1951), Manuel Martel San Gil (1960), etc.- también incurrieron en el mismo error histórico.
La fecha de la erupción fue discutida por Casas Pestana (1898) y Benítez Padilla (1949), basándose en la información de las actas del Cabildo de La Palma, y de la que el primero dice que reventó el 15 de mayo y estuvo en activo hasta el 10 de agosto, mientras que el segundo corrige la fecha y la sitúa en el 19 de mayo, con una duración de 84 días.
La polémica respecto a la fecha y características de la erupción de 1585 se aclaró en la década de los años sesenta, después del hallazgo de nuevos documentos de testigos presenciales, encontrados entre 1940 y 1950. La profesora Carmen Romero Ruiz señala, en concreto, un manuscrito de 14 folios escrito por las autoridades cabildicias de La Palma y depositado en la Biblioteca Nacional de Madrid, en el que se recogen las declaraciones de algunos testigos presenciales; y el siguiente es la descripción que hizo el ingeniero Leonardo Torriani.
La erupción comenzó el 19 de mayo de 1585 y el foco de actividad está situado a unos 800 metros sobre el nivel del mar. Las coladas lávicas se derramaron por la ladera occidental de la dorsal de la Cumbre Vieja, entre el poblado de Jedey y el Charco de Las Palmas y dieron origen a cambios importantes en el litoral insular, en la zona comprendida entre Puerto Naos y El Remo.
Sin embargo, el rasgo más sobresaliente es la formación de varios pitones, conocidos como Los Campanarios, desde los que se domina el paisaje de la comarca. Corresponden, según lo explicado por la profesora Romero Ruiz, "a sendas agujas de protusión", según recoge la descripción de Torriani, cuando dice que "se veían dos grandísimas piedras, en medio del monte, delgadas en su parte superior, a modo de pirámides". Estos pitones sufrieron un importante derrumbe durante la erupción del volcán de San Juan (1949) y en sus inmediaciones es posible apreciar cómo han sido colonizados por pinos canarios, algunos de ellos posicionados en los accesos más inverosímiles.
En la autorizada opinión de la profesora Romero Ruiz -cuya magnífica tesis doctoral bien merece ser reeditada-, durante la erupción del volcán de 1585 se sucedieron seis fases diferentes, siendo su rasgo más significativo "la extrusión de varios monolitos de morfología semejante al pitón de Mont Pelé, aunque no en sus dimensiones".
Bibliografía
- Alonso, María Rosa. El volcán de Tacande. Revista de Historia. Nº 98-99. Abril/septiembre 1952. Tomo XVIII. Año XXV. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna.
- Alonso, María Rosa. Las endechas a la muerte de Guillén Peraza. Anuario de Estudios Atlánticos. Nº 2. 1956.
- Abreu Galindo, fr. Juan. Historia de la conquista de las Siete Islas de Canarias. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.
- Espinosa, Juan fr. Milagros de Nuestra Señora de Candelaria. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1952.
- Romero Ortiz, Carmen. Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario. Tomo I. Madrid, 1991.
- Santiago, Miguel. Los volcanes de La Palma (Islas Canarias). Separata de la revista "El Museo canario". Nº 75/76. Las Palmas de Gran Canaria, 1960.
- Torriani, Leonardo. Descripción e historia del Reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones (1592). Traducción de A. Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1978.
- Viera y Clavijo, J. Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Tomo I. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1982.
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domingo, 29 de octubre de 2006
Memoria del volcán Teneguía
Juan Carlos Díaz Lorenzo (Cronista Oficial de Fuencaliente de La Palma)
Fuencaliente
A mediados de octubre de 1971 la tierra comenzó a temblar de forma intermitente en la mitad meridional de la isla de La Palma. En la madrugada del día 20, cinco días después de que se percibieran algunos temblores esporádicos, se produjo el primer movimiento sísmico de cierta intensidad, siendo especialmente percibido en los pueblos del valle de Aridane y en Fuencaliente, haciendo vibrar los cristales de las ventanas y las puertas de las casas.
A partir de entonces los temblores se sucedieron con relativa frecuencia, acompañados en ocasiones de ruidos subterráneos, sembrando el lógico temor entre los habitantes de la zona, que comprendieron rápidamente que, debajo de sus pies, en las entrañas de la Tierra, las fuerzas telúricas estaban fraguando una nueva erupción volcánica.
Así lo constata DIARIO DE AVISOS en su primera página, cuando dice que "sólo existe la lógica inquietud en los hogares palmeros y se siente el temor a la persistencia y a un siempre posible recrudecimiento en tales movimientos sísmicos que traen al recuerdo otros ya pasados, que sí dejaron profunda huella en la tierra isleña".
Durante el 22 de octubre, la estación hidrofónica de la Universidad de Columbia (EE.UU.) ubicada en Puerto Naos, registró en sus aparatos unos mil movimientos sísmicos, a un ritmo de cuatro por minuto, produciéndose daños en algunas viviendas, desplome de paredes y riscos...
En la mañana del día 26 la tierra seguía temblando en el subsuelo del pueblo de Fuencaliente y las poblaciones aledañas, con movimientos de breve intensidad, apreciándose hacia mediodía una pausa sísmica que duró hasta las tres de la tarde. Unos seis minutos después (15.06 horas) se escucharon una serie de ruidos subterráneos seguidos de varias explosiones de cierta intensidad, que alarmaron especialmente a la población del municipio sureño, elevándose, poco después, una densa columna de humo negro que señaló el comienzo de la nueva erupción volcánica.
En una zona de terreno en suave pendiente, con una ligera vaguada y en el sitio conocido como Bocas del Teneguía, comenzó a abrirse la tierra en una fractura en dirección Norte-Sur de la que salía humo, piedras y materia incandescente con un marcado carácter explosivo. En aquellos momentos se encontraban en las proximidades algunos vecinos dedicados a las faenas de la vendimia, quedando lógicamente sobresaltados ante lo que estaban viendo y dando inmediatamente la voz de alarma.
Con la prontitud que entonces permitían los medios disponibles, la emisora sindical "La Voz de la Isla de La Palma", Radio Nacional de España, Televisión Española y la Agencia Efe se ocuparon de difundir la noticia, que causó un fuerte impacto en la opinión pública, asociando el nombre de Fuencaliente de La Palma, una vez más, a la historia de los volcanes de Canarias.
Dos horas después del comienzo de la erupción, ya había dos bocas separadas entre sí unos cuarenta metros, por las que salían materiales incandescentes en medio de grandes ruidos, aunque por su escasa fuerza volvían a caer dentro de las fisuras, proyectando trozos hacia los alrededores y formando más tarde un pequeño río de lava.
Al anochecer se habían formado cuatro bocas situadas a poca distancia, lo cual, unido a su posición en el terreno, resultaba favorable -a juicio de los técnicos que entonces ya se habían personado en Fuencaliente- para la formación del río de lava, favorecido por un desnivel pronunciado de unos 200 metros y su previsible recorrido por una zona en la que no existían población ni cultivos, aunque desde el primer momento se temió por la integridad del faro. En efecto, a medianoche se habían formado dos brazos de lava que habían iniciado el camino hacia el mar, precipitándose uno de ellos por el acantilado de la Costa, en la vertiente occidental, constituyendo un espectáculo especialmente vistoso durante la noche, mientras que el otro siguió en dirección hacia la playa del faro.
Habían transcurrido entonces poco más de veintidós años desde el final de la erupción del volcán de San Juan, cuyo recuerdo permanecía indeleble en la memoria de quienes la habían vivido. Y en tan corto espacio de tiempo había nacido un nuevo volcán al que en un principio se pensó en llamarlo El Búcaro, San Evaristo o San Estanislao, siguiendo la costumbre palmera de utilizar hagiónimos para denominar a las manifestaciones telúricas.
Al final se decidió el nombre Teneguía, debido a su proximidad al roque de su mismo nombre -un pitón fonolítico al que se le calcula una edad geológica de unos 600.000 años- y gracias al empeño de un grupo de jóvenes fuencalenteros, entre los que se encontraba Octavio Santos Cabrera, cronista del volcán desde las páginas de DIARIO DE AVISOS, así como los periodistas Domingo Acosta Pérez, Gilberto Alemán de Armas y Luis Ortega Abraham.
La lava, según los cálculos de los técnicos, brotaba a 1.100 grados de temperatura y discurría por la corriente a un promedio de 120 metros por hora a una temperatura de 850 grados. Al entrar en contacto con el mar, la temperatura del agua en la orilla superaba los 60 grados.
Testimonios
"El día que reventó el volcán estábamos vendimiando en Las Machuqueras, a unos cuatrocientos metros, más no era. Yo sentía un zumbido y miraba al cielo, pensaba en un avión, ¿pero tan alto va que no se ve? Ya me parecía mucho ruido. Dije para mí: no, esto está cerca...". Así recuerda el agricultor Jesús Ramón Pestana Cabrera (1945), vecino de Fuencaliente, los primeros momentos de la erupción del volcán de Teneguía, ocurrida a primera hora de la tarde del 26 de octubre de 1971. Él fue, posiblemente, la primera persona en presenciar el nacimiento del singular acontecimiento y su memoria, tan precisa como exacta, constituye un documento oral de primera magnitud.
"Había terminado de vendimiar -prosigue su relato- y dejé seretas y todo. En aquel momento estaba solo, cuando subo hacia arriba y me dio por mirar abajo, miro al malpaís y veo una lengua de fuego reventando allí mismo, una hilera recta ardiente. ¡¡Entonces sí cogí miedo!! ¿no iba a coger miedo? ¡¡Cogí miedo y partí a correr. Cogí por la Cuesta Cansada hacia fuera, que era por donde más derecho salía y no cogí vueltas ni nada. Dije para mí: ¡¡corre, corre para fuera, corre para Los Canarios!!".
"Primero pensé que era el volcán de San Antonio reventando otra vez, no pensé que fuera otro volcán. Subí rápido y donde primero llegué fue al borde del viejo cráter para vigilar al otro desde arriba. Cuando llegué allí había más gente, como diez o doce personas. Los primeros bufidos que dio fueron a las tres en punto. Allí, donde reventó, había un ’golpe’ de higueras grande y se las zambulló en un momento. Las bocas chicas, las de aquí arriba, salieron donde estaban las higueras".
"Como a la hora llegó la Guardia Civil y empezó a atajar gente. Por cierto, que a uno de los primeros que mandaron fue a mí para que la gente no se metiera para abajo. Cada rato que pasaba el fuego era más alto. Como a las tres horas eso levantaba cuarenta o cincuenta metros de altura y al oscurecer ya se veía desde el pueblo. Había días que levantaba del volcán de San Antonio para arriba más de 500 metros. A mí eso me impresionó mucho. Cuando era de noche cerrada y daba una explosión grande, podías leer una carta de la luz que daba. Y otra cosa que bajó rápido fue la lava, en tres o cuatro horas llegó abajo. Caminaba a más de un paso de una persona. Yo creí que la playa y el faro se lo llevaba, porque iba rumbo a ella. Total, ¿qué le faltó?".
El relato de este fuencalentero no tiene desperdicio: "En casa no nos fuimos para ningún lado. Estábamos en plena vendimia. Nosotros, cuando eso, teníamos mucha cantidad de viña. Cogíamos más de sesenta pipas de mosto. Además, aquel era un año fuerte de uvas. Tuvimos que pedir un permiso al Ayuntamiento para poder andar con los furgones, porque había viña ahí debajo y viña por todos lados y eso estaba trancado de tanta gente que había. A los pocos días volví a vendimiar lo que quedaba al lado del volcán, sin miedo ninguno, porque ya se sabía que la lava iba para abajo. Uno miraba para allá y sabía que aquí acá no llegaba; y lo más cerca que estuve sería como a unos trescientos metros, o quizás menos. El volcán pegando bufidos y uno vendimiando (risas). Él estaba con su jaleo y yo en lo mío (risas). El día después de que reventó el volcán volví donde había estado y allí estaban las seretas y las tijeras. Estaban donde mismo las dejé. ¿Quién se metía ahí debajo? ¡Ahí nadie se metía!".
León Bienes Hernández (1927) era entonces el alcalde de Fuencaliente. "Los temblores de tierra -recuerda- empezaron unos diez días antes, más o menos, y como a los dos días vino a Fuencaliente el gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, más bien con la intención de tranquilizarnos. Fue entonces cuando se les ocurrió la idea del célebre sismógrafo con una plomada, de esas que se usan en la construcción. La plomada en cuestión, o sismógrafo rústico, si se prefiere, se colgó de la lámpara del despacho de la alcaldía. El modo de funcionamiento era bien sencillo. Si cuando se producía el temblor de tierra la plomada oscilaba de modo horizontal, no había mayor preocupación, pero si oscilaba de modo vertical, era que la erupción del volcán estaba cerca y lo teníamos debajo de los pies".
"Por fin, llegó el día en el que la plomada osciló de modo vertical. ¡Ay, mamá! De inmediato llamamos por teléfono al delegado del Gobierno, que era entonces Francisco Laína, y nos dijo que estuviéramos pendientes de cualquier humo o fuego y que buscáramos por la parte alta del municipio. Pero no aparecía nada. Yo bajé ese día a La Costa y de regreso a Las Indias, sobre las tres de la tarde, advertí una densa humareda por debajo del volcán de San Antonio. Y me dije: ¡ya reventó el volcán! No sabe la alegría que me llevé, porque, la verdad, estábamos muy preocupados con la posibilidad de que la erupción se produjera por encima del pueblo, en cualquier otro lugar de la Cumbre. Pero hasta en eso estuvo bien, vaya, porque donde reventó era un llano de malpaís, terreno de cultivo de poco interés".
Gran acontecimiento
Durante el tiempo que duró la erupción, miles de personas presenciaron la actividad del volcán. Hubo días que visitaron Fuencaliente unas quince mil personas, pese a las dificultades que surgieron para viajar a la isla, pues tanto Trasmediterránea como Iberia mantuvieron, inexplicablemente, la programación habitual. Sin embargo, sería la compañía aérea Spantax la que contribuyó a facilitar el traslado gracias a sus vuelos chárter, sobrevolando la zona del volcán para especial deleite de los afortunados pasajeros. Desde el puerto palmero se organizaron varios viajes en los barcos de cabotaje, entre ellos el histórico Sancho II.
Se multiplicaron los programas informativos y las imágenes del volcán, asociadas a Fuencaliente, dieron la vuelta al mundo. Expertos geólogos, vulcanólogos y geógrafos -entre ellos José María Fuster, Telesforo Bravo, Alfredo Hernández Pacheco, Alfredo Aparicio Yagüe, Leoncio Afonso Pérez y su hijo Antonio, también geógrafo; Domingo Pliego Dóniz, Víctor Higes Rolando, Eduardo Martínez de Pisón y un joven Juan Carlos Carracedo- y algunos extranjeros, como el profesor Chalgneau, miembro del Laboratorio de gases del Centro Nacional de Investigaciones de Francia, estudiaron el fenómeno con detalle y llevaron un mensaje de paz y tranquilidad a los habitantes de Fuencaliente.
La Guardia Civil instaló un puesto de control en Puente Roto (Villa de Mazo), ejerciendo un estricto control franqueando el paso de vehículos y personas, siendo necesario establecer un sentido único para el tráfico rodado. Al llegar a Fuencaliente, los visitantes se encontraron con una extraordinaria animación, que se hacía más intensa en los bares situados a lo largo de la carretera general, sobre todo en el "Bar Parada", convertido en el cuartel general de los periodistas, mientras que las autoridades tomaron posesión del Ayuntamiento.
El gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, manifestó que mantenía contacto telefónico frecuente con el ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi y que tanto el Jefe del Estado, general Franco, como el Príncipe Juan Carlos de Borbón, estaban informados de la evolución del acontecimiento y transmitían un mensaje de preocupación y afecto al pueblo fuencalentero en particular y al palmero en general.
El 6 de noviembre se produjo uno de los fenómenos más destacados de la erupción, al derrumbarse la gran masa de escorias y lavas acumuladas en torno al primer foco, originando una avalancha que se extendió rápidamente por la costa suroccidental de la Isla. Este cambio motivó, además, un espacio libre para las coladas lávicas, al tiempo que se produjo una notable actividad de fumarolas, formadas por una elevada proporción de óxido de carbono y otros gases tóxicos, actividad que se incrementó de modo considerable el día 7, lo mismo que en los cráteres.
A partir del 16 de noviembre comenzó un período de descenso de la actividad del volcán. La relativa tranquilidad se intercaló con un comportamiento mixto, proyectando materiales piroclásticos y emitiendo abundantes volúmenes de magma fluido.
La erupción tuvo un período activo de 24 días, pues la plena actividad cesó el 18 de noviembre siguiente. Se calcula que el volcán arrojó a la superficie unos 40 millones de metros cúbicos de magmas. Las lavas ocuparon una superficie de 2.135.000 metros cuadrados, de los cuales unos 290.000 metros cuadrados fueron ganados al mar.
La erupción del volcán Teneguía sólo causó un muerto en la persona de Juan Acosta Rodríguez, vecino de Las Indias, que falleció asfixiado en la zona conocida por Los Percheles, al inhalar una emanación de gases tóxicos. En la playa de Los Abadejos resultaron con síntomas de asfixia otras dos personas, una de las cuales incluso llegó a perder el conocimiento. Concluida la erupción, el volcán continuó siendo motivo de largas conversaciones en el pueblo de Fuencaliente y, en la actualidad, constituye uno de sus principales recursos turísticos.
Fuencaliente
A partir de entonces los temblores se sucedieron con relativa frecuencia, acompañados en ocasiones de ruidos subterráneos, sembrando el lógico temor entre los habitantes de la zona, que comprendieron rápidamente que, debajo de sus pies, en las entrañas de la Tierra, las fuerzas telúricas estaban fraguando una nueva erupción volcánica.
Así lo constata DIARIO DE AVISOS en su primera página, cuando dice que "sólo existe la lógica inquietud en los hogares palmeros y se siente el temor a la persistencia y a un siempre posible recrudecimiento en tales movimientos sísmicos que traen al recuerdo otros ya pasados, que sí dejaron profunda huella en la tierra isleña".
Durante el 22 de octubre, la estación hidrofónica de la Universidad de Columbia (EE.UU.) ubicada en Puerto Naos, registró en sus aparatos unos mil movimientos sísmicos, a un ritmo de cuatro por minuto, produciéndose daños en algunas viviendas, desplome de paredes y riscos...
En la mañana del día 26 la tierra seguía temblando en el subsuelo del pueblo de Fuencaliente y las poblaciones aledañas, con movimientos de breve intensidad, apreciándose hacia mediodía una pausa sísmica que duró hasta las tres de la tarde. Unos seis minutos después (15.06 horas) se escucharon una serie de ruidos subterráneos seguidos de varias explosiones de cierta intensidad, que alarmaron especialmente a la población del municipio sureño, elevándose, poco después, una densa columna de humo negro que señaló el comienzo de la nueva erupción volcánica.
En una zona de terreno en suave pendiente, con una ligera vaguada y en el sitio conocido como Bocas del Teneguía, comenzó a abrirse la tierra en una fractura en dirección Norte-Sur de la que salía humo, piedras y materia incandescente con un marcado carácter explosivo. En aquellos momentos se encontraban en las proximidades algunos vecinos dedicados a las faenas de la vendimia, quedando lógicamente sobresaltados ante lo que estaban viendo y dando inmediatamente la voz de alarma.
Con la prontitud que entonces permitían los medios disponibles, la emisora sindical "La Voz de la Isla de La Palma", Radio Nacional de España, Televisión Española y la Agencia Efe se ocuparon de difundir la noticia, que causó un fuerte impacto en la opinión pública, asociando el nombre de Fuencaliente de La Palma, una vez más, a la historia de los volcanes de Canarias.
Dos horas después del comienzo de la erupción, ya había dos bocas separadas entre sí unos cuarenta metros, por las que salían materiales incandescentes en medio de grandes ruidos, aunque por su escasa fuerza volvían a caer dentro de las fisuras, proyectando trozos hacia los alrededores y formando más tarde un pequeño río de lava.
Al anochecer se habían formado cuatro bocas situadas a poca distancia, lo cual, unido a su posición en el terreno, resultaba favorable -a juicio de los técnicos que entonces ya se habían personado en Fuencaliente- para la formación del río de lava, favorecido por un desnivel pronunciado de unos 200 metros y su previsible recorrido por una zona en la que no existían población ni cultivos, aunque desde el primer momento se temió por la integridad del faro. En efecto, a medianoche se habían formado dos brazos de lava que habían iniciado el camino hacia el mar, precipitándose uno de ellos por el acantilado de la Costa, en la vertiente occidental, constituyendo un espectáculo especialmente vistoso durante la noche, mientras que el otro siguió en dirección hacia la playa del faro.
Habían transcurrido entonces poco más de veintidós años desde el final de la erupción del volcán de San Juan, cuyo recuerdo permanecía indeleble en la memoria de quienes la habían vivido. Y en tan corto espacio de tiempo había nacido un nuevo volcán al que en un principio se pensó en llamarlo El Búcaro, San Evaristo o San Estanislao, siguiendo la costumbre palmera de utilizar hagiónimos para denominar a las manifestaciones telúricas.
Al final se decidió el nombre Teneguía, debido a su proximidad al roque de su mismo nombre -un pitón fonolítico al que se le calcula una edad geológica de unos 600.000 años- y gracias al empeño de un grupo de jóvenes fuencalenteros, entre los que se encontraba Octavio Santos Cabrera, cronista del volcán desde las páginas de DIARIO DE AVISOS, así como los periodistas Domingo Acosta Pérez, Gilberto Alemán de Armas y Luis Ortega Abraham.
La lava, según los cálculos de los técnicos, brotaba a 1.100 grados de temperatura y discurría por la corriente a un promedio de 120 metros por hora a una temperatura de 850 grados. Al entrar en contacto con el mar, la temperatura del agua en la orilla superaba los 60 grados.
Testimonios
"El día que reventó el volcán estábamos vendimiando en Las Machuqueras, a unos cuatrocientos metros, más no era. Yo sentía un zumbido y miraba al cielo, pensaba en un avión, ¿pero tan alto va que no se ve? Ya me parecía mucho ruido. Dije para mí: no, esto está cerca...". Así recuerda el agricultor Jesús Ramón Pestana Cabrera (1945), vecino de Fuencaliente, los primeros momentos de la erupción del volcán de Teneguía, ocurrida a primera hora de la tarde del 26 de octubre de 1971. Él fue, posiblemente, la primera persona en presenciar el nacimiento del singular acontecimiento y su memoria, tan precisa como exacta, constituye un documento oral de primera magnitud.
"Había terminado de vendimiar -prosigue su relato- y dejé seretas y todo. En aquel momento estaba solo, cuando subo hacia arriba y me dio por mirar abajo, miro al malpaís y veo una lengua de fuego reventando allí mismo, una hilera recta ardiente. ¡¡Entonces sí cogí miedo!! ¿no iba a coger miedo? ¡¡Cogí miedo y partí a correr. Cogí por la Cuesta Cansada hacia fuera, que era por donde más derecho salía y no cogí vueltas ni nada. Dije para mí: ¡¡corre, corre para fuera, corre para Los Canarios!!".
"Primero pensé que era el volcán de San Antonio reventando otra vez, no pensé que fuera otro volcán. Subí rápido y donde primero llegué fue al borde del viejo cráter para vigilar al otro desde arriba. Cuando llegué allí había más gente, como diez o doce personas. Los primeros bufidos que dio fueron a las tres en punto. Allí, donde reventó, había un ’golpe’ de higueras grande y se las zambulló en un momento. Las bocas chicas, las de aquí arriba, salieron donde estaban las higueras".
"Como a la hora llegó la Guardia Civil y empezó a atajar gente. Por cierto, que a uno de los primeros que mandaron fue a mí para que la gente no se metiera para abajo. Cada rato que pasaba el fuego era más alto. Como a las tres horas eso levantaba cuarenta o cincuenta metros de altura y al oscurecer ya se veía desde el pueblo. Había días que levantaba del volcán de San Antonio para arriba más de 500 metros. A mí eso me impresionó mucho. Cuando era de noche cerrada y daba una explosión grande, podías leer una carta de la luz que daba. Y otra cosa que bajó rápido fue la lava, en tres o cuatro horas llegó abajo. Caminaba a más de un paso de una persona. Yo creí que la playa y el faro se lo llevaba, porque iba rumbo a ella. Total, ¿qué le faltó?".
El relato de este fuencalentero no tiene desperdicio: "En casa no nos fuimos para ningún lado. Estábamos en plena vendimia. Nosotros, cuando eso, teníamos mucha cantidad de viña. Cogíamos más de sesenta pipas de mosto. Además, aquel era un año fuerte de uvas. Tuvimos que pedir un permiso al Ayuntamiento para poder andar con los furgones, porque había viña ahí debajo y viña por todos lados y eso estaba trancado de tanta gente que había. A los pocos días volví a vendimiar lo que quedaba al lado del volcán, sin miedo ninguno, porque ya se sabía que la lava iba para abajo. Uno miraba para allá y sabía que aquí acá no llegaba; y lo más cerca que estuve sería como a unos trescientos metros, o quizás menos. El volcán pegando bufidos y uno vendimiando (risas). Él estaba con su jaleo y yo en lo mío (risas). El día después de que reventó el volcán volví donde había estado y allí estaban las seretas y las tijeras. Estaban donde mismo las dejé. ¿Quién se metía ahí debajo? ¡Ahí nadie se metía!".
León Bienes Hernández (1927) era entonces el alcalde de Fuencaliente. "Los temblores de tierra -recuerda- empezaron unos diez días antes, más o menos, y como a los dos días vino a Fuencaliente el gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, más bien con la intención de tranquilizarnos. Fue entonces cuando se les ocurrió la idea del célebre sismógrafo con una plomada, de esas que se usan en la construcción. La plomada en cuestión, o sismógrafo rústico, si se prefiere, se colgó de la lámpara del despacho de la alcaldía. El modo de funcionamiento era bien sencillo. Si cuando se producía el temblor de tierra la plomada oscilaba de modo horizontal, no había mayor preocupación, pero si oscilaba de modo vertical, era que la erupción del volcán estaba cerca y lo teníamos debajo de los pies".
"Por fin, llegó el día en el que la plomada osciló de modo vertical. ¡Ay, mamá! De inmediato llamamos por teléfono al delegado del Gobierno, que era entonces Francisco Laína, y nos dijo que estuviéramos pendientes de cualquier humo o fuego y que buscáramos por la parte alta del municipio. Pero no aparecía nada. Yo bajé ese día a La Costa y de regreso a Las Indias, sobre las tres de la tarde, advertí una densa humareda por debajo del volcán de San Antonio. Y me dije: ¡ya reventó el volcán! No sabe la alegría que me llevé, porque, la verdad, estábamos muy preocupados con la posibilidad de que la erupción se produjera por encima del pueblo, en cualquier otro lugar de la Cumbre. Pero hasta en eso estuvo bien, vaya, porque donde reventó era un llano de malpaís, terreno de cultivo de poco interés".
Gran acontecimiento
Durante el tiempo que duró la erupción, miles de personas presenciaron la actividad del volcán. Hubo días que visitaron Fuencaliente unas quince mil personas, pese a las dificultades que surgieron para viajar a la isla, pues tanto Trasmediterránea como Iberia mantuvieron, inexplicablemente, la programación habitual. Sin embargo, sería la compañía aérea Spantax la que contribuyó a facilitar el traslado gracias a sus vuelos chárter, sobrevolando la zona del volcán para especial deleite de los afortunados pasajeros. Desde el puerto palmero se organizaron varios viajes en los barcos de cabotaje, entre ellos el histórico Sancho II.
Se multiplicaron los programas informativos y las imágenes del volcán, asociadas a Fuencaliente, dieron la vuelta al mundo. Expertos geólogos, vulcanólogos y geógrafos -entre ellos José María Fuster, Telesforo Bravo, Alfredo Hernández Pacheco, Alfredo Aparicio Yagüe, Leoncio Afonso Pérez y su hijo Antonio, también geógrafo; Domingo Pliego Dóniz, Víctor Higes Rolando, Eduardo Martínez de Pisón y un joven Juan Carlos Carracedo- y algunos extranjeros, como el profesor Chalgneau, miembro del Laboratorio de gases del Centro Nacional de Investigaciones de Francia, estudiaron el fenómeno con detalle y llevaron un mensaje de paz y tranquilidad a los habitantes de Fuencaliente.
La Guardia Civil instaló un puesto de control en Puente Roto (Villa de Mazo), ejerciendo un estricto control franqueando el paso de vehículos y personas, siendo necesario establecer un sentido único para el tráfico rodado. Al llegar a Fuencaliente, los visitantes se encontraron con una extraordinaria animación, que se hacía más intensa en los bares situados a lo largo de la carretera general, sobre todo en el "Bar Parada", convertido en el cuartel general de los periodistas, mientras que las autoridades tomaron posesión del Ayuntamiento.
El gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, manifestó que mantenía contacto telefónico frecuente con el ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi y que tanto el Jefe del Estado, general Franco, como el Príncipe Juan Carlos de Borbón, estaban informados de la evolución del acontecimiento y transmitían un mensaje de preocupación y afecto al pueblo fuencalentero en particular y al palmero en general.
El 6 de noviembre se produjo uno de los fenómenos más destacados de la erupción, al derrumbarse la gran masa de escorias y lavas acumuladas en torno al primer foco, originando una avalancha que se extendió rápidamente por la costa suroccidental de la Isla. Este cambio motivó, además, un espacio libre para las coladas lávicas, al tiempo que se produjo una notable actividad de fumarolas, formadas por una elevada proporción de óxido de carbono y otros gases tóxicos, actividad que se incrementó de modo considerable el día 7, lo mismo que en los cráteres.
A partir del 16 de noviembre comenzó un período de descenso de la actividad del volcán. La relativa tranquilidad se intercaló con un comportamiento mixto, proyectando materiales piroclásticos y emitiendo abundantes volúmenes de magma fluido.
La erupción tuvo un período activo de 24 días, pues la plena actividad cesó el 18 de noviembre siguiente. Se calcula que el volcán arrojó a la superficie unos 40 millones de metros cúbicos de magmas. Las lavas ocuparon una superficie de 2.135.000 metros cuadrados, de los cuales unos 290.000 metros cuadrados fueron ganados al mar.
La erupción del volcán Teneguía sólo causó un muerto en la persona de Juan Acosta Rodríguez, vecino de Las Indias, que falleció asfixiado en la zona conocida por Los Percheles, al inhalar una emanación de gases tóxicos. En la playa de Los Abadejos resultaron con síntomas de asfixia otras dos personas, una de las cuales incluso llegó a perder el conocimiento. Concluida la erupción, el volcán continuó siendo motivo de largas conversaciones en el pueblo de Fuencaliente y, en la actualidad, constituye uno de sus principales recursos turísticos.
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domingo, 2 de octubre de 2005
La erupción del volcán Martín
JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
Fuencaliente *
Sesenta y un años después del volcán de Tihuya (1585) se produjo la erupción del volcán de Martín, que afectó especialmente a los pagos de Tigalate y Fuencaliente, sobre los que expandió un manto de desolación. El cráter está localizado a 1.808 metros sobre el nivel del mar, en el extremo sur del edificio volcánico de la Cumbre Vieja y a unos dos kilómetros de la montaña de El Cabrito.
La erupción comenzó el 2 de octubre de 1646 y cesó el 18 de diciembre del mismo año. Derramó sus lavas en cantidad importante hacia la vertiente oriental de la isla, en una zona de pronunciada pendiente y cubrió un gran espacio hasta alcanzar el mar, entre los límites de Mazo y Fuencaliente, estimado en unos 7.600.000 metros cúbicos, según precisiones de la profesora Carmen Romero Ruiz, en su tesis doctoral, Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario (1991).
De la erupción de 1646 existen, que conozcamos, tres referencias correspondientes al siglo XVII. La primera se encuentra en el archivo municipal de La Laguna y sólo describe algunos de los efectos causados por la erupción:
"Y la cosecha de esta Ysla fue muy moderada y corta y la de la Ysla de La Palma por el bolcán que se a abierto, se teme grande necesidad por haberse cubierto las tierras y esterilizádose con lo que ha salido de dichos bolcanes de fuego..."
La segunda cita, publicada en 1667 por la Royal Society y traducida al español por el profesor Víctor Morales Lezcano, está recogida en una interesante descripción de un ascenso a la cima del Teide, realizado hacia mediados del siglo XVII, de la que se pueden deducir algunos datos de interés:
"Todo lo cual viene confirmado, según él, por el último ejemplo de la Isla de La Palma, a diez y ocho leguas de Tenerife, en donde explotó un volcán hace doce, por cuya violencia se originó tal terremoto en esta isla, que él y otros más huyeron de sus casas, temiendo que se desplomaran encima de ellos. Oyeron los torrentes de azufre ardiendo como truenos y vieron el fuego durante la noche tan claro como un cirio en una habitación durante unas seis semanas. Y el viento trajo tantas nubes de arena y cenizas, depositadas en su propio sombrero, como para llenar un bote de arena de su tintero".
La tercera referencia está tomada del historiador Núñez de la Peña, que en 1676 escribió:
"En el año de 1646, por el mes de noviembre, rebentó un bolcán en la isla de La Palma, con tan grandes terremotos, temblores de tierra y truenos, que se oyeron en todas las islas; despedía de sí un arroyo de fuego y açufre, que salió al mar. Los vezinos de la ciudad truxeron a ella en procesión a Nuestra Señora de Las Nieves; imagen muy milagrosa; y al otro día, caso admirable, amaneció el bolcán cubierto de nieue, con que cessó, auviendo durado algunos días".
Otros autores han dedicado atención a la citada erupción, entre ellos Lucas Fernández Navarro, quien, en su trabajo sobre la erupción del Chinyero (1909), se refiere al volcán de Martín, apoyándose en los datos que le había facilitado la sociedad "La Cosmológica", de Santa Cruz de La Palma, precisando que existen dos acuerdos: uno, del Cabildo palmero, de 19 de octubre de 1646 y otro del Ayuntamiento, de 1 de febrero de 1647.
Acuerdo. En este último se describe la erupción como sigue:
"El señor Capitán Diego de Guisla Vanderwalle dijo que como es notorio por dos del mes de octubre del pasado año de 1646, sobre Tigalate, cuatro leguas desta Ciudad y junto a la montaña del Cabrito en la Joya de la Manteca, rebentó un Bolcán de fuego que duró desde el dicho día hasta 18 de Diziembre y en todo el dicho tiempo no zesó de brotar llamas y hechar piedras corriendo á los principios cuatro ríos de fuego que llegaron á el mar y la retiraron más de 300 brazas, y así mismo junto a la orilla del mar y frontero deste Volcán rebentaron otros dos que hecharon de sí mucha cantidad de fuego y una materia que corría como brea derretida y llegando á la mar se congelaba y convertía en piedra y la retiró en mucha cantidad y por los fines se incorporaron los dos ríos que salieron primero y toda la tierra por donde pasaron quedó destruida y en ello tubieron muy gran pérdida los vecinos que tenían sus haciendas de pan y sembrar, y algunos parrales con casas de vivienda, graneros y tanques de recoger agua, y con la arena y jabre que arrojó de sí el dicho Bolcán este deshizo las tierras de Foncaliente, y otras circunvecinas, y se destruyó y quedó todo el pinar y monte de Foncaliente y se ha perdido y perdió mucha cantidad de ganado que se apazentaba en aquellas partes, y se impidió el uso de pastar de la mayor parte del ganado desta Isla; que por ser término de todos los vecinos se valían de hechar allí en invierno y así mismo los colmenares que había en aquellas partes quedaron destruidos con el dicho fuego, arena y jabre y falto de flores para el sustento de las avejas.- Y esta isla estubo en tanto aprieto con los continuos temblores de tierra, estrallidos y truenos que causaba el dicho Volcán, y con la arena que cayó en esta Ciudad y en toda esta Isla".
Viera y Clavijo, aunque no coincide en la fecha propuesta para el comienzo de la erupción, describe la misma en términos muy análogos a los consignados y cita lo siguiente: "(...) el 13 de noviembre (1646) reventó sobre Tigalate, cuatro leguas de la capital, un volcán, con tan horribles terremotos y truenos, que se asombraron las demás islas comarcanas. Cuatro ríos de materia inflamada corrieron hasta el mar, donde, congelados en lava y peña viva, le retiraron más de 300 brazas, uniéndose allí con el fuego y azufre de otras dos bocas abiertas casi a la misma legua del mar".
En el Diario de Notas Locales del capitán Andrés de Valcárcel y Lugo, natural de Santa Cruz de La Palma, en donde transcurrió la mayor parte de su vida, y bajo el título Cosas notables: volcanes, se encuentran algunas referencias concretas, por haber sido testigo presencial del acontecimiento:
"En 30 de Setiembre deste año de 1646, que fue domingo, se sintió en esta isla, a media noche, un temblor de tierras, aunque no fue sentido de todos; y luego el lunes 1º de Octubre se sintió de noche un ruido como de piezas disparadas en parte muy remota, que con dificultad se apercibe el ruido; y este día se vio en la parte de Fuencaliente, en la montaña que dicen de la Manteca, salir humo sin cesar, con que luego se echó de ver era volcán, y así por tres o cuatro días estuvo echando el humo muy espeso y tanto, que parecía llegaba a los cielos así condensado; y luego, pasados los dichos días, empezó a hacer tanto ruido y a disparar como si se disparasen un gran número de artillería, con tan gran ruido, que en todas las islas se oían, y echaba de sí piedras en tanta cantidad, que parecían bandos de aves, y tan grandes que de cualquier parte desta isla y de noche con la obscuridad de ella se veían con más evidencia porque parecía cada piedra una ascua viva de fuego, y de esta muchedumbre de piedras que vomitaba se hicieron los caudalosos ríos que corrieron dél, y se entraron en el mar, en tantas brazas como se puede ver; y estos ríos de piedras eran todo un vivo fuego, y así de noche se veían correr de cualquier parte de la isla de Tenerife".
"Echó de sí, por muchos días, gran cantidad de arena que cayó y llegó a la isla de Tenerife, y en ésta fue en tanta cantidad, que los ganados no tenían qué comer por estar los pastos llenos de esta arena. Hubo muchos temblores de tierra en todos estos días y los edificios parecía venían al suelo, con que todos estábamos temerosos y nos recogimos algunas noches en los bajos de las casas y algunos estando en los patios; y una noche fueron tantos y tan grandes, que todos los habitantes de la isla se fueron a las Iglesias, y a media noche se hizo una solemne procesión con Ntra. Señora de las Nieves, que estaba en la Parroquial de esta ciudad, y se trajo a ella en esta ocasión para que nos favoreciese en ella, y todos iban en ella con la mayor devoción que se puede ponderar y algunos llorando y todos temiendo el castigo de Dios. Y el no haberse caído los edificios y sucedido con estos lamentables sucesos, lo atribuimos a la intercesión de tan buena medianera como la Virgen de las Nieves".
"Los ríos que corrían llevaban piedras tan grandes, como barcos de 18 a 20 pipas, y estas piedras iban embasadas en una materia líquida como brea, y con la claridad del día estos ríos y las piedras que lanzaba, de que se hacían, parecían negras, y con las tinieblas de la noche, parecían lo que eran, que eran un vivo fuego a la manera de una barra de hierro caldeada en la fragua, si es que puede haberla tal que la hiciese y pusiese en tan vivo fuego como parecían los dichos ríos y piedras que echaba por la boca que abrió dicho volcán".
"Hizo muchos daños en las tierras por donde corrió. Todo lo dicho digo como tengo de vista, porque el Sr. Lcdo. Dn. Juan de la Hoya, Teniente de esta isla, y otros amigos, fuimos y dormimos una noche en una casa próxima a él, y aquél día llegamos y nos acercamos hasta un arroyo que ya no corría; y duró este volcán con sus arroyos, temblores y ruidos hasta el 21 de Diciembre; y fue cosa pública y notoria que la Gloriosísima Señora de las Nieves, Nuestra Señora, con su rocío favorable, nevó en el volcán; y en esta isla hubo un rocío pequeño, que tanto como esto puede la Reina de los Ángeles Nuestra Señora con su Benditísimo Hijo Nuestro Redentor Jesucristo. En esta ocasión estaban todos los vecinos de esta isla tan devotos y frecuentadores de los templos, que no salían de ellos".
Otros documentos. En 1934, el historiador Agustín Millares Carló publicó en la Revista del Museo Canario uno de los mejores documentos encontrados hasta entonces sobre esta erupción. Se trata de un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, del que es autor el gobernador de las islas de Tenerife y La Palma, que dirigió al Rey el 18 de diciembre de 1646.
En el documento se dice que "se sintió gran estruendo en toda la dicha Ysla (de Tenerife), en forma de artillería gruesa y escaramuças... tanto que hallándome en La Laguna... y creyendo que eran algunas armadas que estauan peleando, despaché... a descubrir las causas; y no hauiéndose visto nada, estando todos con notable confusión y espanto, porque los estruendos crecían, tuue auiso de Garachico de cómo se hauía descubierto un fuego grande y espantoso en la Ysla de La Palma... y que del mismo fuego se distinguían otros fuegos grandes, que hauían rebentado en aquella parte... y que acaso podían faltar embarcaciones a los moradores para huirle... despaché vn barco, a posta...".
Por último, encontramos otro dato de cierto interés, que lo aporta Juan B. Lorenzo en el tomo tercero de Noticias para la Historia de La Palma, refiriéndose a un informe de asuntos relacionados con La Palma, enviado por las autoridades de la isla a través de licenciado Blas Simón de Silva, mensajero a la Corte en 1649, que se expresa así:
"Y ultra de esto por nuestros pecados con el estraordinario y no pensado caso del Volcán que reventó por Octubre pasado de 1646, que parece que hasta la naturaleza y los elementos nos han querido hacer guerra; y ya que los ejércitos de enemigos que andan en otras partes no pisan esta tierra, sucedió este terrible y temeroso accidente, cuyos efectos fueron mayores que los de un poderoso ejército de enemigos, pues los tronidos que dio como de grandes piezas de artillería; la horrible voca que abrió; el nuna visto fuego, de que corrieron cinco ríos á la mar; la arena y ceniza que llovió; el temor y congoja que causó en todos, fue mayor de lo que se puede decir ni significar, y así asoló y dejó inútiles muchas tierras y términos de ganados y causó otros lastimosos y miserables efectos que á Vmd. constan y son notorios, y podrá como quien los vio y padeció, dar á entender mas por estenso de que lleva Vmd. informaciones y aun no bien significado en ellas la realidad del suceso".
* Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente de La Palma.
Fuencaliente *
La erupción comenzó el 2 de octubre de 1646 y cesó el 18 de diciembre del mismo año. Derramó sus lavas en cantidad importante hacia la vertiente oriental de la isla, en una zona de pronunciada pendiente y cubrió un gran espacio hasta alcanzar el mar, entre los límites de Mazo y Fuencaliente, estimado en unos 7.600.000 metros cúbicos, según precisiones de la profesora Carmen Romero Ruiz, en su tesis doctoral, Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario (1991).
De la erupción de 1646 existen, que conozcamos, tres referencias correspondientes al siglo XVII. La primera se encuentra en el archivo municipal de La Laguna y sólo describe algunos de los efectos causados por la erupción:
"Y la cosecha de esta Ysla fue muy moderada y corta y la de la Ysla de La Palma por el bolcán que se a abierto, se teme grande necesidad por haberse cubierto las tierras y esterilizádose con lo que ha salido de dichos bolcanes de fuego..."
La segunda cita, publicada en 1667 por la Royal Society y traducida al español por el profesor Víctor Morales Lezcano, está recogida en una interesante descripción de un ascenso a la cima del Teide, realizado hacia mediados del siglo XVII, de la que se pueden deducir algunos datos de interés:
"Todo lo cual viene confirmado, según él, por el último ejemplo de la Isla de La Palma, a diez y ocho leguas de Tenerife, en donde explotó un volcán hace doce, por cuya violencia se originó tal terremoto en esta isla, que él y otros más huyeron de sus casas, temiendo que se desplomaran encima de ellos. Oyeron los torrentes de azufre ardiendo como truenos y vieron el fuego durante la noche tan claro como un cirio en una habitación durante unas seis semanas. Y el viento trajo tantas nubes de arena y cenizas, depositadas en su propio sombrero, como para llenar un bote de arena de su tintero".
La tercera referencia está tomada del historiador Núñez de la Peña, que en 1676 escribió:
"En el año de 1646, por el mes de noviembre, rebentó un bolcán en la isla de La Palma, con tan grandes terremotos, temblores de tierra y truenos, que se oyeron en todas las islas; despedía de sí un arroyo de fuego y açufre, que salió al mar. Los vezinos de la ciudad truxeron a ella en procesión a Nuestra Señora de Las Nieves; imagen muy milagrosa; y al otro día, caso admirable, amaneció el bolcán cubierto de nieue, con que cessó, auviendo durado algunos días".
Otros autores han dedicado atención a la citada erupción, entre ellos Lucas Fernández Navarro, quien, en su trabajo sobre la erupción del Chinyero (1909), se refiere al volcán de Martín, apoyándose en los datos que le había facilitado la sociedad "La Cosmológica", de Santa Cruz de La Palma, precisando que existen dos acuerdos: uno, del Cabildo palmero, de 19 de octubre de 1646 y otro del Ayuntamiento, de 1 de febrero de 1647.
Acuerdo. En este último se describe la erupción como sigue:
"El señor Capitán Diego de Guisla Vanderwalle dijo que como es notorio por dos del mes de octubre del pasado año de 1646, sobre Tigalate, cuatro leguas desta Ciudad y junto a la montaña del Cabrito en la Joya de la Manteca, rebentó un Bolcán de fuego que duró desde el dicho día hasta 18 de Diziembre y en todo el dicho tiempo no zesó de brotar llamas y hechar piedras corriendo á los principios cuatro ríos de fuego que llegaron á el mar y la retiraron más de 300 brazas, y así mismo junto a la orilla del mar y frontero deste Volcán rebentaron otros dos que hecharon de sí mucha cantidad de fuego y una materia que corría como brea derretida y llegando á la mar se congelaba y convertía en piedra y la retiró en mucha cantidad y por los fines se incorporaron los dos ríos que salieron primero y toda la tierra por donde pasaron quedó destruida y en ello tubieron muy gran pérdida los vecinos que tenían sus haciendas de pan y sembrar, y algunos parrales con casas de vivienda, graneros y tanques de recoger agua, y con la arena y jabre que arrojó de sí el dicho Bolcán este deshizo las tierras de Foncaliente, y otras circunvecinas, y se destruyó y quedó todo el pinar y monte de Foncaliente y se ha perdido y perdió mucha cantidad de ganado que se apazentaba en aquellas partes, y se impidió el uso de pastar de la mayor parte del ganado desta Isla; que por ser término de todos los vecinos se valían de hechar allí en invierno y así mismo los colmenares que había en aquellas partes quedaron destruidos con el dicho fuego, arena y jabre y falto de flores para el sustento de las avejas.- Y esta isla estubo en tanto aprieto con los continuos temblores de tierra, estrallidos y truenos que causaba el dicho Volcán, y con la arena que cayó en esta Ciudad y en toda esta Isla".
Viera y Clavijo, aunque no coincide en la fecha propuesta para el comienzo de la erupción, describe la misma en términos muy análogos a los consignados y cita lo siguiente: "(...) el 13 de noviembre (1646) reventó sobre Tigalate, cuatro leguas de la capital, un volcán, con tan horribles terremotos y truenos, que se asombraron las demás islas comarcanas. Cuatro ríos de materia inflamada corrieron hasta el mar, donde, congelados en lava y peña viva, le retiraron más de 300 brazas, uniéndose allí con el fuego y azufre de otras dos bocas abiertas casi a la misma legua del mar".
En el Diario de Notas Locales del capitán Andrés de Valcárcel y Lugo, natural de Santa Cruz de La Palma, en donde transcurrió la mayor parte de su vida, y bajo el título Cosas notables: volcanes, se encuentran algunas referencias concretas, por haber sido testigo presencial del acontecimiento:
"En 30 de Setiembre deste año de 1646, que fue domingo, se sintió en esta isla, a media noche, un temblor de tierras, aunque no fue sentido de todos; y luego el lunes 1º de Octubre se sintió de noche un ruido como de piezas disparadas en parte muy remota, que con dificultad se apercibe el ruido; y este día se vio en la parte de Fuencaliente, en la montaña que dicen de la Manteca, salir humo sin cesar, con que luego se echó de ver era volcán, y así por tres o cuatro días estuvo echando el humo muy espeso y tanto, que parecía llegaba a los cielos así condensado; y luego, pasados los dichos días, empezó a hacer tanto ruido y a disparar como si se disparasen un gran número de artillería, con tan gran ruido, que en todas las islas se oían, y echaba de sí piedras en tanta cantidad, que parecían bandos de aves, y tan grandes que de cualquier parte desta isla y de noche con la obscuridad de ella se veían con más evidencia porque parecía cada piedra una ascua viva de fuego, y de esta muchedumbre de piedras que vomitaba se hicieron los caudalosos ríos que corrieron dél, y se entraron en el mar, en tantas brazas como se puede ver; y estos ríos de piedras eran todo un vivo fuego, y así de noche se veían correr de cualquier parte de la isla de Tenerife".
"Echó de sí, por muchos días, gran cantidad de arena que cayó y llegó a la isla de Tenerife, y en ésta fue en tanta cantidad, que los ganados no tenían qué comer por estar los pastos llenos de esta arena. Hubo muchos temblores de tierra en todos estos días y los edificios parecía venían al suelo, con que todos estábamos temerosos y nos recogimos algunas noches en los bajos de las casas y algunos estando en los patios; y una noche fueron tantos y tan grandes, que todos los habitantes de la isla se fueron a las Iglesias, y a media noche se hizo una solemne procesión con Ntra. Señora de las Nieves, que estaba en la Parroquial de esta ciudad, y se trajo a ella en esta ocasión para que nos favoreciese en ella, y todos iban en ella con la mayor devoción que se puede ponderar y algunos llorando y todos temiendo el castigo de Dios. Y el no haberse caído los edificios y sucedido con estos lamentables sucesos, lo atribuimos a la intercesión de tan buena medianera como la Virgen de las Nieves".
"Los ríos que corrían llevaban piedras tan grandes, como barcos de 18 a 20 pipas, y estas piedras iban embasadas en una materia líquida como brea, y con la claridad del día estos ríos y las piedras que lanzaba, de que se hacían, parecían negras, y con las tinieblas de la noche, parecían lo que eran, que eran un vivo fuego a la manera de una barra de hierro caldeada en la fragua, si es que puede haberla tal que la hiciese y pusiese en tan vivo fuego como parecían los dichos ríos y piedras que echaba por la boca que abrió dicho volcán".
"Hizo muchos daños en las tierras por donde corrió. Todo lo dicho digo como tengo de vista, porque el Sr. Lcdo. Dn. Juan de la Hoya, Teniente de esta isla, y otros amigos, fuimos y dormimos una noche en una casa próxima a él, y aquél día llegamos y nos acercamos hasta un arroyo que ya no corría; y duró este volcán con sus arroyos, temblores y ruidos hasta el 21 de Diciembre; y fue cosa pública y notoria que la Gloriosísima Señora de las Nieves, Nuestra Señora, con su rocío favorable, nevó en el volcán; y en esta isla hubo un rocío pequeño, que tanto como esto puede la Reina de los Ángeles Nuestra Señora con su Benditísimo Hijo Nuestro Redentor Jesucristo. En esta ocasión estaban todos los vecinos de esta isla tan devotos y frecuentadores de los templos, que no salían de ellos".
Otros documentos. En 1934, el historiador Agustín Millares Carló publicó en la Revista del Museo Canario uno de los mejores documentos encontrados hasta entonces sobre esta erupción. Se trata de un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, del que es autor el gobernador de las islas de Tenerife y La Palma, que dirigió al Rey el 18 de diciembre de 1646.
En el documento se dice que "se sintió gran estruendo en toda la dicha Ysla (de Tenerife), en forma de artillería gruesa y escaramuças... tanto que hallándome en La Laguna... y creyendo que eran algunas armadas que estauan peleando, despaché... a descubrir las causas; y no hauiéndose visto nada, estando todos con notable confusión y espanto, porque los estruendos crecían, tuue auiso de Garachico de cómo se hauía descubierto un fuego grande y espantoso en la Ysla de La Palma... y que del mismo fuego se distinguían otros fuegos grandes, que hauían rebentado en aquella parte... y que acaso podían faltar embarcaciones a los moradores para huirle... despaché vn barco, a posta...".
Por último, encontramos otro dato de cierto interés, que lo aporta Juan B. Lorenzo en el tomo tercero de Noticias para la Historia de La Palma, refiriéndose a un informe de asuntos relacionados con La Palma, enviado por las autoridades de la isla a través de licenciado Blas Simón de Silva, mensajero a la Corte en 1649, que se expresa así:
"Y ultra de esto por nuestros pecados con el estraordinario y no pensado caso del Volcán que reventó por Octubre pasado de 1646, que parece que hasta la naturaleza y los elementos nos han querido hacer guerra; y ya que los ejércitos de enemigos que andan en otras partes no pisan esta tierra, sucedió este terrible y temeroso accidente, cuyos efectos fueron mayores que los de un poderoso ejército de enemigos, pues los tronidos que dio como de grandes piezas de artillería; la horrible voca que abrió; el nuna visto fuego, de que corrieron cinco ríos á la mar; la arena y ceniza que llovió; el temor y congoja que causó en todos, fue mayor de lo que se puede decir ni significar, y así asoló y dejó inútiles muchas tierras y términos de ganados y causó otros lastimosos y miserables efectos que á Vmd. constan y son notorios, y podrá como quien los vio y padeció, dar á entender mas por estenso de que lleva Vmd. informaciones y aun no bien significado en ellas la realidad del suceso".
* Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente de La Palma.
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