domingo, 27 de noviembre de 2005

Las escalas del "Vera Cruz" y "Santa María"

JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
S.C DE LA PALMA


En la historia de los barcos que hicieron posible la emigración legal de miles de canarios a Venezuela ocupa un puesto destacado el protagonismo de los trasatlánticos portugueses Vera Cruz y Santa María, dos hermosos "paquetes" pertenecientes a la Compañía Colonial de Navegación, una de las navieras europeas más importantes de la época con sede en Lisboa.

Los citados trasatlánticos inscribieron sus nombres en la historia marinera de La Palma con motivo de las únicas escalas que hicieron en 1955 y 1960, coincidiendo con las fiestas de la Bajada de la Virgen de Nuestra Señora de Las Nieves, cuando arribaron en viaje directo desde La Guaira y fondearon al resguardo del Risco de la Concepción para desembarcar las expediciones de paisanos que regresaban a su isla natal con motivo de la cita lustral. Aquellos eran otros tiempos y en la patria de Bolívar, convertida en tierra prometida, miles de palmeros dedicaron sus mejores afanes y desvelos a salir adelante, contribuyendo generosamente al desarrollo de Venezuela, un país -la octava isla, en el decir de Ernesto Salcedo- tan entrañable para todos los canarios.

La presencia de estos barcos en el puerto palmero se convirtió en un acontecimiento extraordinario, enmarcado en el hecho, de por sí importante, de las Fiestas Lustrales. La gente acudía en masa al muelle en una época en la que había pocas noticias, para presenciar el retorno temporal de los nuevos "indianos" que llegaban desde la otra orilla del Atlántico. Transcurrido medio siglo desde la escala del primero y 45 años del segundo, evocamos en esta crónica dominical la historia marinera de aquellos barcos y sus vínculos con La Palma.

A comienzos de la década de los cincuenta, la Compañía Colonial de Navegación atendía la línea de Centroamérica con el trasatlántico Serpa Pinto y, al mismo tiempo, había contratado en los astilleros John Cockerill, en Hoboken (Bélgica) la construcción de dos nuevos "liners" que, bautizados con los nombres de Vera Cruz y Santa María, serían el orgullo legítimo de su contraseña y de la nación portuguesa. Aunque sus estampas marineras eran muy parecidas, sin embargo no eran exactamente gemelos y el concepto de su diseño siguió el criterio "20-20-20", es decir, 20.000 toneladas de registro bruto, 20.000 caballos de potencia y 20 nudos de velocidad.

En líneas generales, ambos buques tenían 21.765 toneladas de registro bruto y medían 201,23 metros de eslora total -200,67 metros en el Santa María-, 25 de manga, 14,20 de puntal y 9,17 de calado máximo. Tenía capacidad para 1.296 pasajeros -1.292 su gemelo- y el equipo propulsor estaba formado por un grupo de seis turbinas de vapor, con la expresada potencia y velocidad máxima sobre dos ejes.



"Vera Cruz"


El 2 de junio de 1951 se procedió a la botadura de este buque, que fue entregado en febrero de 1952 y el 20 de marzo siguiente inició la línea regular entre Lisboa, Funchal, Río de Janeiro y Santos, ampliada a partir de 1953 con la inclusión de la escala en Buenos Aires.

Su primera escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife -capitán, Ambrosio Pereira- se produjo el 23 de julio de 1954, fecha en que arribó procedente de Vigo, Lisboa y Funchal en viaje a La Guaira, Curazao y La Habana. Atracó en el muelle Sur, con 940 pasajeros a bordo, siendo despachado por la consignataria Camilo Martinón Navarro.

Casi un año después, el 7 de junio de 1955, el elegante trasatlántico arribó en su primera y única escala en el puerto de Santa Cruz de La Palma. Fondeó al resguardo del Risco de La Concepción, cerca de donde se encontraba el vapor español Genil, de la Compañía Marítima Frutera, mientras que en el muelle compartían atraque los fruteros Borreby, de la compañía danesa Det Forenade y el histórico frutero Monte de la Esperanza, de Naviera Aznar.

El trasatlántico Vera Cruz alternó los dos itinerarios citados y en enero de 1958 inició un nuevo servicio triangular desde Lisboa con escalas en Vigo, Funchal, Sâo Vicente, Santos, Río de Janeiro, Salvador, Recife, La Guaira, Curazao, Santa Cruz de Tenerife, Funchal, Vigo y retorno a Lisboa.

Entre el 20 de junio de 1959 y el 11 de diciembre de 1960 realizó seis viajes de Lisboa a Angola llevando tropas, con las que el Gobierno de Portugal trataba de hacer frente a los movimientos independentistas y la guerrilla declarada en la antigua colonia portuguesa. En esta época, Portugal venía experimentando serias dificultades en sus posesiones de ultramar. En 1953, el gobierno había rehusado negociar con la India el estatuto de los enclaves de Goa, Damán y Diu y éstas fueron ocupadas por las tropas hindúes el 17 de diciembre de 1961. En febrero de ese mismo año estallaron los disturbios en Angola. En 1963, la guerrilla se extendió a la Guinea Portuguesa y en 1964, a Mozambique.

En la metrópoli, las elecciones presidenciales del 25 de julio de 1965 reafirmaron en el cargo al almirante Américo Thomaz, en un clima político tenso, precedido en julio por el asesinato del general Umberto Quintero. El 16 de septiembre de 1968, Salazar, enfermo, tuvo que renunciar al poder y le sustituyó Marcelo Caetano, que intentó gobernar siguiendo el mismo método con un barniz democrático a su acción. Sin embargo, la situación continuó degradándose en las colonias de ultramar. En Guinea Bissau, los nacionalistas organizaron una guerrilla eficaz contra las tropas portuguesas. En Angola, mientras el ejército controlaba las ciudades, los rebeldes dominaban las zonas rurales y en Mozambique, el FRELIMO controlaba todo el Norte del país.

El 28 de marzo de 1961, el trasatlántico Vera Cruz zarpó de Lisboa en el que sería su último viaje a Brasil. El conflicto de Angola obligó a una utilización más intensa del buque en su misión de transporte de tropas, en el que se mantuvo hasta enero de 1972. Un año después, en abril de 1973, fue vendido para desguace en Kaohsiung (Taiwán).



"Santa María"

Al igual que el Vera Cruz era un buque de elegante y airosa estampa marinera, de notable obra muerta y bien proporcionado, que fue puesto a flote el 20 de septiembre de 1952 y entregado a sus armadores en septiembre de 1953. Desde su puesta en servicio navegó en la línea regular de Brasil y Argentina, y en unión del Vera Cruz alternó en la línea de Venezuela y Centroamérica hasta 1956, en que pasó a cubrirla con carácter exclusivo, incluyendo en su itinerario una escala en La Habana hasta 1961, así como en Port Everglades.

El 10 de noviembre de 1958, en viaje de Lisboa a Santa Cruz de Tenerife, el trasatlántico Santa María participó en la búsqueda de un hidroavión que unas horas antes había informado por radio de la necesidad de efectuar un amaraje forzoso, cuando volaba de la capital lisboeta a Funchal con 36 pasajeros a bordo.

El 11 de junio de 1960, el trasatlántico Santa María arribó en su primera y única escala en el puerto de Santa Cruz de La Palma. Dadas las limitaciones del muelle y el calado del buque, al igual que su gemelo fondeó al resguardo del Risco de la Concepción y los pasajeros que llegaban de Venezuela desembarcaron en los botes del barco, mientras cientos de personas, entre familiares, amigos y curiosos los recibían en el muelle. Aquel era año lustral, por lo que la razón oficial del viaje organizado por un grupo de palmeros residentes en Caracas era la celebración de la Bajada de Nuestra Señora de Las Nieves.

Sin embargo, el acontecimiento más célebre en la historia marinera del Santa María se produjo en 1961, cuando un grupo armado compuesto por españoles y portugueses protagonizó el secuestro del trasatlántico, convirtiéndose así en el primer acto político de piratería en la mar. El efecto propagandístico contra los regímenes de Salazar y Franco fue notable, ya que el barco fue acosado por unidades de EE.UU., Gran Bretaña, Holanda, España y Portugal. La operación estuvo dirigida por Henrique Galvâo aunque el cerebro de la organización fue el nacionalista gallego José Velo Mosquera y en su preparación tomaron parte activa Humberto Delgado y Jorge Fernández de Sotomayor, exilados todos ellos en Venezuela y Brasil.

Aunque en principio sus promotores pensaron en secuestrar un barco español -se habló de uno de los buques de Trasatlántica-, al final se decidió que fuera uno de los trasatlánticos emblemáticos de la Marina Mercante de Portugal. El secuestro del Santa María tuvo una amplia resonancia internacional y contribuyó al comienzo de la lucha anticolonialista en Angola.

En la madrugada del 22 de enero de 1961, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) comenzó el secuestro del trasatlántico Santa María, en viaje de La Guaira a Santa Cruz de Tenerife, Lisboa y Vigo, en el que viajaban 650 pasajeros y 350 tripulantes.

El comando, compuesto por una veintena de personas, estaba a las órdenes del capitán Henrique Galvâo y del comandante Sotomayor, aunque su verdadero nombre era José Fernando Fernández Vázquez. Entre ambos surgieron divergencias que lastraron la operación. La toma del puente de mando, realizada sin acuerdo previo, provocó un tiroteo en el que murió el tercer oficial y resultaron heridos otros tres tripulantes. El trasatlántico fue rebautizado para la ocasión con el nombre simbólico de Santa Liberdade.

Sotomayor y Velo pretendieron desviar el barco a la colonia de Fernando Poo, pero Galvâo quiso que fuera a Luanda. El desarrollo de la "Operación Dulcinea", nombre en clave del asalto de los antifascistas, impedirá saber si el capitán Galvâo pretendía desembarcar en Angola -donde había sido gobernador y encarcelado por sus duras críticas a la política de la metrópoli en África- o planeaba refugiarse en Brasil, donde iba a estrenar presidencia Jánio Quadros, un político que simpatizaba con la oposición portuguesa.

Uno de los enigmas más significativos está en saber por qué no hubo acuerdo para asaltar el puente de mando del Santa María. La intención estaba en hacerlo a la una de la madrugada, para desviar el barco en el Atlántico, pero los líderes de la operación no se pusieron de acuerdo. El médico pidió desembarcar a los heridos en Castries, en la isla de Santa Luzía y Galvâo aceptó por razones humanitarias, aunque ello supuso localizarlo de inmediato, pues hasta entonces había estado en paradero desconocido.

El 24 de enero, Oliveira Salazar ordenó la movilización de la Marina portuguesa y pidió la intervención de Gran Bretaña y de EE.UU., mientras el DRIL intentaba que el golpe fuese considerado de carácter político. Para no ser acusados de piratería, el comando puso especial tacto en no tocar los 40.000 dólares de la caja fuerte del barco e incluso rechazó la idea de Velo de imprimir a bordo una nueva moneda, que éste denominó "ibero".

Pese a la intensa patrulla aérea y marítima de EE.UU., el trasatlántico Santa María estuvo ilocalizable hasta el 23 de enero, cuando fue avistado frente a Castries y volvió a desaparecer hasta el día 26, fecha en la que fue avistado por un avión estadounidense a unas 700 millas de la desembocadura del Amazonas, en dirección a África. Al día siguiente, la flota de EE.UU. pidió negociar por radio con los insurgentes del Santa María. Galvâo aceptó y el barco puso rumbo al NE brasileño, con las unidades de la U.S. Navy tras su estela.

El 31 de enero, a 35 millas de Recife, el almirante Allen Smith, portando salvavidas, se entrevistó durante tres horas a bordo del Santa María con el capitán Galvâo. El magnetófono de los americanos no funcionó y un pasajero, Luis Noya, filmó el encuentro y las negociaciones con su cámara super-ocho y logró desembarcar la película en Tenerife. Henrique Galvâo, que contaba 66 años cuando protagonizó el secuestro, murió pobre en Brasil en 1971.

Se especuló mucho sobre la presencia en Recife de buques portugueses y del crucero español Canarias. El periodista Víctor Cunha afirmó que lo vio "tras los americanos, con los cañones apuntándonos y la bandera española". El entonces teniente de navío José Luis Tato, que estaba de guardia a bordo cuando recibió la orden de zarpar de El Ferrol, dijo que "todo se arregló antes de que llegáramos y luego fuimos de visita a Fernando Poo".

En una época de acciones insurreccionales, las primeras informaciones decían que en el secuestro habían participado cientos de "piratas", cuando, en realidad, sólo fueron 24 hombres. Entre ellos había dos padres que llevaron consigo a sus hijos, siendo los integrantes más jóvenes del comando. En España, el franquismo desvió la atención como si se tratara de una cuestión que sólo concernía al gobierno portugués.

El 2 de febrero desembarcaron los pasajeros y tripulantes ante una gran multitud y el comando aceptó finalmente quedarse en Brasil. En el viaje de vuelta a Lisboa, el trasatlántico Santa María hizo escala en Santa Cruz de Tenerife, ocasión en la que atracó en el muelle sur maniobrado por el práctico Ricardo Génova Araujo.

El servicio de la Compañía Colonial de Navegación con Centroamérica se mantuvo hasta 1973. El 11 de abril del citado año, el histórico trasatlántico quedó amarrado en Lisboa, inmovilizado por problemas en la sala de máquinas y vencido por el triunfo de la aviación. El 1 de junio siguiente zarpó rumbo a Kaohsiung (Taiwán), a donde arribó el 19 de julio y se procedió a su desguace.

Bastantes años después de aquel acontecimiento, que fue noticia de primera página a nivel mundial durante trece días, el secuestro del Santa María fue rescatado del olvido en una novela del periodista Miguel Bayón, titulada "Santa Liberdade" y publicada en 1999, así como en un documental de Margarita Ledo, profesora de la Universidad de Santiago de Compostela, con el mismo título y de 87 minutos de duración, que fue estrenado el 22 de enero de 2004. En él intervienen, entre otros, algunos coprotagonistas del asalto, como Federico Fernández Ackerman, Camilo Tavares Mortagua y Víctor Velo Pérez, que se reencontraron por primera vez desde aquellos históricos días de enero de 1961, así como el fotógrafo Manuel Ferrol y el escritor Dominique Lapierre.

domingo, 20 de noviembre de 2005

Una apuesta por el patrimonio histórico

Juan Carlos Díaz Lorenzo
Tijarafe


El programa europeo PRODER, en su convocatoria correspondiente al año 2005, ha aprobado una partida económica de 187.689 euros para ejecutar cuatro proyectos referidos a la línea de rehabilitación patrimonial del municipio. En concreto, los expedientes se refieren a la restauración del retablo de la ermita del Buen Jesús, situada en el pago del mismo nombre, con un presupuesto de 33.055,67 euros y una subvención de 16.527,84 euros. Dicho proyecto, señala el concejal de Patrimonio, Turismo y Medio Ambiente de Tijarafe, Marcos Lorenzo Martín, "ha sido el que ha alcanzado una mayor puntuación en toda Canarias".

A continuación figura la adecuación del entorno de la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, con un presupuesto total de 97.061,98 euros y una subvención de 48.530,99 euros, así como la rehabilitación de la plaza, que tiene un presupuesto de 137.682,19 euros y una subvención de 68.841,10 euros; y, finalmente, la rehabilitación y adecuación de la antigua casa consistorial, en la que se ubicarán, en su parte alta, las dependencias de la biblioteca municipal y en su parte baja el futuro museo etnográfico "José Luis Lorenzo Barreto", con un presupuesto total de 107.579,60 euros y una subvención de 53.789,80 euros, respectivamente.

Esta interesante iniciativa del Ayuntamiento de Tijarafe demuestra, una vez más, el interés que tiene la corporación local por la conservación de su patrimonio, acreditado a lo largo de los últimos años en diversas actuaciones, así como en exitosas gestiones ante los organismos competentes del Gobierno de Canarias, como a nivel europeo, en el caso que nos ocupa.

De las actuaciones previstas, revisten especial importancia las referidas al entorno y la plaza de la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, que remonta sus orígenes al siglo XVI y figura entre las primeras fábricas religiosas de la isla. En su interior se encuentra uno de los mejores retablos del barroco en Canarias, atribuido, según algunos autores, a la figura de Antonio de Orbarán y ejecutado en el siglo XVII.

La ermita de El Jesús, situada en el barrio de su mismo nombre, está ubicada en un promontorio junto al margen izquierdo del barranco del Jurado, en un magnífico escenario natural desde el que se domina una panorámica excepcional. A la misma se accede por un desvío situado a unos 300 metros de la carretera general, en la intersección con la vía que comunica El Jesús con la costa de La Punta.

La fábrica, construida a partir de la segunda mitad del siglo XVI, tiene la advocación del Dulcísimo Nombre del Buen Jesús, colocándose en el interior, desde 1584, las imágenes del Niño Jesús y de Nuestra Señora de la Consolación. El inmueble está constituido por una nave rectangular, con una puerta de entrada orientada hacia poniente, a la que se adosa por la derecha otro pequeño edificio rectangular que sirve de sacristía.

La ermita carece de ventanas y por tanto de iluminación natural, salvo la que entra por la puerta principal. No posee coro, ni balcón sobre la puerta de entrada, como suele ser característico de este tipo de edificaciones en La Palma, y lleva una cubierta a cuatro aguas con sencillos adornos de canes, lacería, etc.. Sobre la puerta de entrada existe una pequeña espadaña con una campana. Esta edificación, sencilla pero sobria, deja traslucir el carácter humilde y pobre de los habitantes que antaño poblaban este barrio que tomó el nombre de su benefactor.

Según señala Antonio Pérez en su libro "La historia de Tijarafe", en 1949 se arregló el altar de la ermita, agregándole un tercer nicho a los dos existentes y, al mismo tiempo, se albeó en su exterior y se pintó la puerta. En 1950 se hizo una colecta entre los tijaraferos residentes en la capital de Venezuela para pintar la iglesia por dentro. De la recogida del dinero -unos 185 bolívares, casi 2.700 pesetas al cambio de la época- se encargó el paisano Leonardo Rodríguez Cruz, gracias a las aportaciones de una veintena de donantes, entre ellos uno de Tazacorte y otro de Garafía.

Con el paso de los años, el inmueble había sufrido una situación de deterioro progresivo, que culminó en diciembre de 1992 con el colapso de su techumbre, debido a las intensas lluvias registradas en ese año. El desplome propició la casi total destrucción de su retablo de reminiscencias barrocas, que data de fines del siglo XVII o principios del XVIII. En 1994, la pequeña ermita fue declarada Bien de Interés Cultural.

En el año 1996 se terminaron las obras de restauración del techo del templo, por lo que con el proyecto ahora aprobado pretende acometer la rehabilitación de la estructura del retablo, integrando en el mismo aquellas piezas susceptibles de ser aprovechadas cuando finalice el proceso de restauración.


Entorno de la iglesia

El segundo proyecto aprobado por el PRODER se refiere a la mejora del entorno de la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria y la rehabilitación del antiguo camino real, incluido dentro del entorno afectado por la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de monumento a favor de la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria (decreto 77/1996).

El camino real se compone de un antiguo empedrado que se ha ido deteriorando con el paso del tiempo. El tramo que se conserva mantiene su concepción y trazado originales y constituye, por sí mismo, una parte importante del patrimonio de Tijarafe. En la actualidad, comunica la plaza de la iglesia con la elegante y airosa espadaña de cantería y el camino de El Lomo.

Los huertos ubicados al sur del camino se encuentran en la actualidad desatendidos y afectan negativamente al paisaje, y en definitiva, al entorno de la iglesia. Dichos huertos se desarrollan en dos niveles separados por un pequeño muro de mampostería. En el nivel superior se encuentra un antiguo aljibe de piedra con cerramiento de madera de tea, también en mal estado de conservación.

"Se trata, por tanto -señala Marcos Lorenzo- de restaurar y recuperar las condiciones tipológicas originarias, adaptándolas a las necesidades actuales. La actuación en el camino conseguirá mejorar su morfología permitiendo su cómoda utilización. Al recuperar los huertos y permitir el acceso desde el camino real, y por lo tanto, desde la plaza de Nuestra Señora de Candelaria, se conseguirá un conjunto plenamente integrado en el entorno, obteniendo así un rincón de asueto y contemplación paisajística digno del ámbito en el que se encuentra".

El conjunto a rehabilitar previsto en este proyecto se convierte en un espacio único donde se puede apreciar la confluencia del patrimonio arquitectónico eclesiástico con el patrimonio arquitectónico rural y etnográfico. "Esta circunstancia hace que este enclave, una vez rehabilitado convenientemente, pueda convertirse en seña de identidad para los vecinos y un punto de referencia para el turista que acude a Tijarafe buscando la tranquilidad, la esencia de la vida rural y el respeto al medio ambiente", puntualiza el concejal de Patrimonio.

El proyecto de rehabilitación de la plaza de la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria está incluido, asimismo, en la citada declaración de Bien de Interés Cultural. La plaza ha sufrido a lo largo de los años numerosas intervenciones, siendo la más reciente la actuación en su extremo norte, tendente a la eliminación de barreras arquitectónicas, tanto desde su acceso por la calle General Franco, como desde la plaza al propio templo, en este caso mediante una rampa situada en su fachada sur.

En la actualidad se plantea la necesidad de mejorar la accesibilidad al entorno de la plaza, para lo que se propone la remodelación de una rampa existente por el extremo sur, en su confluencia con la calle Primo de Rivera. Otra de las obras previstas consistirá en la impermeabilización de la losa de hormigón armado que conforma parte de la superficie de la plaza, para lo cual será preciso levantar el pavimento existente, que posteriormente será repuesto de manera uniforme en todo el conjunto.

Las obras de reforma concluirán con la sustitución de las actuales escalinatas de acceso sur y norte a la plaza, actualmente de hormigón fratasado (muy deslizantes), por peldaños de piedra natural abujardada de la isla, solución que también se propone para los actuales bancos de obra.

"Con todo ello -explica Marcos Lorenzo- se pretende habilitar este espacio público de un modo acorde con el rico entorno patrimonial que lo rodea, dignificándolo mediante la rehabilitación de sus áreas más deterioradas por el paso de los años. Pero la importancia de este lugar va más allá de su valor patrimonial, siendo imposible obviar el importante rol social que dicho espacio desempeña como eje vertebrador de buena parte de los eventos que congregan a los vecinos de Tijarafe y a sus visitantes".


Casas consistoriales

En 1870 se iniciaron las obras para la construcción de la casa consistorial de Tijarafe, siendo alcalde del municipio Basilio Galván y que habrían de prolongarse hasta finales del siglo XIX. El edificio ha sufrido, no obstante, numerosas modificaciones a lo largo del siglo XX.

El inmueble sobre el que se pretende actuar forma parte del catálogo de elementos protegidos del Plan Especial de Protección denominado "entorno de la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria". El tipo de edificación responde a la arquitectura doméstica, típico de las casas de los núcleos urbanos de aquella época, con una fachada que se proyecta según los cánones del regionalismo ecléctico.

El proyecto planteado pretende la rehabilitación y adecuación de la edificación que hasta hace poco tiempo era la sede de las dependencias municipales, en la actualidad ubicadas en el nuevo edificio construido junto a la carretera general, frente a la plaza de la Paz. También se ha previsto su adaptación para permitir el acceso a personas de movilidad reducida. Mediante la rehabilitación de la antigua casa consistorial se obtendrá un edificio preparado para albergar nuevos usos socioculturales, concretamente las dependencias de la biblioteca municipal en su planta alta y el futuro museo etnográfico "José Luis Lorenzo" en la planta baja.

Cuando haya concluido su rehabilitación, esta edificación -que durante más de cien años ha cumplido una importante labor social-, seguirá manteniendo la función de espacio público para la que fue concebida, al servicio de sus ciudadanos, cambiando únicamente su uso, sin que ello suponga pérdida alguna de innegable peso histórico y patrimonial.

domingo, 13 de noviembre de 2005

Un blanco sueño, recuerdo de juventud

JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
SANTA CRUZ DE LA PALMA


En la historia marinera de Santa Cruz de La Palma, de la Isla toda, la presencia del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano ocupa un destacado y merecido puesto de honor. En las cinco escalas que, hasta ahora, ha realizado el elegante velero de la Armada Española en el puerto palmero, siempre ha puesto de manifiesto la singular hidalguía de la que es embajador y el pueblo palmero también le ha correspondido con el mejor de sus afanes.

Escondido en la intimidad de un hombre de mar, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano se nos antoja un hermoso recuerdo blanco, vivido en la esencia profunda del alma, hecha realidad, cuando en agosto de 1998 este cronista tuvo el honor de viajar a bordo y compartir amistades entrañables en las singladuras que mediaron de la Escuela Naval de Marín a Cádiz. Días inolvidables a bordo de un velero lleno de espumas, una nostalgia hecha de aromas, bandazos y gaviotas... algo puro, antiguo y entrañable. Quizás la juventud.

Porque, sobre todo, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano es blanco y silencioso. Limpio, lento, luminoso y joven. Es la aventura lejana y nueva, la ausencia, el temporal inolvidable, el compañerismo y, sobre todo, es la mar. La mar vieja de las olas enormes y de los vientos duros. La mar pasmada de las calmas chichas. La mar alegre, picada, de las ventolinas y los albatros. De los sargazos, de los cetáceos, de la escora a babor, del crujido manso de la jarcia y de las extrañas palabras de la curiosa jerga naval. La mar inmensa, en definitiva.

Desde hace más de setenta años, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano es uno de los barcos más admirados y queridos en todos los puertos del mundo. Sería muy larga la lista de adjetivos elogiosos y hasta piropos que ha recibido y sigue cosechando el veterano buque, para el que la Armada ha previsto que, en principio, se mantendrá en activo hasta que cumpla el centenario.

El diseño de este hermoso bergantín-goleta de cuatro palos se debe al célebre ingeniero naval británico Camper Nicholson, cuyos planos trazó en 1925, con notable celeridad, por encargo del Ministerio de Marina, cuando llegó el momento de sustituir a la corbeta Nautilus. Los planos de Nicholson, dibujados frente al mar siempre gris de Southampton, tomaron forma en los astilleros gaditanos de la firma Echevarrieta y Larrinaga -los sucesores de la antigua factoría naval de los hermanos Vea Murguía-, de cuya factoría es la construcción número 15.

El 24 de marzo de 1925 se procedió a la puesta de quilla, en el transcurso de un acto celebrado de acuerdo con la solemnidad acostumbrada y en la que estuvo presente el general Primo de Rivera, que asistió a la puesta simbólica del primer remache. El 5 de marzo de 1927 se efectuó la botadura "entre públicos festejos" y el 17 de agosto de 1928 fue oficialmente entregado a la Marina de Guerra.

Desplaza 3.755 toneladas y son sus principales dimensiones 94,10 metros de eslora total -82,14 entre perpendiculares-, 13,15 de manga, 6,89 de calado y 48,70 de guinda. El aparejo está compuesto por veinte velas, con una superficie de 2.467 metros cuadrados y como medio de propulsión auxiliar dispone de un motor Sulzer -fabricado, bajo licencia, en los talleres de la Empresa Nacional Bazán, en Cartagena-, de 1.500 caballos de potencia, que le permite una velocidad máxima de 10 nudos

Estando aún sobre grada, este buque ostentó el nombre de Minerva, evocando así la memoria de otro velero llamado Augustella, que se compró en Italia en unión del Clarastella, que habría de convertirse en el Galatea, otro buque-escuela cuya memoria sigue presente en la historia marinera de La Palma.

Cuando se abandonó el proyecto para dedicar el Minerva a buque-escuela de guardias marinas, porque no reunía las condiciones adecuadas, se aplicó su nombre al nuevo buque en construcción. El general Primo de Rivera dijo en su discurso, tras la colocación del primer remache, que pediría al Rey que el nuevo buque llevase el nombre de Juan Sebastián de Elcano, lo que se dispuso por Real Orden de 12 de diciembre de 1925.



Escalas en La Palma


El 19 de abril de 1928 se produjo en aguas de Cádiz la primera salida a la mar del flamante Juan Sebastián de Elcano. Con tal motivo, desde Madrid viajó el Rey Alfonso XIII, quien, después de recibir las salvas de ordenanza del cañonero Bonifaz, subió a bordo, momento en el que fue izado el estandarte real al tiempo que los barcos surtos en el puerto lucían sus empavesadas y hacían sonar las sirenas. A Don Alfonso XIII le acompañaba el duque de Miranda y, ya a bordo, el comandante del buque, capitán de fragata Manuel de Mendívil y Elio, ordenó la maniobra de desatraque del muelle gaditano para fondear poco después en medio de la bahía.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana, con tiempo de levante en la zona del Estrecho, el Elcano comenzó a virar cadena y, con el ancla a la pendura, dio avante y puso proa a mar abierta con el estandarte real en el tope y en la enseña nacional en el pico. Tras su estela les seguía el cañonero Bonifaz, al que, poco después, Su Majestad ordenó regresar al puerto de apostadero. El buque de escolta hizo las salvas de ordenanza y cayó a una banda para retornar a Cádiz.

El puerto de destino del Juan Sebastián de Elcano era Málaga, al que arribó a mediodía del 20 de abril con el trapo largo y el motor parado. Fue una operación liviana, en la que trabajaron los ágiles marineros y cuando el barco quedó atracado, Don Alfonso XIII desembarcó en medio del clamor popular.

A lo largo de su dilatada historia, el buque-escuela ha visitado en numerosas ocasiones los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, generalmente al comienzo de su crucero anual de instrucción. A éstos sigue, en número de escalas en Canarias, el puerto de Santa Cruz de La Palma, que ha visitado en cinco ocasiones.

La primera escala se produjo el 1 de septiembre de 1929, en el transcurso de su segundo crucero de instrucción, que comenzó en Cádiz el 4 de agosto de 1929 y concluyó el 30 de mayo de 1930. Entonces venía al mando del capitán de fragata Claudio Lago de Lanzós y Díaz y en aquel largo periplo realizó escalas en Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, Tánger, Barcelona, Valencia, Melilla, Sevilla, Funchal, Río de Janeiro, Magallanes, Talcahuano, Valparaíso, Callao, Guayaquil, Balboa, Santiago de Cuba, La Habana y Ponta Delgada.

Sin embargo, en un viaje anterior de adiestramiento de la tripulación, previo al primer crucero de instrucción iniciado en Cádiz el 19 de abril de 1928 y rendido en Pasajes el 16 de julio, el buque-escuela navegó 5.769 millas repartidas en 57 singladuras con escalas en Málaga, Sevilla, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Desde la capital tinerfeña, en el viaje de subida al Cantábrico, bordó el Este de La Palma, demorando el faro de Punta Cumplida.

El 18 de julio de 1936, el buque-escuela se encontraba en Cádiz y desde el primer momento quedó bajo control de las fuerzas sublevadas, como lo estaban, asimismo, los guardacostas Uad Muluya, Uad Lucus y Uad Kert, los cañoneros Laya y Dato, el planero Tofiño y el torpedero T-19. En dique, sometido a grandes reparaciones, se encontraba el crucero República, así como los cañoneros Cánovas del Castillo y Lauria. Aunque las tripulaciones se amotinaron a la desesperada en la noche del 21 de julio, fueron represados por las fuerzas de Infantería de Marina. En la noche del 18 de julio, el destructor Churruca desembarcó tropas regulares que había embarcado en Ceuta.

El buque-escuela permaneció amarrado en Cádiz y a bordo quedó instalada una estación de radio que sirvió de enlace de las unidades navales de los sublevados con las de sus aliados, lo que produjo algunos resultados.

La segunda escala del Juan Sebastián de Elcano en el puerto palmero se produjo con motivo del XII crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Camilo Carrero Blanco- que se inició en Cádiz el 23 de julio de 1942 y finalizó en el citado puerto el 21 de noviembre del mismo año. Aquel fue un viaje limitado por las circunstancias del momento -Europa vivía la Segunda Guerra y en España hacía tres años que había finalizado la guerra civil-, por lo que el viaje consistió en escalas en puertos nacionales: Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Cádiz, Santa Cruz de La Palma, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, regresando de nuevo a Cádiz.

La siguiente escala, la tercera, fue con motivo del XIX crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Manuel de la Puente y Magallanes-, que se inició en Cádiz el 21 de enero de 1948 y finalizó en Marín el 18 de diciembre del mismo año. Entonces hizo escalas en Marín, Funchal, Cartagena de Indias, Punta Delgada, Las Palmas, Santa Cruz de La Palma, Santa Cruz de Tenerife, Marín, Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Funchal, Cabo Verde, Las Palmas, Tánger y Marín.

Pasaron 42 largos años hasta que el buque-escuela de la Armada española recaló de nuevo en el puerto palmero y fue con motivo de su LXI crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Pedro Lapique Quiñones-, que se inició en Cádiz el 10 de enero de 1990 y finalizó en Marín el 13 de julio del mismo año. Además de Santa Cruz de La Palma, el buque Juan Sebastián de Elcano hizo escalas en Santa Cruz de Tenerife, San Juan de Puerto Rico, Acapulco, San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Santo Domingo y Nueva York.

En la mañana del 16 de enero el buque-escuela atracó en el muelle de Santa Cruz de La Palma, después de haber sido recibido a varias millas de la costa por un nutrido grupo de veleros deportivos y barcos de pesca, que lo acompañaron hasta el recinto portuario. Sobre el muelle aguardaban más de un millar de personas. En ese mismo día, como es tradición, el comandante del buque, Pedro Lapique, cumplimentó a las autoridades insulares, que devolvieron la visita a bordo a mediodía. El comandante general de la Zona Marítima de Canarias, vicealmirante José Enrique Delgado Manzanares, fue recibido "a la voz y el cañón", vistosa ceremonia en la que los tripulantes cubren candeleros. A éste le acompañaba el capitán de navío Amancio Rodríguez Castaños, nacido en Santa Cruz de La Palma, que ocupaba entonces la jefatura del Arsenal Naval Militar de la Base Naval de Las Palmas y que en el año lustral de 1995 desempeñaría el cargo de almirante-jefe de la Zona Marítima de Canarias.

El pueblo de La Palma se volcó en múltiples atenciones durante la visita del barco, con espontáneas atenciones a sus tripulantes. Más de dos mil personas lo visitaron el día de su llegada, por espacio de casi cuatro horas. "El acceso al puerto -dice la crónica de DIARIO DE AVISOS- así como las vías de confluencia hacia éste llegaron a colapsarse por la gran cantidad de coches que circulaban por la zona", y ante la cantidad de público que el primer día no pudo visitar el barco, se programó una segunda visita en la tarde del día siguiente. El Real Club Náutico ofreció en la noche una recepción y un baile a los oficiales y guardias marinas en la sede de la calle Real, así como una actuación especial del grupo folklórico de Coros y Danzas de Santa Cruz de La Palma.

Al día siguiente, la tripulación del Juan Sebastián de Elcano realizó una excursión por la isla. Entre los invitados se encontraban nueve palmeros que habían realizado su servicio militar a bordo del velero, y entre ellos figuraba Jesús Barrios Pérez, de las Breñas, que formaba parte de la dotación en calidad de enfermero. Ese mismo día, el Cabildo Insular, presidido por José Luis González Afonso, ofreció un almuerzo en el que, a los postres, el titular de la corporación hizo entrega de una placa conmemorativa al comandante del buque-escuela, que marcó el final del programa de la visita del barco, que esa misma tarde se hizo a la mar rumbo a Santa Cruz de Tenerife.

La quinta escala se produjo los días 19 y 20 de enero de 1998, ocasión en la que el insigne velero arribó de nuevo a la capital palmera al mando del capitán de navío Teodoro de Leste Contreras. A bordo viajaban 35 guardias marinas de la 400 promoción del Cuerpo General de la Armada y otros 10 de la 130 promoción de Infantería de Marina, así como dos guardiamarinas invitados de la Marina de Guerra de Tailandia, país con el que España mantiene unas estrechas relaciones.

El crucero empezó el 10 de enero en Cádiz y durante el largo viaje realizó escalas en Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, Río de Janeiro, Buenos Aires y Punta Arenas, atravesando el Cabo de Hornos para continuar en demanda de Valparaíso, El Callao, Cartagena de Indias, La Guaira, Pensacola, Norfolk, Lisboa y Cádiz, a donde arribó el 31 de julio siguiente.

La escala en La Palma tuvo, en aquella ocasión, el sello de los hechos especiales, pues recibió del Cabildo Insular la Medalla de Oro de la Isla, que le fue entregada por el presidente de la primera corporación, José Luis Perestelo, al comandante del buque, en presencia de las primeras autoridades, entre las que se encontraba el almirante-jefe de la Zona Marítima de Canarias, Francisco Núñez Laccaci, viejo y buen amigo de La Palma.

Durante la estadía del buque-escuela se repitieron los actos oficiales, las escenas espontáneas de afecto de la población hacia su tripulación, la ingente cantidad de público que visitó el barco y que presenció su salida en la tarde del día 20, cuando, en una maniobra vistosa e inolvidable, largó todo el trapo dentro de la bahía y navegó a lo largo de la costa este de la isla poniendo luego rumbo al Sur, dejando por la banda de estribor la punta de Fuencaliente.

domingo, 6 de noviembre de 2005

Los tiempos del legendario Fokker F-27

Juan Carlos Díaz Lorenzo
Villa de Mazo


A mediados de 1964, la compañía Hawker Siddeley Aviation Ltd. realizó en varios aeropuertos de Canarias una demostración de su avión turbohélice Avro 748. Era la primera vez que este modelo volaba en Canarias. El 30 de junio hizo su primer viaje desde el aeropuerto de Los Rodeos, con un grupo de invitados a bordo, incluyendo entre las pruebas técnicas la parada de un motor a unos cuatro mil metros de altitud cuando sobrevolaba el Teide. Al día siguiente hizo otros vuelos al aeródromo "Tomás Zerolo", en El Médano, así como al aeropuerto de Buenavista, en La Palma, con resultados satisfactorios, lo mismo que en Gran Canaria.

Iberia, que había mostrado interés por conocer las prestaciones del nuevo avión, envió a Tenerife a varios técnicos desde Madrid, y encomendó un primer estudio operativo al comandante Vicente Ramos.

La prensa tinerfeña se preguntaba, entonces, si "¿estamos ante la solución del problema de las comunicaciones aéreas interinsulares?" y destaca del nuevo avión que "por su facilidad de toma y despegue, capacidad, estabilidad y adelantos técnicos, en cuanto a su seguridad en vuelo se refiere, aparece hoy como la más cercana esperanza para una resolución satisfactoria del problema de las comunicaciones entre las islas menores y dentro mismo de Tenerife", pues entonces el interés se centraba en un posible enlace entre Los Rodeos y El Médano, lo que contribuiría a un teórico desarrollo turístico de la zona.

Al año siguiente, Iberia encargó un estudio de planificación del tráfico interinsular en Canarias, hasta entonces atendido por aviones Junkers Ju-52 y DC-3 y en el que se consideró la conveniencia de disponer de una flota homogénea con base en las islas y que pudiera operar en los seis aeropuertos existentes entonces, algunos de ellos con pistas muy limitadas, como el caso de Buenavista, en La Palma.

En febrero de 1967, Iberia constituyó una ponencia formada por tres consejeros de la compañía y otros tantos de AVIACO, para examinar con detenimiento si convenía remozar o renovar la totalidad o parte de la flota Convair 440. La ponencia se denominó la "comisión de los generales", debido a que todos ellos eran generales del Ejército del Aire. Su primera decisión fue desestimar la sustitución del motor del Convair por nuevos motores turbohélices, por considerar que ello paliaría, pero no resolvería, los problemas técnicos que habían aflorado en el verano anterior. Al final se impuso el criterio de renovar progresivamente la flota Convair 440 por aviones turbohélices nuevos, decidiéndose un número entre seis y diez aeronaves, frente a los 21 existentes.

Iberia solicitó ofertas a los fabricantes de aviones turbohélices disponibles para su entrega a corto plazo y recibió dos propuestas concretas: Fokker F-27, de Fokker y HS.748, de Hawker Siddeley. Desde el punto de vista técnico, los dos modelos eran equiparables, por lo que los fabricantes afinaron sus ofertas económicas con la finalidad de lograr el contrato

La balanza, finalmente, se inclinó a favor del fabricante holandés, como consecuencia de los informes técnicos y de las apetencias de los pilotos, así como del óptimo rendimiento de este modelo que operaba la compañía Spantax, que había recibido su primer avión en noviembre de 1966, bautizado con el nombre de Islas Canarias, siendo dedicado a vuelos chárter interinsulares y a la vecina costa africana.

El 15 de marzo, Iberia firmó un contrato con Fokker para la fabricación de ocho aviones de la serie -400, de 44 plazas cada uno, dotados de portón lateral para su posterior conversión en cargueros. El precio unitario era de 74 millones de pesetas, fijándose los plazos de entrega entre septiembre de 1967 y mayo de 1968.

La base de operaciones y mantenimiento se estableció en el aeropuerto de Gran Canaria. En poco tiempo la operación interinsular alcanzó unas altas cotas de puntualidad y regularidad y los turbohélices F-27 se convirtieron durante años en los aviones más entrañables de las Islas. Con ellos, Iberia inauguró los nuevos aeropuertos de Fuerteventura, en septiembre de 1969; La Palma, en abril de 1970 y El Hierro, en diciembre de 1972.

Iberia había previsto, asimismo, la incorporación del F-27 a la línea Málaga-Melilla, aunque desistió después de realizar varios vuelos de prueba, renovando el contrato que mantenía con la compañía Spantax, que operaba con aviones canadienses Twin Otter y Dash-7.

De la flota Fokker F-27 de Iberia, sólo uno de ellos sufrió un accidente de importancia, aunque sin víctimas mortales, y ocurrió en el aeropuerto de Buenavista, en La Palma, en la víspera del día de Reyes de 1970. En el momento de tomar tierra, un fuerte viento racheado impidió el aterrizaje con normalidad y el avión cayó por el talud de la cabecera norte de la pista. Aquella situación provocó la rápida apertura del nuevo aeropuerto de Mazo, entonces todavía en construcción y sin la carretera de acceso por Santa Cruz de La Palma.

En marzo de 1977, con motivo del gravísimo accidente de dos aviones B-747 de las compañías KLM y Pan Am en el aeropuerto de Los Rodeos, la flota Fokker F-27 de Iberia destacada en Canarias realizó durante varios días doce saltos diarios entre Tenerife y Gran Canaria para asegurar las comunicaciones aéreas entre las dos capitales canarias. La plena disposición de los pilotos y de las azafatas, así como del personal de tierra, en colaboración con los efectivos de la Cruz Roja y las Fuerzas Armadas, resultó esencial en unos momentos tan difíciles.


Grato recuerdo

La operatividad de la flota Fokker alcanzó un elevado grado de popularidad, un hecho que se consolidó con la familiaridad de sus tripulaciones, entre los que destacaron -y aún hoy son gratamente recordados-, los comandantes Vicente Ramos Hernández (jefe de flota) y Álvaro González Tarife (instructor), ambos naturales de Tenerife y dos figuras destacadas de la aviación comercial. El servicio a bordo también alcanzó un reconocido prestigio, en el que desempeñó una labor encomiable la jefa de azafatas, Pilar Valero Nájera. Otros comandantes del F-27 de Iberia en Canarias fueron Rafael Cubero Robles, Carlos Gómez Campos, Antonio Arias Ramos, Antonio Sendín, Santiago Díaz Pintado y José Antonio de Porras Brun.

La profesionalidad de los pilotos del Fokker -tanto en la etapa de Iberia, como después en Transeuropa y en AVIACO- se puso de manifiesto en numerosas ocasiones, especialmente en aeropuertos difíciles como El Hierro, que entonces sólo tenía una pista de 1.050 metros; Buenavista, en La Palma, considerado un auténtico portaaviones anclado en tierra y Los Estancos, en Fuerteventura.

En la etapa de Transeuropa en Canarias fueron comandantes del F-27 Francisco Pérez Vascuñana, José Luis Piquero Martín, Joaquín Yustas Vázquez, José L. Pampliega Dueñas y Santiago Abril Lozano. Entre los comandantes de AVIACO que volaron el F-27 en su última etapa en Canarias hay que citar a Florián Domínguez Sánchez, Carlos Pérez Torres -palmero de Fuencaliente, que obtuvo la "suelta" con 25 años y fue, durante bastante tiempo, el más joven de España-, Francisco J. Parrondo Sánchez, Antonio Soriano Pérez-Andreu, Rafael Machado de la Cuadra, José María Cavero Sánchez, Juan A. Izquierdo Morali, Francisco Sánchez Mallebré y Emilio Ley de León.

En marzo de 1976 y como consecuencia de la evolución de los acontecimientos en el Sahara y las constantes amenazas del Frente Polisario a las tripulaciones de los aviones que volaban a la antigua provincia española, Iberia suspendió los servicios de la línea Gran Canaria-Villa Cisneros-La Güera, aunque mantuvo durante unos meses la línea Gran Canaria-El Aáiun, reducida a tres vuelos semanales.

En septiembre de 1979 se analizó en profundidad la planificación conjunta, a medio plazo, de las tres empresas de transporte aéreo del INI, Iberia, AVIACO y Transeuropa, en la que se proponía una redistribución del tráfico. A Iberia se le asignaba todo el tráfico regular internacional, así como su participación en el chárter internacional y las líneas troncales y de mayor densidad de tráfico en el transporte regular doméstico. A AVIACO, por su parte, se le adjudicaba el chárter y su participación en el tráfico regular nacional como compañía complementaria de Iberia. La actividad de Transeuropa se concentraría exclusivamente en el tráfico regional con aviones turbohélices.

En octubre se autorizó la venta a Transeuropa de dos Fokker F-27, en una operación que iba unida a un contrato de prestación de servicios, hasta entonces a cargo de Iberia, para cubrir los servicios interinsulares canarios con las islas de La Palma y El Hierro.


Ultima etapa

A partir de 1979 se produjo un importante incremento en el precio de las tarifas, que se hizo especialmente fuerte en 1980, en que subieron por tres veces consecutivas, momento en el que Iberia empezó a retirar paulatinamente los aviones F-27 de los servicios interinsulares, sustituyéndolos, donde era posible, por reactores tipo DC-9 y B-727 con una disponibilidad de asientos que casi triplicaban o cuadruplicaban en unos casos a los primeros, aunque ello provocó que las frecuencias diarias interinsulares disminuyeran de forma notable, por lo que la demanda se limitó estrictamente a la generada por viajes más racionales (trabajo, salud, etc.) desplazando así al ocio.

En enero de 1981, Iberia vendió cuatro Fokker F-27 a Transeuropa para que atendiera las líneas Málaga-Melilla y Barcelona-Seo de Urgel, mientras que los otros dos estaba prevista su enajenación a la compañía ecuatoguineana CETA. Sin embargo, en el mes de mayo, la compañía rectificó su propuesta respecto de estos dos últimos aviones, que también pasaron a Transeuropa. En noviembre de ese mismo año, la División de Transportes del INI decidió la disolución de Transeuropa, siendo absorbidos los servicios por AVIACO y el personal por Iberia y AVIACO, respectivamente. Antes de finalizar el año, Iberia decidió que los dos últimos Fokker F-27 pasaran a formar parte de la flota de AVIACO.

Iberia y AVIACO habían solicitado al Ministerio de Industria y Energía, a través del INI, que considerara la propuesta de suscribir un contrato-programa entre ambas compañías aéreas y el Estado para cubrir mediante compensación económica los resultados deficitarios que se producían en los servicios interinsulares de Canarias y Baleares. Noticias oficiosas apuntaban a que en los Presupuestos Generales del Estado se incluiría una partida económica para compensar, al menos parcialmente, las pérdidas de Iberia y AVIACO en los servicios interinsulares, aunque no llegó a concretarse entonces.

El 16 de septiembre del citado año se publicó en el Boletín Oficial del Estado un decreto que establecía una penalización económica para los pasajeros que teniendo plazas reservadas en los vuelos no se presentaran al embarque. La cuantía de la penalización se fijaba en un 20 % del importe de la tarifa si la anulación de la reserva no se producía con 24 horas de antelación respecto de la hora de salida del vuelo.

Entre 1982 y 1987 la economía nacional y regional experimentó una sensible mejoría, por lo que las subidas tarifarias se amortiguaron con una inflación mucho menor y la caída de los precios del combustible a partir de 1986. Desde entonces, la demanda de viajeros creció de formada moderada respecto de 1982 en todas las líneas, a excepción de la ruta Gran Canaria-Tenerife y viceversa, que se encontraba estancada, debido a la excelente competencia del "jet-foil".

Durante estos años, la limitada oferta de plazas debido al tipo de aeronave que empleaba Iberia y la utilización parcial del aeropuerto de Tenerife Sur -distante 60 kilómetros de la capital tinerfeña- en las operaciones con Gran Canaria, se convirtieron en factores que favorecieron la evolución del "jet-foil", situación que se mantuvo hasta 1989, en que con la implantación de Binter Canarias logró arrebatar la primacía que hasta entonces mantenía el transporte marítimo, incluido el servicio de ferry.

Entre 1987 y 1988 la reactivación económica se hizo más notoria, produciendo incrementos en la demanda bastante elevados en las líneas de Gran Canaria y Tenerife con Lanzarote y, en general, entre el resto de las islas. A lo largo de 1989 se mantuvo la tendencia alcista, haciéndose especialmente notable en la línea Tenerife-Gran Canaria, desde marzo de aquel año, en el que inició sus operaciones Binter Canarias.

La presencia del F-27 en Canarias, en las tres etapas citadas, se prolongó hasta junio de 1990, cuando AVIACO realizó el último vuelo en la línea Tenerife-El Hierro. El 12 de junio del citado año, los dos primeros vuelos de la mañana los hizo un avión tripulado por el comandante Emilio Ley de León y el copiloto Rafael Sánchez Suárez. El vuelo de la tarde, el último de línea regular, estuvo a cargo del comandante Francisco Sánchez Mallebré y el copiloto Casto Martínez.

Los ocho aviones F-27 que entonces tenía AVIACO fueron vendidos a Cubana de Aviación y llevados en vuelo, con varias escalas, de Madrid a La Habana, donde realizaron vuelos domésticos e internacionales. De la instrucción de los pilotos cubanos se encargó un equipo de comandantes de AVIACO, dirigido por Carlos Pérez Torres, que estuvo destacado en La Habana durante varios meses.