domingo, 3 de junio de 2007

La erupción del volcán de El Charco

JUAN CARLOS DíAZ LORENZO *
FUENCALIENTE



A Enrique Luis Larroque del Castillo Olivares





Habían transcurrido casi 35 años desde el final de la erupción del volcán de San Antonio, ocurrida en 1677, cuando se produjo la nueva erupción de 1712, una de las menos conocidas de cuantas se han registrado en la historia de la isla de La Palma. Conocido como el volcán de El Charco, ha de incluirse entre los menos documentados, pues no aparece registrada en ninguna de las obras de historiadores, literatos, viajeros y naturalistas del siglo XVIII.

De ahí que la falta de referencias concretas a esa erupción impidiera que su constatación histórica no se conociese hasta avanzado el siglo XX, en que algunos autores la citan de forma imprecisa, sin aportar fechas concretas y sin mencionar las fuentes de dónde obtuvieron los datos que les hicieron pensar que podría tratarse de una erupción del siglo XVIII.

Pero, sobre todo, la carencia de fuentes documentales contemporáneas a la misma, dificultaron sobremanera el establecimiento de una fecha concreta para esta erupción, señalándose al principio, como años más probables, los de 1705, 1712 y 1725, respectivamente.

En 1919, el geólogo Lucas Fernández Navarro, en su trabajo Las erupciones de fecha histórica en Canarias, alude brevemente a este suceso y comenta: "En cuanto a la del Charco, de fecha dudosa (1705-1725)... produjo una importante corriente lávica de dos brazos, que parte de una altitud próxima del volcán de Martín (1646), pero en la vertiente occidental de la isla, y llega hasta cerca del mar".

Como señala la profesora Carmen Romero Ruiz, en su magnífica tesis doctoral titulada Las manifestaciones volcánicas históricas del Archipiélago Canario (tomo I, 1991), corresponde a este autor la ubicación cronológica del volcán de El Charco en el primer tercio del siglo XVIII y, aunque inicialmente se inclinó por el año de 1705, posteriormente lo haría por la segunda fecha, correspondiente a 1725, aunque con reservas.

En 1949, año de la erupción del volcán de San Juan, el geólogo Simón Benítez Padilla -que fue uno de los protagonistas científicos de la misma-, cambió la fecha propuesta por Fernández Navarro a 1712: "Por inexplicable azar, esta penúltima erupción es la menos conocida. Hasta la fecha hay dudas. No la tiene en cuanto al nombre: todos (?) la designan con la de El Charco, punto final en la costa de la corriente de lava cumbrera".

Otro destacado geólogo, Bonelli Rubio, en 1950, mantiene la fecha propuesta por Benítez Padilla. En 1951 quedó definitivamente establecido el año 1712, al ser publicado en la obra de Romero Ortiz y Bonelli Rubio un breve manuscrito de Juan Agustín de Sotomayor, testigo de la erupción y cedido a los citados autores por Antonio Pino, alcalde entonces de la ciudad de El Paso.

El ilustre profesor Manuel Martel San Gil, en 1960, transcribe la misma descripción, pero dice haber obtenido la crónica en la persona de los hermanos Cayetano y Antonio Gómez Felipe. Sería, sin embargo, el historiador Miguel Santiago, en el citado año, quien mayor aporte de datos haría sobre este volcán.

La erupción del volcán de El Charco abarcó un período activo de 56 días, desarrollándose entre el 9 de octubre y el 3 de diciembre de 1712. Los primeros síntomas se produjeron el 4 de octubre y un día antes de la apertura de la fractura eruptiva estuvo acompañado por emisión de gases:

"El día miércoles de este año de 1712, que fue 4 de octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra...".

La lava comenzó a brotar en la madrugada del día 9 de octubre:

"... a horas de la una del día, reventaron dos bocas... ambas arrojaron cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente comenzó a vomitar Malpaís... y el día 15 de octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal... y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas... abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido...".

Los focos de emisión están localizados en la Cumbre Vieja, a 1.700 metros de altitud y a unos 2,5 kilómetros del Noroeste del volcán de Martín (1646), derramando sus coladas hacia la vertiente occidental, atravesadas en la actualidad por la carretera general del Sur, haciéndose especialmente notable en las proximidades de la aldea de El Charco y el paraje conocido por Los Pinos Altos, en el que han arraigado centenares de altivos ejemplares de pino canarios.

El documento de Juan Agustín de Sotomayor y Massieu, que relata esta erupción, se expresa en los siguientes términos:

"Jesús, María y José. Año de 1712. El día miércoles, de este año de 1712, que fue 4 de Octubre, comenzó a temblar la tierra, y continuó así unos días y noches... produciéndose ocho temblores, hasta el día 8, que hubo más de quince en la noche; y, sosegado algo, hubo uno mayor y comenzó a jumear la tierra en la Hacienda del Charco, de doña Ana Teresa Massieu, mí tía, y fue donde llaman La Fuente, por haber allí una de agua dulce muy delgada. El domingo, 9 de dicho mes, a horas de la una del día, reventaron dos bocas, una en un lomito que estaba sobre dicha fuente, y la otra luego inmediato debajo; ambas arrojaron gran cantidad de fuego y piedras y alguna ceniza; y la de abajo, al amanecer del día siguiente (10 de octubre), comenzó a vomitar ’malpaís’, que vino corriendo muy...; (luego) varió, (yendo) a dar a las casas del ’malpaís’ viejo, y por un lado de ellas corrió al Lomo de Jinaldo, y de allí al mar; y la boca más alta continuó arrojando gran cantidad de piedras, de suerte que, estando en un lomito de un barranco, hizo una montaña tan grande que igualó a la cumbre; pero de ... nada que arrojaba sería más que hasta el pie de la montaña; y el día 15 de Octubre vino como bajando la tierra, desde dicha boca principal, hasta inmediato a una montañita que estaba sobre las casas de María Antonia de Sotomayor, y en donde llaman la Jindana, y a trechos echó muchas bocas, que serían doce bocas poco más o menos. Y pegado a las casas de dicha mi tía María Antonia, a un tiro de escopeta, abrió la última boca, arrojando todas ellas malpaís líquido, que de noche parecía cobre derretido, y de día negro, y se veía correr precipitadamente, aunque por último iban encima grandes piedras caminando con flema.

Haría, en las tierras de mi dicha tía doña Ana, de daño 40 fanegas de sembradura, muchos baldíos y barrancos que tupió, en donde de destetaba mucho ganado en medio; y fue milagro del glorioso patriarca mi.... San José escapase lo demás y no quemase casa alguna, ni otra cosa que dos estanques. En la de María Antonia se llevaría 60 fanegas de sembradura de lo mejor y más apreciable de la tierra, que era lo mejor de la Isla, y le quemó dos casas, pajeros y graneros, y un estanque.

Y el volcán cesó el día 3 de di(ciembre), antes de que amaneciera".

De esta crónica, como apunta la profesora Romero Ruiz, se pueden establecer tres fases eruptivas diferentes. Una inicial, de carácter explosivo, desarrollada en los primeros momentos, a la que siguió una segunda fase "caracterizada por un comportamiento diferenciado de los centros emisores, que podríamos considerar como mixta y, por último, una etapa de apertura de nuevos focos eruptivos de comportamiento fundamentalmente efusivo, que, con probabilidad se prolongaría hasta el cese definitivo de la actividad volcánica".

A mediados del siglo XX, en terrenos de su propiedad ocupados por las coladas lávicas de 1712, el hacendado José Miguel de Sotomayor, construyó a su cargo la ermita de Santa Cecilia, situada en las proximidades del lindero entre Fuencaliente, El Paso y Los Llanos de Aridane. Se trata de un templo de planta circular y de arquitectura funcional, construido a lo largo de 1948 y 1949, cuya solemne bendición se celebró el 22 de noviembre del citado año. En las proximidades también se edificó una escuela para los niños de El Charco, que actualmente está en estado de abandono.

No así la ermita, que permanece cerrada la mayor parte del año y en cuyo interior existe un sencillo retablo que acoge en su calle central a la venerada imagen de la patrona de la música. El paraje se completa con una sencilla plaza que, a modo de magnífico mirador situado por el curso de la carretera general, permite contemplar, desde la pendiente, el camino seguido por uno de los brazos de lava del citado volcán.



*Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente

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