domingo, 29 de julio de 2007

La ermita amenazada por el volcán

uan Carlos Díaz Lorenzo
Las Manchas


Desde la apertura de la fisura del Llano del Banco, el 8 de julio de 1949, la lava del volcán de San Juan se vio favorecida en su descenso por el desnivel del terreno, y amenazó desde el primer momento a la histórica ermita de San Nicolás de Bari, en Las Manchas. Cuando lo inevitable parecía que iba a cumplirse, el párroco de la época, Blas Santos Pérez, hizo en público una promesa de levantar un monumento a Nuestra Señora de Fátima, por la que sentía una especial devoción, y la lava desvió su curso y pasó a unos cien metros de la iglesia.

Desde las últimas horas del día anterior, la ermita había sido desmantelada ante la previsión de que la lava pudiera caer sobre el barrio de Las Manchas. Las imágenes religiosas y los útiles litúrgicos fueron trasladados a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane, y todo lo que se pudo rescatar (maderas, puertas, ventanas, retablo, campana, bancos, etcétera) también fue puesto a salvo.

En unos años de penurias económicas, agravados por los daños que causó la erupción, los vecinos de Las Manchas, y aun los habitantes de otros pueblos cercanos, se preocuparon de que se construyera el monumento prometido, que puede contemplarse en majestuosa presencia en lo alto del pueblo de Las Manchas.

La imagen, tallada en granito puro y de un color terroso pálido, mide unos dos metros de altura, pesa tonelada y media y fue realizada en los talleres escultóricos del constructor Raimundo Vázquez Fernández, en 1951, como así lo atestigua una placa conmemorativa adosada en un lateral.

El boceto fue diseñado por el director de Regiones Devastadas, Gonzalo Cárdenas, buen amigo del ministro Blas Pérez González. El marco, coronado por una cruz que soportan hojas de acanto, llama poderosamente la atención y está construido en cemento y piedra volcánica. Delante tiene una plaza y un altar sobre adoquines de lava, con dos accesos independientes.

La imagen de Nuestra Señora de Fátima fue bendecida el 28 de abril de 1952 en un solemne acto religioso celebrado en el instituto femenino "Rosalía de Castro", en Santiago de Compostela, y estuvo presidido por el arzobispo de Compostela, cardenal Quiroga Palacios, quien pronunció "una elocuente plática de elevados tonos patrióticos destacando la hermandad canario-galaica", según destaca la crónica de DIARIO DE AVISOS.

En la ceremonia estuvieron presentes el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González y su esposa, Otilia Martín Bencomo, quienes ostentaban, asimismo, la representación oficial del jefe del Estado y la esposa de éste, Carmen Polo, que habían apadrinado la réplica de la imagen destinada a Las Manchas, monumento "que perpetuará el hecho extraordinario" de que la lava del volcán de San Juan no arrasara la ermita.

El ministro pasó revista a una compañía militar que le rindió honores y a la puerta del instituto "Rosalía de Castro", donde se apiñaba un numeroso público para tributarle una cariñosa acogida, fue saludado por el arzobispo de Compostela y todas las primeras autoridades y representaciones, entre las que se encontraba el sacerdote palmero Blas Santos Pérez, conocido como el "párroco del volcán". En la saleta del instituto se preparó un artístico altar. Al lado de la epístola estaba la imagen de la Virgen de Fátima y en sus proximidades los asientos del ministro y su esposa. En el lado del Evangelio se colocó el arzobispo y en otros asientos preferentes las primeras autoridades y las numerosas comisiones. En la misa que siguió a continuación, la Schola Cantorum del Seminario interpretó diversas composiciones religiosas. Terminada la liturgia, el arzobispo, revestido de pontifical, procedió a la bendición de la imagen y pronunció unas palabras que fueron contestadas por el representante del Gobierno nacional.

El ministro pronunció un discurso en el que dijo, entre otras cosas, que "porque Dios ha querido, tuve la suerte de haber nacido en una de las Islas Afortunadas, la Isla de La Palma, que en el año 1949 nos transmitió la triste noticia de la erupción de uno de sus volcanes. De S.E. el Generalísimo Franco, atento siempre a dar consuelo y fuerzas económicas a todos los españoles, surgió entonces la idea de que fuera a aquel lugar una representación del Gobierno, y fui elegido yo, por estar vinculado a aquellas islas por lazos de sangre y de cariño. Se formó enseguida un cuerpo técnico, en el que figuraba un buen amigo, un gallego de corazón, don José Fariña, y entramos en el puerto de Santa Cruz de La Palma a bordo del Vasco Núñez de Balboa. La isla tiene 70.000 habitantes y, sin hipérbole, puedo decir que todo el pueblo estaba en el muelle esperándonos, con un silencio sepulcral. La escena representaba la llegada del hijo ausente que iba con la representación del Caudillo. La tierra temblaba todavía bajo nuestras plantas. Eran momentos de gran emoción".

El ministro se refirió, a continuación, a la salvación de la ermita de San Nicolás de la corriente de la lava: "Su pobre párroco nos decía: Yo se lo pedía a la Virgen de Fátima, y la Virgen salvó la ermita. Quiero que me ayuden a levantarle aquí un monumento".

"José Fariña -agregó el ministro- quiso ayudarle y encargó al artesanado gallego esta bella obra. El arzobispo atendió paternalmente este deseo. Y aquí estamos, en un acto en el que se vinculan dos españolísimas regiones: Canarias y Galicia. Quiero dar las gracias a todas las autoridades por su asistencia a la ceremonia".

Por último, Blas Pérez González, fijando sus ojos en la imagen de la Virgen de Fátima, imploró, visiblemente emocionado:

"¡Madre mía, te pido que lleves a mi tierra canaria todo mi corazón, mi afecto y les digas a mis paisanos que toda mi emoción está puesta en ella. Porque yo quiero a Canarias y a Galicia y, al querer a estas dos regiones, quiero a España por encima de todos mis quereres. Cuando mis paisanos la reverencien, le pedirán por España y por Galicia, tierra privilegiada, que tiene la gloria de ser el sepulcro del Apóstol Santiago".

A la ceremonia asistieron representaciones y comisiones de las provincias gallegas y de Canarias, "testimoniándose en este acto de piedad evocadora, la fraternidad entre aquella región y el Archipiélago Canario". Al finalizar el acto, el ministro recibió a una comisión de estudiantes canarios residentes en Santiago, "con los que sostuvo un amplio cambio de impresiones, sobre las lucidas ceremonias, que acababan de celebrarse".

La prensa gallega y la canaria destacaron ampliamente la bendición de la imagen, con amplias crónicas y fotografías alusivas al acto. El final de la jornada tuvo un carácter apoteósico, al concentrarse numerosos grupos de gaiteros, que llegaron a Santiago de Compostela desde todos los rincones de Galicia. El presidente de Compañía Trasmediterránea, Ernesto Anastasio Pascual, ofreció el traslado gratuito de la imagen hasta Santa Cruz de Tenerife a bordo del "liner" Satrústegui y luego, hasta la capital palmera, en el vapor Ciudad de Melilla.

La recepción oficial de la imagen se celebró el 18 de mayo siguiente en la parroquia de San José, en la capital tinerfeña, en un acto que estuvo presidido por el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Carlos Arias Navarro, en unión de otras autoridades, jerarquías y representaciones. Esa misma noche fue embarcada en el puerto tinerfeño y al día siguiente, con el barco empavesado, fue recibida en Santa Cruz de La Palma por una gran muchedumbre y con todos los honores.

De la crónica del acto religioso celebrado en la iglesia de San José, firmada por el periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz, testigo presencial de la erupción del volcán de San Juan, entresacamos los dos párrafos siguientes:

"Nuestra capital, que con tanta emoción y reverencia recibió la sagrada imagen de Nuestra Señora de Fátima, donada por Galicia a la Isla de La Palma, con el fin de que sea emplazada en la misma linde donde se detuviera, a su conjuro milagroso, a su celestial intercesión, la arrolladora lava del volcán que un día arrancara a la bella isla de su plácido remanso de belleza para sumirla en la angustiosa zarabanda de los terremotos devastadores, se dispone hoy, domingo, a despedirla en el marco de un acto apoteósico que, por otra parte, será algo así como el preludio de los actos que se preparan en La Palma a su llegada, y en los que de seguro el católico corazón de aquellas gentes latirá con renovado ritmo, con más vivo compás, con más entrañable isocronia".

"Galicia y Canarias, estrechamente unidas bajo una tutela común, bajo un mismo signo, se estrechan la mano conmovedoramente en estas jornadas grandiosas de fe católica y de piedad española. La sagrada imagen, erigida al pie de la lava negra del volcán de Las Manchas, pregonará en La Palma la maravillosa unidad entre gallegos y canarios, que es símbolo a la vez de la gran unidad española. Y allí recibirá, en las fervorosas preces palmeras, el común deseo de que aparte el mal de las dos bellas regiones españolas, presidiendo e inaugurando una era de próspera felicidad, que bajo su milagrosa tutela es posible; apartando de la isla la desventura, lo mismo que en otro tiempo apartara el curso impetuoso de la lava volcánica que descendía desde la cumbre para anegar el risueño valle en su oleaje de fuego".

La construcción del monumento, por diversas causas, se retrasó unos ocho años y sufrió algunas modificaciones respecto de su diseño original. El 24 de junio de 1960, día de mucho calor, se procedió a su bendición en presencia del gobernador civil de la provincia, Manuel Ballesteros Gaibrois y el alcalde de El Paso, Santiago García Castro, quienes pronunciaron emotivos discursos. La ermita de Las Manchas, que tiene el título de San Nicolás, fue fundada por Nicolás Massieu y Vandala, según consta en el testamento otorgado ante el escribano público Antonio Roque Casanova, registrado en el protocolo de Antonio Vásquez el 14 de septiembre de 1696 y que dispone, entre otras cosas, que había de ponerse en el altar una imagen de Nuestra Señora de Bonanza, "por ser aquel distrito muy ventoso", así como una imagen de san Nicolás, otra de san José y en lo alto del espaldar del retablo un Santo Cristo de bulto que tenía en su casa solariega del Llano de Argual.

Nicolás Massieu, súbdito de origen francés, adquirió la ciudadanía española en 1638 y fue el mayor terrateniente del valle de Aridane, al poseer la propiedad y explotación de los ingenios azucareros de Argual y Tazacorte. La construcción de la ermita fue iniciada por su hijo Pedro Massieu y Monteverde, tiempo después del fallecimiento de su padre y continuada por sus herederos, tanto en el remate final como en la dotación de imágenes, mobiliario y aderezamiento.

Desde su fundación, la ermita de San Nicolás permaneció anexa a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane. Sin embargo, mediante R.O. de 18 de mayo de 1885, que declaró la independencia entre ambas parroquias, la citada ermita fue anexada a la parroquia de El Paso.

El 18 de noviembre de 1929, siendo obispo de Tenerife fray Albino González y Menéndez-Reigada, y con motivo de la demarcación parroquial de la diócesis, sobre la base de la antigua ermita fue creada la parroquia de Las Manchas, dependiente del arciprestazgo de Los Llanos de Aridane y con categoría de rural de primera.

Su dotación inicial fue de 2.650 pesetas anuales, de las cuales 1.500 pesetas eran para los gastos del párroco y otras 500 para el culto. La nueva parroquia no poseía propiedades y su primera modificación patrimonial se produjo a partir de 1952, cuando recibió la imagen de Nuestra Señora de Fátima, que sería colocada al aire libre en un monumento homenaje a la divina devoción. Su primer párroco titular fue José Pons y Comallonga, nombrado el 28 de mayo de 1931, quien ejerció el cargo durante 13 años. En recuerdo de su fecundo magisterio sacerdotal, la plaza de la ermita lleva su nombre.

Aunque en varias ocasiones llegó a plantearse su demolición, por no tener capacidad suficiente para el culto, así como derribar uno de los muros y construir un anexo, al final se impuso la cordura y ha logrado conservar su factura original de una sola nave, dividida en dos tramos de distinto nivel. La parte más antigua corresponde al altar y mide 8,50 metros de largo y 5,70 metros de ancho. Dos escalones de cantería acceden al altar mayor, separado por un arco toral de medio punto labrado en piedra.

El artesonado es de par y nudillos, con estructura de almizate y faldones laterales, reforzado por tirantes simples apoyados en sencillas ménsulas. Las losetas del suelo eran de dos tipos: en color el primer tramo, más antiguo y en blanco y negro el segundo, más moderno. Tiene un coro y dos sacristías, a izquierda y derecha del altar mayor. La primera, edificada en el siglo XIX, sufrió el derrumbamiento del techo y sólo conservaba los muros hasta que llegó la restauración. La segunda fue hecha por un maestro de obras en los años treinta, época en la que también se rehizo el púlpito. En 1945 fue restaurado el balcón del coro, desde el que se toca la campana.

En el verano de 1993 la techumbre de la iglesia sufrió un desplome. Ante el peligro inminente de un derrumbe, la celebración del culto se trasladó a un local próximo y comenzó el proceso para su restauración, que se prolongó por espacio de casi cinco años. En 1996, a instancias del Cabildo Insular de La Palma, en expediente que promovió el consejero Vicente Capote Cabrera, la ermita de Las Manchas fue declarada Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias, con categoría de monumento. En junio de 1998 concluyeron las obras de restauración, así como la rehabilitación del retablo y las imágenes, de acuerdo con un convenio suscrito entre el Cabildo Insular de La Palma y el Obispado de la Diócesis Nivariense. El 10 de enero de 1999 fue reabierta al culto, en solemne ceremonia que presidió el obispo Felipe Fernández García.

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