domingo, 25 de febrero de 2007

Blas Pérez, ministro de Franco

Juan Carlos Díaz Lorenzo
Santa Cruz de La Palma


al día como hoy, 25 de febrero, se cumplen cincuenta años del cese del que fuera ministro de la Gobernación y uno de los hombres más poderosos e influyentes del franquismo durante tres largos lustros: Blas Pérez González. Este destacado personaje de la historia política española fue, asimismo, uno de los palmeros más preeminentes del siglo XX. Desde muy joven convivió en el ambiente propicio para el desarrollo de sus inquietudes, un dilatado proceso que estuvo jalonado de diversas vicisitudes, como desgranaremos a lo largo de esta crónica.

Blas Pérez González nació en el pago de Velhoco, en Santa Cruz de La Palma, el 13 de agosto de 1898. Era el cuarto de los hijos de Juan Pérez Díaz y María del Rosario González Déniz. Su padre, médico de profesión, alcanzó el reconocimiento de sus paisanos por su ingente labor altruista a favor de los más desfavorecidos, especialmente en 1888, con motivo de una epidemia de fiebre amarilla que asoló la isla.

Aunque sus antecedentes familiares, originarios de Mazo, estaban vinculados al conservadurismo, Juan Pérez Díaz, licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla, estableció buenas relaciones con el ambiente progresista de la sociedad insular y, además, estuvo vinculado a la masonería. En ese ambiente fue en el que creció nuestro personaje, que contaba apenas diez años de edad cuando falleció su padre.

Blas Pérez González fue un estudiante aplicado y brillante. Realizó sus estudios en el colegio de Segunda Enseñanza Santa Catalina, de la capital palmera y en 1914, cuando contaba 16 años, favorecido por la bonanza económica de su familia, se trasladó a Barcelona donde cursó el último año de bachillerato.

Los años juveniles de Blas Pérez González fueron republicanos. En 1914 se unió a un grupo de estudiantes, empleados y comerciantes, con las mismas inquietudes, y participó en la fundación de la Juventud Republicana palmera. Sin embargo, este primer contacto con el mundo de la política insular sería más bien limitado, pues estaba supeditado a sus cortas estancias en la isla, cuando venía de vacaciones, pues por entonces residía en La Laguna, donde cursaba los estudios de la carrera de Derecho, en la que obtenía calificaciones sobresalientes que causaban la admiración de sus familiares y amigos.

A comienzos de la década de los años veinte, Blas Pérez González había abandonado las filas de la Juventud Republicana, debido a las discrepancias mantenidas con el ala mayoritaria de la organización, que pretendía convertirse en la sección juvenil de Unión Republicana. En 1921 intentó presentarse como candidato a diputado por el Partido Liberal en representación de La Palma, pero entonces su empeño no prosperó.

La situación económica desahogada de su familia le permitió finalizar sus estudios de Derecho en Madrid, donde terminó su carrera en 1920 con premio extraordinario de licenciatura. Como corresponde a un alumno trabajador y ordenado, logró un expediente académico envidiable y en 1927 obtuvo el doctorado de su tesis titulada Política criminal preventiva y medidas de seguridad, también con premio extraordinario.

Los méritos del joven abogado palmero no pasaron desapercibidos en la capital del reino. Uno de sus profesores más notables, Felipe Sánchez Román, prestigioso catedrático de Derecho Civil de la Universidad Central de Madrid, le propuso incorporarse a su equipo como profesor ayudante y, al mismo tiempo, le ofreció un puesto de pasante en su reputado bufete.

En el mismo año en que culminó su carrera y mientras cumplía el servicio militar, aprobó las oposiciones de ingreso al Cuerpo Jurídico del Ejército, siendo destinado, con el empleo de teniente, a la guarnición de Larache (Marruecos), donde conoció, entre otros, a los comandantes José Sanjurjo y Francisco Franco. Blas Pérez González quedó impresionado por la actuación de ambos militares, especialmente del segundo, en unos momentos críticos, en que se consiguió recobrar el prestigio del Ejército español en África.

En 1925, ascendido a capitán, Blas Pérez González fue destinado a la Auditoría de Guerra de Santa Cruz de Tenerife y designado, contra su voluntad, jefe de la Unión Patriótica en La Palma, el partido único creado por la Dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, esta etapa sería breve, pues en 1926 se trasladó de nuevo a Madrid para iniciar su carrera de profesor universitario, como ayudante de la cátedra de Derecho Civil.

Cuando finalizó su doctorado y animado por el profesor Sánchez Román, Blas Pérez se presentó a la cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Barcelona, que obtuvo, en reñida competencia, cuando contaba 30 años de edad. A partir de entonces, su trayectoria universitaria comenzó a ganar prestigio y con el tiempo accedió al decanato de la Facultad de Derecho. Con el apoyo constante de su citado padrino y protector, Blas Pérez González abrió un bufete privado se convirtió en poco tiempo en uno de los más prestigiosos de Barcelona.

En octubre de 1928 contrajo matrimonio en Santa Cruz de Tenerife con Otilia Martín Bencomo y durante los ocho siguientes años residirían en la Ciudad Condal, donde también nacerían sus cuatro hijos.

Debido a su escasa simpatía con el gobierno de Primo de Rivera, en los últimos estertores de la dictadura sería detenido y encarcelado en el castillo de Montjuich, siendo liberado poco después de la proclamación de la Segunda República. Por entonces, el joven profesor recibe una propuesta desde La Palma para que concurriera como candidato a las elecciones constituyentes de junio de 1931. Si bien inicialmente no se mostró convencido, al final acabó aceptando y se presentó como republicano independiente, con el apoyo de los conservadores palmeros.

Desde las páginas de DIARIO DE AVISOS se respaldó la candidatura, manifestando, entre otros aspectos, que "en los actuales momentos es un bien para el país, pues sus ideales particulares siempre han sido de pura democracia". Con un escrutinio de 7.576 votos -de los cuales, la mayoría los logró en Tenerife-, quedó a tan sólo 717 votos para conseguir su acta de diputado, logrando escaño su pariente Alonso Pérez Díaz, líder del Partido Republicano Palmero.

Blas Pérez González regresó de nuevo a Barcelona y continuó ejerciendo su labor docente en la Facultad de Derecho. Sin embargo, la evolución de la tumultuosa vida política nacional habría de depararle un protagonismo que tendría importantes repercusiones en su trayectoria.

La crisis que generó la Revolución de Octubre de 1934 alcanzó su paroxismo en Asturias y Cataluña, aunque también se produjeron levantamientos en Madrid y en el País Vasco. En Barcelona, el Gobierno autónomo de la Generalitat proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española, haciendo caso omiso al Gobierno de la nación. En la noche del 6 de octubre, el general Doménech Batet, comandante general de la región, declaró el estado de guerra y las fuerzas militares salieron a la calle para combatir la sedición, siendo tiroteadas y sufriendo algunas bajas, pese a lo cual asediaron y atacaron el palacio de la Generalitat. Al amanecer, el Gobierno catalán se rindió, con un balance de medio centenar de muertos.

La declaración del estado de guerra provocó que Blas Pérez González, con el grado de comandante jurídico, retornase al servicio activo incorporándose a la Auditoría de Guerra de Barcelona, interviniendo en las causas instruidas por la rebelión de Cataluña, entre los que figuraba el ex presidente del Gobierno, Manuel Azaña y el Gobierno de la Generalitat.

A comienzos de 1935, cuando se levantó el estado de guerra, Blas Pérez se reincorporó a la docencia universitaria, pero entonces ya había sido señalado como enemigo de los nacionalistas catalanes y de la izquierda obrera e identificado con la represión posterior que siguió a los hechos de octubre de 1934.

Cuando ganó el Frente Popular llegó el momento de la revancha y el profesor Pérez González fue depuesto de su cargo de decano y expulsado de la Facultad de Derecho "por sus intensas campañas españolistas, sostenidas en el claustro". Poco después, el nuevo Gobierno de la coalición de izquierdas amnistiaba a los represaliados por los sucesos de 1934 y devolvía a la Generalitat todas las funciones que le habían sido suspendidas.

En esa situación estaba cuando llegó el 18 de julio de 1936. Un día después del levantamiento militar, las milicias anarquistas de Barcelona emprendieron una sistemática e implacable persecución contra los sospechosos de simpatizar con la sublevación -entre ellos militares, universitarios, curas, empresarios y políticos de derechas-, entre los que figuraba Blas Pérez González.

Aunque inicialmente consiguió esconderse en casas de amigos para tratar de eludir la acción de los milicianos republicanos, éstos acabaron apresándolo. De nuevo, y gracias a las intensas gestiones políticas, entre otros, de su protector Sánchez Román -que había sido uno de los promotores del Frente Popular, como líder del Partido Republicano Español, y que a última hora se auto excluyó de la firma del documento político final que daría el triunfo a la coalición de izquierdas-, Blas Pérez González salvó la vida y logró escapar con su familia a Francia, gracias a la ayuda recibida por parte de alguno de sus alumnos.

Desde allí, en mayo de 1937 pasó al bando nacional, llegando a Burgos, donde se afilió a la Falange, entonces sometida al mando supremo de Franco. Superado un proceso de fidelidad al nuevo régimen, y contando, entre otros, con los apoyos de Ramón Serrano Súñer, cuñado del caudillo y Lorenzo Martínez Fuset, frente a los que cuestionaban la facilidad con la que había logrado evadirse del bando republicano, poco después de su llegada consiguió un puesto en la Asesoría Jurídica del Cuartel General del Generalísimo. En noviembre de 1938 fue investido primer fiscal del Tribunal Supremo, siendo nombrado también consejero de la FET y de la JONS y en agosto de 1939 se le encargó la Delegación Nacional de Justicia y Derecho de Falange. Dos meses después entró a formar parte, como vocal de libre designación, de la Junta Política presidida por Ramón Serrano Súñer. Por entonces, el pensamiento político de Blas Pérez González había evolucionado considerablemente y lejos quedaban los días de sus orígenes republicanos.

En agosto de 1942, a raíz del grave incidente ocurrido a las puertas del santuario de Begoña, cuando varios exaltados arrojaron dos granadas de mano contra los asistentes a la salida de una función religiosa, entre los que se encontraba el jefe del Ejército, general Varela, el 3 de septiembre, Franco, convenientemente asesorado por Luis Carrero Blanco, meditó y resolvió cuidadosamente la crisis con el cese del propio Varela y del ministro de la Gobernación, Valentín Galarza, ambos monárquicos, así como de Ramón Serrano Súñer.

Los nuevos ministros serían el general Francisco Gómez-Jordana y Sousa, conde de Jordana, en la cartera de Asuntos Exteriores; el general Carlos Asensio Cabanillas, en el Ministerio del Ejército, impuesto como destino militar ante la negativa de éste a aceptar el cargo voluntariamente; y Blas Pérez González, en Gobernación. Franco decidió el nombramiento de este último a instancias de José Luis Arrese, líder de la Falange franquista.

El 13 de septiembre de 1942, los nuevos ministros juraron sus cargos en el palacio de El Pardo. Blas Pérez González permanecería al frente del Ministerio de la Gobernación, uno de los más importantes del régimen, durante quince largos años, hasta el 25 de febrero de 1957.

El Ministerio abarcaba varias áreas: administración local, sanidad, vivienda, corrreos y, sobre todo, el orden público. "La aspiración primaria de toda organización política debe ser el mantenimiento de la paz y el orden", decía Blas Pérez González en su breve discurso de toma de posesión. Para llevarlo a cabo, el nuevo ministro impulsó varias leyes, entre ellas la Ley de Responsabilidades Políticas, la Ley para la Represión del Comunismo y la Masonería y la Ley de Seguridad del Estado. Objetivos que consiguió y convirtió el Ministerio en una organización eficaz y sometida a un estricto control, eligiendo siempre la vía de fidelidad a Franco frente a otras tesis. De modo que no sólo la persecución de los ideales de izquierdas y obreros, sino también el maquis, la oposición falangista y la oposición monárquica al régimen, fueron algunos de los aspectos fundamentales de los primeros años de mandato del ministro palmero.

Durante este tiempo, Blas Pérez González realizó dos visitas oficiales a La Palma. La primera, en julio de 1949, con motivo de la erupción del volcán de San Juan, en que recorrió las zonas afectadas y la segunda, en octubre de 1950, formando parte del séquito del viaje oficial del Jefe del Estado a Canarias.

A mediados de los años cincuenta, el panorama comenzó a cambiar. Blas Pérez González comenzó a sufrir el hostigamiento de José Luis Arrese, a quien Franco encomendó un borrador de legislación que acrecentara el poder de Falange en el régimen, complaciendo así el empeño de éste por hacerse con el control político del Estado y, por otro, Luis Carrero Blanco, ministro de la Presidencia y bastante distanciado de los postulados de Blas Pérez González, al que acusaba de "blando" por no reprimir con contundencia las alteraciones del orden e insistiendo en los rumores de sus supuestas vinculaciones, en el pasado, con la masonería.

Al final, el 25 de febrero de 1957, Franco decidió el cese del ministro Pérez González, ofreciéndole ocupar el recién creado ministerio de la Vivienda y Previsión Social, propuesta que éste rechazó de plano, para dedicarse a su carrera académica y profesional. El malestar de Franco fue de tal calibre que durante algún tiempo ordenó vigilarle y ordenó escuchas telefónicas, temeroso, tal vez, del poder e influencia de que gozaba el político recién cesado.

Por sus relevantes méritos de servicio del Estado y de la Justicia, a Blas Pérez González se le concedieron doce grandes cruces, entre ellas la de Carlos III, Beneficencia, Mérito Civil, Aeronáutica, Militar, Naval, Alfonso X El Sabio, San Raimundo de Peñafort, Isabel la Católica y Cisneros.

Se le concedieron también las Medallas de Oro de Madrid y Santa Cruz de La Palma, isla que le hizo Hijo Adoptivo de numerosos municipios, así como presidente honorario del Cabildo Insular e Hijo Predilecto de La Palma. Fue elegido miembro de las Reales Academias de Ciencias Morales y Políticas, y de Legislación y Jurisprudencia.

A lo largo de su vida destacó como civilista, autor de la traducción y comentario de Derecho Civil de Emneceris, Kipp y Wolf. Publicó una serie de monografías, entre las que figuran El método jurídico, El requisito de la viabilidad, La rescisión de participación en Cataluña y El seguro y la garantía hipotecaria.

Falleció en Madrid el 7 de febrero de 1978, a la edad de 80 años. Su memoria se honra en su isla natal, especialmente en la capital palmera, donde tiene un monumento situado a la entrada de la ciudad, y en calles de diversas localidades del Archipiélago Canario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha emocionado leer este artículo sobre el Sr. Blas Pérez ya que era primo de mi abuela y ella nos habló más de una vez de él.