JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
EL PASO
En los últimos años han aparecido interesantes publicaciones de viajeros y científicos que visitaron Canarias en el siglo XIX. Entre los últimos títulos encontramos el libro Cuadernos de viaje de las Islas Canarias, en novedosa edición bilingüe, del que es autor el científico alemán Karl Georg Wilhem Fristch (1838-1906) y que visitó las islas entre 1862 y 1863, por espacio de diez meses y medio, haciendo el recorrido, en su gran parte, a pie.
De la mano del profesor palmero Manuel de Paz Sánchez, catedrático de Historia de la Universidad de La Laguna y formando parte de la colección Taller de Historia, aparece el volumen número 40 que debemos al esfuerzo, trabajo y buen hacer, en cuanto a traducción, estudio introductorio y notas de José Juan Batista Rodríguez y Encarnación Tabares Plasencia. La edición es del Centro de la Cultura Popular Canaria, con el respaldo de varias instituciones canarias, entre ellas la Dirección General de Patrimonio.
De este personaje ya se había ocupado el investigador Nicolás González Lemus, quien lo considera "uno de los más grandes naturalistas de lengua alemana que visitaron Canarias, y que por la importancia de sus investigaciones geológicas y escritos sobre las islas se encuentra a la altura de Humboldt y Buch (...) Karl Fristch es el científico que describe por primera vez las tefritas y las basanitas como nuevos minerales, y se comprobó el hecho fundamental, para entonces nuevo, de que las rocas volcánicas actuales tenían la misma formación y composición mineralógica que la lava del terciario".
Del capítulo dedicado a La Palma podemos extraer interesantes datos, aunque en esta ocasión, por su interés y por la condición de científico de su autor, habremos de referirnos a sus consideraciones sobre la Caldera de Taburiente.
El profesor Fritsch salió de Puerto de la Cruz, camino de La Palma, el 30 de septiembre de 1862, a bordo de un balandro en un viaje de doce horas a merced de la limosna de la brisa. Santa Cruz de La Palma era, entonces, una población de 5.364 habitantes. Acomodado en la pensión llamada "casa de pupilos", se presentó ante el vicecónsul británico y americano, para quien llevaba carta de recomendación de un compatriota alemán residente en el puerto de La Orotava.
A nuestro personaje le llamó la atención el traje que vestían los campesinos, cuando escribe: "Elegantísimo resulta el traje azul oscuro de los habitantes del sur de la isla, que lucen un tocado característico: la montera, la cual está provista de dos aberturas. Menos vistosos parecen los habitantes del norte de la isla con sus vestidos de lana de color marrón oscuro, siendo que, sobre todo, a las mujeres no les sienta bien el tocado del mismo color, relleno de algodón para darle forma de barca".
Su excursión por el interior de la isla comenzó el 3 de octubre, y lo hizo por el camino que cruzaba la Cumbre camino del valle de Aridane.
"En la parte alta de la escarpada pendiente en que se asienta Santa Cruz de La Palma (a la que todos llaman la Ciudad), se abre, desde la Cruz de los Globos y hacia la Cumbre, una amplia planicie. Aquí se bifurcan los dos caminos principales que conducen hasta la Banda: el más antiguo y cómodo pasa por la Cumbre Vieja, situada al Sur, y el más reciente y empinado lo hace por la Cumbre Nueva. Me decidí por este último y atravesé la bien cultivada planicie, subiendo por las altas palmas de Buenavista y entre bosques de castaños. Luego, seguimos montaña arriba y por entre la laurisilva, las vueltas y recodos del zigzagueante camino. A lo largo de esta senda hacia la cumbre se encuentran numerosas cruces que, como ocurre en la Degollada de Guajara en Tenerife, señalan los lugares donde los isleños han perecido congelados de frío en invierno, agotados por la nieve. Pensando en este peligro, los numerosos campesinos que vienen por aquí desde la Banda desean "¡Buena Cumbre! a todo el que se encuentran; y cuando han llegado a la Cumbre, se ponen a cantar de alegría".
A medida que avanza en su camino, el visitante se siente impresionado cuando tiene la oportunidad de admirar el contraste paisajístico que le ofrece el paso de la cumbre:
"Sin embargo, la Cumbre Nueva (alrededor de 1.415 metros) es el punto más bajo del desfiladero que une la cordillera norte de la isla, de forma cupular, cruzada por profundos barrancos y notable por la depresión de la Caldera, con las secas montañas del sur, de formación volcánica reciente y más estrechas y puntiagudas. El desfiladero mismo conforma una masa montañosa estrecha y alargada, cuya parte superior es casi llana, mientras que las escarpadas pendientes de ambos lados están cortadas por torrenteras situadas muy cerca unas de otras, formando una suerte de surcos paralelos. Por ambos lados, se levanta esta cima sobre el suelo más llano de las respectivas planicies que, sin embargo, poseen distintas alturas. Así, el escarpado desnivel alcanza, por el Este, unos 620 metros, mientras que, por el Oeste, llega aproximadamente hasta 860 metros. La vertiente oriental es húmeda, debido a las nubes que trae el alisio, por lo que, hasta donde éste alcanza, se encuentra poblada de laureles, hayas (Myrica faya), etc. Y aquí se detiene, de repente, este espeso y umbroso bosque, para dar paso, en la seca vertiente occidental, a un pinar más ralo y a unas pocas retamas. Rara vez llegan a la parte del desfiladero que mira a la Banda jirones de nubes, las cuales parecen fundirse un instante con la ladera, disipándose, después, en aquel aire límpido y que permite unas vistas encantadoras sobre los pagos y pueblos rodeados de naranjos, el mar azul oscuro y El Hierro lejano, aunque el envidioso mar de nubes del Este de la isla oculta Tenerife y La Gomera. Al norte, entre el Bejenado y la parte principal de la cumbre, a través del collado de la Cumbrecita, se pueden divisar las abruptas y escarpadas paredes de la Caldera. Un pinar más espeso ocupa la vertiente sur del pico Bejenado; pero, al pie de éste, se extiende un estéril pedregal desde la Cumbrecita hasta el Pino Santo. En este cuadro paisajístico forman una singular masa de sombras tanto este pedregal como la negra corriente de lava que, en 1585, salió de un cráter de uno de los valles situados entre la Cumbre y un grupo de conos volcánicos que se encuentran más abajo, para continuar en dirección a la costa al sur de Argual".
En el camino se encuentra con gente que se refiere a él como a un inglés, sin duda ante la mayor frecuencia de estos:
"Cuando llegamos a los terrenos más llanos que hay en torno al Pino Santo, se empezó a animar el camino. Íbamos bajando gradualmente. En El Paso despertamos la curiosidad de ruidosos grupos de hombres y mujeres que habían ido hasta allí con sus animales a por el agua que se trae desde la Caldera por medio de canalones de madera abiertos y que se referían a nosotros como los ingleses. En efecto, para la concepción popular cualquier viajero que llega hasta aquí es un inglés y, en calidad de tal, se le pregunta cómo es posible que un hombre ilustrado se aferre a las doctrinas heréticas de Mahoma (por ser protestante). Además, y como sucede en otras partes, la gente toma al geólogo por un buscador de metales nobles y está firmemente convencida de que va a convertir en oro los trozos de basalto y otras piedras que han reunido".
Escribe el científico alemán que "Los Llanos es el pueblo más importante de la Banda. El muy amable párroco del lugar nos recibió y agasajó con casi exagerado desvelo. Y no nos dejó emprender nuestra visita a la Caldera, antes de hacer que tomáramos un día de descanso, que hubimos de aprovechar, entre otras cosas, para admirar las vestiduras de seda y terciopelo que adornaban las imágenes de la Virgen y los santos".
Sin embargo, su mayor impresión se produce cuando entró en contacto, por primera vez, con la grandiosa Caldera de Taburiente y escribe lo siguiente:
"La Caldera constituye la curiosidad más notable de La Palma. Es una enorme cuenca elíptica, cruzada en su interior por numerosos arroyos y barrancos y cercada por paredes rocosas casi verticales, muy erosionadas y polícromas. Estas paredes caen a pico unos 1.200 metros, pero, después, sus cortantes prominencias se van ensanchando hasta formar unas lomas menos pronunciadas que se hunden en los barrancos. La mayoría de estas lomas está poblada de vegetación, utilizándose algunas para que paste el ganado. Allí, entre estas últimas, ciertas cuevas sirven de morada veraniega para los pastores, y de corral para el ganado; sin embargo, no hay ni una sola casa permanentemente habitada en toda esta impresionante caldera. Cerca de los refugios de los pastores y en otros pocos lugares crecen higueras. Las cascadas de agua constituyen la riqueza más útil y aprovechable de la Caldera: una parte de esta agua se conduce a través de varios canalones hacia las localidades de la Banda. Las concreciones calizas existentes proporcionan sólo unas pocas cantidades de cal, que se elabora allí mismo; sin embargo, para la mayoría de los pueblos de La Palma resulta más fácil y barato hacer venir la cal de Fuerteventura que traerla de la Caldera".
Resulta interesante destacar el avanzado conocimiento geológico del profesor von Fritsch, cuando escribe, refiriéndose a aspectos científicos de la Caldera, lo siguiente:
"Sirve de desagüe natural a la enorme caldera el profundo gran barranco de las Angustias, que ha sido excavado en la roca por los arroyos que, incluso a fines de verano, corren con agua abundante. El lecho del gran barranco se asienta en una imponente masa de unos 270 metros de conglomerado de roca de la Caldera. Este conglomerado, al que se han agregado algunas corrientes de lava, acaba pronto hacia el norte en los antiguos acantilados marinos de la pendiente de El Time; al mismo conglomerado, cubierto en parte por nuevos productos volcánicos, se alarga, por el sur, hasta Las Manchas, localidad situada al sur de Tazacorte; y sigue, alejándose mucho más de la costa en la desembocadura del gran barranco, que en las zonas circunvecinas, mediante una línea de 100 brazas marinas de profundidad, la cual aparece en el mar en forma de arrecifes. Bajo este conglomerado y curiosamente incrustados en las grietas de una antigua y dura roca volcánica, se encuentran restos de corales y balanos desde aproximadamente la quinta de La Viña hasta una altura de 200 ó 250 metros sobre el nivel del mar. Así, pues, el arroyo de la Caldera arrastró el conglomerado hasta una bahía, ya que el mar llegaba otrora hasta aquí, antes de que se hubiera producido un levantamiento de la isla (y de los islotes vecinos)".
"En la Caldera quedan al descubierto los componentes principales de las montañas canarias, a saber: diabasa y gabro junto a masas semejantes a la traquita. Formada por tales elementos, la cordillera más antigua ha dado origen, en la Caldera, a las pendientes inferiores y menos escarpadas, mientras que las paredes superiores, casi verticales, corresponden a un complejo de capas volcánicas más recientes, basálticas en su mayor parte. El límite de aquellas rocas asciende rápidamente por el barranco, para irlo haciendo de manera más paulatina en las paredes de la Caldera, aproximadamente desde unos 1.000 a 1.400 metros. El collado de la Cumbrecita, al sur de la Caldera, se alza aproximadamente a esta altura, justamente donde se encuentra el límite de aquellas rocas. Las masas basálticas que se hallan en medio de La Caldera están a menor altura que las de las montañas que la rodean; es evidente que se han asentado en una antigua depresión de la cordillera de gabro".
Por último, el científico alemán nos relata otras impresiones de su encuentro con la Caldera de Taburiente, y lo expresa en los siguientes términos:
"La Caldera y el estrecho barranco en que desemboca son inmensamente ricos en bellezas naturales. Uno de los puntos más hermosos que encontramos subiendo por el barranco es la ermita de N. Sª de las Angustias, de donde éste toma su nombre. Un poco más arriba, pasando el yacimiento de fósiles de coral, aparece, como un hermoso adorno del valle, el pequeño caserío de La Viña, con sus campos de cultivo y sus alrededores plantados de plataneras, duraznos y guayabos. Aquí pasé la noche, antes de entrar en la Caldera, y volví a hacerlo, de nuevo, en mi segunda visita a la misma, alojándome en la casa de una familia encantadora, espejo de paz y felicidad, cuyo hogar y cuyos campos deberían servir de ejemplo de limpieza y orden a más de uno de sus paisanos, incluso de los más ricos. Al subir un poco más, el valle se estrecha de tal manera que no queda más espacio para trazar ningún camino y hay que encaramarse sobre el canalón que sigue en dirección a Argual. Un armazón a modo de acueducto sostiene el canalón tendido sobre el barranco. Muy pintoresco resulta el pequeño estanque, la madre del agua, donde empieza el canalón. Y ya estamos en medio de la Caldera, cuyos numerosos barrancos le confieren un encanto imposible de describir por lo estrechos que son, los restos de la antigua vegetación arbórea, las cascadas y los estanques, las rocas de los alrededores y las vistas sobre las magníficas pendientes de variados colores de las montañas que los circundan; y todo ello, sin contar con su interés científico y con el agradable frescor que proporcionan las muchas fuentes de agua burbujeante y, generalmente, ferruginosa que allí brotan. Pasé varios días en la Caldera, después de haber instalado mi campamento en una cueva situada bajo un bloque de roca que había rodado desde lo alto, junto al arroyo que corre por medio del Barranco de Verduras del Mato. El césped que crecía junto al arroyo y la pinocha de los pinos canarios, cuyas agujas llegaban hasta 30 cm, constituían un buen lecho y, por la noche, nos alumbrábamos con sus teas".
El impacto que causó la Caldera en la mente del profesor von Fritsch le llevó a realizar una segunda excursión, en la que pasó por las cumbres camino del norte de la isla, desde Garafía a Los Sauces. Recorrió también los pueblos de la Banda, Tijarafe y Puntagorda y visitó la cueva de Belmaco, entre otros lugares de interés, en consideración a los asentamientos de los primitivos pobladores. El 25 de noviembre, después de casi dos meses de estancia en La Palma, continuó su viaje camino de La Gomera.
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