domingo, 13 de noviembre de 2005

Un blanco sueño, recuerdo de juventud

JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
SANTA CRUZ DE LA PALMA


En la historia marinera de Santa Cruz de La Palma, de la Isla toda, la presencia del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano ocupa un destacado y merecido puesto de honor. En las cinco escalas que, hasta ahora, ha realizado el elegante velero de la Armada Española en el puerto palmero, siempre ha puesto de manifiesto la singular hidalguía de la que es embajador y el pueblo palmero también le ha correspondido con el mejor de sus afanes.

Escondido en la intimidad de un hombre de mar, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano se nos antoja un hermoso recuerdo blanco, vivido en la esencia profunda del alma, hecha realidad, cuando en agosto de 1998 este cronista tuvo el honor de viajar a bordo y compartir amistades entrañables en las singladuras que mediaron de la Escuela Naval de Marín a Cádiz. Días inolvidables a bordo de un velero lleno de espumas, una nostalgia hecha de aromas, bandazos y gaviotas... algo puro, antiguo y entrañable. Quizás la juventud.

Porque, sobre todo, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano es blanco y silencioso. Limpio, lento, luminoso y joven. Es la aventura lejana y nueva, la ausencia, el temporal inolvidable, el compañerismo y, sobre todo, es la mar. La mar vieja de las olas enormes y de los vientos duros. La mar pasmada de las calmas chichas. La mar alegre, picada, de las ventolinas y los albatros. De los sargazos, de los cetáceos, de la escora a babor, del crujido manso de la jarcia y de las extrañas palabras de la curiosa jerga naval. La mar inmensa, en definitiva.

Desde hace más de setenta años, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano es uno de los barcos más admirados y queridos en todos los puertos del mundo. Sería muy larga la lista de adjetivos elogiosos y hasta piropos que ha recibido y sigue cosechando el veterano buque, para el que la Armada ha previsto que, en principio, se mantendrá en activo hasta que cumpla el centenario.

El diseño de este hermoso bergantín-goleta de cuatro palos se debe al célebre ingeniero naval británico Camper Nicholson, cuyos planos trazó en 1925, con notable celeridad, por encargo del Ministerio de Marina, cuando llegó el momento de sustituir a la corbeta Nautilus. Los planos de Nicholson, dibujados frente al mar siempre gris de Southampton, tomaron forma en los astilleros gaditanos de la firma Echevarrieta y Larrinaga -los sucesores de la antigua factoría naval de los hermanos Vea Murguía-, de cuya factoría es la construcción número 15.

El 24 de marzo de 1925 se procedió a la puesta de quilla, en el transcurso de un acto celebrado de acuerdo con la solemnidad acostumbrada y en la que estuvo presente el general Primo de Rivera, que asistió a la puesta simbólica del primer remache. El 5 de marzo de 1927 se efectuó la botadura "entre públicos festejos" y el 17 de agosto de 1928 fue oficialmente entregado a la Marina de Guerra.

Desplaza 3.755 toneladas y son sus principales dimensiones 94,10 metros de eslora total -82,14 entre perpendiculares-, 13,15 de manga, 6,89 de calado y 48,70 de guinda. El aparejo está compuesto por veinte velas, con una superficie de 2.467 metros cuadrados y como medio de propulsión auxiliar dispone de un motor Sulzer -fabricado, bajo licencia, en los talleres de la Empresa Nacional Bazán, en Cartagena-, de 1.500 caballos de potencia, que le permite una velocidad máxima de 10 nudos

Estando aún sobre grada, este buque ostentó el nombre de Minerva, evocando así la memoria de otro velero llamado Augustella, que se compró en Italia en unión del Clarastella, que habría de convertirse en el Galatea, otro buque-escuela cuya memoria sigue presente en la historia marinera de La Palma.

Cuando se abandonó el proyecto para dedicar el Minerva a buque-escuela de guardias marinas, porque no reunía las condiciones adecuadas, se aplicó su nombre al nuevo buque en construcción. El general Primo de Rivera dijo en su discurso, tras la colocación del primer remache, que pediría al Rey que el nuevo buque llevase el nombre de Juan Sebastián de Elcano, lo que se dispuso por Real Orden de 12 de diciembre de 1925.



Escalas en La Palma


El 19 de abril de 1928 se produjo en aguas de Cádiz la primera salida a la mar del flamante Juan Sebastián de Elcano. Con tal motivo, desde Madrid viajó el Rey Alfonso XIII, quien, después de recibir las salvas de ordenanza del cañonero Bonifaz, subió a bordo, momento en el que fue izado el estandarte real al tiempo que los barcos surtos en el puerto lucían sus empavesadas y hacían sonar las sirenas. A Don Alfonso XIII le acompañaba el duque de Miranda y, ya a bordo, el comandante del buque, capitán de fragata Manuel de Mendívil y Elio, ordenó la maniobra de desatraque del muelle gaditano para fondear poco después en medio de la bahía.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana, con tiempo de levante en la zona del Estrecho, el Elcano comenzó a virar cadena y, con el ancla a la pendura, dio avante y puso proa a mar abierta con el estandarte real en el tope y en la enseña nacional en el pico. Tras su estela les seguía el cañonero Bonifaz, al que, poco después, Su Majestad ordenó regresar al puerto de apostadero. El buque de escolta hizo las salvas de ordenanza y cayó a una banda para retornar a Cádiz.

El puerto de destino del Juan Sebastián de Elcano era Málaga, al que arribó a mediodía del 20 de abril con el trapo largo y el motor parado. Fue una operación liviana, en la que trabajaron los ágiles marineros y cuando el barco quedó atracado, Don Alfonso XIII desembarcó en medio del clamor popular.

A lo largo de su dilatada historia, el buque-escuela ha visitado en numerosas ocasiones los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, generalmente al comienzo de su crucero anual de instrucción. A éstos sigue, en número de escalas en Canarias, el puerto de Santa Cruz de La Palma, que ha visitado en cinco ocasiones.

La primera escala se produjo el 1 de septiembre de 1929, en el transcurso de su segundo crucero de instrucción, que comenzó en Cádiz el 4 de agosto de 1929 y concluyó el 30 de mayo de 1930. Entonces venía al mando del capitán de fragata Claudio Lago de Lanzós y Díaz y en aquel largo periplo realizó escalas en Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, Tánger, Barcelona, Valencia, Melilla, Sevilla, Funchal, Río de Janeiro, Magallanes, Talcahuano, Valparaíso, Callao, Guayaquil, Balboa, Santiago de Cuba, La Habana y Ponta Delgada.

Sin embargo, en un viaje anterior de adiestramiento de la tripulación, previo al primer crucero de instrucción iniciado en Cádiz el 19 de abril de 1928 y rendido en Pasajes el 16 de julio, el buque-escuela navegó 5.769 millas repartidas en 57 singladuras con escalas en Málaga, Sevilla, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Desde la capital tinerfeña, en el viaje de subida al Cantábrico, bordó el Este de La Palma, demorando el faro de Punta Cumplida.

El 18 de julio de 1936, el buque-escuela se encontraba en Cádiz y desde el primer momento quedó bajo control de las fuerzas sublevadas, como lo estaban, asimismo, los guardacostas Uad Muluya, Uad Lucus y Uad Kert, los cañoneros Laya y Dato, el planero Tofiño y el torpedero T-19. En dique, sometido a grandes reparaciones, se encontraba el crucero República, así como los cañoneros Cánovas del Castillo y Lauria. Aunque las tripulaciones se amotinaron a la desesperada en la noche del 21 de julio, fueron represados por las fuerzas de Infantería de Marina. En la noche del 18 de julio, el destructor Churruca desembarcó tropas regulares que había embarcado en Ceuta.

El buque-escuela permaneció amarrado en Cádiz y a bordo quedó instalada una estación de radio que sirvió de enlace de las unidades navales de los sublevados con las de sus aliados, lo que produjo algunos resultados.

La segunda escala del Juan Sebastián de Elcano en el puerto palmero se produjo con motivo del XII crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Camilo Carrero Blanco- que se inició en Cádiz el 23 de julio de 1942 y finalizó en el citado puerto el 21 de noviembre del mismo año. Aquel fue un viaje limitado por las circunstancias del momento -Europa vivía la Segunda Guerra y en España hacía tres años que había finalizado la guerra civil-, por lo que el viaje consistió en escalas en puertos nacionales: Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Cádiz, Santa Cruz de La Palma, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, regresando de nuevo a Cádiz.

La siguiente escala, la tercera, fue con motivo del XIX crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Manuel de la Puente y Magallanes-, que se inició en Cádiz el 21 de enero de 1948 y finalizó en Marín el 18 de diciembre del mismo año. Entonces hizo escalas en Marín, Funchal, Cartagena de Indias, Punta Delgada, Las Palmas, Santa Cruz de La Palma, Santa Cruz de Tenerife, Marín, Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Funchal, Cabo Verde, Las Palmas, Tánger y Marín.

Pasaron 42 largos años hasta que el buque-escuela de la Armada española recaló de nuevo en el puerto palmero y fue con motivo de su LXI crucero de instrucción -comandante, capitán de navío Pedro Lapique Quiñones-, que se inició en Cádiz el 10 de enero de 1990 y finalizó en Marín el 13 de julio del mismo año. Además de Santa Cruz de La Palma, el buque Juan Sebastián de Elcano hizo escalas en Santa Cruz de Tenerife, San Juan de Puerto Rico, Acapulco, San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Santo Domingo y Nueva York.

En la mañana del 16 de enero el buque-escuela atracó en el muelle de Santa Cruz de La Palma, después de haber sido recibido a varias millas de la costa por un nutrido grupo de veleros deportivos y barcos de pesca, que lo acompañaron hasta el recinto portuario. Sobre el muelle aguardaban más de un millar de personas. En ese mismo día, como es tradición, el comandante del buque, Pedro Lapique, cumplimentó a las autoridades insulares, que devolvieron la visita a bordo a mediodía. El comandante general de la Zona Marítima de Canarias, vicealmirante José Enrique Delgado Manzanares, fue recibido "a la voz y el cañón", vistosa ceremonia en la que los tripulantes cubren candeleros. A éste le acompañaba el capitán de navío Amancio Rodríguez Castaños, nacido en Santa Cruz de La Palma, que ocupaba entonces la jefatura del Arsenal Naval Militar de la Base Naval de Las Palmas y que en el año lustral de 1995 desempeñaría el cargo de almirante-jefe de la Zona Marítima de Canarias.

El pueblo de La Palma se volcó en múltiples atenciones durante la visita del barco, con espontáneas atenciones a sus tripulantes. Más de dos mil personas lo visitaron el día de su llegada, por espacio de casi cuatro horas. "El acceso al puerto -dice la crónica de DIARIO DE AVISOS- así como las vías de confluencia hacia éste llegaron a colapsarse por la gran cantidad de coches que circulaban por la zona", y ante la cantidad de público que el primer día no pudo visitar el barco, se programó una segunda visita en la tarde del día siguiente. El Real Club Náutico ofreció en la noche una recepción y un baile a los oficiales y guardias marinas en la sede de la calle Real, así como una actuación especial del grupo folklórico de Coros y Danzas de Santa Cruz de La Palma.

Al día siguiente, la tripulación del Juan Sebastián de Elcano realizó una excursión por la isla. Entre los invitados se encontraban nueve palmeros que habían realizado su servicio militar a bordo del velero, y entre ellos figuraba Jesús Barrios Pérez, de las Breñas, que formaba parte de la dotación en calidad de enfermero. Ese mismo día, el Cabildo Insular, presidido por José Luis González Afonso, ofreció un almuerzo en el que, a los postres, el titular de la corporación hizo entrega de una placa conmemorativa al comandante del buque-escuela, que marcó el final del programa de la visita del barco, que esa misma tarde se hizo a la mar rumbo a Santa Cruz de Tenerife.

La quinta escala se produjo los días 19 y 20 de enero de 1998, ocasión en la que el insigne velero arribó de nuevo a la capital palmera al mando del capitán de navío Teodoro de Leste Contreras. A bordo viajaban 35 guardias marinas de la 400 promoción del Cuerpo General de la Armada y otros 10 de la 130 promoción de Infantería de Marina, así como dos guardiamarinas invitados de la Marina de Guerra de Tailandia, país con el que España mantiene unas estrechas relaciones.

El crucero empezó el 10 de enero en Cádiz y durante el largo viaje realizó escalas en Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, Río de Janeiro, Buenos Aires y Punta Arenas, atravesando el Cabo de Hornos para continuar en demanda de Valparaíso, El Callao, Cartagena de Indias, La Guaira, Pensacola, Norfolk, Lisboa y Cádiz, a donde arribó el 31 de julio siguiente.

La escala en La Palma tuvo, en aquella ocasión, el sello de los hechos especiales, pues recibió del Cabildo Insular la Medalla de Oro de la Isla, que le fue entregada por el presidente de la primera corporación, José Luis Perestelo, al comandante del buque, en presencia de las primeras autoridades, entre las que se encontraba el almirante-jefe de la Zona Marítima de Canarias, Francisco Núñez Laccaci, viejo y buen amigo de La Palma.

Durante la estadía del buque-escuela se repitieron los actos oficiales, las escenas espontáneas de afecto de la población hacia su tripulación, la ingente cantidad de público que visitó el barco y que presenció su salida en la tarde del día 20, cuando, en una maniobra vistosa e inolvidable, largó todo el trapo dentro de la bahía y navegó a lo largo de la costa este de la isla poniendo luego rumbo al Sur, dejando por la banda de estribor la punta de Fuencaliente.

1 comentario:

Bitacora dijo...

Buen pasaje por cubierta del Juan Sebastián de Elcano. Un velero juven y luminoso como bien dices.

saludos