Juan Carlos Díaz Lorenzo
Santa Cruz de La Palma
El 12 de mayo de 1936 arribó una agrupación de la Armada, formada por un crucero y ocho destructores
El triunfo de la coalición del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936 consiguió alterar todavía más la deformada imagen de la Segunda República. Alcalá Zamora encargó la formación de gobierno a Manuel Azaña, pero las nuevas Cortes decidieron su destitución de la presidencia y elevaron a éste a la Jefatura del Estado, formándose un gabinete de republicanos de izquierda presidido por Casares Quiroga.
Para poner freno al revanchismo y las persecuciones, el nuevo Gobierno tomó de inmediato posiciones tratando de evitar que el triunfo se le escapara de las manos. Entre otras medidas, decretó una amplia amnistía para todos los represaliados tras los sucesos de octubre de 1934, al tiempo que favoreció el restablecimiento del Estatuto catalán y la tramitación de los estatutos de autonomía de Galicia y el País Vasco.
También reanudó la reforma agraria, que favoreció la ocupación de fincas por parte de los campesinos, lo que provocó enfrentamientos con la Guardia Civil y como respuesta, muchos terratenientes prefirieron perder las cosechas antes que contratar a los jornaleros.
En el plano militar, se alejó de Madrid a algunos militares sospechosos, entre ellos los generales Franco, Mola y Goded. Giral volvió de nuevo a ocupar la cartera del Ministerio de Marina y se produjo un relevo en el cargo de subsecretario, en el que el general de Artillería de la Armada, Francisco Matz Sánchez, más afín a las directrices de la nueva política, relevó al contralmirante Muñoz Delgado.
Asimismo, los jefes y oficiales de más acreditado republicanismo alcanzaron puestos de relevancia en el organigrama del Ministerio de Marina y, entre otras acciones, se permitió el reintegro de los cabos y subalternos que habían sido procesados y expulsados por los sucesos de Asturias o condenados por delitos de insubordinación o indisciplina.
El Gobierno del Frente Popular destituyó al vicealmirante Juan Cervera Valderrama en su cargo de jefe de la Base Naval de Cartagena, enviándolo, en situación de disponible, a Puerto Real (Cádiz) y, al mismo tiempo, dispuso otros cambios tendentes a desarticular la posible participación de la Marina de Guerra en la gestación de cualquier movimiento militar.
El vicealmirante Javier de Salas, que había sido ministro de Marina en el gobierno de Alejandro Lerroux, conservó su cargo de Jefe del Estado Mayor de la Armada, y a él se debe principalmente la decisión de organizar unas maniobras generales de la Flota en aguas de Canarias, que habrían de servir, en opinión de algunos analistas, para fijar posiciones en la participación de la Armada en la conspiración militar que se preparaba contra el caos que dominaba el país en los últimos meses de la República.
Quizás, excesivamente confiados en sus dotaciones, en razón de su actitud disciplinada cuando los graves sucesos de Asturias, algunos oficiales jóvenes de los barcos cometieron ingenuidades e indiscreciones, de las que el Gobierno de Madrid tuvo rápido conocimiento a través de los mensajes de los radiotelegrafistas y los subalternos adictos al Frente Popular. Ante el cúmulo de informaciones recibidas, el subsecretario Matz -contra el parecer del Estado Mayor de la Armada- ordenó el regreso de los barcos a la Península, evitando escalas en los puertos africanos.
Maniobras en Canarias
A finales de abril de 1936, la Escuadra se hizo a la mar para realizar unas maniobras en aguas de Canarias, región militar en la que se encontraba al mando el general Francisco Franco. La salida de la Escuadra del puerto de Cádiz coincidió con la llegada al arsenal de La Carraca del cañonero Cánovas del Castillo, habitualmente de apostadero en Tenerife, y que se disponía a pasar un período de obras.
La agrupación naval estaba formada por el acorazado Jaime I, los cruceros Méndez Núñez, Miguel de Cervantes, Almirante Cervera y Libertad y la Escuadrilla de Destructores compuesta por los buques Almirante Antequera -bautizado así en honor del ilustre marino nacido en Tenerife-, Sánchez Barcáiztegui, Lepanto, Almirante Valdés, Churruca, Almirante Ferrándiz, José Luis Díez y Alcalá Galiano. También participaron en las maniobras los submarinos C1 (Isaac Peral), C2, C3, C4, C6 y B5, así como el remolcador Cíclope.
A mediodía del 4 de mayo arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife el acorazado Jaime I -comandante, capitán de navío Julio Iglesias-, seguido del crucero Méndez Núñez -en el que enarbolaba su insignia el contralmirante Piña y mandaba el capitán de corbeta Cervera- y los destructores Almirante Antequera, Sánchez Barcáiztegui, Lepanto y Almirante Valdés, buques bajo el mando de los capitanes de fragata Núñez, Matres y Fuentes y el capitán de navío Fontela, que era, además, el jefe de la Escuadrilla de Destructores. A bordo del acorazado se encontraba, asimismo, el vicealmirante Salas, jefe del Estado Mayor de la Armada.
En el puerto de Las Palmas, y al mando del contralmirante Mier, arribaron los cruceros Miguel de Cervantes, Almirante Cervera y Libertad, así como los destructores Churruca, Almirante Ferrándiz, José Luis Díez y Alcalá Galiano.
Debido a su calado, el acorazado Jaime I atracó en el extremo del muelle Sur, que se encontraba en obras, mientras que el crucero Méndez Núñez fondeó frente a los varaderos de Hamilton y los destructores, por parejas y abarloados, lo hicieron frente al Cuartel de Ingenieros.
Tres días más tarde, a la agrupación surta en aguas de Santa Cruz de Tenerife se unieron los submarinos citados -comandantes, capitanes de corbeta Lara, Mata, Salas, Duguarode y Romero- que procedían de Ceuta, quedando también fondeados y abarloados frente al cuartel de Ingenieros. El día 9 llegaron el submarino B-5 -comandante, Javier- y el remolcador Cíclope.
En la tarde del día 4, el general Franco acudió a bordo del acorazado Jaime I para cumplimentar al vicealmirante Salas González. Como señala el protocolo, al día siguiente se devolvió la visita oficial en la Comandancia General, en una comisión encabezada por el Jefe del Estado Mayor de la Armada y de la que formaban parte los comandantes y otros oficiales de los buques.
En el palacio de Capitanía, el general Franco pronunció un discurso de clara intencionalidad, en el que, entre otras cosas, dijo:
"La Patria está en peligro, y cuando eso sucede, el brazo armado, el Ejército y la Marina, quedan obligados a salvarla, tanto de los enemigos exteriores como de los interiores; y dentro del Ejército y de la Marina son los jefes y los oficiales los encargados de que esa misión sagrada se cumpla".
De aquel encuentro existe una foto en la que aparece Franco con las autoridades civiles y militares, entre ellos el capitán de corbeta Luis Carrero Blanco, oficial de órdenes del jefe del Estado Mayor de la Escuadra.
Los ejercicios se desarrollaron entre los días 10 y 12 de mayo, fecha en la que cambiaron de base las dos divisiones, viniendo a Tenerife a la que mandaba el comandante general de la Escuadra, vicealmirante Mier, y a Las Palmas la que estaba bajo el mando del contralmirante Piña, ordenándose, asimismo, que una agrupación entrase en el puerto de Santa Cruz de La Palma.
Escala en La Palma
El 12 de mayo, el puerto palmero amaneció pintado de barcos. En medio de una singular expectación, las gentes se apresuraron hasta el muelle gritando "¡Llegó la Escuadra, llegó la Escuadra!". Eran, en total, nueve barcos. El primero en recalar fue el crucero Méndez Núñez, que fondeó en la bahía al resguardo del Risco de la Concepción, dando la popa a la playa de Bajamar. Tras él entró el primer destructor, José Luis Díez, en el que embarcó el práctico Tomás Yanes Rodríguez -que dirigió todas las maniobras- y que atracó estribor al muelle. Abarloados a éste le siguieron los destructores Churruca, Alcalá Galiano, Almirante Ferrándiz, Almirante Valdés y Almirante Antequera. Por falta de línea de atraque también fondearon los destructores Lepanto y Sánchez Barcáiztegui, que lo hicieron a estribor del crucero Méndez Núñez.
La presencia de los buques del gris naval y de los marinos uniformados de blanco acaparó la máxima atención de las gentes de la ciudad y aun de los otros pueblos de la Isla, que se desplazaron hasta la capital para presenciar la estancia de las unidades de la Marina de Guerra.
La banda de música "La Victoria" acudió al recibimiento en el muelle, que presidió el titular del Cabildo Insular, Mendoza Santos. DIARIO DE AVISOS destacó la presencia de los barcos de guerra y comentó los paseos al campo de sus dotaciones y el encuentro de los oficiales para tomar el té en los salones del hotel "Florida".
En el puerto palmero no se había visto un espectáculo de barcos igual, desde que en mayo de 1921 estuvo una agrupación naval formada por submarinos, torpederos y el buque de salvamento Kanguro, un cacharro de extraña figura formada por dos cascos simétricos y el montaje de una grúa a crujía para rescatar a los submarinos del fondo.
Las últimas maniobras de la Escuadra republicana habrían de ser, pues, decisivas en lo que se pudiera denominar la vinculación de la Armada en el pre-alzamiento. La movilidad de los barcos durante las operaciones favorecieron los contactos de oficiales embarcados con los destinados en bases navales o dependencias en tierra.
"No puede decirse que se conspirara abiertamente -explica el historiador militar Ricardo Cerezo-, porque las conexiones con los hilos de la sublevación eran débiles y no bien definidas, pero sí que la situación, tras el proceso de descomposición del régimen, incapaz de contener los extremismos y las violencias, produjese situación de autodefensa".
En cada una de las bases navales existían instrucciones reservadas, a poner en práctica en caso de emergencia, muchas de ellas programadas tras los sucesos revolucionarios de octubre de 1934, para la prevención y defensa ante posibles ataques de masas revolucionarias.
En la Marina se sabía que "algo" se movía, de la misma manera que se temía -y también había informaciones inconcretas sobre ello- una nueva sublevación de las fuerzas de extrema izquierda contra la propia República, en su deseo de "sovietizarla".
En un ambiente de gran tensión social, en el que la izquierda optó por una postura claramente revolucionaria, se produjeron enfrentamientos violentos entre milicias socialistas y grupos falangistas y se forjó la conspiración militar contra el Gobierno del Frente Popular. En la trama política figuraban, entre otros, Gil Robles, Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera. Se habían hecho contactos con Mussolini y entre los militares de más alto rango implicados figuraban los generales Franco, Goded, Fanjul, Varela y Mola. Este último se encontraba en Pamplona y actuaba como director del golpe.
Los acontecimientos habrían de precipitarse en las semanas siguientes. El 12 de julio se produjo el asesinato de un oficial de la Guardia de Asalto, el teniente Castillo, que tuvo respuesta, esa misma madrugada, con el asesinato del destacado político de derechas José Calvo Sotelo. El Gobierno de Casares Quiroga, que se había mostrado tibio pese a las continuas advertencias de las organizaciones obreras, vio cómo el 17 de julio el ejército de Marruecos inició el alzamiento contra el Gobierno de la República.
A la cita con la paz, en abril de 1939, de los barcos que habían visitado el puerto palmero en mayo de 1936 -todos ellos sirvieron en el lado republicano durante la guerra- sólo faltó el destructor Almirante Ferrándiz, que resultó hundido el 29 de septiembre del mismo año por la artillería gruesa del crucero Canarias cuando ambos buques se encontraron en aguas del Estrecho. El 26 de agosto de 1938, el destructor José Luis Díez varó en la playa de Los Catalanes, en el peñón de Gibraltar, acosado por las unidades nacionales que operaban en el Estrecho, aunque fue recuperado al final de guerra, reparado y devuelto al servicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario