domingo, 20 de junio de 2004

La mañana de San Juan de 1949

Juan Carlos Díaz Lorenzo
El Paso

Después de varios días de temblores, el 24 de junio comenzó la historia de un nuevo volcán en La Palma

El 24 de junio de 1949 comenzó la historia de un nuevo volcán en La Palma. Durante la mañana había continuado la actividad sísmica de los últimos días y al amanecer los temblores fueron más intensos, siendo percibidos en El Paso y Los Llanos de Aridane y en las localidades de Las Manchas y Jedey, así como en Fuencaliente, en el ángulo sur de la Isla y en Mazo y las Breñas, en la vertiente oriental.

Testigos presenciales que se encontraban en la cumbre manifestaron que coincidiendo con la intensidad de los temblores de tierra, se abrían grandes grietas que se alargaban y ensanchaban en las proximidades de la montaña de El Duraznero, con deslizamientos y corrimientos de tierra y emanaciones gaseosas con olores de azufre y gases sulfhídricos, mientras que en las inmediaciones de Montaña Pelada se escuchaban intensos ruidos subterráneos.

Precedida por fuertes convulsiones en el suelo y ruidos que parecían desgarrarse desde el fondo, hacia las ocho y media de la mañana del día de San Juan, la tierra abrió sus entrañas en la Cumbre Vieja después de una pequeña explosión en el terreno, entre las montañas de El Duraznero, Los Lajiones, Montaña Pelada y Nambroque.

Los primeros testigos en advertir el nacimiento del nuevo volcán fueron dos muchachos y un guarda-jurado de la Asociación de Cazadores. Los dos primeros se encontraban recogiendo pinillo a unos 200 metros de la montaña de El Duraznero, cuando oyeron en el suelo un profundo, intenso y prolongado ruido de la tierra, del que quedaron sorprendidos y dudaron en creer, por lo que trataron de averiguar en los alrededores la causa de su curiosidad y su sorpresa fue tremenda cuando vieron salir una columna de humo negro entre los restos de las neblinas matinales de la cumbre, por lo que salieron corriendo hacia sus casas para contar a los suyos lo que habían visto.

El tercer testigo fue Antonio González Rodríguez, guarda-jurado de la Asociación de Cazadores en la zona Sur de la Isla. Este hombre advirtió a la misma hora que se había producido una pequeña explosión, seguida de una salida de humo que, según creyó en un primer instante, parecía "como si fuera el incendio de algún tronco de pino", por lo que en un principio no le dio gran importancia.

Hacia las diez y media de la mañana, encontrándose el testigo en la montaña de Enrique, observó que en el lugar donde se había producido la explosión se elevaba una columna de humo mayor y más densa, lo cual, según sus palabras, le hizo sospechar que pudiera tratarse "de algo así como un volcán", por lo que acudió el Ayuntamiento de El Paso para informar a su alcalde, Antonio Pino Pérez, de lo que había visto.

A las 11 de la mañana, la columna de humo se había vuelto intensa y densa y ofrecía un majestuoso espectáculo que fue apreciado por mucha gente de la comarca del valle de Aridane, y aún de otras partes de la Isla. A esa hora, los fieles que salían de la iglesia de El Paso después de la celebración de la función religiosa, oficiada por el párroco Salvador Miralles, contemplaron desde la plaza el nacimiento del nuevo volcán. Los cálculos iniciales estimaban en "unos dos mil metros" la altura de la espesa columna de humo que brotaba desde las montañas de la crestería insular.

Desde mediodía, grupos de personas en camiones y en algunos coches se dirigieron hasta El Refugio y desde allí, a pie, y después de hora y media de camino, los más atrevidos llegaron hasta las proximidades del primer cráter, lo mismo que otros vecinos de Las Manchas y Jedey, razón por la cual fueron varios los testigos presenciales de las primeras horas de la erupción.

La densa columna de humo negro brotaba impulsada por explosiones sucesivas y arrastraba polvo fino, cenizas, arenas calcinadas, lapilli y lava fragmentada, acompañada de grandes ruidos subterráneos. A la primera boca se le calculó inicialmente unos veinte metros de diámetro y arrojaba una gran cantidad de piedras y cenizas, apreciándose grandes grietas en los terrenos colindantes. El personal designado para hacer un seguimiento de los acontecimientos detectó a primeras horas de la tarde la existencia de otras dos bocas de fuego, próximas a la primera, que vomitaban piedras incandescentes.

La montaña de El Duraznero, según Bonelli Rubio, es un antiguo cráter en forma de herradura, clásica de los cráteres canarios, del tipo Homate y de creación reciente, mientras que el Llano del Agua se identificaba como el fondo de otro cráter relleno de materiales procedentes de las paredes que lo rodean. "Así, pues -decía el afamado geólogo-, la erupción actual es una reactivación de un aparato eruptivo que en activaciones anteriores dio lugar a la actual constitución y forma del terreno; reactivación excéntrica, típica también del volcanismo canario".

La primera jornada
En la mañana del 24 de junio, después de que se comprobara la situación detectada en la cumbre, el alcalde de El Paso, Antonio Pino Pérez, llamó por teléfono al subdelegado del Gobierno y presidente accidental del Cabildo, José Francisco Carrillo Lavers, para informarle de los hechos y le comentó la impresión de que se trataba de un volcán. Éste, a su vez, se puso en contacto con el delegado del Gobierno y procurador en Cortes, Fernando del Castillo Olivares, que se encontraba en Madrid, para comentarle la noticia.

Los alcaldes y algunos concejales de los municipios del valle de Aridane y Fuencaliente se trasladaron rápidamente a los poblados de Las Manchas, Jedey y Los Charcos, al entender que eran poblaciones que corrían peligro por su situación geográfica en relación con la localización del foco inicial, comprobando a su paso por la carretera general del Sur la caída de piedras y cenizas, por lo que, pese al desconcierto de los momentos iniciales, tranquilizaron como mejor pudieron a los habitantes de la comarca acerca de la magnitud del fenómeno.

El subdelegado del Gobierno, en unión de otras autoridades y los alcaldes de los municipios afectados, se desplazó al valle de Aridane y ordenó la adopción inicial de todas las medidas posibles para que, en caso de urgencia, se pudiera prestar la ayuda necesaria a los vecinos de la zona amenazada.

Desde el primer momento de la erupción, José Francisco Carrillo designó a un grupo de observadores para que siguieran cuidadosamente la evolución de los acontecimientos que se producían en la Cumbre Vieja. Las cuadrillas las formaron miembros de la Guardia Civil, Guardia Forestal y grupos de vecinos voluntarios conocedores del terreno, lo que facilitó mucho el trabajo de los distintos equipos, de los que eran responsables directos cada uno de los alcaldes.

José Francisco Carrillo informó de los hechos por teléfono al gobernador civil de la provincia, Emilio de Aspe Vaamonde, quien, al mismo tiempo, se puso en contacto con el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González y le detalló los acontecimientos que se producían en su Isla natal, haciéndolo así cada día hasta que el destacado político del régimen franquista llegó a La Palma.

En sus comienzos, el nuevo volcán fue llamado de Nambroque, El Duraznero, Las Manchas y en las otras islas y en la Península, volcán de La Palma. El periodista Domingo Acosta Pérez, que realizó una incansable labor informativa y una insistente defensa del hagiónimo sanjuanero desde las páginas de DIARIO DE AVISOS, fue el primero en denominarlo volcán de San Juan, por la coincidencia con el santoral, siendo generalmente aceptado, como tal, a principios del mes de julio.

La noticia de la erupción del volcán adquirió tintes alarmistas en algunos medios extranjeros, entre ellos el periódico venezolano "Ultimas Noticias", que publicó una crónica deformada del corresponsal de UP en los siguientes términos:

"Huyen aterrorizados de las Islas Canarias millares de personas por erupción de volcanes y temblores. Santa Cruz de Tenerife, junio 25. UP. Los temblores y las erupciones volcánicas estremecieron hoy a la diminuta isla de La Palma, mientras que los aldeanos aterrorizados preparábanse a huir por la vía marítima. Dos pequeños cráteres vomitaron cenizas y piedras candentes destruyendo los árboles. Simultáneamente los temblores abrían en la tierra largas hendiduras de donde salían gases sulfúricos, mientras que se escuchaban estruendos subterráneos. Las ambulancias de la Cruz Roja y guardias civiles se mantienen vigilantes para ayudar a los aldeanos en caso de que la lava caliente se aproxime a las poblaciones. Los cráteres activos están ubicados en las aldeas de El Paso y Fuego Caliente".

El periódico "El Día", que reprodujo la información, apostillaba en una nota de la Redacción: "Es de lamentar la divulgación de estas noticias que, sobre bases totalmente falsas y por su afán de sensacionalismo, pueden llevar al ánimo de millares de compatriotas nuestros en tierras americanas, la más viva incertidumbre".

Testigos presenciales
Algunos testimonios recogidos hace algunos años, y que conservamos en nuestros archivos, de los muchos testigos presenciales de la mañana de San Juan, resultan esclarecedores para hacernos comprender el alcance de la situación vivida.

Antonio Sánchez Sánchez (1909-2002): "El día que reventó el volcán yo estaba en la escuela, dando clase a los chicos. La escuela estaba entonces en la casa de don José Ana. Vinieron a avisarme que había aparecido un volcán. Pues está bien. Por la tarde nos pusimos de acuerdo unos cuantos amigos y fuimos caminando arriba, hasta la misma boca del volcán. Aquello era un atrevimiento, porque al poco tiempo volvimos y los pinos por donde habíamos pasado estaban totalmente desgajados de las piedras que el volcán arrojaba. Antes de llegar al volcán vimos una grieta bastante regular. Aquello me dio respeto, pero ellos seguían adelante. Pues adelante vamos".

Evangelista González González (1917-2002): "El día que reventó el volcán, que fue el día de San Juan, yo estaba en casa tapando la cuna del niño, cuando oigo aquel ruido, por la mañana y pensé: ¡Dios mío, ¿serán esos chicos tirando piedras por esa ladera pa' abajo? Me asomo por la ventana pero no veía nada y no le hice más caso. Al poco siento a Evangelina gritando: ¡¡Evangelistita, Evangelistita!! Salgo mandada pa' afuera y le digo: ¿qué pasa, madrina? ¡¡Mira, un volcán!! ¿Cómo qué un volcán? ¡Sí, muchacha, mira, un volcán! Llegó hasta el aljibe y miro pa' arriba… 'bay', cuando veo el chorro de humo negro en la cumbre. Pues sí será un volcán. ¡Ay, mi madre, a Evangelina casi le da algo! ¡Dios mío, que las chicas están pa' arriba, de excursión, qué será de ellas! Y era verdad que sus dos hijas, Áurea y Zenaida, estaban pa' arriba. Sí creo que se llevaran un buen susto".

Ceferino González Acosta (1920): "Yo estaba con mi suegro cortando horquetas en Los Charcos y entonces oímos un ruido terrible y miramos al monte. ¡Muchacho! Aquello era una humareda terrible. Dígole a mi suegro: ¡Vámonos, esto es un volcán! Y vinimos con las pocas horquetas que teníamos. Después salimos pa' arriba a ver qué era. Yo llegué cerca de la boca. Al otro día volvimos y ya no había boca ninguna".

María Elma Díaz Camacho (1933): "El día que reventó el volcán, yo estaba en los Romanciaderos. Veníamos por Tamanca, mis hermanos Pepe, Otilia y yo, cargados de cebada, cuando vimos aquella gran humareda frente a Los Campanarios, muy fuerte, y nosotros nos preguntamos: ¿qué es esto, Dios mío? Salimos corriendo y cuando llegamos al descansadero del llano de Tamanca, allí soltamos los fejes y volvimos a mirar y entonces comprendimos que aquello no era cosa normal. Al llegar a la ermita ya se sabía que era un volcán".

Niceto 'Pedro' García Jerónimo (1934): "El día que reventó el volcán yo estaba en El Remo con cuatro amigos más. El monte estaba nublado y no se veía, cuando llegaron unas gentes en unos barquitos de Puerto Naos diciendo que había reventado un volcán. Allá a mediodía siento a mi padre llamándome encima del risco. ¡Sube pa' arriba pronto! Yo le dije a los muchachos: vamos a bañarnos y después subimos. Cuando nos estábamos bañando vino un temblor y esos riscos eran una polvareda desde Fuencaliente hasta aquí abajo. Yo pensé que aquello era el volcán que venía bajando. ¿Y ahora pa' donde vamos, muchachos? Entonces sí me dio miedo. Salí corriendo por el risco pa' arriba, hasta donde dicen las Vueltas Negras, corriendo sin parar. Eran otros tiempos. De los chicos que iban detrás, yo pensé: ¡a esos los baja un risco cuando venga un temblor! Pero pudimos subir y llegamos, gracias a Dios, sin que se sintiera ninguno".

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