domingo, 17 de julio de 2005

El arraigo de una devoción mariana

Juan Carlos Díaz Lorenzo
Santa Cruz de La Palma


Desde hace algo más de cinco siglos, la venerada imagen de Nuestra Señora de las Nieves es un hecho consustancial en la vida religiosa del pueblo palmero. Con la nuestra, suman ya más de cuarenta las generaciones que la admiran en su trono. En torno a su presencia se han tejido muchas historias e incluso algunas leyendas que se pierden en la noche de los tiempos.

"La majestad icónica y la concentración espiritual que emana de su rostro, esquemáticamente idealizado, refleja lo eterno y sobrenatural. Tal vez a ello -en palabras del profesor palmero Pérez Morera- se debe la poderosa atracción que ejerce sobre quien lo contempla y la devoción despertada a través de los siglos. Ante sus ojos, ’rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes’, como señala fray Diego Henríquez, quedaba el pueblo hipnotizado".

La Patrona amada, que vuelve hoy a recorrer las calles de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, con ocasión de la primera Bajada del siglo XXI, se convierte en el denominador común que es capaz de aunar a todos los estratos sociales de la isla, y su Real Santuario ostenta, con legítimo orgullo, el protagonismo del principal centro de la devoción mariana en La Palma.

A mediados del siglo XVII las casas destinadas al alojamiento de los romeros en los aledaños de la ermita habían quedado pequeñas para albergar la llegada de gentes de toda la isla, "por ser esta Santa Imagen el amparo de toda esta isla y de sus moradores y las continuas obras milagrosas que hace Dios Nuestro Señor por su intercesión".

Desde el año de gracia de 1681, un año después de la primera Bajada del ciclo lustral instituida por el obispo García Jiménez, el licenciado Juan Pinto de Guisla cita que "su ermita era el primero y principal santuario de esta ysla, que la tiene por patrona y en las necesidades más urgentes, así publicas como particulares, se recurre a él por el remedio y quando instan las públicas se llevan a la santa ymagen a la ciudad, donde se le da muy decente culto, recibiéndola con la mayor autoridad y devoción que se puede".

La especial devoción que el pueblo palmero siente por Nuestra Señora de las Nieves ha sido invocada en toda clase de conflictos, motivado tanto por erupciones volcánicas, como por la sequía, inundaciones, plagas de langosta, epidemias y correrías. En ocasiones especiales, la sagrada imagen ha recorrido incluso toda la Isla.

El franciscano fray Diego Henríquez, en 1714, después de relatar los milagros de Nuestra Señora de las Nieves, recuerda cómo "las otras maravillas y beneficio desta prodigiosa imagen, los tullidos, baldados y las otras enfermedades que ha sanado; los despeñados y naufragios de que ha librado; los conflictos y necesidades que ha remediado a los que han implorado su favor y auxilio, las dicen más bien las muletas, pedaços de maromas, cuerdas, pinturas y demás instrumentos que en su iglesia se miran para eterna memoria colocados en las paredes, sin los muchos que se quedan en el olvido sepultados".

El relato de Viera y Clavijo, fechado en 1776, dice que "de la cueva en que se recogió toda una procesión de trescientas personas, no siendo capaz de contener cincuenta; la lámpara que, en una penuria de aceite, ardió incesantemente y aún rebosó; la nieve que cubrió el volcán de Tigalate en 1646; el otro volcán de 1711 que, a vista de la imagen, se extinguió; y, finalmente, el incendio de la ciudad, el 25 de abril de 1770, que habiendo empezado al tiempo que se retiraba la procesión a su santuario y llevando catorce casas consumidas, se fue apagando desde que retrocedió con la imagen el devoto pueblo".

En la Pandecta del obispo fray Joaquín de Herrera, en 1782, se determinaba que si "aconteciere que la bajada de esta milagrosa Ymagen fuere en rogativa, se hará la señal como tal, sin repiques y viniendo procesionalmente, con la letanía de los santos, llegando al Puente inmediato a la Parroquia, sesarán las rogativas (y) se entonará el Te Deum, entrando en la Iglesia con repique y colocada en su trono la Señora, se hará la rogación".

Esos mismos prodigios fueron relatados por René Verneau tras su estancia en La Palma, donde informa, además, que "a una corta distancia se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Las Nieves. Se dice que ya existía en este lugar una pequeña iglesia antes de que la conquista de la isla fuese terminada. Hoy, gracias a la generosidad de los fieles, la estatua tiene un templo más decente y está cubierta de joyas de un valor aproximado a 10.000 francos. De esta manera, Ella no se ha mostrado ingrata y ha pagado con milagros las privaciones que se han impuesto sus adoradores…".

En la prosa de Gabriel Duque Acosta, pregonero de la Bajada de 1970, "Santa Cruz de La Palma ha sentido en sus nobles piedras el aire decantador de los tiempos. Sabe de ataques piratas, de lances de capa y espada, de aventuras gentiles que estrellaron los susurros en las cerradas celosías. Sabe de una Religión que aquí sentó sus raíces y floreció en la América, luminosa y legendaria. Sabe de aventureros y de santos, de poetas y marinos. Allá arriba en el Monte al que da nevado nombre una Señora descansan los sueños consumados, anhelos florecidos, canciones plenas y oraciones que han encontrado puerto y destino en el regazo de la Virgen. A Ella se han dirigido por los siglos y los siglos los que sufrían en el dolor de las horas vacías; a Ella han invocado el náufrago de Campeche y el miliciano aguerrido; nuestras madres y las madres de nuestras madres. Siempre fueron escuchados. Su llamada halló respuesta en el milagro o en el consuelo; en la alegría o en la resignación que es el más humano y dignificante prodigio…"

"Y en una mañana rubia de sol -escribe Julio M. Marante Díaz, pregonero de la Bajada de 2005-, dejará el templo de La Encarnación y tronarán los cañones... dialogarán el Castillo y La Nave... y Santa María de Las Nieves en loor de multitudes, estrella en medio de una constelación cívica que se mueve lentamente, llegará hasta El Salvador, a través del brujo encanto de unas calles de leyenda, guiada por un repicar incesante de campanas, que agitará las almas de todos los palmeros congregados y de los forasteros también... Luego, otra vez el rito: cada día se izará la bandera en el castillo de la Encarnación y se oirá el cañonazo que proclama su presencia... y esa salva se volverá a escuchar cada tarde cuando arríen su bandera. Y así, con el homenaje, que durará hasta su retorno al Santuario del monte el 5 de agosto, viviremos momentos de plegarias y promesas, de votos y de ansias en el trance de la fiesta".



La Virgen y los volcanes
En el año de gracia de 1646, La Palma vivió la sobrecogedora experiencia de un nuevo volcán. Núñez de la Peña refiere que habiéndose llevado con este motivo la imagen de Nuestra Señora de las Nieves en rogativa desde su santuario hasta la iglesia de El Salvador, amaneció al día siguiente la cima cubierta de nieve y se extinguió la actividad eruptiva.

"En el año de 1646, por el mes de noviembre, rebentó un bolcán en la isla de La Palma, con tan grandes terremotos, temblores de tierra y truenos, que se oyeron en todas las islas: despedía de sí un arroyo de fuego y açufre, que salió al mar. Los vezinos de la ciudad truxeron a ella en procesión a Nuestra Señora de Las Nieves; imagen muy milagrosa; y al otro día, caso admirable, amaneció el bolcán cubierto de nieve, con que cesó, auviendo durado algunos días".

"Duró este bolcán con sus arroyos, temblores y ruidos hasta el 21 de diciembre; y fue cosa pública y notoria que la Gloriosísima Señora de las Nieves, Nuestra Señora, con su rocío favorable, nevó en el volcán; y en esta isla hubo un rocío pequeño, que tanto como esto puede la Reina de los Ángeles Nuestra Señora con su benditísimo hijo Nuestro Redentor Jesucristo. En esta ocasión estaban todos los vecinos tan devotos y frecuentadores de los templos, que no salían de ellos".

Nuestra Señora de las Nieves permaneció en el templo de El Salvador desde el 22 de junio de 1646 hasta el 9 de enero de 1647, en la que posiblemente haya sido una de sus estadías más largas en la ciudad capital. La cera que se gastó durante todo ese templo se elevó a 50 reales, cantidad que fue abonada por el doctor Francisco Fernández Franco, racionero de la Catedral.

Las erupciones volcánicas y la venerada imagen de Nuestra Señora de las Nieves sostienen una estrecha relación histórica, social, cultural y espiritual. José Guillermo Rodríguez Escudero, en uno de sus interesantes trabajos, señala que en recuerdo de estos prodigios existen dos cuadros en el Real Santuario, en los que su autor quiso parangonar los dos hechos milagrosos de la nieve de Nuestra Señora: el del Monte Esquilino de Roma y el del volcán de La Palma.

En los cuadros citados aparecen las siguientes inscripciones: "Refugium Pecatorum. / Venció al tiempo tu clemencia / y para refugio nuestro / delineaste con tu Nieve / en el Esquilino un templo"; "Consolactrix Aflictorum / a tu presencia nevado / el Mongibelo palmense / zelos le dio al Esquilino, / nuevas glorias a Tu Nieve".

El visitador general Juan Pinto de Guisla, testigo presencial de la erupción del volcán de San Antonio, ocurrida en 1677, rememora, refiriéndose al volcán de 1646, que el 18 de diciembre del citado año, día de la Expectación de la Virgen, "amaneció de nieve la boca del volcán, con universal aclamación de milagro de Nuestra Señora de Las Nieves, cuya santa imagen se venera como Patrona de esta isla y a cuyo patrocinio se recurre en sus mayores aflicciones y necesidades".

"Esta el volcán en su fuerza sin disminución -señala en su relato-, y de todas las bocas que abrieron sólo permanecen la principal de sobre la montaña, por donde salen llamas, humo, piedras y arena, y las tres que están a la subida, que son las que brotan la materia fluida que ha cubierto y cerrado las demás bocas corriendo sobre ellas continuamente, los temblores de tierra y con ello las tribulaciones de los habitadores de esta isla que con continuas súplicas, imploran la Piedad Divina por medio de María Santísima Nuestra Señora, cuya Santa Imagen de las Nieves queda en esta ciudad en el convento de las Religiosas Claras, en donde se volverá a la parroquia continuándose las rogativas hasta que Nuestro Señor se acuerde de usar con nosotros su misericordia, librándonos de esta tribulación".

En octubre de 1712, el volcán de El Charco sembró de nuevo la inquietud entre los habitantes de La Palma, afectando especialmente a la comarca del sur de la isla, y de nuevo se imploró la protección de Nuestra Señora de las Nieves.

Habrían de pasar más de doscientos treinta años para que se registrara una nueva erupción en La Palma. En 1949, el volcán de San Juan fue motivo, una vez más, para que el pueblo palmero acudiera a Nuestra Señora de las Nieves en busca de auxilio ante las furias desatadas de la Naturaleza o, como decía DIARIO DE AVISOS, "para por su mediación pedir al Todopoderoso apagar las iras del volcán".

El 24 de julio, que fue domingo, la Patrona palmera salió a las siete y media de la mañana en procesión desde su santuario del monte camino de la villa de Breña Alta. Al llegar a la ermita de La Concepción se ofició una misa y a continuación prosiguió la comitiva hasta la parroquia de San Pedro, donde, antes de entrar, la venerada imagen dio vista al volcán y se ofició de nuevo la liturgia.

Al día siguiente, a las cuatro de la tarde, la comitiva salió de la parroquia, desde la que se distinguían las luminarias del volcán en la cumbre, hasta la iglesia matriz de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma "seguida de una multitud inmensa, uniéndose a la suntuosa manifestación de los numerosos vecinos del trayecto que querían unir sus preces".

La comitiva estaba presidida por los alcaldes de Breña Alta, Martín Cabrera Monterrey y de Santa Cruz de La Palma, Rafael Álvarez Melo, así como el clero de las dos parroquias y el arcipreste del distrito, Luis van de Walle Carballo. A las nueve de la noche, Nuestra Señora de las Nieves entró triunfal en la iglesia de El Salvador, donde fue recibida en medio de un gran fervor, y a continuación se oficiaron solemnes cultos, iniciándose un novenario de rogativa.

"Los fieles de La Palma -dice DIARIO DE AVISOS- se aprestan a asistir devotamente a estos piadosos actos para, por mediación de la Santísima Madre, impetar del altísimo que apague la gran hoguera en que hoy arden las tierras de La Palma, sumiendo en el dolor y la miseria a numerosos vecinos hermanos nuestros".

El 26 de julio, al día siguiente de encontrarse Nuestra Señora de las Nieves en la capital palmera, la actividad del volcán decreció considerablemente. En los días posteriores, y a excepción del 30 de julio, en que se produjo el derrame de lava por el barranco de La Jurada, la erupción cesó en su furia. ¿Milagro? La devoción de la isla así lo creyó.

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