domingo, 13 de marzo de 2005

Las portadas, el rescate de un legado


Breña Alta emprende un proyecto para recuperar y conservar once ejemplares arquitectónicos existentes en el municipio


Juan Carlos Díaz Lorenzo
Breña Alta

El Ayuntamiento de Breña Alta, consciente de la importancia de su patrimonio histórico, emprendió hace unos meses un interesante proyecto de rehabilitación de las antiguas portadas existentes en el municipio, once en total, ya que se trata de elementos arquitectónicos construidos en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, la mayoría de las cuales se encontraban en un penoso estado de conservación.

La realidad aconsejó una decisión correcta. Si no se tomaban medidas en un corto espacio de tiempo, muchos de estos elementos, que amenazaban ruina, acabarían desapareciendo, perdiéndose así un importante legado que forma parte de nuestra arquitectura, cultura e identidad.

El anteproyecto de restauración se encomendó al arquitecto técnico José Heriberto Díaz Cáceres, quien realizó un estudio de los principales daños que afectaban a tales elementos, sus causas y posibles soluciones, desarrollando posteriormente un proyecto más completo y detallado de la restauración de cada una de ellas.

Se trata de elementos que tienen un indudable atractivo desde el punto de vista histórico, cultural y turístico. De ahí la interesante iniciativa de la Concejalía de Cultura de hilvanar la "ruta de las portadas" de Breña Alta, que dice mucho y bien del interés que preside su actuación.

Las portadas constituyen un elemento característico de la arquitectura tradicional de Canarias y, por supuesto, de la isla de La Palma. En este primer reportaje abordaremos sus características y evolución y en el siguiente profundizaremos en la historia de las once portadas históricas existentes en Breña Alta. Para ello consideramos, entre otras fuentes, el libro Arquitectura doméstica en Canarias, que es la tesis doctoral del catedrático Fernando Gabriel Martín Rodríguez, relevante figura de la Universidad de La Laguna; el Catálogo Patrimonial de Breña Alta, del que es autor el doctor Jesús Pérez Morera, otro destacado investigador palmero y, asimismo, docente de la citada Universidad y la propia memoria del anteproyecto.

Las portadas de las antiguas haciendas suelen estar enclavadas en lugares aislados y en la actualidad cercadas por una arquitectura que no les corresponde, rompiendo así su verdadero sentido. Es visible el deterioro causado por el paso del tiempo, por lo que la mayoría se encontraban en un estado lamentable, a lo que ha contribuido la expoliación de sus elementos decorativos, escudos, almenas...

Las portadas cierran fincas a la vera de los antiguos caminos reales o cierran patios y presentan variantes notables en cuanto al tratamiento de la fábrica, con piedra enjalbegada. Pueden ser almenadas, con un frontón, con pináculos y rematadas con una cruz o un blasón, o ambas cosas a la vez, convirtiéndose en complementos familiares en el paisaje insular, como sucede en el caso de Breña Alta.

Constituían, además, un signo de grandeza. No todos los propietarios tenían derecho a poner almenas en sus portadas y casas, ya que para ello era preciso demostrar su grado de nobleza: cuantas más almenas tenía una portada, mayor rango nobiliario poseían los hacendados y lo mismo ocurría con los escudos. La cantería de labra perfecta, que era muy costosa, sólo se la podían permitir las familias más adineradas. El resto solían tener piedras vistas mezcladas con partes ocultas por la cal.

Las portadas también tienen otras características comunes, como pueden ser el pináculo, el remate con una cruz en su parte superior, o un blasón y el color blanco. En algunas de ellas se aprecia la mezcla de otros colores, como el añil, ya que antiguamente se pensaba que este color ahuyentaba a los malos espíritus.

Elementos característicos
Todos los elementos que forman parte de las portadas, así como la manera de construirlas, siguen los cánones marcados en la arquitectura tradicional de Canarias. En muchas casas de campo aparecen las almenas como un elemento decorativo, además de símbolo de poder y distinción. Es frecuente la portada adintelada con triple almena y una cruz en el centro. También aparecen en algunas de ellas pequeños nichos, sobre el dintel, que contenían imágenes religiosas. La existencia en Portugal de portadas idénticas, hace pensar en una posible influencia de éste país, presente en la colonización de La Palma, sin olvidar su carácter mudéjar.

La portada se incrusta en un muro que circunda parte de la casa, protegiéndola del viento, y que habitualmente da a un patio. Las puertas son de dos hojas con dos aberturas superiores, adornadas con balaustres torneados o planos. También hay portadas sin almenas, y otras, de movido remate, poseen una cruz de madera. Alguna almena, siempre apuntada, se remata con una pequeña bola. En otros casos, las almenas se extienden también por los muros que enmarcan la portada.

Parámentos. Después de la conquista de las islas, las primeras viviendas de los colonizadores europeos se construyeron con muros muy pobres, tierra apisonada o paredes de piedra seca, esquema que persistió en las zonas humildes durante las centurias siguientes. El primer sistema es la tapia, poco empleada en Canarias. Luego, y sobre todo en los núcleos urbanos, se emplea el mampuesto, más perdurable y seguro. Los cimientos eran poco profundos, por lo común de menos de un metro, aunque esto dependía del terreno, lo que se compensaba con una mayor anchura en las paredes.

El mampuesto se presenta a piedra seca, calzado con piedras menudas; en hiladas de piedra sin mortero que las una; o con el sistema más utilizado de mezcla de piedra y barro o cal en menor grado, o arena y cal. Los sillares rara vez forman parte de los muros y, cuando aparecen, su función es menos estructural que decorativa. Su utilización efectiva es mayor reforzando las esquinas. Los huecos que quedaban al finalizar las paredes se rellenaban con ripio. Esta pobreza en los muros se disimulaba con el enjalbegado o terciada con arena, denominada argamasa.

En las zonas rurales se suelen encalar los espacios entre las piedras que quedan al descubierto, aumentando notablemente la riqueza plástica del conjunto. El color blanco de los muros exteriores es una de las constantes más peculiares de las portadas y de la casa canaria. Junto a una motivación de orden estético, coexiste otra funcional relacionada con factores climáticos, ya que la cal refracta el calor y contribuye a crear un ambiente fresco en las viviendas.

En ocasiones se intenta ocultar, todavía más, con adornos en la pared, recuadros, esgrafiados, etc. Los esgrafiados son decoraciones con motivos geométricos. La monotonía del blanco queda compensada con la presencia de sillares en las esquinas -a veces, cubiertas también por cal-, cuyas uniones se resaltan con fajas blancas. En otras, la aparición de la piedra en el marco de vanos y en las jambas, convierte en secundario el resto del paramento y reduce la sencillez de las fachadas anteriores.

Las paredes se alineaban con la llana o iguala, aunque en muchas viviendas aparecen muros con rugosidades, o sobresalen las piedras habitualmente en fachadas laterales que pertenecen a las divisiones de las crujías. Miden tres o cuatro palmos de ancho, de 60 a 80 cm, se realizan hilada por hilada con o sin encofrado, y dejan los huecos de la puerta.

Muy curiosa resulta la utilización de pelo de animales en los muros. Mezclados con el barro, formaban una estructura muy compacta semejante al cañizo, que también aparece como componente de algunos muros que combinan la caña con el pelo.

Escudo
El escudo es un elemento escultórico cuya función se justifica exclusivamente para su colocación en el edificio y las portadas. Aunque tiene una función aparentemente decorativa, también constituye la expresión externa de los logros ennoblecedores de cada familia, es decir, la muestra más clara de su pretendida distinción diferenciadora. Por lo general, contiene varios cuarteles con las diversas alianzas familiares y, en algún caso, cada rama posee su propio escudo, por lo que aparecen dos en la fachada.

Los escudos figuran como un elemento imprescindible. No se encuentra en todas las viviendas o haciendas, ya que no todas las familias podían poseer el blasón de su apellido, dependiendo su concesión de las licencias otorgadas directamente por el Cabildo.

En las portadas de las haciendas de campo, los escudos se colocan en la parte alta y por lo general se realizan en piedra, aunque también es posible encontrar ejemplares más ricos en mármol.

Almenas
El uso de almenas -de origen militar- se generaliza en las casas de campo importantes, así como en las portadas de acceso. Constituyen un signo de grandeza y de separación clasista y simbolizan unas aspiraciones sociales que exigen ser destacadas.

En Canarias se utilizan desde el siglo XVI. Con el paso del tiempo, la almena perdió su sentido simbólico y se convirtió en un elemento convencional, aunque sin que desapareciera su evidente connotación clasista. Como en los escudos, la colocación de almenas en las casas requería de una autorización oficial previa del Cabildo.

Puertas
La puerta, siempre de madera, es un elemento arquitectónico muy mimado. Su emplazamiento, a la vista de los transeúntes, ocasionó que la labra se cuidara en extremo, creando muchas veces auténticas filigranas. Construidos los muros, y dejado el hueco para colocar las puertas, generalmente hechas de pinotea, se forraban sus interiores con tablas, siempre abocinadas para proporcionar más luz, y para evitar que el aire cerrase bruscamente las hojas, así como para permitir un más fácil acceso. Los dos lados se llaman gualderos o singuisarras y la parte superior o dintel, sobre o sobre puertas. El umbral, también chaplón o sardinel, en la parte inferior de la puerta, se presenta cubierto con madera o con una o más losas de piedra.

El sistema de apertura utilizado en las puertas era el de goznes o quicialeras. El gozne, también llamado argollón, macho o bullón, es el madero lateral de las hojas de la puerta, con dos salientes en los extremos. El superior encaja en un hueco circular que se practica en el sobre, y el inferior entra en la quicialera, hecha en metal y clavada en el chaplón.

Las hojas se agarran a los goznes por medio de alguazas, elementos de metal colocados en los dos extremos, o solamente en la parte superior, y bisagras. Las alguazas se representan bellamente decoradas en sus puntas, ya sea con motivos vegetales -caso de la flor de lis- o geométricos, mientras que las adabas o llamadores aparecen forjados de variadas formas.

El cerrojo se coloca casi siempre por fuera y al cerrarse, su brazo encaja en la cerradura o pestillera. Otro tipo a seguir es la tranca o aldabón, barra de hierro o madera que va desde el centro de la puerta al gualdero. Cuando es de hierro recibe también el nombre de cerrojo. Existe otra clase de tranca, exclusivamente de madera, que abarca todo el ancho del vano y encaja en unos rebajes laterales de los gualderos. El fechillo o pasador se emplea en la parte central de la hoja o uniendo a ésta con el sobre y el chaplón. Más común es la taramela, que consiste en un pedazo de madera, de frente curvo, clavado al sobre para que pueda girar y cerrar la puerta en la unión de las dos hojas.

Las puertas, por lo general de dos hojas, se destacan en fachadas con un marco de piedra o madera. El primero, presente en la mayoría de las islas, suele ser adintelado. El marco de madera más frecuente es el bocelado, mientras que en puertas más sencillas, son los mismos bordes de los gualderos y sobre, ocultos bajo el encalado, los que sirven de marco.

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