domingo, 16 de diciembre de 2007

La saga de los Arocena

JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
SANTA CRUZ DE LA PALMA


La rama palmera de la familia Arocena está íntimamente vinculada a la historia de la construcción naval en la isla, uno de los episodios más destacados del epicentro industrial de Canarias en el siglo XIX. La estirpe remonta sus orígenes a la figura de Cayetano Arocena Usabaraza, piloto de altura y constructor naval guipuzcoano, que debió llegar a La Palma a finales del siglo XVIII, dando comienzo así una nueva etapa -la más brillante, sin duda- en un proceso histórico que tanto lustre dio a la isla y cuyo apellido -escrito también con zeta- ha llegado hasta nuestros días.

Cayetano Arocena Usabaraza, hijo de José Joaquín Arocena y de Ana Patricia de Usabaraza, nació el 11 de septiembre de 1769 en Guipúzcoa, en el seno de una familia pudiente. Cuando recaló en La Palma, había sobrevivido a un naufragio y el 25 de febrero de 1805, a la edad de 36 años, contrajo matrimonio con Catalina Lemos Smalley, nacida en 1782, hija del capitán Juan José de Lemos y Mauricia Eduarda Smalley. La ceremonia fue oficiada por el venerable beneficiado Manuel Díaz Hernández, de grata memoria, cuya estatua preside -desde el 18 de abril de 1897- la plaza de España de la capital palmera.

La familia Arocena Lemos tuvo una numerosa descendencia -nada menos que doce hijos-, de los cuales José, Fernando, Vicente y Sebastián Arocena Lemos siguieron las excepcionales facultades de su padre y bajo su experta enseñanza, a partir de 1827 y hasta finales de la centuria fueron construidos en La Palma unos sesenta veleros, todos ellos de inmejorables condiciones marineras, conservándose, de la mayoría de ellos, sus planos originales y algunas maquetas. Como dato curioso, hay que decir que los doce hijos, seis fueron mujeres y ninguna contrajo matrimonio. El patriarca de los Arocena falleció el 28 de diciembre de 1846 y su esposa el 13 de enero de 1863, recibiendo ambos cristiana sepultura en el cementerio de Santa Cruz de La Palma.

José Arocena Lemos, segundo vástago de la familia Arocena, también fue piloto de altura y un destacado armador y constructor naval. Desarrolló su actividad en los astilleros de su ciudad natal en un período de tiempo que abarcó más de treinta años y, al igual que sus hermanos, gozó de merecida fama en el desarrollo de su trabajo. Con la exquisitez que le caracteriza en su trabajo documental, el cronista de la capital palmera, Jaime Pérez García, dice que contrajo matrimonio el 7 de enero de 1841 en Santa Cruz de La Palma con Jerónima Lostau de Guisla y falleció en la capital palmera el 18 de abril de 1868.

Se le atribuyen diez barcos, con un arqueo total de 864 toneladas: Nereida, pailebote de 28 toneladas, en 1827; El Argos, bergantín goleta de 163 toneladas y Africano, bergantín goleta de 60 toneladas, en 1828; Orotava, bergantín de 153 toneladas, en 1837; Gavilán, bergantín goleta de 45 toneladas y Ana Victoria, goleta de 65 toneladas, en 1838; Carmita, pailebote de 75 toneladas, en 1839; Victoria, bergantín de 200 toneladas, en 1849; Mensajera, "cutter" de 25 toneladas, en 1851; y Segundo Mensajero, "cutter" de 50 toneladas, en 1859.

Una de las construcciones más célebres de José Arocena fue el bergantín redondo Orotava. Cuando finalizó su armamento a flote, el barco fue entregado a su armador, Francisco G. Ventoso, del Puerto de La Orotava, siendo destinado a la línea de América. Más tarde, la misma empresa Ventoso le encargó la construcción de la goleta Ana Victoria, destinada a la línea de Londres. También para la familia Ventoso fueron construidos en La Palma el bergantín goleta Victoria y la balandra Mensajera, destinada al cabotaje, obras ambas de José Arocena.

Fernando Arocena Lemos nació en Santa Cruz de La Palma el 6 de agosto de 1808. Fue oficial del Ayuntamiento de la capital insular y de la Administración de Rentas e Interventor de Registros. Persona de ideas políticas liberales y exaltado constitucional en su juventud, también gozó de merecida fama por sus conocimientos de Náutica y de construcción naval. El 10 de diciembre de 1841 contrajo matrimonio en Santa Cruz de La Palma con Feliciana Henríquez Rodríguez y el 1 de octubre de 1865 falleció en su ciudad natal.

Al quinto de los hijos de la familia Arocena Lemos corresponde la construcción de 18 buques botados entre 1841 y 1861, que suman 2.716 toneladas de arqueo, cifra bastante considerable para la industria naval de la época en Canarias.

La relación es la siguiente: Segundo Benedicto, bergantín goleta de 110 toneladas y Pepita, goleta de 110 toneladas, en 1841; Negrita, pailebote de 80 toneladas y Camila, goleta de 110 toneladas, en 1842; Joven Temerario, bergantín goleta de 146 toneladas; Antonita, goleta de 70 toneladas y Magdalena, bergantín goleta de 50 toneladas, en 1843; Palmerita, pailebote de 60 toneladas, en 1844; Vengativa, goleta de 101 toneladas y Africano, bergantín goleta de 70 toneladas, en 1845; Nivaria, brickbarca de 420 toneladas y Cuatro hijos, goleta de 120 toneladas, en 1849; Dos Hermanas, brickbarca de 180 toneladas, en 1850; Guanche, bergantín de 230 toneladas, en 1851; Correo de La Palma, pailebote de 73 toneladas y Andoriña, pailebote de 51 toneladas; Pensativo, bergantín de 299 toneladas, en 1857; Audaz, bergantín de 177 toneladas, en 1859; y Rosa Palmera, brickbarca de 259 toneladas, en 1861.

El bergantín redondo Joven Temerario lleva su historia plasmada en bella caligrafía que dice textualmente: "Buque construido en La Palma para don Agustín Guimerá, don Francisco García, de Tenerife el año de 1843. Mide 146 toneladas de desplazamiento; el centro de volumen está colocado 0,36 a proa de la mitad de la línea de flotación: se eleva el mismo centro sobre la proyección de la quilla 5,92; y el metacentro sobre este centro 6,07, el centro vélico con todo su velamen orientado está 4,75 a proa del de volumen y se eleva sobre él mismo 41,67. Es buque de muy recomendables circunstancias, particularmente de andar y gobierno. Actualmente pertenece a la matrícula de Cádiz de donde hace con Tenerife la carrera de Correos. Copiado por F. Arozena, 28 de diciembre de 1858".

Sin embargo, el más destacado de todos los hermanos fue Sebastián, nacido en Santa Cruz de La Palma el 22 de enero de 1823. Armando Yanes, en Cosas viejas de la mar [edición del autor, 1953] decía que era persona de carácter seco y reservado, tuvo fama de buen marino y nunca consultó el parecer de nadie para el diseño y construcción de sus barcos, excepción hecha con el capitán Eduardo Morales Camacho, uno de los personajes más notables de la Marina Mercante ochocentista en La Palma.

Los méritos de Sebastián Arocena Lemos, así como los de sus hermanos fueron reconocidos en la Exposición Universal de Filadelfia, celebrada en 1876. Los trabajos de arquitectura naval premiados fueron planos y modelos de barcos de vela en madera y un álbum de arquitectura naval que representa planos y detalles de 26 buques, todo ello acompañado de una memoria que contenía, asimismo, una reseña y una explicación de la serie de cálculos a que habían sido sometidos los planos presentados, así como referencias a las maderas del país utilizadas en este tipo de construcciones. Los trabajos premiados se referían a la barca La Verdad y algunos otros buques delineados y construidos en los astilleros de Santa Cruz de La Palma.

A Sebastián Arocena se le atribuye nada menos que 28 barcos construidos entre el plazo de 55 años, entre 1842 y 1897, con un arqueo de 4.436 toneladas. El listado está compuesto por los siguientes barcos: Correo de Tenerife, bergantín de 142 toneladas, en 1842; Justa, pailebote de 80 toneladas, en 1844; Las Palmas, bergantín de 200 toneladas, en 1851; Franco, bergantín-goleta de 142 toneladas y Dorado, bergantín-goleta de 82 toneladas, en 1855; Estrella, pailebote de 86 toneladas; Gran Canaria, fragata de 568 toneladas, General Prim, pailebote de 70 toneladas y Mi querido, pailebote de 65 toneladas, en 1859; Pescador, pailebote de 50 toneladas e Isabel, goleta de 97 toneladas, en 1860; Rosa del Turia, brickbarca de 911 toneladas, en 1861; Silvador, pailebote de 45 toneladas, en 1866; San José, pailebote de 89 toneladas y Juanito, pailebote de 75 toneladas, en 1867; Cometa, pailebote de 87 toneladas y Mosquito, pailebote de 74 toneladas, en 1869; Pensamiento, pailebote de 80 toneladas, en 1870; La Verdad, brickbarca de 500 toneladas; Santa Cruz, pailebote de 200 toneladas y Pájaro, pailebote de 60 toneladas, en 1873; María Luisa, barca de 440 toneladas, en 1875; Dardo, balandra de 15 toneladas, en 1879; Palmito, pailebote de 52 toneladas y Estrella de Venus, pailebote de 24 toneladas, en 1881; Santa Cruz, gabarra de 52 toneladas, en 1883; y La Palma Nº 4, gabarra de 150 toneladas, en 1897.

En colaboración con su hermano Fernando fueron construidos otros cinco barcos, que suman 782 toneladas de arqueo: Segunda Manuela, goleta de 105 toneladas; Primera Dolores, goleta de 89 toneladas y Judío Errante, fragata de 260 toneladas, en 1846; María Andrea, goleta de 142 toneladas, en 1859 y Rosario, bergantín de 186 toneladas, en 1861. Sebastián Arocena fue condecorado con la Encomienda de la Orden de Isabel La Católica y falleció en la capital palmera el 6 de enero de 1900.

En la segunda mitad del siglo XIX, La Palma dio a la mar sus mejores veleros. El período de mayor relevancia coincidió con la vuelta a su isla natal de Sebastián Arocena, después de haber trabajado en los astilleros de Baltimore en la construcción de uno de los mejores "clippers" que hasta entonces habían tomado forma. Y regresó aureolado con el justo y merecido reconocimiento alcanzado en Filadelfia. Ajustados a la tradición de unas líneas finas y marineras, los hermanos Arocena agregaron el toque ligero y arrozado con altos y esbeltos masteleros y mastelerillos de los "clippers" y "schooners" característicos de la otra orilla del Atlántico.

La tradición familiar en la construcción naval la continuó Sebastián Arocena Henríquez, nacido el 28 de abril de 1854 en Santa Cruz de La Palma, hijo de Fernando Arocena Lemos y de Feliciana Henríquez Rodríguez. Fue profesor y director del colegio fundado en la capital palmera por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, desempeñó también una de las cátedras de la Escuela de Artes e Industrias y estuvo al frente de un colegio privado de primera enseñanza, donde se obtenía además la preparación para Bachillerato, Magisterio, Náutica y Comercio, en el que demostró su vasta cultura y excelentes dotes pedagógicas, por lo que las generaciones estudiantiles que pasaron por sus aulas le recordaban como una figura excepcional.

Sebastián Arocena Henríquez, al igual que su padre y sus tíos se distinguió como constructor naval y por su participación en veladas teatrales. Contrajo matrimonio con Efigenia Díaz Díaz y falleció en Santa Cruz de La Palma el 10 de julio de 1916, en la ciudad que ha perpetuado su nombre con una de sus calles.

A su sello corresponden los siguientes buques, que suman 171 toneladas de arqueo: Orotava, pailebote de 40 toneladas y La Unión, gabarra de 100 toneladas, en 1903; y Golondrina, balandro de 31 toneladas, en 1907.

El relevo en la saga familiar lo tomó su hijo Sebastián Arocena Díaz, que también diseñó y construyó tres barcos, todos ellos puesto a flote en 1919: Taburiente, pailebote de 29 toneladas; Tajuya y Todoque, falúas gemelas de 20 toneladas. En total, otras 49 toneladas de arqueo.

El periodista y escritor tinerfeño Juan Antonio Padrón Albornoz (1928-1992), enamorado incondicional de La Palma, dice de esta etapa de la historia palmera que "de ellos quedan los nombres que no se borrarán nunca de la historia marinera de La Palma, la Isla que sólo por tenerla durante tantos años bajo su custodia considera como suya toda una etapa en la vida de la tristemente célebre Pamir. El tiempo que roe, pule y mata no podrá nunca con tales nombres que aún se oyen con cariño en el conversar de las nuevas generaciones para las que tales veleros que no conocieron son algo consustancial con toda la Isla; son algo más que simples nombres y sabrán llegar como ellos también lo recibieron a los más jóvenes". Contribuciones al conocimiento que hoy tenemos de los orígenes de la familia Arocena y de la construcción naval en la isla proceden, por un lado, en las notas aportadas por el cronista palmero Juan B. Lorenzo y recopiladas en el primer tomo de Noticias para la Historia de La Palma y en Cosas viejas de la mar, de Armando Yanes Carrillo, así como las investigaciones del cronista oficial de la capital palmera, Jaime Pérez García [Fastos biográficos de La Palma] y del profesor universitario Manuel de Paz Sánchez [La Ciudad. Una historia ilustrada de Santa Cruz de La Palma (Canarias)]. La paciente labor de Juan Esteva Arocena, perteneciente a la rama grancanaria, logró hilvanar el árbol genealógico de la familia. Sus primos María Luisa y Octavio Roca Arocena conservan, asimismo, numerosos objetos y documentos de la figura singular del capitán Pedro Arocena Lemos, de quien nos ocuparemos en una próxima cita dominical.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Una plaza muy elegante



JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
LOS SAUCES


a escritora británica Olivia Stone, acompañada de su marido, llegó a Canarias en septiembre de 1883 con la intención de recorrer las siete islas y contar sus experiencias y observaciones en un libro, que sería publicado en el año 1887 con el llamativo título de Tenerife y sus seis satélites. Por su amenidad narrativa, el encanto de la prosa, la incesante curiosidad de su autora y, sobre todo, la inmensa cantidad de información que acumula en sus dos volúmenes de alrededor de mil páginas, la obra de Stone ocupa un lugar privilegiado dentro de la riquísima literatura de viajes que existe sobre Canarias.

Olivia Stone preparó con todo detalle su viaje a las islas y para ello realizó detenidas consultas en la biblioteca del Museo Británico, donde manejó toda la documentación disponible sobre Canarias. Estos estudios preeliminares le permitieron incluso formarse opiniones sobre determinados aspectos antropológicos y arqueológicos de los aborígenes y contrastar distinta información.

Antes de llegar a Canarias, Stone se había procurado una serie de contactos importantes en Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, Santa Cruz de La Palma y Las Palmas, que le valieron cartas de presentación dirigidas a diversas personalidades de las siete islas, logrando de ese modo hilvanar su viaje y plasmar posteriormente sus impresiones en un denso libro, del que el Cabildo de Gran Canaria publicó en 1995 una edición en dos volúmenes, con magnífica traducción de Juan S. Amador Bedford.

Olivia Stone y su esposo estuvieron en Los Sauces los días 14 y 15 de octubre de 1883 -el libro sería publicado en inglés en 1887- causándole una grata impresión su primera visión del pueblo:

"Subimos caminando por una colina hasta un caserío llamado Los Lomitos, donde hay un molino de agua y desde donde se tiene una vista muy bonita del pueblo, y desde allí contemplamos, abajo, la plaza de Montserrat, de la que están muy orgullosos los habitantes. Es una plaza muy elegante para un lugar tan pequeño. A un lado se encuentra la iglesia y al otro un jardín público, que está en obras pero que promete mucho y que, desde luego, es un magnífico proyecto. A la izquierda de Los Sauces se encuentra una colina con el terreno dispuesto en bancales y a la derecha un magnífico drago, cerca de una casa grande que pertenece al tío de la esposa de don Manuel. Abundan los árboles verdes que añaden belleza al pueblo, y el aspecto general queda realzado por el mar azul al fondo. Los Sauces está situado a 8.000 pies sobre el nivel del mar".

La iglesia de Nuestra Señora de Montserrat "se parece mucho a las iglesias de otras partes con su techo artesonado, aunque tiene un piso nuevo de tea. El piso del presbiterio es de losetas rojas y amarillas, y un órgano pequeño, que parece un armario, ocupa un lateral. En una capilla nos llamó mucho la atención ver colgadas, alrededor de una columna, algunas pequeñas figuras de cera y modelos en miniatura de miembros y otras partes del cuerpo humano. Nos explicaron que los traían aquellos que buscaban el remedio de una enfermedad o la curación de una dolencia ajena y que, al mismo tiempo, hacían un voto o promesa, que cumplían si su petición era escuchada".

Durante su estancia visitó un molino de gofio movido por agua, donde se encontró "un par de bonitas muchachas, luciendo la típica gorra azul y roja que, colocada sobre un lado de la cabeza, imparte un aspecto tan garboso, están esperando a que termine de moler su maíz para llevárselo".

"Aunque el interior del molino no es muy diferente del interior de los molinos de viento -escribe-, no obstante vale la pena señalar que es el agua, y no el viento, la que proporciona la fuerza motriz. Este artículo tan escaso e indispensable es aquí tan abundante realmente que puede desperdiciarse en hacer girar un molino y en regar los árboles de la plaza de abajo. Desde luego, Los Sauces debe sentirse muy orgullosa y agradecida por su abundante suministro de agua".

"Abandonando el molino, subimos algunos escalones altos hasta la acequia que hay afuera y que transporta el agua hasta la rueda. Como de costumbre, han colocado una cruz en la parte alta, a 250 pies sobre el pueblo. Desde aquí se obtiene una bonita vista de muchas de las casas de los alrededores, aunque el pueblo permanezca oculto tras un promontorio de la colina. Hay campos completamente cubiertos de cebollas, que crecen abundantemente y, como están cerca de La Ciudad, las llevan fácilmente hasta allí para su exportación".

"Después fuimos a ver el drago, un magnífico ejemplar situado detrás mismo de la alta pared de un jardín. El camino por fuera está pavimentado con piedras de todas clases y tamaños y mientras nos preparábamos para sacar una fotografía del árbol, unos niños, chicos y chicas, descalzos, de piel oscura y curiosos, se subieron a la acera y también salieron en ella".

Cuando regresaban al pueblo, al pasar por una calle escucharon "una música extraña y acompasada que se acercaba a nosotros. Dirigiendo nuestra mirada hacia donde venía, nos encontramos con un entierro. Cuatro muchachos pequeños, vestidos de gris, transportaban un diminuto ataúd suspendido de unas cuerdas. Detrás de ellos venían dos acólitos y, después, un hombre que portaba una cruz, seguido por dos sacerdotes. A continuación venía la banda, formada por trompetas, tambor, platillos y timbales. Tocaban un tipo de marcha llamada marcha fúnebre. Tenía un sonido tan extraño que más tarde pedí la partitura [La aurora marcha] que el director de la banda me regaló muy amablemente".

"Los músicos tenían una forma muy peculiar de apoyarse sobre la punta de cada pie al marchar, siguiendo el compás de la música. Era como si dieran el paso al primer y tercer compás y descansaran la punta del otro pie, sobre el suelo, al segundo y al cuarto. Seguimos a la procesión hasta el cementerio. El sacerdote no dijo mucho junto a la tumba, y lo que dijo lo dijo de forma muy superficial. Me hicieron sitio al verme detrás y me obligaron a acercarme a la tumba. El cadáver estaba tapado. Era de una niña pequeña, de unos dos años de edad, quizás. Estaba vestida con muselina blanca y cintas de color rosa. La pálida piel bronceada y el pelo oscuro contrastaban dolorosamente con la expresión inánime e infeliz de los labios. Me resultó chocante. Normalmente cuando un niño muere tiene un aspecto muy apacible. Arrojaron un poco de cal viva sobre el cadáver y dentro de la tumba, volvieron a colocar la tapa del ataúd, lo cubrieron con varias palas de tierra, lo más rápidamente posible, y todos se apresuraron a abandonar aquel lugar. El cementerio es pequeño, tapiado por muros altos y con una puerta de entrada; un lugar demasiado desolado y triste para dejar a una persona amada, aún cuando ya sólo sea polvo".

"Debo decir que los asistentes al entierro -excepto los más señalados- parecían mucho más interesados en nosotros que en la ceremonia que acababan de oficiar. El hecho de que ninguno de los familiares directos asista a un entierro hace que los últimos ritos para los muertos se lleven a cabo, al menos así lo perciben los espectadores, de forma insensible. Me dijeron en La Palma que el tocar música en los entierros, y esta marcha en especial, era algo normal en todas las islas. Como la experiencia me ha enseñado a no fiarme de lo que los habitantes de una isla dicen sobre otra, pregunté posteriormente, tanto en Tenerife como en Gran Canaria, si era verdad y me informaron en Gran Canaria que a veces se acompañan los entierros con música, si pagaban para que la banda tocase, pero que aquella marcha en particular y la forma de desfilar de los músicos que vimos en La Palma eran desconocidos. Así que podemos considerarla como característica de esta isla".

El barranco de La Herradura es "una garganta bastante atractiva, con agua y árboles". Siguieron su camino en dirección hacia el mar y "bajamos caminando por sus riberas una corta distancia hasta que divisamos el faro. Es una construcción bastante moderna y, evidentemente, se considera uno de los puntos de interés de La Palma. Nos interesaba más la gente que el faro, así que no quisimos desperdiciar nuestro tiempo viéndolo. Hay sólo tres hombres a cargo del faro".

De regreso a Los Sauces, los Stone visitaron la casa de José Francisco Martín Hernández "para contemplar el paisaje desde sus ventanas. Aquella buena gente se alegró mucho cuando sacamos una fotografía del paisaje. Nos ofrecieron un excelente vino tinto de la isla. La casa era nueva y los dueños, unos jóvenes esposos con un par de niños, uno de los cuales, Adela Martín y González, era una linda pequeñita de año y medio. La vista que consideraban como la mejor era la de una calle larga que atravesaba el pueblo, que subía por la ladera, con un fondo de verdes colinas y montañas, por la que habíamos bajado el día anterior a caballo".

Como recuerdo de su visita le regalaron un trozo de sauce, que Stone clasifica como perteneciente a la variedad salix canariensis, lo que evidencia sus conocimientos de botánica. "Las varas las usan los cesteros y los barrileros. También nos dieron otras dos plantas, mirabilis salappa y datura metel; ésta última, cuando se fuma en pipa o cigarrillo, sirve para curar el asma".

Pendientes de su regreso a Santa Cruz de La Palma, cuyo viaje "solamente nos ocuparía unas pocas horas y como, cuando el vapor atracase, tenía que descargar y volver a cargar, tendríamos tiempo suficiente para llegar a la ciudad tras divisarlo", se pusieron a disposición de su anfitrión

"Partimos al mediodía. Formábamos una caravana bastante larga ya que, además de nuestros tres caballos, nos acompañaban don Manuel y unos caballeros jinetes. Don Manuel montaba un caballo que nunca había sido herrado y tenía entonces acaso ocho años de edad, con cascos duros y bien formados".

Camino de la capital palmera, la primera parada la hicieron en la histórica villa de San Andrés. "Es realmente el puerto de Los Sauces, y que prácticamente es parte de éste. Es un lugar mucho más antiguo que Los Sauces pero como, por desgracia, no posee agua sino que tiene abastecerse del barranco, está decayendo ante su rival más joven y más próspero. San Andrés es famoso porque posee la iglesia más antigua de La Palma. La visita mucha gente procedente de todos los puntos de la isla, que viene a que la cure el Gran Poder de Dios, favor que concede a los que visitan la iglesia. Como en los sauces, aquí también hay muñecas vestidas y figuras de cera colgadas alrededor de una columna particular".

"El piso de la iglesia es de ladrillos rojos y blancos, colocados entre trozos oblongos de madera. También nos mostraron unas imágenes talladas de san Juan y de la Magdalena y una talla, de tamaño real, de un Cristo yaciente, en una caja de madera: "El Cristo muerto" lo llamaban. Sólo alcanzamos a oir la palabra "muerto" y, cuando vimos la caja, pensamos que nos iban a mostrar un cadáver o una momia. Estas imágenes fueron todas hechas y regaladas a esta iglesia por un hijo de la Ciudad. Fuera, en el patio de la iglesia, crece el eucalipto, curativo y aromático. Cerca de la iglesia se encuentran las ruinas del convento de la Piedad. Su último monje, San Francisco (sic.), murió alrededor de 1867".

Cuando llegó el momento de continuar su viaje, "descendemos al barranco de San Juan y llegamos al mar en la desembocadura de la garganta. El barranco es escarpado y yermo, con fachadas muy empinadas donde sólo crece el cardón. Desde Los Sauces hasta la capital el terreno está cortado por una serie de barrancos. Afortunadamente, no son, en general, muy profundos; no son inmensos como la mayoría de los que existen entre Guía y Adeje, en el sur de Tenerife. El segundo era el de La Galga, cuya bajada era bastante mala. Había rocas en el fondo formando montículos y en las cuevas de cada lado se refugiaban las ovejas. Al subir por el otro lado descubrimos una cueva habitada".

"Nuestros tres amigos españoles desmontaron porque no les gustaba la bajada y se sorprendieron bastante al ver que nosotros seguíamos sobre nuestros animales. No podían imaginar los malos caminos que habíamos recientemente conocido, y nosotros, a la vez, nos asombramos de su miedo, aunque pocos de los caballeros de aquí conocen las islas, salvo su municipio. Aunque son menos los que saben algo de otra isla, que no sea la suya. Solían decirnos con frecuencia que sabíamos mucho más acerca del archipiélago que cualquier habitante de las islas. Comprobamos que la profundidad, o más bien la altura, de este barranco, en el lado sur era de 400 pies. A lo lejos, detrás de nosotros, podamos ver Los Sauces y San Andrés".

domingo, 2 de diciembre de 2007

Un viajero inglés en Barlovento

JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
BARLOVENTO


El paisaje de Barlovento tiene uno de los encantos más atractivos de las tierras norteñas de La Palma. Desde hace varias décadas, un verde manto de plataneras se extiende desde Oropesa y aledaños bajo la atenta vigilancia del centenario faro de Punta Cumplida -una de las obras públicas más importantes de La Palma del siglo XIX-, cuya esbelta torre de piedra de cantería, situada sobre el promontorio de Punta Cumplida, domina ampliamente el paisaje. La producción, como es característica de la comarca, tiene una calidad indiscutible y contribuye al prestigio del plátano palmero en los mercados de referencia.

A más altura se encuentra el núcleo principal, Barlovento, cabecera del municipio más prometedor del norte insular, que ocupa, aproximadamente, la extensión que los investigadores prehispánicos otorgan al antiguo cantón de Tagaragre, situado entre los barrancos de La Herradura y Los Hombres, envuelto en la leyenda de Temiaba.

Más cercano en el tiempo, a mediados del siglo XIX, el célebre Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz, editado en Madrid entre 1845 y 1850 [Ambito Ediciones, 1986, al cuidado de Ramón Pérez González], dice de este municipio que está situado "al pie de las escarpadas cimas de la cumbre, inmediato a la playa del mar, con buena ventilación, cielo alegre, despejada atmósfera y clima saludable". Formado por los pagos de "los Gallegos, la Palmita, Topa ó Cugas [Topaciegas], Catalanes, Medianías, Pedregales y las Cabezadas, con bastante número de casas esparcidas, de poca altura y por lo común cubiertas de paja", hacia 1850 tenía una población de 2.148 habitantes.

La iglesia parroquial, puesta bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, "que ocupa casi el centro de los pagos, es pobre y se sirve por un cura, dos sacristanes y un monacillo [monaguillo]; el curato es de entrada y se provee por S.M. o el diocesano, previa oposición en concurso general; tiene una ermita".

Al referirse a los límites municipales, el informante de Madoz dice que "confina al N con el mar, al E también con el mar y con San Andrés y Punta llana, al S con Tijarafe y Oeste con Garafía y Punta Gorda. Dentro del radio de su jurisdicción se encuentra la Caldera de Taburiente (v.), cuyo fondo hecho fértil con el tiempo y regado por muchas y abundantes corrientes de agua, provee de pastos a toda aquella parte de la isla, el Pico del Cedro, el de la Cruz y el de los muchachos, donde tiene su origen el r. Time, que después de fertilizar gran porción de terreno va a desaguar al mar; estos 3 picos son los puntos culminantes de la Caldera: la elevación del primero sobre el nivel del mar, es de 6.803 pies, la del segundo de 7.082 pies y la del tercero, de 7.234; en las faldas y hasta cerca de las cimas de los referidos cerros y por todo el camino que desde la Caldera conduce al pueblo, está poblado de bosques, de pinos, de brezos y otros muchos árboles y arbustos. El terreno, como ha podido inferirse por lo que se acaba de decir, es áspero, barrancoso y lleno de cortaduras y desigualdades hasta la misma playa, pero entre medio no faltan valles y cañadas de muy buenas tierras de cultivo, que regadas con diferentes manantiales de agua, son muy propias para diversos géneros de simientes y plantíos, especialmente bananos, naranjos cidroneros y todos cuantos frutos son propios de los trópicos".

La producción agrícola, además de lo citado, Barlovento también producía "pocos cereales, vino, almendras, miel, cera, seda, ganado lanar, cabrío, vacuno, de cerda y caballar". El capítulo económico se cifraba en 2.743.593 reales de capital de producción, 82.306 reales de capital imponible y una contribución de 34.149 reales.

Para acercarnos a una imagen retrospectiva del pasado, siempre resulta interesante conocer el testimonio y las impresiones de los viajeros del siglo XIX que recorrieron los caminos de la isla, entre los que figuran Charles Edwardes (1887) y Olivia Stone (1888).

Edwardes recoge sus impresiones en su libro titulado Excursiones y estudios en las Islas Canarias [traducción de Pedro Arbona, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1998]. Después de haber recorrido la villa de San Andrés y el poblado de Los Sauces, llegó el momento de continuar viaje en demanda de Barlovento, a lomo de bestias.

"Puntualmente, a las cinco de la mañana siguiente -comienza su relato-, fuimos despertados por nuestro mulero principal. Desde nuestra ventana, las cumbres de la Caldera, a tan solo cuatro o cinco millas de distancia, presentaban un terso color carmesí. Nos esperaba una larga y laboriosa jornada, por lo que no podíamos dedicar tiempo al disfrute exclusivo de las bellezas naturales. Todos, excepto nosotros, estimaban absurdo tratar de hacer el trayecto hasta Garafía entre el amanecer y el atardecer. Confiando en nuestros mapas, protestábamos que aquello tenía que ser posible. Encogiéndose de hombros y pronunciando ¡Ave Marías! y ¡carambas!, el alcalde acabó coincidiendo con nuestro anfitrión en que la empresa, aunque difícil, era ciertamente factible".

"Así, media hora después de que hubiera salido el sol -prosigue-, nos internamos en el primero de los doce barrancos que iban a caracterizar el día, el barranco de Herradura, un profundo abismo que comenzaba prácticamente a la puerta de la casa de nuestro amigo. Al alcanzar el otro lado, trotamos alegremente en medio de varios acres de ricos campos de ce-reales, adornados con amapolas rojas y amarillas, y de altramuces. Entonces ascendimos hasta una llanura de tierra roja, igualmente fértil, y pasamos la villa de Barlovento, salpicada de excéntricos molinos de viento y famosa en La Palma por su faro, que guarda el extremo noroeste de la isla".

"Continuamos subiendo hasta encontrarnos rodeados de brezos y cerca de los pinos de las montañas a nuestra izquierda, que a estas horas se hallaban barridas por las nubes. Una vez que la geografía norteña de la isla se desplegó por debajo nuestro en forma de amplias pendientes hasta el rocoso litoral batido por las olas, entonces pudimos hacernos una idea de los obstáculos que nos aguardaban. ¡Un barranco tras otro hasta la costa! Desde el borde de estas soberbias hondonadas contemplamos las escarpadas pendientes de ochocientos y mil pies de profundidad, mientras nos preguntábamos cómo las íbamos a superar. De hecho, ni siquiera los senderos estaban exentos de peligros. Estaban trazados en agudo zigzag en la cara de los pardos riscos, y allí donde se podía se habían clavado troncos de pino a la roca, dispuestos paralelamente y cubiertos con irregularidad de aulagas y barro, que formaban así una vía colgante de tres o cuatro pies de ancho. Cualquier caída desde el camino o por entre sus troncos suponía una forma de morir tan segura como simple. Incluso un mulo no parecía confiar demasiado en semejante obra de ingeniería y tuvo que ser arrastrado con cuidado por el hombre delante suyo, mientras se le empujaba y animaba desde detrás. En algunos tramos los troncos estaban tan podridos, que en una ocasión el animal hundió una de sus patas".

El viajero inglés se muestra impresionado después de atravesar los imponentes barrancos de Gallegos y Los Poleos. Tal impresión sigue cautivando, hoy en día, a propios y visitantes, ante el tajo que ha abierto la acción erosiva en el transcurso del tiempo medido en miles de años geológicos.

"Mas, aunque agotadores, estos barrancos resultaban tan grandiosos que lograban acallar nuestras quejas. En las partes altas los bosques eran espesos. Pudimos ver y oír débiles cascadas que iban a caer en los profundos lechos por entre las enredaderas. De vez en cuando las nubes que rozaban las cabezas de los barrancos se desvanecían para revelar los elevados picos y crestas, asombrosamente cercanos, con sus manchas y cúmulos de nieve en las grietas de las vertientes".

"Los dos lugares donde descansamos ese día eran, aunque por diferentes razones, muy atractivos. Desayunamos sobre una zona de césped junto a las azules piedras del fondo de un barranco, de cuyas rocosas paredes colgaban mimbreras, zarzosas y de gran longitud, cerca de la angosta salida al mar. A unos ochocientos pies por encima nuestro había una pequeña casa negra, la última que íbamos a ver en horas, dijeron los hombres. Hacia allá subimos penosamente, después de desayunar, para comprar huevos crudos, por dos, tres peniques y medio, y comer cuajo y suero con unos granos de azúcar, cuidadosamente pesados por la señora de la casa como si se tratara de una carísima droga. Eran las nueve de la mañana. A las dos de la tarde consideramos que nos merecíamos nuevamente otro descanso. ¡Qué encantadora región recorrida en el intervalo! Completamente sin cultivar, si no completamente incultivable. De las verdes colinas cubiertas de asfodelos y botones de oro, habíamos ascendido a las rocosas cimas coronadas de gigantescos pinos, cuyos troncos, de una yarda de diámetro, se alzaban rectos y sin ramas hasta una altura de entre ochenta y cien pies. Después de atravesar un bosquecillo de laureles y jaras, pisamos la mullida alfombra de pinochas abriéndose un interminable panorama de troncos de pino a nuestro alrededor, en una atmósfera tan fragante como estimulante. Y así llegamos a una pequeña cañada, cubierta por una bóveda de entremezclados laureles y pinos, y llena del canto de los mirlos. Un manantial corría, y fue a su lado que descansamos durante media hora en la fresca sombra".

A pesar de ir conducidos por muleros que debían conocer el camino, de la crónica de Edwardes se desprende que se habían perdido en su camino, lo que frustró su deseo de llegar a Garafía en una jornada de sol a sol:

"Por espacio de siete u ocho horas habíamos avanzado a paso ligero a través de aquella accidentada y elevada región. Entonces, cuando la luz comenzaba a difuminarse en las refulgentes copas de los pinos, los hombres admitieron que se habían extraviado. No era nada extraño, pero sí molesto. Gritaban, uno después del otro, mientras continuábamos dubitativamente, subiendo y bajando colinas, con la esperanza de que algún oculto pastor les oyera. En eso fuimos afortunados, ya que después de un rato escuchamos el tintineo de los cencerros vimos allá, en lo alto de un verde y cónico montículo coronado de pinos, un rebaño caprino y una pareja de muchachos cubiertos con largas capas blancas. Los chicos estaban tan asustados que contestaban "sí, señor", a todas nuestras preguntas. Sólo cuando comenzábamos a alejarnos, el más atrevido de los dos nos dio algunos consejos con voz estentórea.

Sus indicaciones nos llevaron de nuevo a lo alto de la montaña. En el camino penetramos en un banco de niebla, seca e inocua, que el sol atravesaba parcialmente, provocando extraños y bellos efectos visuales en nuestro entorno. El oro de las ramas laterales de los pinos se hallaba rociado de púrpura, las rocas se sonrojaban intensamente y las siemprevivas que las cubrían con profusión destacaban como amatistas en aquel bello escenario. Hasta el musgo bajo nuestros pies se teñía prismáticamente, y así, durante unos breves minutos, nosotros y todo lo que nos rodeaba sufrimos una transfiguración tan romántica como exquisita".

La viajera inglesa Olivia Stone se mostró poco interesada por conocer Barlovento con el recorrido que había hecho un año antes su compatriota. En su libro Tenerife y sus seis satélites [traducción de Juan S. Amador Bedford, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1995], escribe lo siguiente:

"Continuamos hasta que llegamos al barranco de la Herradura, una garganta bastante atractiva, con agua y árboles. Dirigiéndonos hacia el mar, bajamos caminando por sus riberas una corta distancia, hasta que divisamos el faro. Es una construcción bastante moderna y, evidentemente, se considera uno de los puntos de interés de La Palma. Nos interesaba la gente más que el faro, así que no quisimos desperdiciar nuestro tiempo viéndolo. Hay sólo tres hombres al cargo del faro".

A comienzos del siglo XX, otro inglés, A. Samler Brown, en su Guía de Madeira, Las Islas Canarias y las Azores [traducción de Isabel Pascua Febles y Sonia C. Bravo Utrera, Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000], dice de Barlovento que "está situado a 1.700 pies, población 1.986 habitantes, hay una iglesia y posibilidad de alojamiento, se llega en 1½ h. (es posible visitar el faro en 1½ h). Las Toscas de Barlovento, que se encuentra a 1.530 pies a donde se llega en 1¾ h, cuenta con una gran cantidad de dragos en los alrededores, no hay alojamiento. También merece la pena visitar el Bco. Gallegos, hasta cuyo fondo se puede descender 1.200 pies después de 3½ h, llegar a la venta de los Gallegos, a 900 pies, donde hay alojamiento. Después de este pueblo el paisaje es aún más hermoso, especialmente si se observa desde el sendero".

domingo, 25 de noviembre de 2007

Tijarafe en el siglo XIX

Distante siete leguas de la capital insular, Tijarafe está situado "en una alegre y risueña campiña bastante elevada sobre el nivel del mar, y cuyo acceso es difícil y penoso". Así se expresa el Diccionario Geográfico-Estadístico-Historia de España y sus Posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz, publicado en 1850, al referirse a este término municipal del noroeste palmero, en el que "reina principalmente el aire N en el invierno, lo cual hace a su clima frío durante dicha estación; si bien es templado y saludable, no padeciéndose otras enfermedades que las estacionales".

A mediados del siglo XIX tenía 590 casas, de las que 400 "forman una plaza donde está la iglesia y algunas calles desempedradas, y las restantes se hallan diseminadas en los pagos Tijarafe, Aguatar [Aguatavar] y Tinixara". Tenía una escuela particular pagada por los padres "de los 40 ó 50 niños que la frecuentan", cuyo maestro percibía un salario de 1.500 reales anuales.

"La poca agua que se halla en este pueblo y sus inmediaciones se seca en el verano, y para el consumo de sus habitantes tienen que proveerse del barranco de las Angustias, distante legua y media de la parroquia", puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de Candelaria, que "es de entrada y está servida por un párroco y sacristán, habiendo una ermita en el término llamada San José [El Jesús]".

Después de explicar los linderos del municipio -"al Norte con la jurisdicción de Puntagorda; Este, con la montaña o Caldera de Taburiente, sur con Los Llanos y Oeste con el mar", explica que "poco antes de llegar al pueblo hay un barranco muy profundo llamado haradado [Jurado], que impediría el paso si la misma naturaleza no hubiese formado como el arco de un puente en la peña viva, que tendrá sobre cuatro varas de grueso, por cuyo punto se pasa en el invierno ysuele llevar agua".

El terreno, de secano y parte volcánico, "en general es de buena calidad; habiendo en el vallecito donde está situado el pueblo, árboles frutales como perales, manzanos, duraznos, etc". Las comunicaciones con la capital de la isla se hacían por un camino real "en cuesta, pendiente y sumamente agrio, es más bien una vereda angosta en forma de caracol y de muy mal piso. En el medio del camino se encuentra el renombrado Time, risco de volcán ennegrecido y tan peinado que parece una muralla, y no obstante y ser camino de pájaros se sube a caballo".

La correspondencia se recibía de la capital de la isla "por balijero" y por entonces Tijarafe contaba con una población de 594 vecinos, que sumaban 2.216 habitantes. Producía abundante trigo, cebada, legumbres, frutas y vides; "se cría un poco de ganado lanar y mucho cabrío, con alguno de cerda, y hay caza de conejos, perdices y palomas". La agricultura era la principal riqueza de la población y "algunos telares para tejer lienzos caseros del uso de sus habitantes".

El Diccionario Geográfico-Estadístico-Historia de España y sus Posesiones de Ultramar, editado por Pascual Madoz Ibáñez en 16 volúmenes entre 1845 y 1850, es una obra gigantesca a la que su autor dedicó casi 16 años de trabajo. Para llevar a cabo tan ingente trabajo, contó con la colaboración de más de mil colaboradores y veinte corresponsales. Recoge miles de voces ordenadas alfabéticamente.

En 1986, de la mano del profesor universitario Ramón Pérez González, se publicó en edición facsímil el tomo dedicado a Canarias, para lo cual se revisaron las 11.688 páginas de que consta el original, con la finalidad de seleccionar y entresacar las voces referidas al archipiélago canario, dispuestas también por orden alfabético, con la finalidad de facilitar la consulta de materiales dispersos en el conjunto de los volúmenes originales.

En el siglo XIX y referido a Canarias, además del Diccionario de Madoz, existen otras tres obras de este tipo: Estadística de las Islas Canarias 1793-1806, de Francisco Escolar y Serrano; Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, de Sebastián Miñano, del que el profesor Pérez González extrajo y publicó en 1982 las voces correspondientes a Canarias: y el Diccionario Estadístico-Administrativo de las Islas Canarias, de Pedro Olive.

Madoz logró ver publicado un mastodóntico proyecto -en Canarias contó con la colaboración del conde de la Vega Grande, León y Xuárez de la Guardia y, probablemente, de Francisco María de León, entre otros muchos-, logrando así un cuadro muy apreciable de la sociedad canaria del siglo XIX.

¿Quién era Pascual Madoz? Nuestro personaje nació en Pamplona el 17 de mayo de 1806. Estudió en el colegio de los padres escolapios en Barbastro y Derecho en la Universidad de Zaragoza. De ideales liberales desde su juventud, combatió por la libertad como soldado y como político. En 1823, acorde con el sentimiento patriótico que se vivía entonces, participó en la defensa de Zaragoza y estuvo preso durante una temporada en el castillo de Monzón.

Debido a los sucesos políticos de la época, tuvo que refugiarse en Francia, curiosamente en el país de los enemigos a los que había combatido. Durante su estancia forzosa, acaecida entre 1830 y 1832, en París y en Tours, se dedicó al estudio de la geografía y la estadística, combinación que, como señala el profesor Pérez González, corresponde al criterio de las primeras etapas del desarrollo de la Geografía, "orientada hacia una tendencia enciclopédica de recopilación exhaustiva de información acerca de países y continentes que dio origen a grandes diccionarios en los que, con frecuencia, se asociaba la Geografía con la Estadística, cuya misión era enriquecer la descripción geográfica con datos estadísticos".

Madoz regresó a España después de la amnistía decretada por la reina María Cristina y se estableció en Barcelona, donde, a comienzos de 1883, estaba al frente del proyecto editorial del Diccionario geográfico universal (1829-1834), del que se hizo cargo a partir de la letra R.

Licenciado en Derecho en 1834, a mediados de dicho año promovía la edición del Diccionario geográfico de España, que lograría ver culminado en 1850. Un año después del inicio del ejercicio de la abogacía, tradujo y publicó la obra de Alex Moreau de Jonnes, titulada Estadística de España: territorio, población, agricultura, minas, industria, comercio, navegación, colonias, hacienda, ejército, justicia e instrucción pública (1835) y una Reseña sobre el clero español y examen de la naturaleza de los bienes eclesiásticos.

Después de una etapa en la que dirigió el periódico opositor El Catalán y también ejerció de juez de primera instancia persiguiendo a los carlistas, obtuvo escaño en las Cortes por la provincia de Lérida. En 1840 apareció publicada en Madrid su Colección universal de causas célebres. En 1843 estaba el frente de la coalición con la que algunos progresistas hicieron oposición a Espartero, aunque por tal propósito acabó en prisión. Se cuenta que él mismo hizo su defensa y la de sus compañeros tachados de bandidos. Puesto en libertad, emprendió de nuevo el camino del exilio, de donde regresó para publicar su Diccionario Geográfico de España, cuyos trabajos tenía bastante adelantados, obra gigantesca que pone de manifiesto su carácter emprendedor, constante y tenaz, para lo que montó su propia imprenta. El primer volumen se publicó en Madrid en 1845 y el último en 1850.

Tras la revolución de 1854 fue nombrado gobernador de Barcelona, provincia que le resultaba especialmente atractiva. Después volvió a su escaño de diputado, presidió las Cortes, y en enero de 1855 fue nombrado ministro de Hacienda, correspondiéndole la presentación del famoso proyecto de ley de Desamortización, que consiguió aprobar, a pesar de la contundente oposición del clero católico, que veía lesionados los privilegios reconocidos a la Iglesia por el Concordato de 1851. La ley fue sancionada el 1 de mayo de 1855 y mes después presentó la dimisión. De nuevo en la oposición, poco después emprendió otra vez el camino del exilio.

Al producirse la revolución de 1868 -conocida como "La Gloriosa"- regresó para ocupar el cargo de gobernador de Madrid, al que renunció poco después. Su papel estaba en la oposición. Después de votar la candidatura del duque de Aosta para la vacante al trono de España, Madoz formó parte de la legación enviada a Florencia para ofrecerle la corona, pero cuando se encontraba en Génova le sobrevino la muerte, el 13 de diciembre de 1870, a la edad de 64 años.

En 1888, cuando el viajero inglés Charles Edwardes visitó La Palma, el pueblo de Tijarafe tenía 2.308 habitantes. Por entonces, hacía poco más de 75 años que había nacido como municipio, el 19 de agosto de 1812, de acuerdo con lo establecido en el artículo 310 de la Constitución de Cádiz, que había sido promulgada el 19 de marzo del citado año.

"A mitad de camino entre Tricias y Los Llanos, nuestro destino, llegamos a la villa de Candelaria -escribe Edwardes-, lugar que nos causó una gran decepción. Habíamos retrasado el desayuno cuatro horas, esperando comerlo allí. Sin embargo, todo el pueblo reunido no pudo ofrecernos, sino con dificultad y tras una agotadora hora, más que un cesto de huevos, un poco de pan y un vino intragable. El sacristán de la iglesia, el alcalde y otros cuantos, formaron tal lío en torno nuestro que, en el estado hambriento y acalorado en que nos hallábamos, nos resultó cruel y molesto. Ignorantes de si íbamos a ayunar o a ser alimentados, fuimos llevamos para adelante y para atrás, entre la iglesia y una oscura habitación que se nos había ofrecido. Afortunadamente, teníamos nueces e higos en nuestras alforjas, ya que los hombres no habían sentido ningún reparo en coger y guardar toda la fruta que la buena samaritana nos había enviado la tarde anterior en el bosque".

El inglés, poco considerado, dice que la iglesia de Candelaria "fue construida para una congregación más numerosa que la que la triste villa pueda ahora reunir en su pavimento fracturado y desvencijados asientos. El retablo tampoco tiene igual en La Palma en cuanto a lo florido de su adorno (...). Sobre estas imágenes cuelgan pinturas, burdas desde luego, aunque sugerentes. La más tétrica de todas representa una inmensa ventana negra, pintada sobre la pared norte del presbiterio, simétrica a otra ventana real en la pared opuesta. El exterior del lado norte de esta tosca y antigua iglesia está decorado con un fresco que muestra un sol radiante, y cuyo artista dotó de nariz, ojos y boca. Del mismo modo, el lado oeste exhibe una ruda torre pintada al fresco. No cabía esperar del sacristán una explicación acerca de semejantes alegorías. Llevaban allí mucho tiempo, dijo él, descargando de esta manera su responsabilidad sobre sus antecesores".

"Este es un distrito considerado muy pobre, aunque nuestros amigos, tanto legos como eclesiásticos, lograron reunir veinte y cinco huevos duros para satisfacer el apetito de un par de hombres. Seis peniques ’a beneficio de la iglesia’ casi empañan con lágrimas de gratitud los ojos del fornido sacristán al aceptarlos. Aunque las gallinas abundaban, las monedas no hay duda que escaseaban en Candelaria".

Bien distinta es la apreciación que nos traslada el cronista palmero Juan B. Lorenzo, cuando escribe, refiriéndose a El Time: "Al acercarse al borde de esta eminencia viniendo de Tijarafe hacia Los Llanos, se presenta de improviso una vista tan sorprendente, como es muy probable que no haya otra semejante en el archipiélago canario. De una sola mirada se abarcan, a vista de pájaro, los pintorescos pagos de Tazacorte y Argual con sus extensas llanuras; la villa de Los Llanos y su población arruada; la villa de El Paso, Las Manchas, Tacande, La Caldera, que a la vez que sorprende agradablemente la vista de un paisaje tan extenso, variado y pintoresco, aterra por la elevación en que se encuentra el que lo contempla".

Hasta la construcción de la carretera comarcal, para descender a la loma de Amagar y desde allí al barranco de Las Angustias, y viceversa, había que cruzar 73 vueltas, algunas de ellas de bastante pendiente, siendo la única vía de comunicación terrestre entre la entonces villa de Los Llanos y el pueblo de Tijarafe. En este paraje nació la célebre leyenda de la luz de El Time. La otra opción posible era por los caminos de herradura de la cumbre y también por mar, a través del Porís de Candelaria y remontando el acantilado a pie o a lomos de bestias por el viejo camino real.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Testigo presencial de excepción

JUAN CARLOS DíAZ LORENZO (*)
Fuencaliente


Veintidós años después de la erupción del volcán de San Juan se produjo la del volcán de Teneguía, surgido en una suave pendiente situada al sur del majestuoso cráter del volcán de San Antonio. Los primeros temblores de tierra comenzaron a sentirse a partir del 15 de octubre de 1971. Dos días después llegó a Fuencaliente el gobernador civil de la provincia, Antonio del Valle Menéndez, acompañado del delegado del Gobierno, Francisco Laína García, siendo recibidos por el alcalde del municipio, León Bienes Hernández.

Ante la carencia de medios técnicos y temiendo que se tratase de una erupción volcánica, el gobernador civil, ingeniero de Minas de profesión, mandó colgar una plomada a modo de sismógrafo rústico de la lámpara del despacho de la alcaldía. El modo de funcionamiento era bien sencillo. Si cuando se producía el temblor de tierra la plomada oscilaba de modo horizontal, no había mayor preocupación, pero si oscilaba de modo vertical, significaba que el posible volcán estaba cerca.

Entre los días 21 y 24 se acentuaron los movimientos sísmicos, hasta el extremo de que la Estación Hidrofónica de la Universidad de Columbia (EE.UU.) ubicada en Puerto Naos -en realidad, una instalación de la U.S. Navy para controlar el paso de submarinos soviéticos por la zona-, detectó una serie de registros que inicialmente interpretaron como un fenómeno extraño. Sólo el día 22 se contabilizó unos mil movimientos, a razón de cuatro por minuto, que causaron el agrietamiento de algunas viviendas y el desplome de paredes y riscos, por lo que todo apuntaba a una inminente erupción volcánica.

El 26 de octubre, alrededor de las tres de la tarde se percibió una serie de ruidos subterráneos y varias explosiones de regular intensidad, elevándose, poco después, una densa columna de humo negro que señaló el comienzo de la nueva erupción volcánica. La noticia, de inmediato, se conoció ampliamente en pocos minutos y el nombre de Fuencaliente y de La Palma quedó asociado, una vez más, a la historia de los volcanes de Canarias.

Para el nuevo volcán se contemplaron inicialmente, entre otros, los nombres de El Búcaro, San Evaristo y San Estanislao, siguiendo la costumbre palmera de utilizar hagiónimos para este tipo de acontecimientos telúricos. Al final se decidió Teneguía, debido a la proximidad del roque de su mismo nombre y el empeño de los periodistas acantonados en el bar "Parada" -Domingo Acosta, Gilberto Alemán y Luis Ortega, entre otros- y un grupo de jóvenes fuencalenteros, entre los que estaba Octavio Santos Cabrera, corresponsal de DIARIO DE AVISOS.

"El día que reventó el volcán estaba vendimiando en Las Machuqueras, a unos cuatrocientos metros, más no era. Yo sentía un zumbido y mirada al cielo, pensaba en un avión, ¿pero tan alto va que no se ve? Ya me parecía mucho ruido. Dije para mí: ¡no, esto está cerca...!" Así recuerda el agricultor Jesús Ramón Pestana Cabrera (1945), vecino de Fuencaliente, los primeros momentos de la erupción del volcán de Teneguía, de la que, tal día como hoy, se cumplen 36 años de su final. Él fue, con toda probabilidad, la primera persona que presenció el comienzo del singular acontecimiento y su memoria, tan precisa como exacta, constituye un documento oral de primera magnitud.

"Había terminado de vendimiar -prosigue- y dejé seretas y todo. En aquel momento estaba solo, cuando subo un poco y me dio por mirar hacia abajo, miro al malpaís y veo una lengua de fuego reventando allí mismo, una hilera recta ardiente. ¡¡Entonces sí cogí miedo!!, ¿no iba a coger miedo? Cogí miedo y partí a correr. Cogí por la Cuesta Cansada hacia fuera, que era por donde más derecho salía y no cogí vueltas ni nada. Dije para mí: ¡¡corre, corre para fuera, corre para Los Canarios!!".

"Primero pensé que era el volcán de San Antonio que había reventado otra vez, no pensé que fuera un volcán nuevo. Subí rápido y donde primero llegué fue al borde del cráter del volcán de San Antonio para vigilar al otro desde arriba. Cuando llegué allí ya había más gente, como diez o doce personas. Los primeros bufidos que dio fueron a las tres en punto de la tarde. Allí, donde reventó, había un ’golpe’ de higueras grande y se las zambulló en un momento. Las bocas chicas, las de aquí arriba, salieron donde antes estaban las higueras".

"Como a la hora llegó la Guardia Civil y empezó a atajar gente. Por cierto, que a uno de los primeros que mandaron fue a mí para que la gente no se metiera abajo, en el volcán, porque a algunos les parecía una fiesta. Cada rato que pasaba el fuego era más alto. Como a las tres horas eso levantaba cuarenta o cincuenta metros de altura y al oscurecer ya se veía desde el pueblo. Había días que levantaba del volcán de San Antonio para arriba más de 500 metros. A mí eso me impresionó mucho. Cuando era de noche cerrada y daba una explosión grande, podías leer una carta de la luz que daba. La lava bajó rápido, en tres o cuatro horas llegó abajo. Caminaba a más de un paso de una persona. Yo creí que la playa y el faro se lo llevaba, porque iba derecho rumbo a él, total, ¿qué le faltó?".

El relato de este fuencalentero, que tenía 26 años de edad en 1971, no tiene desperdicio: "En casa no fuimos para ningún lado. Estábamos en plena vendimia. Nosotros, cuando eso, teníamos mucha cantidad de viña. Cogíamos más de sesenta pipas de mosto. Además, aquel era un año fuerte de uvas. Tuvimos que pedir un permiso al Ayuntamiento para poder pasar con los furgones, porque había mucha viña ahí debajo y viña por todos lados y eso estaba trancado de tanta gente que había. A los pocos días volví a vendimiar lo que quedaba al lado del volcán, sin miedo ninguno, porque ya se sabía que la lava iba para abajo. Uno miraba para allá y sabía que aquí no llegaba; y lo más cerca que estuve sería como a unos trescientos metros, o quizás menos. El volcán pegando bufidos y yo vendimiando (risas). Él estaba con su jaleo y yo en lo mío (risas). El día después de que reventó el volcán volví donde mismo había estado y allí estaban las seretas y las tijeras. Estaban donde mismo las dejé. ¿Quién se metía ahí debajo? ¡Ahí nadie se metía!".

En los primeros momentos, la actuación del nuevo volcán fue eminentemente explosiva y a lo largo de la tarde del primer día fueron surgiendo nuevos focos eruptivos, que comenzaron a derramar lava por dos corrientes a través de una fractura del terreno en dirección Norte-Sur, una de las cuales se precipitó sobre la costa y alcanzó el mar, mientras que la otra siguió en dirección al faro de Fuencaliente.

Un grupo de geólogos y vulcanólogos -entre otros José María Fuster, Alfredo Hernández-Pacheco, Telesforo Bravo y un joven Juan Carlos Carracedo, recién licenciado, además de otros extranjeros- estudiaron el fenómeno con detalle y llevaron un mensaje de tranquilidad a los habitantes de Fuencaliente. La lava, decían los expertos, brotaba a una temperatura de 1.100 grados centígrados y discurría por la corriente a un promedio de 120 metros por hora a 850 grados. Al entrar en contacto con el agua del mar, la temperatura del agua en la orilla superaba los 60 grados.

El día 27, la actividad del volcán fue más intensa, en una actuación de tipo estromboliano, concentrándose en dos puntos de la fractura e iniciando el levantamiento de dos pequeñas montañas de escorias, continuando con el derrame de lavas. El pueblo de Fuencaliente recibía visitantes a raudales y los bares "no daban avío a las papas arrugadas y vasos de vino", recuerda Agustín Rodríguez Fariña.

El día 28, la actividad se hizo más intensa, reanudándose los movimientos sísmicos que concluyeron con la aparición de una nueva boca en torno a las once de la mañana, mientras que el foco principal mantuvo grandes proyecciones de material y derramó importantes caudales de magma fluido. Para entonces ya se había formado un cono volcánico de cierta entidad, tipo herradura y abierto hacia el Norte, al tiempo que las emisiones de lava alargaron su cauce.

Durante la noche del 29 al 30, el volcán intensificó la potencia de la erupción, mostrando un comportamiento de tipo estromboliano, con explosiones más fuertes y frecuentes, así como con una mayor salida de lava. El día 30 transcurrió en términos similares y en la noche se advirtió que el foco inicial presentaba una forma clara de herradura, orientándose hacia el Este.

A mediodía del 1 de noviembre comenzó una nueva actividad sísmica coincidiendo con una importante actividad de fumarolas. Casi a la una de la tarde se produjo un movimiento de notable intensidad que liberó la formación de un tercer foco de emisión, presentando, al mismo tiempo, tres pequeñas aberturas conectadas entre sí, con una actividad explosiva y proyectando piroclastos finos y trozos de lava, todo ello con una cadencia rítmica y un reposo de entre 0,5 y cinco segundos, alcanzando en la noche su máxima actividad explosiva. El primer foco de emisión quedó reducido al flanco occidental, como consecuencia del derrumbe del dorso oriental, motivado por la acción de coladas que arrastraban en su seno bloques procedentes del desmantelamiento del cono del primer cráter.

El día 3 decreció el ritmo de la erupción del volcán y el cono en herradura del primer cráter terminó por orientar la salida de lava hacia el SE, mientras que el segundo foco entró en período de inactividad y el tercero sólo arrojó gases a intervalos separados. El día 4, la actividad general continuó en descenso, aunque el primer foco registró una mayor emisión de lavas y el segundo foco se mantuvo en reposo. A lo largo del día 5 se produjo un aumento relativo de la actividad eruptiva, en el que el segundo foco lanzó gases y piroclastos.

El día 6 se produjo uno de los fenómenos más destacados, al derrumbarse la gran masa de escorias y lavas acumuladas en torno al primer foco, originando una avalancha que se extendió rápidamente por la costa suroccidental de la Isla. Este cambio motivó, además, un espacio libre para las coladas lávicas, al tiempo que se produjo una notable actividad de fumarolas, formadas por una elevada proporción de óxido de carbono y otros gases tóxicos, actividad que se incrementó de modo considerable el día 7, lo mismo que en los cráteres.

Hacia las dos de la madrugada del día 9, después de importantes seísmos y explosiones, apareció una nueva fractura eruptiva orientada al NW y ubicada en el campo de fumarolas existente entre los dos cráteres secundarios. En el inicio de la actividad del cuarto foco de emisión, se distinguían tres puntos eruptivos diferentes a modo de sopletes gaseosos, que luego provocaron la formación de dos pequeños hornos. El primer cráter se mostró mucho más activo, con la emisión de abundantes lavas y el arrojo de escorias de modo continuado.

El día 10 el volcán presentó un cuadro netamente explosivo. El primer cráter proyectó escorias a más de 300 metros de altura, mientras que los dos restantes permanecieron prácticamente inactivos. A media tarde y próximo a la cuarta boca surgió una nueva, de carácter explosivo, en forma de soplete gaseoso y más tarde se produjo la apertura de una sexta boca, aunque de menor entidad. Al día siguiente, el volcán se encontraba en plena actividad. Menos el cráter principal, todos los demás registraron explosiones diversas y del primero brotaba lava fluida en dirección al mar con notable velocidad.

El día 17 se constató la decadencia progresiva del primer cráter, mientras que en los dos últimos se registró un aumento de la energía, desbordándose la lava del canal principal al no tener posibilidad de evacuar con la rapidez necesaria. La abundancia del material lávico del cuarto cráter hizo que inundara el quinto y en la mañana del 18, éste tomó el relevo del cuarto, desbordando una charca lávica, aunque se advirtió un notable descenso de la actividad volcánica, cesando las manifestaciones eruptivas y entrando en una fase de fumarolas, que se mantuvo durante bastante tiempo.

Fue una erupción corta, pues la plena actividad cesó el 18 de noviembre siguiente, es decir, que tuvo un período activo de 24 días. Durante este tiempo, miles de personas presenciaron la erupción. La impresionante afluencia motivó la ordenación del tráfico rodado, en el que la Guardia Civil se empleó con gran desempeño, desviándolo en el sentido de las agujas del reloj, por la Cumbre y las Breñas hacia Fuencaliente, continuando a Los Llanos, dado que el movimiento de coches y personas fue realmente importante, alcanzando, en algún momento, los quince mil visitantes.

Viajar a La Palma resultó complicado ante la impresionante demanda de plazas, tanto en avión como en barco, pues ni Iberia ni Trasmediterránea incrementaron su oferta. Sería la compañía Spantax la que hizo posible que llegara un mayor número de visitantes a la isla, gracias a los vuelos "charter" de los viejos cuatrimotores.

Meses después del final de la erupción era posible encontrar en algunos puntos del volcán temperaturas superiores a los 400 grados. Hoy en día, todavía se aprecia el calor latente en algunas fisuras del cráter. En prospecciones geotérmicas recientes, a unos veinte metros de profundidad todavía mantiene 200 grados de temperatura.

*Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente

domingo, 11 de noviembre de 2007

Un hito en la historia de La Palma

JUAN CARLOS DíAZ LORENZO
SANTA CRUZ DE LA PALMA


A Fernando González Dörner,

en su feliz regreso



Santa Cruz de La Palma -la isla toda, a decir verdad- vive hoy un nuevo hito en su historia inmediata con la primera escala del megacrucero Navigator of the Seas, abanderado en Bahamas, el buque más grande que ha llegado, hasta el momento, al puerto de la capital palmera. Una jornada memorable en la que la imponente mole de este barco de turismo será huésped de la isla, por unas horas, señalando, así, el comienzo de una nueva etapa, en la que La Palma consolida su incorporación al circuito de la selectiva compañía Royal Caribbean International (RCI).

Este hecho es consecuencia directa de la seriedad y credibilidad de la empresa consignataria Hamilton & Cía., en especial de su director y presidente de la Asociación de Consignatarios de Buques de Santa Cruz de Tenerife, Eduardo Álvarez Hamilton, que viene realizando desde hace años una notable y encomiable labor y, asimismo, del esfuerzo y empeño del que fue presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, Luis Suárez Trenor, en sus frecuentes contactos durante la última década con los dirigentes de la afamada compañía naviera con sede en Miami.

El megacrucero Navigator of the Seas tiene prevista su arribada a las seis de la mañana y permanecerá atracado hasta las 17 horas. A bordo viajan 3.400 pasajeros -que no 6.000, como erróneamente se ha publicado- y 1.200 tripulantes. El viaje actual comenzó en el puerto de Southampton y ayer estuvo en Funchal, continuando esta tarde su viaje trasatlántico con destino a Fort Lauderdale, puerto situado al norte de Miami (EE.UU.). Como es habitual en estos casos, está prevista la entrega de metopas conmemorativas por parte de la Autoridad Portuaria, Cabildo Insular, Cámara de Comercio, CIT de La Palma y otras representaciones.

De la maniobra se hará cargo el práctico Eugenio Rodríguez Romero, previéndose que revire entre puntas para quedar atracado babor al muelle, es decir, dejando la popa hacia la ciudad, ya que el buque tiene una eslora de 311 metros y la línea de atraque mide 202 metros, por lo que no menos de un tercio del barco quedará saliente, largando cabos a los norayes de la siguiente sección en la que atracará el crucero Thomson Destiny, de cuya maniobra se hará cargo el práctico Francisco Noguerol Cajén.

El crucero Thomson Destiny, por cierto, fue el primero de los barcos que inauguró la nueva etapa del espectacular desarrollo de Royal Caribbean Cruise Line, desde su puesta en servicio en noviembre de 1982 con el nombre de Song of America. De modo que en La Palma, hoy, coinciden dos barcos que tienen mucho en común.

La presencia del megacrucero Navigator of the Seas -que hizo su primera escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife el pasado 8 de noviembre- es el preludio de una serie de escalas importantes en lo que resta de año, protagonizadas por barcos de esta compañía y de Celebrity Cruises, perteneciente al mismo grupo. Para el próximo 22 de noviembre está prevista la llegada del megacrucero Voyager of the Seas, uno de los cinco gemelos que componen la clase Voyager, a la que da nombre y a la que también pertenece el buque Navigator of the Seas.

Para diciembre están previstos, entre otros, los siguientes buques: Voyager of the Seas, el día 1; Legend of the Seas, el día 5; Splendour of the Seas, el día 7; Milenium, el día 8; Voyager of the Seas y Century, el día 12; y Galaxy, el día 13. Todo un palmarés de prestigio para el puerto palmero, a pesar de las serias limitaciones que impone el hecho de que todavía no haya sido declarado frontera Schengen, grave impedimento en cuya solución eficaz se ha perdido mucho tiempo, en detrimento del bien común de La Palma.

El buque Navigator of the Seas (código IMO 9227508) es la construcción número 1.347 de los astilleros Kvaerner Masa, en Abo, ciudad próxima a Turku (Finlandia) y fue construido en dique seco, flotando por primera vez el 25 de enero de 2002. El 18 de noviembre del citado año fue entregado oficialmente a sus armadores, en ceremonia que amadrinó la tenista alemana Steffi Graff y el 14 de diciembre inició en Miami su primer crucero.

Se trata de un buque de 138.279 toneladas de registro bruto (GRT), siendo sus principales dimensiones 311,10 metros de eslora total -306 entre perpendiculares-, 38,60 de manga y 8,60 de calado. Está propulsado por seis motores Wärtsila 12V46C, con una potencia de 75.600 kilovatios, que accionan dos hélices de paso variable y le permiten desarrollar una velocidad de crucero de 23,7 nudos.

El megacrucero que hoy nos visita es el cuarto de una serie de cinco buques de la clase Voyager, correspondiente al proyecto inicialmente denominado Project Eagle y después Project Voyager. Para el desarrollo y construcción de la serie, Royal Caribbean eligió, por varios motivos, al astillero finlandés Kvaerner Masa. Durante los diez últimos años, un 25 % de los buques de cruceros de nueva construcción han sido construidos por esta firma de reconocido prestigio internacional. Masa había construido anteriormente seis buques para Royal Caribbean -entre ellos los tres primeros de este armador, a comienzos de los años setenta- y había intervenido de manera destacada en el diseño de los restantes. Cada buque de la clase Voyager ha supuesto para el citado astillero una carga de 21 millones de horas de trabajo.

La principal novedad de los buques de la clase Voyager es su espectacular tamaño. La capacidad máxima es de 3.835 pasajeros alojados en 1.557 camarotes, de los cuales 939 son exteriores -de ellos, 765 con balcón- y 618 interiores. La tripulación máxima es de 1.180 personas, alojados en 667 camarotes.

Royal Caribbean, al igual que sus grandes competidoras Carnival Cruises -propietaria, entre otras compañías, de Costa Crociere- y NCL, sigue ofreciendo una de las mejores relaciones calidad-precio, con unos espectáculos bien logrados, una gastronomía cuidada, y con un aire internacional que pone especial cuidado en un enfoque más hispano, de modo que se fusione con las particularidades de otras nacionalidades.

Aunque exista una uniformidad en sus materiales, texturas y orientación estética, en la que dominan las moquetas suaves, las maderas claras, el arte diferenciado de sus escaleras, sus comedores temáticos..., el megacrucero Navigator of the Seas ofrece algunas innovaciones. Es el primero en incorporar una pista de patinaje sobre hielo y en recrear una inmensa calle comercial, idea trasladada por su creador desde la época de los ferris finlandeses de Silja Line, la compañía armadora, entre otros, de los buques Botnia y Floria, importados por Trasmediterránea en 1975 y abanderados con los nuevos nombres de Ciudad de La Laguna y Villa de Agaete, respectivamente.

Royal Caribbean Cruise Line, fundada en 1969 por Anders Wilhelmsen & Co., I.M. Skaugen & Co. y Gootas Larsen, todos ellos afamados armadores noruegos, inició sus singladuras en octubre de 1970 con la incorporación del buque Song of Norway (18.416 TRB), primero de una serie de tres buques construidos en los astilleros Wärtsila, en Helsinki (Finlandia). Los dos restantes, puestos en servicio en julio de 1971 y noviembre de 1972, recibieron los nombres de Nordic Prince (18.346 TRB) y Sun Viking (18.559 TRB).

Los dos primeros tenían capacidad para 724 pasajeros y el tercero para 882. De su diseño llamaba poderosamente la atención el mirador situado en la chimenea, característico de los buques de Royal Caribbean. Transcurrió así una década con base de operaciones en Miami haciendo cruceros por el Caribe, orientado hacia el público norteamericano, que se mostraba fascinado por el impacto de la serie televisiva Vacaciones en el mar, por lo que obtuvo una rápida aceptación por su oferta diferenciada, a pesar de la dura competencia. Precisamente, el buque Song of Norway sería el encargado de inaugurar la presencia de Royal Caribbean en La Palma, en la escala que realizó el 10 de noviembre de 1992. Cinco meses después, el 19 de abril de 1993, lo haría su gemelo Sun Viking.

En noviembre de 1982 comenzó una nueva etapa con la puesta en servicio del buque Song of America (37.584 GRT), con capacidad para 1.575 pasajeros, construido en los astilleros Wärtsila, en Helsiniki (Finlandia), anticipo de la etapa de los megabuques de Royal Caribbean, el primero de los cuales, llamado Sovereign of the Seas (73.192 GRT), construido en los astilleros de l’Atlantique (Francia) y con capacidad para 2.534 pasajeros, entró en servicio en diciembre de 1987.

Unos meses antes, en 1986, Royal Caribbean compró una isla llamada Labadee, cerca de Haití, para uso exclusivo de sus clientes. En 1988 se produjo una importante reestructuración de la empresa, momento a partir del cual comenzó un proceso de expansión que le ha llevado a su posicionamiento actual.

En enero y mayo de 1990 entraron en servicio los buques Viking Serenade (ex Stardancer-90, ex Scandinavia-85) (26.747 GRT) y Nordic Empress (48.563 GRT), construidos ambos en astilleros franceses en 1982 y 1990 y con capacidad para 1606 pasajeros y 805 pasajeros, respectivamente. En ese mismo año compró otra isla en Bahamas llamada Little Stirrup Cay, conocida desde entonces como Coco Cay. Unos meses después, en octubre de 1991, recibió el segundo buque de la clase Sovereign, que recibió el nombre de Monarch of the Seas (73.937 GRT y 2.764 pasajeros), mientras que el tercero, Majesty of the Seas (73.941 GRT y 2.744 pasajeros) fue entregado en marzo de 1992.

La serie Vision consiste, en realidad, en tres pares de buques gemelos, de los cuales dos de ellos, Legend of the Seas (70.950 GRT y 2.064 pasajeros) y Splendour of the Seas (69.130 GRT y 2.066 pasajeros), fueron construidos en los astilleros Chantiers de l’ Atlantique, en Saint Nazaire (Francia), siendo entregados en abril de 1995 y marzo de 1996. La segunda pareja, Grandeur of the Seas (73.817 GRT y 1.950 pasajeros) y Enchantment of the Seas (74.136 GRT y 1.950 pasajeros), tomaron forma en los astilleros Kvaerner Masa, en Helsinki (Finlandia), siendo puestos en servicio en noviembre de 1996 y julio de 1997, mientras que los dos restantes, Rhapsody of the Seas y Vision of the Seas (78.491 GRT y 2.417 pasajeros cada uno), construidos en Chantiers de l’ Atlantique, entraron en servicio en abril de 1997 y abril de 1998. En 2004, el buque Enchantment of the Seas fue alargado con una nueva sección de 22,20 metros de eslora.

Los cinco buques de la clase Voyager han sido construidos en los astilleros Kvaerner Masa, en Turku (Finlandia). El ciclo de entregas empezó en octubre de 1999, con el buque Voyager of the Seas (137.276 GRT y 3.840 pasajeros). Royal Caribbean estrenó el siglo XXI con la incorporación del buque Explorer of the Seas (137.308 GRT y 3.114 pasajeros), en septiembre de 2000. A éste siguieron, en octubre de 2001, el buque Adventure of the Seas (137.276 GRT y 3.114 pasajeros); Navigator of the Seas, en noviembre de 2002 y Mariner of the Seas (138.279 GRT y 3.140 pasajeros), en octubre de 2003.

La serie Radiance está compuesta por cuatro buques de 90.090 GRT propulsados por turbinas de gas, construidos en los astilleros Meyer, en Papenburg (Alemania), con capacidades que oscilan entre 2.100 y 2.500 pasajeros y 700 camarotes con balcones al mar. El calendario de entregas fue el siguiente: Radiance of the Seas, en marzo de 2001; Brilliance of the Seas, en julio de 2002; Serenade of the Seas, en julio de 2003 y Jewel of the Seas, en abril de 2004.

En el período comprendido entre 1997 y 2004 han causado baja cuatro buques de la flota de Royal Caribbean, vendidos a otros armadores: Nordic Prince, en marzo de 1995; Song of Norway, en mayo de 1997; Sun Viking, en enero de 1998; y Song of America, en mayo de 1999.

En marzo de 2002, el buque Viking Serenade fue transferido a la sociedad filial Island Cruises y rebautizado Island Escape, mientras que en mayo de 2004, el buque Nordic Empress pasó a llamarse Empress of the Seas y permanece incluido en la oferta de cruceros especializados.

En noviembre de 2006, Royal Caribbean cerró la compra de la compañía española Pullmantur Cruises, previendo que opere, entre otros, el buque Splendour of the Seas. En septiembre de 2007 se formó una nueva compañía del grupo, llamada Croisiéres de France y dirigida al mercado francés, que iniciará sus operaciones en la primavera de 2008 con el buque Bleu de France, ex Holiday Dream, procedente de la flota de Pullmantur.

La clase Freedom está formada por tres buques construidos en los astilleros Akers, en Turku (Finlandia), mayores que el mítico Queen Mary 2, el primero de los cuales, bautizado con el nombre de Freedom of the Seas (154.407 GRT y 3.600 pasajeros), fue entregado en abril de 2006. A este siguen los buques Liberty of the Seas (154.000 GRT y 4.375 pasajeros), entregado en abril de 2007 y para mayo de 2008 se anuncia la incorporación del buque Independence of the Seas (158.000 GRT y 3.600 pasajeros).

Cuando todavía no ha finalizado la construcción de los buques de la clase Freedom, Royal Caribbean tiene en avanzado estado el proyecto de la clase Génesis, para dos buques que serán los más grandes del mundo, cuyos nombres aún no se han hecho públicos. Tendrán capacidad para 5.400 pasajeros, un registro bruto de 220.000 GRT y un coste aproximado de 1,24 billones -con b- de dólares. El contrato ha sido firmado con los astilleros Akers, sucesores de Kvaerner Masa, en Turku (Finlandia). El primero de ellos está previsto para el otoño de 2009, mientras que el segundo, ordenado en abril de 2007, será entregado en agosto de 2010.

domingo, 4 de noviembre de 2007

El encanto rural de Puntagorda

JUAN CARLOS DIAZ LORENZO
PUNTAGORDA


A Celso Rodríguez Riverón,

alcalde de grato recuerdo




Puntagorda tiene un encanto especial. Es verdad que todos los pueblos de La Palma tienen su encanto, si bien, en este caso, apreciamos un atractivo especial dentro del ámbito rural de la isla, por lo armónico y variado de su paisaje y por la convergencia de diversos elementos que le caracterizan y que iremos desgranando en el transcurso de esta crónica dominical.

Pueblo tradicionalmente agrícola, situado en la comarca noroeste de la isla, se ha mantenido fiel a sus tradiciones y con una identidad definida. Ocupa una superficie de 28 kilómetros cuadrados en una ladera que desciende desde los 2.200 metros de la crestería insular hasta el mar, en poco más de doce kilómetros de recorrido, por lo que presenta una pendiente considerable que termina en un imponente acantilado de unos doscientos metros de altura, aproximadamente.

Puntagorda tiene dos grandes fronteras naturales que sirvieron, en su momento, para su delimitación administrativa: el barranco de Izcagua, al Norte, sirve de lindero con Garafía y el barranco de Garome, al Sur, sitúa el límite con Tijarafe. El primero de ellos nace junto a Roque Chico, situado en las proximidades del Roque de los Muchachos. Después de saltar el primer escalón en los Calderos Bermejos, recibe varios afluentes entre laderas de pronunciada pendiente, hasta formar un espectacular cañón a partir de Juanianes. El barranco de Garome también nace cerca del anterior, con unos rasgos similares. A partir del Llano del Lance acentúa su cauce, que se agranda en profunda escotadura cuando se acerca a su desembocadura, siendo espectacular la panorámica que puede admirarse desde el mirador próximo a Tinizara.

El eminente profesor palmero Leoncio Afonso, en el capítulo dedicado a Puntagorda en la monumental enciclopedia Geografía de Canarias (Edirca, 1985), señala que el rasgo dominante del paisaje está constituido por los conos de piroclastos, repartidos de manera irregular por todo el territorio, aunque sin unas claras líneas eruptivas y sin que existan grandes diferencias temporales entre ellos, indicando, al respecto, que "no todos destacan por su elevación en el terreno, pero sí sobre los rellanos y rehoyas en sus alrededores".

La situación del municipio a sotavento del alisio determina el clima de la localidad, expuesto, cuando se producen, a las borrascas atlánticas. Se trata de una zona soleada y árida, con una larga estación seca, aunque suelen producirse precipitaciones abundantes. Sin embargo, hasta que llegó el agua canalizada de las galerías de Garafía -maná de salvación para una parte importante de la isla- los años secos eran muy duros, y aunque una parte de las casas disponían de aljibes, resultaba difícil llenarlos.

Los magníficos pinares de Puntagorda constituyen el elemento dominante de su paisaje. El más importante es El Fayal o Monte de Lucía, situado en la zona norte, próximo al barrio de El Pinar. En el transcurso de los años, parte del bosque ha sido sustituido por los cultivos de almendros y viñedos, otros dos elementos característicos del paisaje agrícola del municipio. La estilizada forma que tienen los pinos se debe a la costumbre de su poda bianual, de ahí que se produzcan llamativos brotes a lo largo del tronco.

En las inmediaciones de El Fayal se encuentra el mercadillo del agricultor, uno de los mejores exponentes de su tipo en la isla. Todo el espacio está salpicado de bellas casas de arquitectura tradicional, con aljibes, pajeros, eras, lagares y bodegas en los que se elaboran los afamados vinos de tea, característicos de la comarca del Noroeste palmero.

El poblamiento actual se sitúa entre los 500 y 800 metros de altura, debido, sobre todo, al progresivo avance de la población hacia tierras de mejor rendimiento y condiciones meteorológicas. Sin embargo, los orígenes de Puntagorda se encuentran en las proximidades de la primitiva iglesia de San Mauro, situada a 450 metros de altura, que acabaría siendo abandonada y sustituida por otra construida a 600 metros de altura, mientras que en la zona baja sólo quedan algunas casas abandonadas y semiderruidas. Desde hace algunos años, los nuevos regadíos de hortalizas -con la ayuda de una balsa del Cabildo- y los plátanos han logrado revalorizarla. Prueba de ello es que en los alrededores de la montaña de Matos, las manos laboriosas de los puntagorderos han logrado fértiles y productivas plantaciones de plátanos, frutales y viveros.

El antiguo templo de San Mauro Abad, conocido popularmente por San Amaro y con una larga tradición romera (ver DIARIO DE AVISOS, La vieja iglesia de San Mauro abad, 09/10/2005), está situado en las proximidades del barranco de su mismo nombre, llamado también de las Piñas. Un incendio ocurrido el 31 de agosto de 1811 devoró el archivo parroquial, que se encontraba depositado en la casa del cura, la misma que, desde hace muchos años, amenaza severa ruina, con caída de una de sus paredes y grave deterioro del conjunto, en el que destacaba un magnífico ejemplar de balconada situado a poniente. Del mismo modo que, después de un largo proceso, en agosto de 2002 finalizó la tan ansiada restauración del histórico templo -fundado a mediados del siglo XVI y considerado entre los primeros de la isla-, urge la restauración de la casa parroquial, ejemplar de singular belleza arquitectónica.

La costa, abrupta y de difícil acceso, resulta característica común en este sector de la isla, que va desde el corte a plomo de El Time hasta el declive de Puntallana. Antaño, el pequeño embarcadero de Rodríguez se había convertido en punto de transacción de mercancías y de tráfico de personas que iban y venían en las lanchas de cabotaje en su recorrido hacia el valle de Aridane y la capital de la isla, aunque la mayoría de las veces, la gente iba caminando por los senderos atravesando la cumbre y los caminos reales que comunicaban con el valle de Aridane.

Punta Izcagua se encuentra en la margen izquierda del barranco de su mismo nombre. A siete cables -un cable es la décima parte de una milla, 185,2 metros- y al rumbo 222º de este punto, existe una piedra muy característica conocida por Roque del Molino. Desde aquí, la costa forma un alto y escarpado frontón, que corresponde a la parte más occidental de La Palma, en la que destacan los siguientes accidentes geográficos: Punta Gorda, a dos cables al rumbo 215º del Roque del Molino; la piedra Paloma o Roque de Los Guinchos, situada a seis cables al Sur de Punta Gorda, en la que se localiza la Baja de Los Guinchos; y la Punta de Las Llanadas, que dista 1,2 millas al Sur de Piedra Paloma. Toda la costa, desde el Roque del Molino hasta la Punta de Las Llanadas, está salpicada de numerosas piedras.

Al Sur de la Punta de Las Llanadas existe una baja llamada Roca Gorda y próximo a ella, hacia el Sur, se encuentra el fondeadero de Puntagorda, en el que pueden hacerse operaciones al tratarse de un buen tenedero y seguro, incluso para pasar la noche cuando el brisote está entablado. Los almacenes de este embarcadero están formados por cuevas excavadas en la roca. Hasta la Punta Gomeros, distante cinco millas al rumbo 156º, la costa avanza limpia y sin accidentes notables.

Los acantilados que rodean la desembocadura del imponente barranco de Izcagua han sido declarados Monumento Natural de la costa de Hiscaguán, según lo contemplado en la Ley de Espacios Naturales de Canarias.

El municipio comprende cuatro barrios principales. El Pueblo, conocido también como El Pino, es el núcleo central, donde se encuentra ubicado el Ayuntamiento, la nueva iglesia de San Mauro y diversos servicios (oficinas bancarias, bares, restaurantes y otros establecimientos). Debe su nombre, precisamente, al soberbio ejemplar de pino canario, llamado Pino de la Virgen, extraordinario referente de toda la comarca y aun de la isla, por el que antaño discurría el camino real -luego convertido en carretera hasta su sustitución por la nueva vía de acceso- que conducía al antiguo templo de San Mauro Abad, situado a poco más de dos kilómetros de distancia.

El Pinar es el barrio de mayor población y se sitúa en una ladera con escasa pendiente a partir de los 700 metros de altura. Es la mejor zona agrícola del término, con tierras de buena calidad situadas en el rellano entre el barranco de Izcagua y el de San Mauro. Junto al antiguo cruce se encuentra la sociedad Cuatro Caminos, una de las más conocidas de la comarca, lugar en el que se celebran frecuentes fiestas y bailes. Desde hace unos años, aquí se celebra la Fiesta del Almendro en Flor, claro referente del calendario insular. En las proximidades se encuentran las Escuelas de Formación Profesional, que aglutinan a los alumnos de la comarca.

Llanos de Pintos, localizado a 450 metros de altura, es un rellano originado por los antiguos volcanes costeros de Matos y La Negra. En otra época, estos llanos tuvieron gran importancia agrícola, como zona productora de cereales y viñedos, y en la actualidad están los asientos de algunos regadíos, a pesar de que la zona se ve muy afectada en verano por el alisio.

El mirador de la Montaña de Matos está situado en la zona costera de El Pinar. Cuando se llega a pie hasta la cima, es posible observar los campos de cultivo de la zona, los acantilados de la costa y parte del territorio del vecino municipio de Garafía, dominado por el barrio de Las Tricias, situado al margen derecho del barranco de Izcagua.

El Roque es el primer barrio de Puntagorda que encontramos cuando se accede por el sur. Abundan los conos volcánicos, de los cuales el más alto corresponde a la montaña Garome, que forma pareja con La Rubia, y más hacia el norte se localizan otras montañas, entre las que se forman diversas hoyas.

Además del mirador de El Roque, en el paisaje destaca la presencia del viejo molino de "los venteros" construido en 1890 (ver DIARIO DE AVISOS, La generosa fuerza del viento, 14/03/2004), rodeado de un conjunto típico del entorno agrario, formado por una casa canaria que también albergó una venta; lagar, bodega, era y aljibe. En 1934, cuando las aspas del viejo molino cesaron su diálogo con el viento, tomó el relevo la molina movida por un motor diésel, cuyos compases eran característicos de su constante actividad.

Durante años, muchos a decir verdad, y especialmente en la posguerra, los vecinos de la comarca noroeste venían caminando hasta aquí para moler sus granos y convertirlos en gofio con que saciar el hambre. Mientras esperaban, la vera del camino se convertía en punto de encuentro y diálogo de los que iban y venían.

Además de este molino, en Puntagorda existe también otro interesante ejemplar ubicado en el barrio de El Pinar, en el lugar conocido La Relvalarga. Los molinos palmeros presentan la característica de que están construidos íntegramente en madera, siendo especialmente famosos los diseños y construcciones de Ortega.

Asimismo, el barrio de Fagundo posee una importante actividad agrícola. En la zona costera de este enclave se encuentran plantaciones de plátanos y aguacates, inmersas en un bello paisaje natural.

En los últimos años, en Puntagorda se ha habilitado una serie de miradores que permiten la contemplación de magníficas panorámicas. Entre ellos, además de los citados, figura el mirador de los Dragos, situado en el barrio de El Roque, junto al antiguo camino real, desde el que se puede admirar un magnífico ejemplar del legendario árbol, derribado parcialmente por su pesada carga de años a mediados de la década de los setenta, y una vista del barranco de El Roque.

El mirador de Fátima está situado en el barrio de Fagundo y al mismo se accede a través de un bonito sendero, desde el que es posible apreciar una amplia panorámica que abarca de mar a cumbre a su paso por los barrios de Facundo y El Pinar.

El mirador de Miraflores está situado en el barrio de El Pino, donde antaño existió otro molino de viento. Por su estratégica posición, ofrece unas magníficas vistas de El Pino y El Pinar, con sus casas y cultivos. Cuando llegan los meses de enero y febrero y los almendros están en flor, el paisaje se convierte en un escenario idílico. Todo un espectáculo gratificante, esencia de un pueblo laborioso.

domingo, 28 de octubre de 2007

Cuando la electricidad llegó a Fuencaliente

JUAN CARLOS DÍAZ LORENZO (*)
FUENCALIENTE


El capitán general García-Escámez era un hombre campechano y extrovertido y siempre fue un gran amigo del pueblo de Fuencaliente. La especial amistad que se forjó entre el ilustre militar y el alcalde Emilio Quintana Sánchez se tradujo, en tiempos del Mando Económico de Canarias, en la construcción de la obra más importante de cuantas se realizaron en dicho periodo en La Palma.

El laureado general visitó Fuencaliente por primera vez, el 18 de abril de 1944, siendo alcalde Gumersindo Curbelo Yanes. La corporación le informó de la situación por la que atravesaba el municipio: un pueblo pobre, con grandes carencias y con un potencial agrícola importante, caso del cultivo de la vid, pero sin cohesión y con unos cosecheros que vivían, en su mayoría, en un estado precario y elaboraban los vinos siguiendo la tradición heredada de padres a hijos.

En aquel primer viaje surgió la idea de construir una bodega cooperativa para que unificara la producción de la comarca y tuviera una adecuada distribución comercial, permitiendo, de ese modo, potenciar y relanzar una actividad económica que era, entonces, el principal capítulo de la escasa economía del pueblo.

En tiempos de grandes estrecheces y dificultades, una representación de los cosecheros de Fuencaliente se reunió el 20 de febrero de 1945 en la capital tinerfeña con el gobernador civil de la provincia, en un primer encuentro en el que estuvieron presentes, asimismo, el jefe nacional de Cooperación y el delegado provincial de Sindicatos, quedando inscrita la primera cooperativa vitivinícola de Canarias con el número 2.059 en el registro del Ministerio de Trabajo.

El 15 de octubre del citado año llegó a Fuencaliente una comisión de la Unión Nacional de Cooperativas del Campo, desplazados desde Madrid, con el encargo de prestar el mejor asesoramiento a los técnicos militares del Cuerpo de Ingenieros que se ocupaban del proyecto. Entre los miembros de la citada comisión figuraban Enrique Mira Alberi, jefe técnico del Departamento de Maquinarias de la citada UNC y el abogado José Balaguer.

El proyecto definitivo fue encargado al coronel Manuel Martín de la Escalera, en colaboración con los técnicos adjuntos de la Comandancia de Ingenieros, oficiales Navarro, Garrido y Viejo y su contratación salió a subasta pública el 1 de marzo de 1946, siendo adjudicada la contrata a la empresa Pedro Elejabeitia, iniciándose los trabajos poco después en un terreno amplio situado en el denominado Llano de San Antonio.

El 5 de noviembre de 1946 fueron aprobados los estatutos de la Bodega Cooperativa Vinícola de Fuencaliente, adoptados según la Ley de Cooperación de 2 de enero de 1942 y su correspondiente reglamento, de 11 de noviembre de 1943.

El 24 de septiembre de 1947, aún sin estar todavía concluida la obra, se elaboró la primera vendimia, de la que se almacenaron 449.000 litros de vino. En 1948 serían 325.000 litros; en 1949 (año del volcán), 220.000 litros y en 1950, ¡900.000 litros!

La inauguración oficial se celebró el 6 de febrero de 1948, acto solemne al que asistió el propio general Francisco García-Escámez, ocasión en la que se descubrió un busto a su persona ubicado en una pequeña plazoleta que preside el acceso a la entrada principal del edificio y, asimismo, recibió en loor de multitud el título de Hijo Adoptivo de Fuencaliente. El importe final de la obra alcanzó la cuantía de 1.675.462,02 pesetas y su capacidad inicial era de 7.560 hectolitros. El capitán general García-Escámez falleció el 12 de junio de 1951 en Santa Cruz de Tenerife, a la temprana edad de 58 años.

La bodega disponía, entonces, de una sala con descargaderos de uvas blancas y tintas independientes, estrujadoras-pisadoras para 15.000 kilos/hora, dos grandes prensas verticales de dos husillos cada una, una fulo-bomba para las uvas tintas, que conducía el mosto mediante tuberías de hierro a la nave de fermentación, así como otras dos bombas para mostos blancos y trasiegos posteriores.

Otras dos naves albergaban cada una 12 depósitos de 20.000 litros de capacidad, más seis depósitos subterráneos de 50.000 litros cada uno, todo ello accionado por un grupo electrógeno de gasoil de 100 kilovatios, ya que entonces el pueblo no disponía de alumbrado eléctrico. También se montó una báscula-puente de 5.000 kilos y el Cabildo de La Palma obsequió un filtro de mangas hecho en madera.

En la década de los años cuarenta, Fuencaliente tenía como sede del ayuntamiento una casa alquilada, de la que el alcalde Gumersindo Curbelo Yanes, decía que "varias veces habíamos pasado la vergüenza, ante algunos visitantes, de tener que efectuar nuestras entrevistas y cambios de impresiones en la propia calle o de pie, en la sala estrecha y desamueblada".

En marzo de 1944, la comisión gestora del Ayuntamiento de Fuencaliente encargó al arquitecto Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo, el proyecto de una casa consistorial, acordando dirigirse al subsecretario del Trabajo, Esteban Pérez González, hermano del ministro de la Gobernación, para exponerle estos extremos y solicitarle ayuda económica para mitigar el paro, señalándole como obra de primera necesidad la construcción del nuevo ayuntamiento.

Esteban Pérez González, que era, además, presidente de la Junta Interministerial de Obras, contestó el 3 de agosto siguiente con una ayuda de 100.000 pesetas para las obras, que dieron comienzo el 29 de octubre de ese mismo año y finalizaron el 18 de julio de 1945, siendo inaugurado oficialmente el 12 de agosto siguiente, en presencia del señor Pérez González, que recibió entonces el nombramiento de Hijo Adoptivo de Fuencaliente.

El presupuesto de la obra, con solar incluido, ascendió a la cantidad de 125.438,60 pesetas. Enterado el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, de la falta de medios económicos para amueblar "modestamente" el nuevo edificio, hizo una donación de 15.000 pesetas al efecto. El edificio, de planta cuadrada, constaba de alcaldía, sala de sesiones, secretaría, oficinas generales, juzgado de paz, archivos y servicios higiénicos.

El volcán de San Juan, cuya erupción comenzó el 24 de junio de 1949, fue un acontecimiento extraordinario, que se vivió con especial intensidad en la comarca afectada. En Fuencaliente, además de daños menores, provocó la incomunicación por vía terrestre con el valle de Aridane, desde el 8 de julio, cuando la lava cortó la carretera general y con el sector oriental de la isla, el 30 de julio, fecha del último estertor de la erupción.

En esta época se sufrió en Fuencaliente, al igual que en toda la isla, una fuerte sequía, lo que motivó rogativas e incluso se trajo agua en bidones desde el barranco de Las Angustias. Los pocos vecinos que por entonces disponían de camiones y furgones contribuyeron a paliar la sed del pueblo transportando el preciado líquido hasta los puntos de distribución.

La noticia de que el jefe del Estado iba a visitar Fuencaliente durante su visita oficial a La Palma, motivó un pleno municipal extraordinario, presidido por Emilio Quintana, que se reunió el 12 de octubre de 1950 con la finalidad de "proceder desde este momento a la organización y preparación de los actos que se habrán de dispensar a nuestro caudillo, al tener la distinción de honrarnos con su visita".

En septiembre de 1949, Franco había adoptado a Fuencaliente como consecuencia de los efectos de la erupción del volcán de San Juan, lo cual permitió realizar una serie de obras por cuenta de la Dirección General de Regiones Devastadas. Cuando visitó La Palma, algunas de aquellas obras estaban sin terminar y paradas, y otras solicitadas y sin haber comenzado aún, razón por la cual el alcalde entregó al jefe del Estado un listado con las necesidades más perentorias del municipio.

En 1950, Fuencaliente, con 2.300 habitantes, carecía de agua potable para el abastecimiento público, aprovechándose las aguas pluviales que eran recogidas en aljibes. "No todos los vecinos tienen estos colectores -se hace constar en el libro de actas-, unos por ser de economía débil y otros por vivir en zonas de escasas lluvias. Por tanto, cuando llega el verano, unos y otros tienen que ir a los pueblos más cercanos que posean agua, a unos 28 kilómetros de distancia, para transportar tan preciado líquido. En los años de sequía este problema se agudiza, pues el número de vecinos que carece de agua para beber es de hasta un setenta por ciento".

El 24 de octubre, Franco, que enarbolaba su insignia en el crucero Canarias, desembarcó en Santa Cruz de La Palma y en su recorrido por la isla se detuvo en Fuencaliente, siendo recibido por el alcalde y la corporación local en la plazoleta del general García-Escámez, donde Emilio Quintana pronunció unas palabras de gratitud. Después, la joven Graciela Quintana, hija del alcalde y ataviada de típico, ofreció al jefe del Estado que depositara en las estrujadoras simbólicamente el último racimo de la vendimia de ese año. Franco recorrió las instalaciones, degustó los vinos elaborados en cosechas anteriores y firmó en el libro de honor de la bodega.

Con motivo de la visita, Eladio Justo, persona de llamativo ingenio y grato recuerdo, construyó una "fuente" de la que brotaban los diferentes tipos de vinos que se producían en el municipio. Lo cierto fue que el jefe del Estado se detuvo de manera especial en Fuencaliente, quizás por la influencia del general García-Escámez, con quien protagonizó una curiosa anécdota cuando se fijó en la estatua que preside el acceso a la cooperativa: "Curro -le dijo Franco al capitán general-, el busto no se parece conmigo. No, Paco, ese soy yo", le replicó García-Escámez.

El día antes de la visita llegaron al pueblo unos policías secretos para controlar la situación y unas horas antes de que llegara la comitiva oficial, éstos se dirigieron a la cooperativa con un grupo de vecinos "voluntarios", a los que hicieron probar tanto los vinos como la comida que había preparada.

Pasaron los años. Las remesas de los emigrantes en Venezuela revitalizaron poco a poco la débil economía de muchas familias de Fuencaliente. Algunos jóvenes habían cruzado el Atlántico de manera ilegal a bordo de veleros clandestinos -caso de las expediciones del Nuevo Teide, La Carlota, Delfina Noya, San Jorge y Benahoare, entre otros- y la mayoría lo hicieron con papeles en regla, en los trasatlánticos de la emigración españoles, portugueses e italianos. Otros se habían instalado en la capital tinerfeña, trabajando en bares, casas de comidas y taxis. Unos pocos consiguieron estudiar gracias al empeño y esfuerzo de los maestros que pasaron por el pueblo y lograron títulos superiores y medios en medicina, biología, enfermería, marina mercante, aviación, magisterio y otras ramas universitarias.

El 30 de noviembre de 1957 visitaron Fuencaliente los ministros de la Gobernación, Obras Públicas e Industria, siendo declarados "huéspedes de honor" por la corporación municipal, en muestra de gratitud por la visita. Con anterioridad, el pleno había acordado hacer llegar al conocimiento de las autoridades ministeriales las necesidades más urgentes del municipio, entre las que figuraban el fluido eléctrico, el abastecimiento de agua y la red de caminos vecinales.

Obtuvo pronta respuesta la primera petición, de modo que el 17 de enero de 1959, y coincidiendo con las fiestas de San Antonio abad, fue inaugurado el alumbrado eléctrico en Fuencaliente, formando parte del Plan de Electrificación Rural de La Palma. El acto se desarrolló "con el mayor esplendor", como no podía ser de otro modo y correspondió al alcalde, Emilio Quintana Sánchez, después de un emotivo discurso, conectar la palanca que hizo ver el alumbrado público en Los Canarios, hasta entonces limitado al servicio de un motor que avisaba, antes de su cierre cada noche con tres cortes breves.

En el mes de junio siguiente llegó el alumbrado público al barrio de Los Quemados. "Una obra que se debe a la labor incansable del entusiasta concejal de aquel barrio, Manuel Hernández Torres (...), se acordó por unanimidad hacer constar en acta el más sincero reconocimiento a dicho concejal y concederle un amplio voto de gracias como premio a su asidua labor en pro de los intereses del municipio".

Con un presupuesto de 102.000 pesetas -cantidad apreciable para la época-, en septiembre de dicho año se acordó proceder a la instalación de teléfonos públicos en casas particulares en los barrios de Las Caletas, Los Quemados y Las Indias. Los locutorios, sin embargo, no se instalarían hasta 1966.

En el transcurso de 1959 serían inaugurados los grupos escolares de Los Quemados y Las Caletas, mejorando así sensiblemente las necesidades de los citados barrios. En 1961 se procedió a la apertura del colegio XXV Años de Paz, en un solar contiguo al nuevo Ayuntamiento, cuya plaza fue inaugurada en agosto de 1965.

Emilio Quintana Sánchez siempre dio muestras de honradez y de capacidad de trabajo en beneficio de su pueblo adoptivo, que le honró con su afecto y respeto -aún hoy sigue siendo recordado con cariño- y perpetúa su memoria con una calle en Los Canarios y otra en Las Indias.

Retirado de toda actividad pública y dejando tras de sí la estela de una labor intensa y fecunda, así como el recuerdo de un trabajo de constante entrega, en sus últimos años residió en Santa Cruz de Tenerife, donde falleció el 29 de agosto de 1981. Su viuda, Adoración Torres Hernández, natural de Fuencaliente, también pasaría la mayor parte del resto de su vida en la capital tinerfeña, hasta su fallecimiento, ocurrido el 14 de diciembre de 2002.


Juan Carlos Díaz Lorenzo es Cronista Oficial de Fuencaliente de La Palma.